Un destacado historiador norteamericano, Kenneth Scott Latourette, tras un exhaustivo estudio sobre los grandes reavivamientos religiosos, concluyó su trabajo afirmando que todos surgieron en períodos de crisis y decadencia moral.

La revolución francesa que se inició en 1789 inauguró en Europa un período sombrío, caracterizado por las luchas sin gloria que se, prolongaron hasta el año 1815. Durante esta época de decadencia económica y corrupción generalizada. surgieron victoriosos los siguientes movimientos espirituales:

1. En 1792, en plena vigencia del reinado del Terror, cuando las guillotinas francesas estaban en el apogeo de sus siniestras actividades, se fundó la Sociedad Misionera Bautista, que prestó servicios tan destacados a la obra de las misiones.

2. En 1799, en medio de las grandes aprensiones políticas que caracterizaron los agitados días de Napoleón, se organizó la “Church Missionary Society”, inspirada en un dinámico programa de evangelización.

3. En 1804. cuando la invasión de las tropas francesas a Inglaterra parecía inevitable, la Sociedad Bíblica Británica inició su bendecida obra, difundiendo las Sagradas Escrituras por todo el mundo.

4. En 1812, cuando Inglaterra bloqueaba los puertos norteamericanos con su poderosa escuadra, salieron hacia la India los primeros misioneros para evangelizar ese país, sumido en las tinieblas densas del paganismo y la superstición.

Si retrocedemos a los días cuando despuntó el cristianismo, encontraremos una sociedad envilecida por el vicio y debilitada por la corrupción. Pues exactamente en ese momento de crisis refulgió en el cielo de Judea una estrella peregrina, anunciando el advenimiento del Redentor. Tras la prolongada noche medieval, a cuyas sombras medraron la codicia, el nepotismo y la violencia, irrumpió el vibrante movimiento de la Reforma que sacudió los fundamentos del escolasticismo tradicional.

En 1844, cuando una grave crisis en gestación amenazaba peligrosamente la unidad nacional norteamericana, cuando toda la nación se agitaba ante el apasionante problema de los esclavos, emergió, triunfante, el movimiento adventista, proclamando el Evangelio restaurado y el inminente retorno de Jesús.

Como se ve, las conclusiones a que llegó Kenneth Scott Latourette encuentran un decidido apoyo en la sucesión de los hechos históricos.

Pero, conviene destacar, hemos llegado a una época histórica sin parangón En lo referente al ritmo con que se suceden las crisis. En lo atinente a la economía, el mundo extrañamente desequilibrado. En la esfera de la moral se nos presenta un espectáculo doloroso y desolador. Casi no pasa un día sin que se registre un crimen sensacional. Hay odio concentrado en los corazones de los hombres; hay una llama del mal que incendia el mundo; hay un torbellino de locura y enfermedad que agita a la sociedad contemporánea. Sí, ésta es una hora de crisis.

La mensajera del Señor escribió poco antes de su muerte: “Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de los siglos. En rápida sucesión se seguirán unos a otros los castigos de Dios: incendios e inundaciones, terremotos, guerras y derramamiento de sangre. No debemos quedar sorprendidos en este tiempo por acontecimientos grandes y decisivos; porque el ángel de la misericordia no puede permanecer mucho más tiempo para proteger a los impenitentes” (Profetas y Reyes, pág. 208).

En otro pasaje de la pluma inspirada leemos: “La transgresión casi ha alcanzado su límite. La confusión llena el mundo, y pronto ha de caer un gran terror sobre los seres humanos. El fin está muy cercano. Nosotros que conocemos la verdad debiéramos estar preparándonos para lo que pronto estallará sobre el mundo como una abrumadora sorpresa” (Testimonies, tomo 8, pág. 28).

Entretanto, en esta hora de crisis vislumbramos nuestra gran oportunidad para realizar un agresivo movimiento de evangelización.

Avancemos, pues, con fe y esperanza, y triunfaremos investidos por el poder de Dios.