Fuimos designados para denunciar la apostasía babilónica, no para contaminarnos con su banquete.

Sadrac, Mesac y Abednego estaban viviendo un momento crítico. Se encontraban en medio de la multitud reunida en la llanura de Dura, ante la imagen esculpida en oro de Nabucodonosor. El horno ardiente estaba preparado para consumir a los desleales. La orden era incisiva y clara: todos deberían postrarse en adoración ante la imagen. ¿Cómo sabría la multitud en qué momento debía postrarse? ¿Habría algún anuncio? No. La señal indicadora del instante en que debía ser prestado el falso culto era al iniciarse la música: cuando sonara, todos debían arrodillarse.

Y ¿qué mal había en tomar parte activa de esa celebración? Aparentemente, nada que comprometiera la fe. Los jóvenes hebreos eran solo ilustres invitados al culto pagano. Sencillamente se trataba de una ceremonia de consagración de una estatua, con la presencia de mucha gente importante, acompañada de una orquesta que ejecutaba “toda clase de música (Dan. 3:5, 7, 10). ¿Por qué estos jóvenes estuvieron tan resueltos a no ceder, aun bajo pena de muerte? ¿Qué motivo había para una resistencia tal?

Un análisis atento al contexto histórico de los primeros tres capítulos del libro de Daniel puede conducirnos a algunas conclusiones; para algunos, tal vez, sorprendentes. Esa no era la primera vez en que los príncipes hebreos eran sometidos a pruebas en la corte babilónica. Anteriormente, dos veces tuvieron que decidir entre los principios divinos y las costumbres y los conceptos humanos, y escogieron apoyarse firmemente en los principios.

Es importante observar que hay una tendencia progresiva en estas tres pruebas, y la firmeza demostrada en la prueba anterior reforzó la resistencia para lo que vino después. En la primera prueba, lo que estaba en juego era el estilo de vida (Dan. 1). En la segunda, el conocimiento de la verdadera revelación (Dan. 2). Y, en la tercera prueba, la adoración (Dan. 3). También es digno de señalar el hecho de que, a semejanza de lo que ocurrió con Jesús en el desierto (Mat. 4:1-10), las pruebas comenzaron en el campo del apetito y terminaron en el terreno de la adoración.

Maqueta del gran conflicto

Fue esencial que superaran la prueba alimentaria, para que tuviesen la mente lúcida y desembotada, a fin de recibir y comprender perfectamente la revelación divina. De ese modo, sabrían discernir claramente la naturaleza falsa de la adoración que les estaba siendo impuesta.

Los hechos relacionados con los jóvenes hebreos en la corte babilónica se constituyeron en una maqueta del gran conflicto e ilustran eventos actuales. Su historia es una representación a escala del pueblo de Dios en la moderna Babilonia. Sus pruebas son nuestras pruebas, pues la palabra profética de Elena de White, al referirse a los registros de Daniel, nos asegura: “La historia pasada se repetirá; conflictos viejos resurgirán a una nueva vida, y el peligro asediará a los hijos de Dios por doquiera” (Testimonios para los ministros, p. 113). Mucho tiempo antes de Daniel, Salomón ya había demostrado poseer conciencia de esta naturaleza cíclica de la historia, al afirmar: “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó” (Ecl. 3:15).

Como iglesia, hoy nos depara un tiempo de prueba semejante al de los hebreos en Babilonia. La adoración vuelve a ser un área crítica de nuestra experiencia. Hemos sido llevados por cambios, aparentemente inofensivos, en nuestro culto, provocados por una casi irresistible influencia. Una fuerte demanda de estimulación, oriunda del pentecostalismo y del movimiento carismático, está golpeando insistentemente a nuestra puerta, y muchas personas y muchas congregaciones le han franqueado la entrada.

Más allá de la oferta musical

Este fenómeno sucede justamente en un momento en que podemos estar perdiendo nuestra “identidad musical”, y nuestros principios litúrgicos sufren la amenaza de ser diluidos. Lo que los incautos no perciben, por otro lado, es que el “paquete babilónico” contiene mucho más que una sencilla oferta musical. Hay “vino adulterado” (ver Apoc. 14:8). No podemos olvidarnos de que fuimos designados para denunciar la apostasía babilónica, y no para contaminarnos con su banquete.

No obstante, la falsa adoración está siendo sugerida por la seducción de la música diversificada que agrada a gustos variados. Por otro lado, la historia profética indica que los que no se inclinen ante el “sonido de toda clase de música” serán forzados por la Babilonia mística a rendirse a las amenazas del horno de la persecución y de la propia muerte (Apoc. 13:15). La ira del enemigo será direccionada, entonces, a todos los que no se inclinen ante él. El camino está siendo preparado para ese desenlace.

Con todo, parece claro que resistirán esa prueba final solamente los que fueron aprobados en las pruebas del estilo de vida y de la revelación. Por lo tanto, si hemos fracasado en esas dos pruebas preparatorias, corremos el riesgo de no estar habilitados para superar la prueba final. Restaurar los principios de la salud y fortalecer el espíritu con las verdades de las Escrituras son, por consiguiente, nuestras urgentes necesidades.

Necesitamos desarrollar hábitos alimentarios saludables, que nos proporcionen una mente lúcida que sirva como canal de comunicación para el Espíritu Santo. Así, seremos capaces de abalanzarnos sobre la revelación en busca de la iluminación que nos proporcione el discernimiento necesario para identificar, con sabiduría divina, la verdadera adoración y rechazar la falsa.

Nuestro papel

Vivimos en un tiempo en que los que habitan sobre la tierra están siendo seducidos para hacer una imagen de la bestia (Apoc. 13:14). Los “hebreos” modernos se encuentran reunidos en la llanura apocalíptica de Dura. Está en operación un sistema de culto y adoración paralelo al sistema de adoración de Dios. La música volvió al escenario, como anuncio para que todos se inclinen y adoren al falso dios. Sus fascinantes efectos están llevando a muchos a postrarse ante un dios extraño, que jamás sería adorado si los engañados estuviesen en su juicio cabal. Y Dios no se calló con respecto al papel que la música desempeñaría en estos últimos días (ver Mensajes selectos, t. 2, pp. 30-45). Lejos de ser un elemento neutro en el contexto del gran conflicto, la música posee una poderosa influencia. Un estilo de música común ha servido al propósito satánico de consolidar la unión ideológica entre adoradores de segmentos religiosos diferentes, representados proféticamente por las figuras del dragón, la bestia y el falso profeta (Apoc. 16:13).

Ante eso, como ministros, nuestro papel es alertar a los que han sido engañados por tales encantos, e invitar al mundo a prestar un culto distinto y verdadero (Apoc. 14:7). Nuestra propuesta de adoración está caracterizada por diferencias que incluyen, entre otras cosas, el cuidado del cuerpo y la integridad de la mente (1 Cor. 6:20; Rom. 12:1).

En esta época en que lo falso y lo auténtico han sido confundidos, cuando está en pleno avance un proceso de intoxicación y embriaguez espiritual que embota la razón y entorpece la mente (Apoc. 17:1, 2), más que nunca necesitamos tener mente clara, discernimiento espiritual purificado y conciencia de toda luz revelada. Solo así podremos ser salvados del engaño. Y, ciertamente, aquel que caminó con los valientes hebreos en el horno ardiente estará con nosotros en el fuego de angustia que asolará a los fieles, y “hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).

Sobre el autor: Director interino del Instituto Metropolitano Adventista de Ensino, Petropolis, RJ, Rep. del Brasil.