A comienzos del siglo pasamos por una de las mayores crisis de nuestra historia… cuando el muy respetado y apreciado director médico del Sanatorio de Batlle Creek y dirigente natural de nuestra obra médica, Dr. John Harvey Kellogg, se mezcló con filosofía panteísta, la cual pronto comenzó a verse en algunas de sus charlas y en artículos. Algunos de nuestros ministros se adhirieron en seguida a sus ideas. Después del incendio del Sanatorio de Batlle Creek, que destruyó los principales edificios, hicieron arreglos para que el Dr. Kellogg, que todavía desempeñaba cargos de responsabilidad en la obra y gozaba de la confianza de todos, escribiese una obra médica de divulgación para ser vendida en gran escala por los adventistas como un medio de reunir fondos para ayudar a reconstruir el sanatorio. Aunque él consintió en que la obra sería estrictamente de carácter médico, el libro Living Temple [Templo viviente] estaba lleno de enseñanzas panteístas. El poder de Dios manifestado en la naturaleza era confundido con la personalidad de Dios. Durante cierto tiempo no pocos adventistas fueron arrastrados a creer en esta pretendida “nueva luz”.

Elena White, en visión, fue llamada a hacer frente decididamente a ese error, y así lo hizo en numerosos manuscritos enviados a los más afectados, en folletos, y en capítulos de La Educación (1903), Testimonies, tomo 8 (1904) y El Ministerio de Curación (1905). En el fragor de la controversia fue escrito el siguiente artículo que induce a pensar, y publicado en 1904 en Special Testimonies, Serie B, N° 2. Lo extraemos de Mensajes Selectos, tomo 1, págs. 235-243. Una descripción vivida y esclarecedora sobre la controversia, así como el relato de la providencia de Dios al detener  el avance de esta intrigante e insidiosa enseñanza, se encuentra en el libro de Arturo G. Daniells El Permanente Don de Profecía, cap. 30.

La iglesia de Dios hoy día no está libre de ataques. Voces disidentes dentro y fuera de nosotros exigen cambios doctrinales. Sentimos que este mensaje no podría ser más oportuno. —La Redacción

El Señor pondrá nueva fuerza vital en su obra a medida que los instrumentos humanos obedezcan la orden de avanzar y proclamar la verdad. El que declaró que su verdad brillaría para siempre, proclamará esa verdad mediante mensajeros fieles que darán a la trompeta un sonido certero. La verdad será criticada, desdeñada y ridiculizada, pero mientras más cerca se la examine y se la pruebe, más brillará.

Como pueblo, hemos de mantenernos firmes en la plataforma de la verdad eterna que ha resistido la prueba y el examen. Hemos de aferrarnos a las seguras columnas de nuestra fe. Los principios de la verdad que nos ha revelado Dios son nuestro único fundamento verdadero. Nos han hecho lo que somos. El tiempo transcurrido no ha disminuido su valor. El enemigo se esfuerza constantemente por sacar esas verdades de su marco y poner en su lugar teorías espurias. Introducirá todo lo que pueda para llevar a cabo sus designios engañosos. Pero el Señor hará surgir a hombres de percepción aguda que darán a esas verdades su debido lugar en el plan de Dios.

He sido instruida por el mensajero celestial de que parte del razonamiento del libro Living Temple [Templo viviente] es malsano y que ese razonamiento descarriaría la mente de aquellos que no están plenamente establecidos sobre los principios fundamentales de la verdad presente. Introduce aquello que no es nada sino especulación en cuanto a la personalidad de Dios y dónde está su presencia. Nadie en esta tierra tiene derecho a especular sobre esta cuestión. Mientras más se discutan las teorías fantásticas, los hombres sabrán menos de Dios y de la verdad que santifica el alma.

Muchos vienen a mí pidiéndome que les explique los puntos de vista presentados en Living Temple. Contesto: “Son inexplicables”. Las opiniones expresadas no dan un verdadero conocimiento de Dios. En todo el libro hay pasajes de las Escrituras. Se presentan esos textos de tal forma que el error parece verdad. Teorías erróneas se presentan de una manera tan agradable, que a menos que se tenga cuidado, muchos serán descarriados.

No necesitamos del misticismo que hay en este libro. Los que fomentan esos engaños pronto se encontrarán en una posición donde el enemigo puede entenderse con ellos y apartarlos de Dios. Me ha sido mostrado que el autor de este libro está en un sendero falso. Ha perdido de vista las verdades características para este tiempo. No sabe hacia dónde tienden sus pasos. El sendero de la verdad se halla al lado y cerca del sendero del error, y ambas sendas pueden parecer ser una para las mentes que no son guiadas por el Espíritu Santo y que, por lo tanto, no están prontas para discernir la diferencia entre la verdad y el error.

UNA VISIÓN DE UN PELIGRO INMINENTE

Por el tiempo cuando se publicó Living Temple, pasaron delante de mí, durante la noche, símbolos que indicaban que algún peligro se avecinaba, y que debía prepararme para él poniendo por escrito las cosas que Dios me había revelado acerca de los principios fundamentales de nuestra fe. Se me envió un ejemplar de Living Temple, pero quedó en mi biblioteca sin que lo leyera. Por la luz que me dio el Señor, supe que algunas de las opiniones propiciadas en el libro no llevaban la aprobación de Dios y que eran una trampa que el enemigo había preparado para los últimos días. Pensé que eso sería ciertamente discernido y que no sería necesario que yo dijera nada en cuanto a él.

En la controversia que se levantó entre nuestros hermanos acerca de las enseñanzas de este libro, declararon los que estaban a favor de darle una amplia circulación: “Contiene las mismas opiniones que ha estado enseñando la Hna. White”. Ese aserto me hirió directamente en el corazón. Me sentí quebrantada, pues sabía que esa conclusión no era verdadera.

Finalmente, mi hijo me dijo: “Mamá, debes leer por lo menos algunas partes del libro para que puedas ver si está en armonía con la luz que Dios te ha dado”. Se sentó a mi lado, y juntos leímos el prefacio y la mayor parte del primer capítulo y también párrafos de otros capítulos. A medida que leíamos, reconocí las mismas opiniones contra las cuales se me había ordenado que hablara en forma de advertencia durante los primeros días de mis trabajos públicos. Cuando salí del estado de Maine, fue para ir por Vermont y Massachusetts para dar un testimonio contra esas opiniones. Living Temple contiene el alfa de esas teorías. Sabía que la omega seguiría poco después, y temblé por nuestro pueblo. Sabía que debía advertir a nuestros hermanos y hermanas que no debían entrar en controversias en cuanto a la presencia y personalidad de Dios. Las declaraciones presentadas en Living Temple acerca de este punto son incorrectas. Los textos empleados para apoyar la doctrina presentada son pasajes mal aplicados.

Me siento impulsada a hablar negando la pretensión de que las enseñanzas de Living Temple pueden ser apoyadas por declaraciones de mis escritos. Quizá haya en ese libro expresiones y opiniones que están en armonía con mis escritos. Y quizá haya en mis escritos muchas declaraciones que, tomadas aisladamente e interpretadas de acuerdo con el modo de pensar del autor de Living Temple, parecerían estar en armonía con las enseñanzas de ese libro. Esto puede dar un apoyo aparente al aserto de que las opiniones que hay en Living Temple están en armonía con mis escritos. Pero no permita Dios que prevalezca esa opinión.

Pocos pueden discernir el resultado de fomentar las falsedades defendidas por algunos en este tiempo. Pero el Señor ha levantado la cortina y me ha mostrado el resultado que se produciría. Las teorías espiritualistas acerca de la personalidad de Dios, seguidas hasta sus conclusiones lógicas, destruyen todo el sistema cristiano. Anulan la luz que Cristo, al descender del cielo, dio a Juan para que éste diera a las gentes. Enseñan que las escenas que están precisamente delante de nosotros no son de suficiente importancia para que se les preste atención. Anulan la verdad de origen divino y despojan al pueblo de Dios de su experiencia pasada, dándole en cambio una falsa ciencia.

En una visión nocturna, se me mostro claramente que esas opiniones han sido consideradas por algunos como las grandes verdades que han de presentarse y hacerse resaltar en la actualidad. Se me mostro una plataforma asegurada con sólidas vigas: las verdades de la Palabra de Dios. Alguien de gran responsabilidad en la obra médica estaba dirigiendo a un hombre y a otro para que aflojaran las vigas que sostenían esa plataforma. Entonces oí una voz que decía: “¿Dónde están los atalayas que deberían estar de pie sobre las murallas de Sion? ¿Están durmiendo? Este fundamento fue construido por el Obrero Maestro y soportará la tormenta y la tempestad. ¿Permitirán que este hombre presente doctrinas que nieguen la experiencia pasada del pueblo de Dios? Ha llegado el tiempo de actuar decididamente”.

El enemigo de las almas ha procurado introducir la suposición de que había de realizarse una gran reforma entre los adventistas del séptimo día, y que esa reforma consistiría en renunciar a las doctrinas que están en pie como las columnas de nuestra fe y que había de comenzar un proceso de reorganización. Si se efectuara esta reforma, ¿qué resultaría? Los principios de verdad que Dios en su sabiduría ha dado a la iglesia remanente serían descartados. Sería cambiada nuestra religión. Los principios fundamentales que han sostenido la obra durante los últimos cincuenta años serían considerados como error. Se establecería una nueva organización. Se escribirían libros de una nueva orientación. Se introduciría un sistema de filosofía intelectual. Los fundadores de ese sistema irían a las ciudades y harían una obra maravillosa. Por supuesto, se tendría poco en cuenta el sábado y también al Dios que lo creó. No se permitiría que nada se interpusiera en el camino del nuevo movimiento. Los dirigentes enseñarían que la virtud es mejor que el vicio, pero habiendo puesto de lado a Dios, resolverían depender del poder humano, que no tiene valor sin Dios. Su fundamento estaría edificado sobre la arena, y la tormenta y la tempestad barrerían la estructura.

¿Quién tiene autoridad para comenzar un movimiento tal? Tenemos nuestras Biblias. Tenemos nuestra experiencia, testificada por la operación milagrosa del Espíritu Santo. Tenemos una verdad que no admite transigencias. ¿No repudiaremos todo lo que no esté en armonía con esa verdad?

Vacilé y me demoré en enviar lo que el Espíritu de Dios me impelía a escribir. No quería ser compelida a presentar la influencia desorientadora de esas falsedades. Pero en la providencia de Dios los errores que han estado entrando debían ser afrontados.

¡UN ICEBERG! ¡HAZLE FRENTE!

Poco después de que envié los testimonios acerca de los esfuerzos del enemigo para socavar el fundamento de nuestra fe mediante la diseminación de teorías engañosas, leí un incidente acerca de un barco que hizo frente a un iceberg en una neblina. Dormí poco durante varias noches. Me parecía estar aplastada como un carro bajo las gavillas. Una noche fue presentada claramente una escena delante de mí. Navegaba un barco en medio de una densa neblina. De pronto el vigía exclamó: “¡Iceberg a la vista!” Allí, como una elevada torre por encima del barco, estaba un gigantesco iceberg. Una voz autorizada exclamó: “¡Hazle frente!” No hubo un momento de vacilación. Se demandaba acción instantánea. El maquinista dio marcha a todo vapor y el timonel dirigió el barco directamente contra el iceberg. Con un crujido golpeó el témpano. Hubo una terrible sacudida, y el iceberg se rompió en muchos pedazos que cayeron sobre la cubierta con un estruendo semejante al trueno. Los pasajeros fueron violentamente sacudidos por la fuerza de la colisión, pero no se perdieron vidas. El navío se dañó, pero no sin remedio. Rebotó por el contacto, temblando de proa a popa como una criatura viviente. Entonces siguió adelante en su camino.

Bien sabía yo el significado de esta visión. Había recibido mis órdenes. Había oído las palabras, como una voz de nuestro Capitán: “¡Hazle frente!” Sabía cuál era mi deber y que no había un momento que perder. Había llegado el tiempo de una acción decidida. Sin demora, debía obedecer la orden: “¡Hazle frente!”

Esa noche estaba en pie a la una, escribiendo a toda la velocidad con que mi mano podía correr sobre el papel. Durante los pocos días subsiguientes trabajé desde temprano hasta tarde, preparando para nuestros hermanos las instrucciones que me fueron dadas acerca de los errores que estaban introduciéndose entre nosotros.

He estado esperando que hubiera una reforma cabal y que se mantuvieran los principios por los cuales luchamos en los primeros días, y que fueron presentados con el poder del Espíritu Santo.

EL FIRME FUNDAMENTO DE NUESTRA FE

Muchos de nuestros hermanos no comprenden cuán firmemente han sido establecidos los fundamentos de nuestra fe. Mi esposo, el pastor José Bates, el padre Pierce[i], el pastor [Hiram] Edson y otros que eran perspicaces, nobles y leales, se contaban entre los que, después de pasar la fecha de 1844, escudriñaron en procura de la verdad como quien busca un tesoro escondido. Me reunía con ellos, y estudiábamos y orábamos fervientemente. Con frecuencia permanecíamos juntos hasta tarde en la noche, y a veces pasábamos toda la noche orando en procura de luz y estudiando la Palabra. Vez tras vez, esos hermanos se reunían para estudiar la Biblia a fin de que pudieran conocer su significado y estuvieran preparados para enseñarla con poder. Cuando llegaban al punto en su estudio donde decían: “No podemos hacer nada más”, el Espíritu del Señor descendía sobre mí y era arrebatada en visión y se me daba una clara explicación de los pasajes que habían estado estudiando, con instrucciones en cuanto a la forma en que debíamos trabajar y enseñar con eficacia. Así se daba luz que nos ayudaba a entender los textos acerca de Cristo, su misión y su sacerdocio. Una secuencia de verdad que se extendía desde ese tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de Dios me fue aclarada, y yo comuniqué a otros las instrucciones que el Señor me había dado.

Durante todo ese tiempo, no podía entender el razonamiento de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía comprender el significado de los textos que estábamos estudiando. Este fue uno de los mayores dolores de mi vida. Quedaba en esta condición mental hasta que se aclaraban en nuestras mentes todos los principales puntos de nuestra fe, en armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían que cuando yo no estaba en visión, no podía entender esos asuntos, y aceptaban como luz enviada del cielo las revelaciones dadas.

Durante dos o tres años, mi mente continuó cerrada a la comprensión de las Escrituras. En el curso de nuestras tareas, mi esposo y yo visitamos al padre Andrews, que estaba sufriendo intensamente de reumatismo inflamatorio. Oramos por él. Puse mis manos sobre su cabeza y dije: “Padre Andrews, el Señor Jesús te sana”. Fue sanado instantáneamente. Se levantó y caminaba por la habitación alabando a Dios diciendo: “Nunca antes vi cosa semejante. Ángeles de Dios están en esta habitación”. La gloria del Señor fue revelada. La luz parecía brillar por toda la casa y la mano de un ángel reposó sobre mi cabeza. Desde ese momento, hasta ahora, he podido entender Palabra de Dios.

 ¿Qué influencia es la que induciría a los hombres en esta etapa de nuestra historia para proceder en una forma solapada y poderosa para derribar el fundamento de nuestra fe: el fundamento que fue colocado en el principio de nuestra obra mediante estudio de la Palabra acompañado de oración y mediante revelación? Sobre este fundamento hemos estado construyendo durante los últimos cincuenta años. ¿Os sorprende que cuando veo el comienzo de una obra que desplazaría algunas de las columnas de nuestra fe, tenga yo algo que decir? Debo obedecer la orden “¡Hazle frente!”…

Debo dar los mensajes de amonestación que Dios me da y luego dejar con el Señor los resultados. Debo presentar ahora el asunto con todo lo que implica, pues el pueblo de Dios no debe ser despojado.

Somos el pueblo que guarda los mandamientos de Dios. Durante los últimos cincuenta años toda suerte de herejías han sido presentadas para dominarnos, para nublar nuestras mentes acerca de la enseñanza de la Palabra: especialmente acerca de la ministración de Cristo en el santuario celestial y el mensaje del Cielo para estos últimos días, como es dado por los ángeles del capítulo 14 del Apocalipsis. Mensajes de toda especie han sido presentados a los adventistas del séptimo día para ocupar el lugar de la verdad que, punto por punto, ha sido descubierta mediante estudio con oración, y testificada mediante el poder del Señor que obra milagros. Pero los hitos que nos han hecho lo que somos, han de ser preservados y serán preservados, como Dios lo ha manifestado mediante su Palabra y el testimonio de su Espíritu. Él nos insta a aferrarnos firmemente, con el vigor de la fe, a los principios fundamentales que están basados sobre una autoridad incuestionable.


Referencias:

[i] Aquí se hace referencia a antiguos hermanos que fueron pioneros, “El padre Pierce” era Esteban Pierce, que sirvió en la obra ministerial y administrativa en los primeros días. El “padre Andrews’’ era Eduardo Andrews, padre de J. N. Andrews.