Damos por sentado que todo el mundo conoce y comprende el enorme impacto de la televisión sobre el pueblo, su poder para cautivar los sentidos humanos, y su influencia sobre la corriente de opinión de las masas. Todo lo que se solía decir del cine, se aplica a la TV con la incomparable ventaja de constituir ésta, una ventana abierta al mundo desde adentro de los hogares, en lugar de verse confinada a la pantalla del recinto cinematográfico. Y, desde luego, todo cuanto se ha dicho del cine acerca de su nefasta influencia sobre la moral pública, se aplica igualmente a la TV.

Según novísimas encuestas efectuados en EE. UU., la TV ha pasado a ocupar el primer lugar en la atención pública entre los medios de comunicación. Y esto no es poco decir cuando se incluye a la prensa y la radio. Y no sólo cuantitativamente, sino cualitativamente asimismo. Es decir, que el público deposita más confianza y le despierta más credulidad lo que ve y oye por TV que lo que ve y oye por otros medios.

Esto coloca al ministerio adventista frente a una situación en la cual no se había pensado hace diez años. ¿Cómo podemos incursionar en tan complejo terreno? ¿Cómo podemos obtener los fondos y el personal necesarios para dotar al mensaje adventista de los incalculables beneficios de la TV? Hemos logrado considerable éxito en la radio por la calidad y difusión de nuestros programas adventistas, pero ¿qué podemos decir de la TV? A ningún lector se le escapa el hecho de que los espacios de TV cuestan ingentes sumas de dinero que por el momento nuestras asociaciones no han podido proveer, salvo excepciones como el Brasil y los EE. UU.

Pero hay algo que se puede hacer y que se está haciendo ya en ciertas ciudades capitales como Buenos Aires, Montevideo, Santo Domingo, Brasilia, San Pablo y Río de Janeiro. Esto es, ofrecer un programa sobre normas de sano vivir para el hogar, para el individuo, y asuntos de interés social. El programa puede durar sólo cinco minutos o bien media hora. Puede asumir la forma de charla unipersonal, conversación informal entre los individuos o mesa redonda. Pueden usarse o no ilustraciones. Puede ser efectuado por personal adventista o puede incluir ocasionalmente a individuos de reconocida solvencia moral y competencia profesional de la comunidad. Es claro que se requiere determinada experiencia técnica para llevarlo a cabo, pero a menudo las universidades ofrecen cursos cortos y gratuitos, de gran beneficio. He tenido la oportunidad de asistir a un curso tal a cargo de profesores de la Universidad de Puerto Rico, en Santo Domingo, y doy fe de que bien vale la pena el tiempo invertido. Por otra parte, los expertos en programación de las estaciones de TV saben muy bien que para ofrecer al público una “dieta equilibrada”, necesitan una dosis mayor de programas culturales, que sean de palpitante interés público y que no les cueste mucho, o mejor nada. (Si el programa es bueno, este mismo hecho nos proporciona un argumento de fuerza para obtener una hora privilegiada). El programa debe interesar a un elevado sector de la población. ¿Y qué mejor que un programa adventista ofrecido por la Iglesia Adventista del lugar sobre temas de tanto interés como el hogar y la salud?

El 17 de julio de 1963 se comenzó en la División Interamericana, un modesto experimento en este terreno; el primero en su género en la obra adventista de habla castellana, y que ha arrojado excelentes resultados y no menos excelentes enseñanzas. La experiencia ha señalado algunas ventajas que se derivan de un tipo tal de trabajo.

  1. Pueden y deben ser gratuitos. (A no ser que la emisora insista en pagarnos.)
  2. Proporciona una oportunidad de hacer “relaciones públicas”, que no podría comprarse fácilmente sino con miles de pesos.
  3. Una vez cimentado debidamente, se constituye en una tribuna inigualable para promover el colportaje, la recolección y el evangelismo local, siempre y cuando se lo haga dentro de los cánones de la prudencia.
  4. Neutraliza prejuicios acerca de nuestro mensaje, y coloca a nuestra iglesia al tope de las instituciones que se preocupan por el bienestar de la comunidad en la mente de los televidentes. (Esto está claramente recomendado por la sierva del Señor).

No creo que haya nada que sirva mejor a ese propósito en nuestros países hispanoamericanos de tradición católica.

  1. Da una oportunidad para predicar los principios generales del cristianismo a los inconversos. Las emisoras no se opondrán a esto siempre y cuando se sepan explotar los “comunes denominadores” de las denominaciones cristianas.
  2. Hacen una obra de bien social, al enseñar directamente al pueblo los principios del sano vivir, que solamente podrá medirse en el cielo.
  3. Establecen una plataforma sumamente ventajosa para la posterior ubicación de programas religiosos pagados de radio y TV; oportunidad que habrá de llegar, sin duda.
  4. Proporciona una generosa cantidad de contactos personales con almas sinceras (a través de llamadas telefónicas, cartas, visitas a la iglesia, etc.) que son buenos candidatos para el mensaje adventista. De hecho, muchos ingresan a nuestra iglesia a raíz del trabajo de la TV.

Mi opinión es que éste es un terreno que no hemos explotado debidamente y que sin dinero, con un poco de ingenio y con fe en la bondadosa dirección de Dios, es posible hacer ahora mismo, y en nuestros mismísimos países.

Sobre el autor: Pastor y Evangelista de la División Inter americana