Desde niño escuché que nuestra iglesia era diferente. No sólo en la observancia del sábado o en la abstención de alimentos inmundos, sino especialmente en su misión. Nuestra existencia tiene una particularidad. No éramos simplemente la iglesia del otro lado de la colina. En algún momento supe que aquella singularidad tenía algo que ver con algunos ángeles en el cielo.

            Hoy, como ministro de la iglesia en la cual crecí, debería entender perfectamente nuestra misión. Todos saben cuál es, ¿verdad?: ¡la Gran Comisión! Anunciar al mundo el evangelio de Jesucristo, y hacer discípulos en toda nación, tribu, lengua y pueblo. Pero, ¿realmente le hace justicia a la Comisión Evangélica un cumplimiento a la ligera, especialmente si es usted un adventista?

Comisión global de la cristiandad

            Durante 2,000 años la iglesia cristiana ha tomado literalmente Mateo 28:19, 20 como su comisión. “Hacer discípulos” ha sido la misión de la cristiandad. Hacer discípulos es proclamar a Cristo a través del poder del Espíritu Santo; que hombres y mujeres puedan venir y poner su confianza en Dios para que puedan (1) aceptar a Jesús como su Salvador, (2) servirle como su Señor, y (3) vivir en la comunión de su iglesia. Esta debiera ser la misión de todos los cristianos.

            Sin embargo, los adventistas hemos insistido a través de los años que nuestro mensaje y nuestra misión son únicos en la comunidad cristiana. ¿Es la comisión evangélica adventista diferente de la del resto de la cristiandad? ¿Cómo difiere nuestra práctica de hacer discípulos de la de otras iglesias? ¿Tienen relevancia todavía los ángeles que vuelan “por en medio del cielo” (Apoc. 14:6-12)? Si es así, ¿cuál es?

El contexto del mensaje de los tres ángeles

            Puedo escuchar a los viejos adventistas diciendo: “¡Absolutamente! Nuestra misión es diferente. Nuestro mensaje es predicar el evangelio eterno de Jesucristo en el contexto del mensaje de los tres ángeles”. Eso suena bien. Lo he escuchado en reuniones de obreros, seminarios de capacitación laica y clases de escuela sabática. Lo he visto circular en la iglesia en libros y revistas. Sin embargo, ¿qué en cuanto a este mensaje profético de los tres ángeles que hemos estado predicando durante los últimos 150 años? ¿Sigue todavía el miembro promedio de la iglesia que se sienta cada sábado en las bancas interesado “en el evangelio eterno en el contexto del mensaje de los tres ángeles”? ¿Y nosotros como ministros?

            Es fascinante viajar por el mundo, visitar y conocer los diferentes tipos de iglesias adventistas. Durante mis breves años de servicio en la organización he visitado por lo menos unas 300 iglesias adventistas. Casi siempre encuentro una referencia a los “tres ángeles”: ya sea en la papelería, anuncios de iglesias, boletines, e incluso vitrales. ¡Algunos se sienten más cómodos con sólo las tres trompetas! En una forma u otra, hemos elegido a los tres ángeles como nuestro logo, ¡mas no como nuestra misión!

            Los mensajes de los tres ángeles fueron la singularidad que dio origen a los adventistas. “El mensaje de Apocalipsis 14 es el que hemos de llevar al mundo”.[1] “El mensaje del tercer ángel es muy solemne, terrible e importante. Dios nos lo ha confiado a nosotros, y somos responsables ante él por la forma como manejamos esta sagrada prueba de la verdad”.[2] “En un sentido especial, los Adventistas del Séptimo Día han sido puestos en el mundo como centinelas y portadores de luz. A ellos se les ha confiado la última amonestación para un mundo que perece. Sobre ellos brilla la maravillosa luz de la Palabra de Dios. A ellos se les ha dado una obra de la más solemne importancia: la proclamación del mensaje del primero, segundo y tercer ángeles. No hay otra obra de tanta trascendencia como ésta. Ellos no han de permitir que ninguna otra cosa absorba su atención”.[3]

            Los primeros adventistas entendieron este movimiento como profético, que ocupaba un lugar específico en el tiempo profético, con un mensaje específico que debía darse al mundo a través de un clamor breve, en voz alta y poderoso, justamente antes del retomo de Jesús. ¡A mediados y a fines del siglo diecinueve el impacto del comienzo de la obra de juicio de Dios fue impresionante! En aquellos días los Estados Unidos y Europa estaban compuestos mayormente de cristianos devotos. Las principales iglesias, en contraste con las de hoy, estaban llenas. Los pastores eran auténticos líderes moral y espiritualmente hablando. Por tanto, cuando la gente escuchaba las palabras “ha caído, ha caído Babilonia”, les calaba muy hondo. Hacer a un lado las tradiciones contrarias a la Biblia afectó a muchas personas profundamente. La Iglesia Adventista se jactaba de no tener pastores locales o establecidos, puesto que todos eran evangelistas y estaban muy ocupados predicando, enseñando y organizando iglesias en todo el mundo.

            Hoy, aproximadamente un siglo después, Estados Unidos es casi tan secular como cualquier otra nación del mundo. La idea de obedecer lo que dice la Biblia no tiene más el impacto que antes tenía, ni siquiera para los mismos cristianos. Si hubo un tiempo en que el evangelio eterno de Jesucristo necesitó ser oído en el contexto del mensaje de los tres ángeles, es ahora, cuando nos aproximamos al siglo veintiuno.

            ¿Por qué, entonces, parece que en tantos lugares la predicación del mensaje del tercer ángel es tan desagradable incluso para muchos adventistas multi generacionales

            La percepción de muchos adventistas es que el evangelismo no se centra en Cristo. Al contrario, el “evangelio eterno” está a la cabeza del mensaje de los tres ángeles (Apoc. 14:6). ¡El contexto de estos tres mensajes los hace puramente Cristocéntricos! El Apocalipsis es la revelación de Jesucristo. Son las buenas nuevas de que él ha venido, de que él es el Cordero delante del trono; que él tiene el destino de la tierra en sus manos; que él estuvo aquí, y que volverá pronto.

Alejándose tímidamente del mensaje

            Cuando llego a cualquier ciudad, escucho cosas como éstas: “Espero que usted no vaya a predicar sobre la marca de la bestia”. O “¿Por qué no podemos predicar simplemente acerca de Jesús y su amor?” O “¿No va usted a predicar acerca del juicio, ¿verdad?” Pareciera que en algunas iglesias muchos se están olvidando de los mensajes distintivos de la profecía que dieron impulso al pueblo adventista primitivo.

            Proclamar el mensaje de los tres ángeles es un trabajo pesado para muchos de nuestros pastores y miembros. ¿Por qué? Me gustaría sugerir tres razones. Primera, cuando el evangelio eterno de Jesucristo se proclama en el contexto del mensaje de los tres ángeles, por su propia naturaleza traza una raya en la arena. Esa línea tiene el potencial de separar las relaciones, perturbar profundamente vidas aparentemente seguras. Por ejemplo, digamos que usted es un profesional y ha trabajado en una oficina durante muchos años. Tiene excelentes amigos allí y ellos lo aceptan a usted. Durante la mayor parte del tiempo su distintiva fe adventista y su trabajo han estado separados. Un día la junta de la iglesia toma el voto de celebrar reuniones evangelísticas. El pastor le insta a usted a “invitar a sus amigos”. “¡Oh, no!”, le dice una vocecita interior. “Algunos de mis mejores amigos de la oficina pertenecen a otras confesiones religiosas. ¿Y si los invito y vienen a escuchar el mensaje, pero no lo aceptan, o se sienten perturbados por él?” En muchos casos, cuando las personas rechazan el mensaje, también se alejan de aquellos con quienes se asocian. En otras palabras, muchos de nosotros tememos invitar a nuestros amigos a tales reuniones porque suponemos que podríamos perderlos y también nuestras relaciones en el trabajo o en otros medios, y así sumar otros problemas a los que ya tenemos.

            Segundo, la forma en que los evangelistas presentan los mensajes de los tres ángeles ha dañado a muchos miembros, así como a mucho público. (“Usted debería haber escuchado al último evangelista que vino aquí”.) Si ese es el caso, ¿por qué no se organizan los pastores y los miembros y celebran sus propias reuniones evangelísticas, separados de un evangelista público? Algunos lo han hecho, pero no la mayoría. ¿Por qué? ¡Porque tarde o temprano surge Daniel 7-9 y Apocalipsis 12-18! No podemos tratarlos fácilmente. “La gente puede malentendernos”, pensamos. “Creerán que somos raros. Cuando entre a las reuniones de la asociación de pastores, murmurarán: ‘sectas’, ‘ladrones de ovejas’, ‘enemigo de los católicos’. ¡Dejen que los evangelistas sean los chicos malos! ¡Apretemos los dientes y dejemos que presenten nuestro logo de los tres ángeles un par de noches, y se acabó, hasta las siguientes reuniones evangelísticas, digamos dentro de unos cuatro o cinco años!”

            Por último, nadie quiere ser diferente. Anhelamos ser aceptados. Ninguna otra iglesia predica los aspectos proféticos del mensaje del santuario como lo hacen los adventistas, y éste anuncia la hora del juicio que está en progreso. Ninguna otra iglesia entiende o predica a Babilonia como nosotros. Ningún otro cristiano comprende el significado profético del sábado o séptimo día en el contexto de Apocalipsis 14:9-12. Somos diferentes, únicos. Valientes para unos, excéntricos para otros. De modo que, en general, tratamos de parecer sólidos, pretendemos adorar y actuar como si fuéramos iguales al resto de la cristiandad.

Celebración de la victoria de los tres ángeles

            ¿Dónde nos deja esto entonces? Sí, el mensaje de los tres ángeles, es lo que nos convierte en adventistas del séptimo día. Nuestra iglesia nació para proclamarlos. ¡Nuestra misión es anunciar que, en el contexto de los días finales de la historia, previos al segundo advenimiento de Jesús, Cristo es victorioso en la gran controversia! Hemos de llamar a toda nación, tribu, lengua y pueblo de la tierra a salir del engaño y la falsedad, aceptando a Cristo como la única fuente de salvación, y celebrando la gran victoria a través de la adoración a él en amante obediencia a todos sus mandamientos, abrazando la verdad tal cual es en Jesús y su santa Palabra.

            Vivimos en los últimos instantes del juego, aun cuando éste ya fue ganado hace 2000 años en la cruz por Jesús. Es nuestro privilegio ahora proclamar la victoria en el contexto de los últimos segundos que nos quedan. En el estadio de la humanidad, nuestros porristas anuncian al mundo: “¡Venga, pásese al lado del Ganador; ¡Únase a las filas de los victoriosos en Jesús! Jesús viene!” Satanás está consciente de los resultados. Él ha perdido. Persiste desesperadamente en su fracasada batalla, guerreando contra el pueblo de Dios (véase Apoc. 12:17). Pero nada temen aquellos que están en Cristo Jesús. La bestia ya ha sido derrotada. La promesa de estar en el mar de vidrio asegura la victoria sobre la bestia y su imagen.             Entonces una pequeña, extraña, nubecita, aparece en el horizonte del oriente. ¡Es Jesús! ¡Se acabó!

            ¿Nuestro mensaje? ¡Sí! ¡No hay otro como él!


Referencias:

[1] Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publishing Association, 1948), tomo 8, pág. 27.

[2] Elena G. de White, Manuscript Releases (Silver Springs, MD.: Patrimonio White, 1990), tomo.5, pág. 313.

[3] _______________, Testimonies for the Church, tomo 9, pág. 19.