Por mucho tempo la iglesia le ha negado su “sello de aprobación” a la sexualidad. Incluso cuando nos referimos a su papel dentro del matrimonio, lo hacemos con cierta renuencia. Pero la Biblia encara el asunto abiertamente, y le da considerable importancia a su práctica.
En este artículo pretendemos analizar el concepto de la sexualidad en el pastorado sobre la base de las siguientes presuposiciones: 1) La sexualidad es un don que Dios instituyó y que bendice; 2) Dios tiene grandes expectativas con respecto al papel que desempeña en nuestra vida; 3) Se la designó para establecer la unidad de la pareja y para la procreación; 4) Tiene la facultad de proporcionar placer; 5) Fortalece la unión entre el marido y la mujer.
El pastor como persona
Mucho antes de que alguien decida ser pastor, debería haber establecido una teología y una filosofía personales acerca de la sexualidad.
Lo ideal es que los padres se alegren con la llegada del bebé, y lo nutran mediante una relación amorosa, respetuosa, afectuosa y una sabia disciplina. La infancia se debe caracterizar por el trato amable, manifestaciones de cariño, conversaciones placenteras, una comunicación básica para la continuidad de la interacción entre los padres y el hijo. El hogar también debe ser el fundamento de la confianza y la intimidad de futuras relaciones. Los niños deben aprender algo durante su infancia acerca de la belleza del cuerpo y del deseo de Dios de que le dispensemos el máximo de cuidado. Como consecuencia de todo esto, ninguna parte del cuerpo ni sus respectivas funciones se deben mencionar de manera vulgar, grosera o jocosa.
En su debido momento la educación sexual debe proporcionar ciertas informaciones, de manera que en la pubertad y la adolescencia las inquietudes acerca de los cambios que experimentan los órganos sexuales y sus funciones hayan sido aclaradas con naturalidad. Todo debe ser mencionado con un vocabulario apropiado y exacto, para prevenir las referencias baratas y vulgares de la educación sexual de nuestros días.
La sexualidad no es sólo una explosión hormonal que urge para que se la libere ciegamente o se la contenga con estoicismo, sino que es un deseo establecido por Dios que debe ser sublimado hasta que él mismo lo libere en el matrimonio como una de sus dádivas especiales. Los padres deberían mantenerse vigilantes, tratando de evitar las expresiones sexuales groseras, las historias de doble sentido, los programas de televisión que presentan la sexualidad en el marco de un humor degradante o sin implicaciones morales.
La actitud subyacente del pastor con respecto a la sexualidad afectará sus valores personales, sus sentimientos y decisiones en circunstancias que impliquen el ejercicio de la sexualidad antes del matrimonio, fuera de él y después de él. También afectará el tenor de sus respuestas cuando tenga que aconsejar a matrimonios con problemas relativos a su vida sexual. Y determinará el grado de eficacia al hablar a grupos de jóvenes con respecto a temas relacionados con el sexo.
El pastor como esposo
Incluso antes del casamiento, los candidatos al ministerio y sus futuras esposas podrían analizar sus ideas acerca de la sexualidad. Sería óptimo si ambos provinieran de hogares donde la sexualidad se haya presentado como un don de Dios para el matrimonio, y donde los padres se hayan regocijado en una mutua felicidad. Lamentablemente, algunas parejas creen que las ayudará llevar publicaciones pornográficas al lecho conyugal, con la idea de que eso estimulará su vida sexual. Generalmente, las esposas rechazan esta situación, que entre otras cosas ven como una exposición de sus propias limitaciones.
Con todo, la pornografía, definidamente inapropiada e inmoral, jamás debería formar parte de los temas de comunicación de la pareja cristiana, mucho menos de la experiencia de los que viven para representar el resplandor de Cristo delante de su iglesia.
La pareja pastoral
Sin la completa seguridad de que cada cual está comprometido con el bienestar mutuo no puede haber una completa entrega de sí mismo en el casamiento. Nadie puede arriesgarse a exponer los más íntimos aspectos de su personalidad si teme que se lo rechace o se lo humille. Experimentar y compartir la más profunda fuente del amor de alguien sólo adquiere significado si se trata de un acto vedado a toda otra persona, y limitado sólo a dos.
Conocer la intimidad física también es importante. Cuando una pareja comprende que la expresión sexual es un proceso de crecimiento querrá aprender todos los aspectos —físico, emocional y espiritual— de la sexualidad. Eso puede ayudar a liberar algunas inhibiciones y crear el deseo de agradecer a Dios por la dádiva de esa magnífica experiencia.
Pero la intimidad sexual no es sólo una expresión física. Si no se trata de una relación que implique las emociones, el intelecto y el espíritu, no se puede decir que se trata de una verdadera intimidad. Cuando dos amantes traspasan juntos los límites de la vida, para compartir experiencias, ideas, valores, objetivos, alegrías y tristezas, están viviendo en un nivel especial de relación conyugal, un espacio cerrado a toda otra persona, y que no existe en ninguna otra relación. Ese ideal es un proceso que dura la vida entera, y nunca se lo debería considerar concluido.
La obra pastoral es una tarea absorbente, que consume tiempo y emociones. Es vital establecer prioridades y conservar el equilibrio, de manera que el trabajo no ocupe el tiempo que se debe emplear en nutrir la relación conyugal y sexual. Es imperativo que la pareja converse, celebre ocasiones especiales y tenga recuerdos familiares positivos. Son importantes las reuniones de juntas, la atención de las iglesias, las construcciones, la obra evangélica y las visitas. Pero cuando invaden el tiempo de la pareja, la lista de compromisos se tiene que revisar.
El pastor como padre
Probablemente ninguna otra situación le revele al pastor el magnífico poder de la sexualidad como cuando tiene en las manos a su hijo recién nacido. Muy cerca del corazón de ese niño estará el del padre, latiendo con emoción, orgullo y determinación para enfrentar el desafío de la paternidad. Ese niño dependerá de los padres para adquirir todo el significado de la sexualidad y para establecer la base que, en gran medida, determinará su modelo para la vida adulta.
A cada niño sus padres le deberían contar la hermosa historia de la vida, proporcionándole así los antecedentes para la construcción de la infancia y la adolescencia. Cuando los padres hablan con los hijos con respecto a la sexualidad hay menos exploración sexual de parte de estos últimos. Por lo general, los padres participan menos que las madres en la educación sexual de sus hijos. No debería ser así. La educación sexual es un proceso que implica a ambos padres, cada cual, hablando en su momento, por separado o con la familia reunida.
Es importante que protejamos a nuestros hijos de la búsqueda de respuestas para los asuntos sexuales al margen de los padres. En todas partes hay individuos inescrupulosos, con ansias de ocupar los espacios vacíos. Además, necesitamos dar a nuestros hijos informaciones apropiadas a su grado de madurez. Necesitan saber exactamente qué camino seguir cuando tienen que enfrentar temas o conversaciones inapropiados, ya sea que vengan de extraños, amigos o miembros de la familia.
El pastor como educador
El pastor dispone de muchas maneras para abordar el tema de la sexualidad: sermones, lecciones y consejos. Las familias necesitan oír mensajes que contrarresten la exposición del tema de la sexualidad según la cultura vigente y los medios masivos y secularizados de comunicación social. Podemos hacer algo más que orar ocasionalmente desde los púlpitos para pedir a Dios que nos dé pureza moral, victoria sobre las tentaciones que socavan la felicidad familiar, curación para los recuerdos dolorosos y la restauración del hermoso plan original de Dios para la familia.
La iglesia proporciona numerosos programas, cursos, seminarios y materiales dedicados a la familia. Los capellanes de las escuelas y colegios pueden trabajar con los maestros y profesores con el fin de implementar medios a través de los cuales se enseñe a los niños acerca de las ventajas de las buenas relaciones.
Además de eso, existen cursos de aconsejamiento pre matrimonial y enriquecimiento conyugal que se les pueden presentar a las parejas en las diversas etapas de la vida, inclusive a los ancianos. Frente a los índices de divorcio y las numerosas historias de “casos” que conducen a la separación y la infelicidad de muchas familias, debemos hacer más para ayudar, fortalecer y enriquecer nuestros hogares.
Un pastor calificado generalmente dispone de muchos recursos espirituales para ayudar a la gente que lucha con problemas de egoísmo, pérdida de la alegría, pensamientos inmorales, impaciencia, ira, etc. Si todavía no tiene el entrenamiento necesario, hay que orientarlo en esa dirección.
El ejemplo de Cristo
La obra del pastor con Sus miembros abarca no sólo consejos, sino también visitas, entrenamiento y reuniones de planificación. Cada pastor con frecuencia se pondrá en contacto con personas del sexo opuesto atractivas y cautivantes. Si la disposición del pastor, a veces, revela desánimo con el progreso de la iglesia, preocupación por su propia vida conyugal o por su reputación entre los miembros, crece la posibilidad de que se produzcan disturbios. Es su responsabilidad ubicar la línea que separa sus preocupaciones personales de las de la congregación y, además, mantenerla.
Un cuidadoso estudio del ministerio de Cristo será de ayuda. La obra que debía hacer para glorificar a su Padre siempre estaba delante de él. Poseía una dignidad especial. Jamás hizo nada en su propio beneficio, y siempre tuvo como prioridad los intereses eternos de la gente.
Que él esté realmente en cada aspecto de nuestro ministerio.
Sobre el autor: Terapeuta, consejera matrimonial y familiar en Loma Linda, California, Estados Unidos.