Terminó ya el Congreso Bíblico. Mientras, se escriben estos renglones está sesionando el Concilio Otoñal. Más o menos la mitad de los delegados al Congreso se ha quedado para asistir al Concilio Otoñal, y los demás han vuelto a sus campos de labor. Pero todo el mundo habla todavía de una cosa: el Congreso Bíblico de 1952.

Describir aquella gran asamblea no es fácil. Muchos declararon que constituyó la reunión más importante realizada por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Habían transcurrido treinta y cuatro años desde que se celebrara un congreso similar, y el anterior justamente tuvo lugar frente a la iglesia de Sligo. sede del nuevo congreso, en el Salón Columbia, que es el salón de actos del Colegio Misionero de Washington.

En sus palabras de apertura de la primera mañana del congreso—lunes l9 de septiembre—el pastor W. H. Branson, presidente de la Asociación General, dijo a los delegados:

“Si hubo un tiempo cuando la iglesia necesitara predicar un mensaje unido y positivo, hemos llegado a tal momento… Nosotros que estamos aquí esta mañana nos damos cuenta de que vivimos en las horas de clausura del tiempo de gracia. Nos juntamos aquí en este congreso en el mismo umbral de la eternidad. En tal hora la iglesia de Dios debe pregonar al mundo su mensaje más potente. Sus predicadores deberían ser poderosos en las Escrituras. Creo que los predicadores del mensaje adventista deberían ser los mejores exponentes de la verdad que hayan aparecido en el escenario desde la caída del hombre. Los tiempos lo demandan.”

Habiendo sonado esta nota tónica, el congreso emprendió inmediatamente su tarea. Este relato de la segunda semana de sesiones del Congreso Bíblico, será un breve informe de los acontecimientos acaecidos en esos días memorables.

El interés en el trabajo del congreso aumentó de día en día, y ya el domingo los anota- dores que, con expresión de buenos deseos, tan generosamente proveyeron nuestras casas editoras. estaban más de la mitad llenos. El primer orador que se presentó al iniciarse la segunda semana fue Juan C. Trever. director ejecutivo del departamento de la Biblia inglesa del Concilio Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de Norteamérica. Ha estado asociado muy de cerca con la comisión que invirtió como quince años en la preparación de la Nueva Versión Revisada Standard del “Nuevo Testamento,” publicada en 1946, y del “Antiguo Testamento,” que se puso en circulación el 30 de septiembre de 1952.

Asistió al congreso en calidad de invitado de honor para presentar un informe sobre esta obra monumental. Comparando el lenguaje do la versión del Rey Jaime con el de ésta, que es la más reciente, trató de demostrar que los traductores se habían empeñado en emplear un estilo más adaptado a nuestro tiempo, conservando sin embargo la majestad de la otra versión mencionada, que se llama comúnmente la autorizada. Dándose plena cuenta de que se dirigía a un grupo de observadores del sábado, leyó aquellas porciones del relato evangélico que describen la resurrección de Jesús y mostró que las palabras “Y la víspera del sábado” (Mat. 28:1) significan: después de terminado el sábado, al ponerse el sol el séptimo día. El Dr. Trever tomó tiempo al final de su muy apreciado discurso, para contestar preguntas y los delegados aprovecharon ampliamente esta oportunidad.

Los mensajes devocionales fueron predicados en el último período de la mañana, de 11.45 a 12.30, después de un lapso dedicado a discursos que duraban de quince a veinte minutos, seguido de sentidas oraciones e inspiradores testimonios. H. M. S. Richards, tan conocido en relación con La Voz de la Profecía, era el director general de los períodos devocionales, pero a causa de una leve indisposición pudo hablar solamente en tres ocasiones. E. W. Dunbar, J. L. McElhany y el que escribe llenaron las otras tres citas.

El viernes se modificó el programa diario a fin de que se pudiera celebrar por la tarde la Cena del Señor. Gleen Calkins estuvo a cargo de la clausura de las actividades devocionales. de la semana e impartió un mensaje apropiado luego de concluida la Cena del Señor. Después se invitó a los delegados a acercarse uno por uno al micrófono frente al púlpito para dar sus testimonios. Sus palabras de aprecio fueron grabadas y aparecerán en el segundo tomo del Informe Oficial del Congreso, que será puesto en circulación por el Ministerial Book Club (Club Ministerial de Publicaciones). [Se piensa traducir ese informe a varios idiomas para beneficio de los obreros.]

La interpretación profética durante toda la era cristiana fue presentada con mucha eficacia por L. E. Froom. Sus cuatro estudios han sido sintetizados como sigue:

Todo nuestro sistema de interpretación está ligado a la exposición anterior de las más destacadas interpretaciones judías, católicas y protestantes de generaciones pasadas. Estos hombres coadyuvaron a la erección del imponente edificio de la exposición profética. Nosotros hemos entrado en sus labores completando la sobreestructura y colocando la piedra angular que lo corona. Este mismo hecho nos proporciona una ventaja incontestable y un elemento de persuasión sin parangón. Hemos sido llamados a levantar “los cimientos de generación y generación.” Somos los redescubridores de las perdidas verdades proféticas que han sido echadas a un lado por el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo apóstata. Las hemos reavivado y vuelto a engastar en el marco del “Evangelio eterno.” incorporándolas a “la verdad presente.” La obediencia a este mandato del espíritu de profecía ha dado por resultado un cambio de actitud de parte de muchas veintenas de dirigentes religiosos que. de hostiles, han pasado a tener un profundo respeto por las exposiciones de los adventistas del séptimo día. Mediante este proceder hemos atraído la atención de mentes que no podrían haber sido alcanzadas de otra manera.

Después de mostrar la formación progresiva de las grandes profecías bosquejadoras hasta su eminente plano actual, y de presentar en igual forma la adopción del principio año-día— desde el reconocimiento contemporáneo judío y cristiano de las setenta semanas en adelante a través de los 1260, 1290, 1335 y 2300 años- quedó claro que nuestra interpretación relativa al año 1844 resulta inexpugnable, e ineludible en su lógica progresión. Y la magnitud del movimiento mundial adventista de la primera parte del siglo XIX llega a ser la garantía de su triunfo, que se verificará, con una amplitud nunca prevista. Pero el pináculo de su presentación al Congreso Bíblico consistió en la demostración de que los bosquejos proféticos son sencillamente el escenario para la tremenda actividad redentora de Dios, y que los dos advenimientos de Cristo—a los que nuestro mensaje está ligado y en los cuales está basado—son los puntos focales del tiempo y de la eternidad. El nuestro es un Evangelio salvador, el “Evangelio eterno,” que ha de pregonarse en el triple marco de la profecía de Apocalipsis 14, relativas a estos postreros días. “Y ante Dios estamos obligados a predicar a Cristo como el corazón palpitante de las profecías y hacer de él y su justicia el tema central y la esencia del mensaje del tercer ángel, especialmente destinado a esta época.

W. E. Read empezó su exposición incitadora a la reflexión, a la hora 10.30 del lunes. “Los últimos eventos del conflicto de los siglos.” fue su tema. Ilustró su desarrollo mediante carteles adecuados, y enfocó la atención mediante vistas luminosas proyectadas en el telón. He aquí un sumario del material provisto por el pastor Read.

Este estudio abarcó un resumen de los principios del gran conflicto librado a través de los siglos entre Cristo y Satanás. Se mostró que el conflicto era moral, por cuanto Satanás guerreaba contra la verdad de Dios; que era espiritual, ya que guerreaba sin cejar para destruir a los hijos de Dios; que era militar, porque el enemigo de las almas conducía a las naciones en una amarga revolución contra Dios y contra su pueblo; que era retributivo también, visto que al fin de la gran lucha el Señor del cielo saldrá con sus poderosos ángeles para su “controversia con las naciones.”

Estos mismos factores se ven en el esfuerzo final de Satanás por derrocar el gobierno de Dios. En la batalla del gran día de Dios, la de Armagedón, que habrá de desatarse durante el período de la sexta y séptima plagas, el archienemigo concentra toda su infernal malignidad, todo su diabólico odio contra Cristo. Entonces entra en su lucha final contra la ley divina en su última tentativa de aniquilar al pueblo de Dios, en un esfuerzo supremo por incitar a las naciones a una guerra de destrucción, y en decisiva y trágica batalla contra el Señor del cielo.

La terminación del gran conflicto viene cuando el Salvador sale con los ángeles de su gloria. Entonces la guerra en la tierra se detiene. “Cesaron los gestos de burla. Los labios mentirosos quedan reducidos al silencio. El choque de las armas y el tumulto de la batalla con ‘los vestidos revueltos en sangre,’ han concluido.” —“El Conflicto de los Siglos,” pág. 700. Ahora “el conflicto terminó. La tribulación y la lucha están en el pasado. Himnos de victoria llenan todo el cielo al elevar los redimidos el gozoso cántico: ‘Digno, digno es el Cordero que fue muerto,’ y que vive nuevamente como conquistador triunfante.”—“Los Hechos de los Apostoles”, pág. 432.

“Nuestros cuerpos, un sacrificio vivo” fue el tema asignado a los Dres. T. R. Flaiz y J. W. McFarland. El primero expuso estos pensamientos:

El profeta Isaías indicó que el ministerio del Mesías había de restaurar aquello que había sido destruido por el pecado. Jesús dijo que había venido a buscar y salvar lo que se había perdido y demostró que estaba haciéndolo y ofreció un anticipo de su victoria final sobre el enemigo, restaurando los cuerpos y las almas de los hombres.

La degeneración y el descaecimiento físicos que se observaron en relación con la caída del hombre no resultaban de alguna influencia maligna emanada del diablo sino de la violación de ciertas leyes o principios físicos definidos y comprensibles de acuerdo con los cuales estaba planeado (pie el hombre viviese. Es consecuente por lo tanto que quienes buscan la restauración de las facultades impartidas por Dios se ocupen en cuidar de sus cuerpos físicos que. según afirmó Pablo, son templos del Espíritu de Dios. Sin salud física no puede abrigarse mucha esperanza de destacarse intelectualmente, y sin capacidad intelectual no puede haber percepción espiritual. Por esta razón los adventistas se interesan mucho en su propia salud y en la educación higiénica.

El Dr. McFarland agregó el pensamiento de que una de las creencias fundamentales de los adventistas del séptimo día es que ha de salvarse el hombre entero. Este está compuesto de tres elementos, según se manifiesta claramente en 1 Tesalonicenses 5:23. El cuerpo, la mente y el alma del hombre cayeron bajo la esclavitud del pecado, y las tres partes constitutivas han de ser salvadas por lo tanto de la esclavitud de Satanás. Si podemos descubrir el remedio (pie puede restaurar el cuerpo enfermo del hombre de modo que sus nervios, pulmones, corazón, mente y toda otra facultad se renueven, habremos entonces establecido una de las leyes que gobiernan nuestro bienestar físico. ¿Cuáles son los agentes o remedios que pueden restaurar en el hombre la imagen de Dios? La pluma inspirada afirma: “El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimenticio conveniente, el uso del agua, la confianza en el poder divino; éstos son los verdaderos remedios.”—“El Ministerio de Curación,” pág. 118. El vivir de acuerdo con las grandes leyes higiénicas nos proporcionará buena salud y claridad de pensamiento y nos ayudará por lo tanto a vencer al enemigo de nuestra alma. La santificación significa la entrega de nuestros “cuerpos en sacrificio vivo.”

T. H. Jemison, jefe del departamento de religión del Colegio Misionero de Washington, presentó un impresionante estudio sobre “Los compañeros del Cordero.”

Una de las mayores inspiraciones a llevar una vía pía—aseveró—es tener un concepto claro del futuro (pie tiene reservado Dios para los que le aman y sirven. Esto es especialmente aplicable al cuadro mostrado en Apocalipsis 14: 1-5 y en el capítulo 7 de lo que espera a los 144.000. Ellos estarán con Cristo sobre el mar de vidrio, pues son sin mácula y tienen el nombre del Padre en la frente, y allí cantarán el cántico de Moisés y del Cordero, como ninguno de los otros podrá hacerlo.

Tal galardón demanda una preparación diferente de la efectuada por otros que han de salvarse de este mundo. Se requiere perfección de carácter, ya que un solo pecado acariciado en la vida podría excluirlos de su privilegio. Los 144.000 han de estar sin intercesor celestial en el tiempo cuando Satanás realice los mayores esfuerzos para inducirlos a pecar. Su fe pura, libre de enseñanzas erróneas, los hace dignos de la calificación de “vírgenes.” El andar estrechamente con Jesús en esta vida, a más del paralelismo de su experiencia con la del Señor, hace posible que lleguen a ser sus compañeros o, como dice la Escritura, los redimidos que “siguen al Cordero por donde quiera que fuere,” para contemplar con él las otras obras de creación y testificar de su gran redención. “Luchemos con todo el poder que Dios nos ha dado para estar entre los ciento cuarenta y cuatro mil. Y hagamos todo lo que podamos por ayudar a otros a alcanzar el cielo.”—Review and Herald, del 9 de marzo de 1905.

W. R. Beach, presidente de la División Europea del Sur, presentó el tema “El cometido evangélico y la iglesia remanente” en dos noches seguidas, lunes y martes. La síntesis de su discurso es:

Los requerimientos y privilegios del encargado divino en la época de la iglesia remanente se cristalizan alrededor de siete hechos fundamentales: 1) La gran misión expresa la idea esencial de la organización evangélica y expone a la última iglesia (Apoc. 14:6) el propósito supremo de Dios para con los santos. 2) El divino plan de salvación representa una gran estrategia de alcance universal, que abarca el mundo y todos los hombres. Los recursos totales de la iglesia deben reunirse y distribuirse teniendo en vista este objetivo mundial. 3) Ese gran cometido mantendrá en alto ante la iglesia un blanco final—habrá un fin (Mat. 24:14). —Este “fin” había de colocar la iglesia y el futuro del mundo en un enfoque correcto. Ya que la tarea ha de cumplirse en un tiempo limitado, un sentido de urgencia ha de caracterizar la labor de evangelismo. 4) El pensar de la iglesia debe abarcar la magnitud de la tarea. Las áreas principales de la tierra han sido tachonadas de faros encendidos, pero vastas extensiones están aún sumergidas en las más densas tinieblas nocturnas. Sin embargo, el mayor problema no es la inmensidad de la tarea sino la medida de nuestra fe. 5) La iglesia remanente debe llevar al mundo un mensaje universal. Ese mensaje es “el evangelio eterno”—las “buenas nuevas” de perdón de los pecados y de la liberación en el día de la ira de Dios. —Este mensaje trae la paz, libertad y seguridad por las cuales tanto suspiran los hombres. 6) Son el fondo profético y el punto de vista del último mensaje evangélico los que proveen las alas de oportunidad y rapidez para su proclamación. Esta calidad distintiva constituirá un llamamiento único a “toda nación y tribu y lengua y pueblo.” 7) El molde apostólico de evangelismo es el que terminará la obra de Dios en la tierra. En la patria y allende el mar el ministerio señalado debe instar a la iglesia a encabezar una vasta migración hasta los fines de la tierra.

Dios está terminando la obra en las vidas de sus mensajeros. Mediante su obrar misterioso en los asuntos de las naciones está preparando el escenario para la última gran llamarada de poder. Su día de triunfo está a las puertas. . ..

R. A. Anderson, director de The Ministry y secretario de la Asociación Ministerial, expuso el tema “El evangelismo mundial es nuestra tarea básica,” que comenzó el martes a las 16. Varios recursos gráficos y pictóricos fueron empleados en la ilustración. La presentación final recibió un énfasis considerable mediante el uso de una gran rueda. En el cubo—y por lo tanto en el “centro” del círculo de la rueda— podía leerse un llamativo letrero que decía: “El santuario.” “Todas nuestras doctrinas tienen por centro £a Jesucristo, y a éste crucificado,” dijo el orador. Los rayos de la rueda representaban las varias doctrinas de la iglesia y en ellos figuraban los nombres de los departamentos generales de la iglesia. “La llanta simboliza el evangelismo, continuó el pastor Anderson, por medio del cual ha de llevarse el mensaje a los confines de la tierra.” Las barreras contra el evangelismo fueron ilustradas por un gran mapamundi, grandes extensiones del cual llevaban letreros como Paganismo, Internacionalismo, Catolicismo Romano, Intelectualismo, Comercialismo, etc. “Pero Dios asegura que romperá todo barrera levantada por el enemigo,” añadió. A medida que se leían los pasajes de la Biblia los letreros eran separados del mapa. Este detalle sugería que todo el mundo espera el avance del mensaje del advenimiento.

“El evangelismo mundial es nuestra tarea, nuestra tarea básica y única,” dijo R. Alían Anderson. Como adventistas hemos sido llamados a la existencia para una sola cosa: la proclamación del Evangelio eterno a toda nación, toda familia y toda alma de la tierra. Y hemos de cumplir esta consigna en la hora más desesperada de la historia, una hora que demanda pensamientos abarcantes, planes valerosos, y una fe capaz de penetrar las nieblas de las ideas confusas y discernir la cosecha donde al presente no parece haber sino un desierto.

“La profecía presenta el mensaje del tercer ángel como predicándose. La predicación es el método divino. Los apóstoles del Nuevo Testamento eran predicadores. Cuando Ezequiel predicó, un desierto de muerte se transformen una playa de maniobras para el ejército viviente del Señor. Elías, Moisés, Noé fueron todos predicadores. Y el Señor mismo fue el mayor predicador de todos ellos. Dios ha traído a la existencia muchos dispositivos para adelantar el mensaje, pero sólo han de ser siervos del evangelismo público. Mediante “la locura de la predicación” Dios revolucionó el mundo greco- romano, y está haciendo lo mismo hoy día. Los apóstoles hicieron frente a dificultades tremendas; sin embargo cumplieron el propósito de Dios, pues en el espacio de una sola generación “toda criatura debajo del cielo” oyó el Evangelio. Lo que ellos hicieron lo hemos de cumplir nosotros, pero bajo condiciones aparentemente imposibles. Hoy el enemigo ha levantado contra el avance del mensaje barreras» aparentemente insalvables, pero Dios declara: “Yo los hollaré, quemarélos juntamente.” (Isa. 27: 4.) Dotado de divina energía, el mensaje de Dios ha de abrirse camino a través de las más sólidas barreras. Pronto en toda fortaleza el enemigo será derrotado y triunfará la verdad en un incendio de gloria.

Teniendo por tema “El lugar de la profecía en la predicación,” A. V. Olson aclaró, en las reuniones de las nueve, del miércoles y jueves, los siguientes pensamientos:

El propósito divino con la profecía es: 1) Revelar a Dios ante los hombres; 2) establecer en los corazones humanos una fe constante en Dios y en su Palabra; 3) poner los cimientos de una fe inquebrantable y duradera en Cristo como divino Salvador del pecado y de la muerte; 4) hacer conocer de antemano los planes y propósitos del Señor en su trato con el hombre; 5) verter luz sobre lo pasado, lo presente y lo futuro.

Si ha de cumplirse este propósito divino, la profecía debería tener un lugar prominente y preferente en nuestra predicación. No deben admitirse ni especulación humana ni interpretaciones fantásticas ni predicciones personales. Como ministros de Dios no hemos de hacer las veces de profetas o pronosticadores. Nuestro deber es exponer las profecías de la Biblia más bien que predecir lo futuro.

El movimiento adventista es un movimiento profético con un mensaje profético para un tiempo profético. En estos días, cuando la evolución, el modernismo y las falsas filosofías están minando en la humanidad la fe en el divino Hijo de Dios, los adventistas del séptimo día han sido suscitados por la Providencia para proclamar con gran fervor el solemnísimo mensaje profético de amonestación contra todo culto falso y para hacer oír una clarinada que mueva a los habitantes de la tierra a volver a la adoración de Aquel que creó los cielos y la tierra, y a una fe implícita en la sangre expiatoria del divino Hijo de Dios. El movimiento adventista es el Elías prometido, con su mensaje “elisíaco” destinado a preparar el camino para la venida de Cristo. “Las más solemnes verdades encargadas a mortales nos han sido entregadas para promulgarlas por el mundo. La proclamación de estas verdades ha de ser nuestro trabajo. Se debe amonestar al mundo, y el pueblo de. Dios debe mostrarse fiel al encargo que le ha sido confiado.”—“Testimonies” tomo 9. pág. 19.

Un acontecimiento culminante del Congreso Bíblico fue la forma gráfica por medio de la cual el pastor Walter Schubert desarrolló el tema “La evangelización de los católicos.” A pesar de las trabas lingüísticas opuestas a la comprensión de su mensaje—el alemán y el castellano son los idiomas propios de este evangelista—conmovió al congreso con su presentación. Contribuyeron a dar realce a su mensaje varios carteles, y todos los oyentes se convencieron de la sabiduría de su plan de trabajo. El pastor Schubert es el secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana y el evangelista de la misma. Aquí va un breve resumen de sus estudios:

El primer requisito al dar a conocer nuestro precioso mensaje a los católicos es experimentar hacia ellos un amor sincero. El segundo es comprender sus convicciones religiosas y sentir como ellos sienten la salvación. Debemos aplicar los grandes principios del apóstol Pablo, según se revelan en 1 Corintios 9: 19-22. Para el judío, él se hacía judío. Y si quisiéramos ganar a los católicos, deberíamos comprenderlos y ser como uno de ellos. El retener la atención de los católicos romanos requiere tacto y paciencia. “Hemos encontrado—dijo—que las primeras cuatro conferencias deben ser de tal carácter que la gente se convenza de que el orador busca sincera y únicamente contribuir a su bien material y espiritual y a su felicidad: y para crear esta confianza y amistad entre el orador y su auditorio es vital demorarse en la exposición de los temas que persuaden a los católicos de que las Sagradas Escrituras constituyen la única fuente infalible de verdad en la cuestión de la salvación.” Una vez que han aceptado esto, será fácil inducirlos a aceptar todas las verdades y doctrinas y rechazar todas las tradiciones.

Al católico le parece más importante determinar cuál es la verdadera iglesia que saber qué cosa es la verdad. Por lo tanto es necesario exponer y comprobar todas las verdades, especialmente en relación con el santuario y los 2300 años. Persuadidos de que el pueblo de Dios había de aparecer en 1844 en forma de un movimiento restaurador de las verdades que “echó por tierra” la Roma pagana y la papal, los sinceros católicos se muestran ávidos de abrazar este bienaventurado mensaje.

En una de las ocasiones dedicadas a la contestación de preguntas, R. R. Fighur discutió “La forma de abordar las profecías no cumplidas.” En suma, expresó lo siguiente:

Los adventistas del séptimo día son un pueblo profético. Fue la predicación de la profecía la que hizo nacer esta iglesia. Siempre continuará esta característica como armazón de nuestro mensaje. Los adventistas deben conocerse siempre, por lo tanto, como expositores de las profecías dignos de toda confianza. Los obreros de avanzada de la primera hora de este mensaje nos han dejado el buen ejemplo de predicar a base de profecías no cumplidas. Pero eso sí, en ningún caso fueron precipitados, aventurados o apresurados.

Según la traducción de Moffat, el pasaje registrado en 2 Pedro 1:20 reza así: “Ninguna escritura profética permite a un hombre interpretarla de por sí.” Todo estudiante y predicador de las escrituras proféticas necesita ayuda. En primer lugar, la asistencia y dirección del Espíritu Santo. En segundo término, la ayuda de los hermanos. Convocamos grandes reuniones para decidir lo que vamos a hacer y cómo lo hemos de realizar y cuándo llevarlo a cabo. En tal caso todos juntos lo emprendemos. Nuestra actitud hacia las profecías no cumplidas no debiera ser una excepción. Deberíamos predicar, así como trabajamos—unidos.

El gran sistema de verdad que nos ha sido revelado y que nos hemos comprometido a proclamar a toda nación en la tierra, debe producir y fomentar una armonía universal en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, una armonía que convenza al mundo de la genuinidad de la fe que hemos abrazado. Esta unidad no será evidente en la iglesia a menos que lo sea en nuestra predicación. Nuestra dependencia mutua con el propósito de guardar la unidad de la fe se nos expone claramente en la cita siguiente:

“Hay mil tentaciones disfrazadas que han sido preparadas para los que tienen la luz de la verdad; y la única seguridad para cualquiera de nosotros consiste en no recibir ninguna doctrina nueva, ninguna interpretación de las Escrituras sin primero someterla a los hermanos de experiencia. Preséntese esa doctrina o verdad con espíritu humilde y apto para aprender, con oración ferviente; y si ellos no perciben luz en ello, sométase a su juicio; pues ‘en la multitud de consejeros hay salud.’ ”—“Counsels to Writers and Editors” (“Consejos a escritores y redactores”), pág. 47.

En este mundo nuestro, tan dividido y diversificado, debe verse el gran milagro de una iglesia unida, el milagro que Cristo anhelaba profundamente y por el cual suplicó con intenso fervor:» “Que todos sean una cosa.” El apóstol repite la misma súplica: “Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” (1 Cor. 1:10.)

L. K. Dickson disertó sobre un gran tema: “El Espíritu Santo y la lluvia tardía.” Ante un grupo de estudiantes de la Biblia no se podría abordar algo más importante que la obra del Espíritu Santo. Discutió la identidad de la tercera persona de la Divinidad y mostró cómo su ministerio en calidad de Consolador, Guía, Intercesor, etc., afecta la experiencia del cristiano en su lucha contra el pecado.

De las Escrituras y los mensajes del espíritu de profecía se destaca claramente el hecho de que la lluvia temprana y la tardía constituyen el bautismo del Espíritu Santo que está prometido para este tiempo y que ha de gozar el pueblo remanente de Dios a medida que fervientemente lo solicite en oración, acompañada de entera consagración al servicio de Dios.

Se dio énfasis a la relación estrecha^ que existe entre el derramamiento del Espíritu Santo y el testimonio personal en favor de Cristo, como también a la debida preparación de corazón y vida que habilita para solicitar eficazmente en oración este poder prometido. Se, mostró que el acto de aparejarse para la recepción de la lluvia tardía era idéntico a la preparación para recibir el sello de Dios, y se llamó la atención al hecho de que quienes son objeto de este final ungimiento serán los primeros que habrán disfrutado de los beneficios que proporcionará la lluvia temprana. Se promete inmenso poder a la iglesia como resultado de la misma. Procuremos todos gozar de ella, con miras a estar en condiciones de recibir el poder adicional de la lluvia tardía.

El presidente de la Asociación General trató en tres sermones nocturnos el tema central del congreso: “El Señor, nuestra justicia.” Llamó mucho la atención el que, no habiendo consultado entre sí, todos los oradores desarrollaran algo de este tema. Ello reveló el nuevo énfasis que se imprime a nuestro mensaje.

El pastor W. H. Branson presentó su sermón con poder y claridad extraordinarios. Bosquejamos los puntos salientes:

1. Los miembros de la familia humana entera han sido vendidos como esclavos al pecado. La única vía de escape de la inexorable pena pronunciada por la ley sobre los tales es que el pecador trueque enteramente su culpa por la justicia de Cristo, de modo que el registro celestial le atribuya la perfecta vida del Salvador. Este es don gratuito de Dios. Cubre todos nuestros pecados pasados y constituye la justicia imputada.

2. El pecador, aunque está perdonado, es todavía incapaz de llevar una vida de justicia. Debe depender enteramente de Jesús para que lo mantenga salvo y lo capacite para crecer en gracia. Este es el misterio de la morada de Cristo en él, por el cual la vida es transformada, produce los frutos de la justicia y alcanza la perfección.

3. El echar mano, como una experiencia manifestada en la vida del pueblo remanente, viviente y personal, de la verdad de la justificación por la fe y la justicia por la misma, “es en verdad el mensaje del tercer ángel,” y llegará a dominar en nuestra predicación a medida que él aumente en fuerza hasta constituir el fuerte clamor bajo la bendición de la lluvia tardía.

El último sábado del congreso, el pastor I. L. McElhany, ex presidente de la Asociación General, predicó el sermón de la mañana, que llevaba por título: “Puntos sobresalientes del Congreso Bíblico.” Y a la tarde el congreso llegó a su conclusión con el discurso final del pastor Dickson sobre “la lluvia tardía.”

El pastor Branson dirigió unas pocas palabras a los delegados, de las cuales transcribimos las que siguen:

“Hermanos, anhelo profundamente que el Congreso Bíblico no muera con los que hemos estado aquí. . .. Ahora queda con nosotros, que hemos estado aquí, la responsabilidad, sí, diré la solemne responsabilidad de conservar vivo el espíritu de este congreso, no sólo aquí y en nuestros propios corazones sino también en el campo. Hermanos, debemos llevarlo a los obreros que se han quedado en sus lugares dedicados a la labor… Vosotros habéis venido como sus representantes. Es ahora vuestra responsabilidad ante Dios llevar el Congreso Bíblico a ellos, llevar al campo la inspiración disfrutada. Ayudadles a encontrar maneras de conseguir cuando aparezcan, los libros que contendrán el informe oficial. Cada obrero que puede leer el inglés debe poseerlos, y debieran traducirse tal vez a algunos de los idiomas extranjeros. Pero, mis hermanos, la lectura de ellos no será suficiente. De los libros no se puede captar la misma inspiración que de una reunión. Por lo tanto hago un llamamiento esta tarde para que, después del regreso a vuestros campos, tan pronto como podáis, celebréis reuniones con vuestros obreros con el fin de impartirles la inspiración y bendiciones de este Congreso Bíblico, contándoles tanto como podáis acerca del mismo.

“Subrayemos en nuestras reuniones con los obreros la gran importancia del mensaje que llegó al congreso de Minneapolis en 1888—el mensaje repetido por todos los obreros en estas reuniones, —de la absoluta importancia que tiene, que este pueblo reciba la justicia de Cristo…  Resolvamos en lo más profundo de nuestro corazón levantar este clamor hasta que lo oigan en todas partes tanto los obreros como los miembros laicos, hasta que nuestro pueblo aprenda a gozarlo por sí mismo… El fin está cerca, hermanos. Pronto ha de terminar nuestro peregrinaje en este mundo. ¡Dios nos guarde fieles hasta que todo termine, es mi oración!”

Con estas palabras se clausuró el congreso. Permanecí por unos momentos en el santuario que esa iglesia había llegado a ser, repasando mentalmente los acontecimientos de las dos semanas transcurridas. Las escenas del viernes de tarde desfilaron otra vez delante de mí: la celebración de la Cena del Señor—la santa comunión; luego los testimonios dados por casi todos los pastores presentes. En uno de esos testimonios oí a un representante de ultramar citar Proverbios 4:18: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Esa es —pensé—la perfecta descripción dada por las Sagradas Escrituras de lo que el Congreso Bíblico ha significado para todos nosotros. El hizo brillar la verdad de Dios, tal como la enseña la Iglesia Adventista del Séptimo Día, con más potencia aun después de pasados los 108 primeros años de la “era adventista.”

Luego me apresuré a tener una última entrevista con D. E. Rebok. “¿Qué significó el Congreso Bíblico para Vd.?” le pregunté: “El Congreso Bíblico—respondió—ha logrado cumplir un gran propósito al establecer la confianza del pueblo en las grandes enseñanzas fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ahora podemos seguir adelante, unidos en la proclamación del mensaje del tercer ángel. Llevo conmigo una profunda convicción de que el tiempo que nos queda es corto, y debemos levantarnos con poder, unidos para terminar la obra. El mensaje del fuerte clamor es la justificación por la fe en Jesucristo. A través do este congreso hemos visto los distintos aspectos de esta doctrina, grande y de suprema importancia.”

A este juicio, todos los que estuvieron presentes podrán agregar un ferviente amén. Ahora sabemos que todos vosotros esperaréis con anhelo los primeros dos libros del Curso Ministerial de lectura para el año 1953. Constituirán el informe completo de lo sucedido en este maravilloso congreso. Dentro de poco las prensas empezarán a funcionar y podréis estar seguros de que no habrá demora en colocarlo en vuestras manos.

Sobre el autor: Secretario Adjunto de la Asociación Ministerial de la Asoc. General.