Un informe enviado por teléfono a la redacción de The Ministry, desde Evanston, Illinois, sede de la segunda Asamblea del Concilio Mundial de Iglesias, inmediatamente después de ocurridos los sucesos que se relatan.
En el “Soldier’s Field” de Chicago, una inmensa reunión pública de adoración en que participaron 125.000 personas sirvió de culminación al día inaugural de la Segunda Asamblea del Concilio Mundial de Iglesias. Para la presentación de este gran festival de la fe. 4.000 personas procedentes de las iglesias de la zona de Chicago habían sido previamente instruidas.
“Cristo: La Esperanza del Mundo” fué presentado en tres divisiones: la Creación, la Redención y la Consumación. Las representaciones, la música y la dramatización hicieron de este espectáculo algo que se recordará por mucho tiempo. El tema era la historia de la creación; la tentación del hombre y la caída; su degradación, que desembocó en la violencia y el salvajismo; su salvación por medio de la muerte vicaria de Cristo: y su redención completa y final cuando los reinos de este mundo pasen a manos de nuestro Señor. La narración estaba redactada en lenguaje bíblico, y mayormente en base a citas directas de las Sagradas Escrituras. Culminó cuando toda la concurrencia se puso de pie con los brazos levantados, mientras el director cantaba: “Ven, Señor Jesús.” Entonces el inmenso coro repitió dos veces las palabras: “Ven, Señor Jesús.”
Todos están de acuerdo aquí en que éste es un concilio que pasará a la historia. Se tiene el propósito de que sea un paso en el camino para lograr la victoria sobre la desunión entre las iglesias. Como lo declaró el obispo Nygren el martes de noche: “Si fuéramos uno en Cristo no estaríamos reunidos aquí, y si no estuviéramos desunidos tampoco nos encontraríamos acá.”
Durante estos primeros días resulta imposible avaluar completamente este gran Concilio Mundial. No podemos predecir sus efectos finales sobre la iglesia en conjunto, o su contribución, si es que habrá alguna, a la gran tarea de despertar a los hombres para que vean el hecho de que el Señor pronto ha de volver en poder y gloria. Las divergencias de conceptos teológicos podrían incluso producir desunión en las consideraciones del Concilio. En efecto, los misinos dirigentes son conscientes de esa posibilidad, pero agradecemos a Dios porque se está estudiando su Palabra al mismo tiempo que se pone énfasis en la gran doctrina de que “Cristo” es “la esperanza del mundo.”
La nota dominante del Concilio, tal como la hizo resonar el Dr. Edmund Schlink, de la Universidad de Heidelberg, Alemania, resultó en una presentación renovada e inspiradora del mensaje del segundo advenimiento. El Dr. Schlink describió este mundo sumido en el temor del aniquilamiento y citó textos de las Escrituras tan familiares para nosotros que, a excepción del ropaje interesante que usaban algunos de los delegados de los países de ultramar, bien podríamos habernos imaginado que nos encontrábamos en una verdadera reunión adventista. Nunca habíamos oído una presentación más clara y vigorosa de la bendita esperanza.
Después de escuchar tan profunda presentación de este tema de la Escritura, comprendimos mejor la amistosa declaración del director de uno de los principales periódicos de los Estados Unidos, quien, dirigiéndose al grupo de adventistas que se encontraba reunido para asistir al Concilio de Prensa celebrado el sábado de noche, dijo guiñando el ojo: “Cuando oigan al Dr. Schlink mañana, sin duda pensarán que han ganado un verdadero converso en él.” Ciertamente es confortante escuchar a un predicador no adventista declarar, enérgicamente: “Los días en que vivimos son los últimos;” “El tumulto de nuestro mundo es una señal segura de la venida de Cristo;” “Las dolencias de nuestro tiempo son los dolores de parto de una nueva creación;” “El asunto decisivo no es cómo podemos evitar las guerras y los desastres, sino más bien cómo podemos estar en pie frente a la vista de Dios,” y “Cuando [Cristo] venga, aceptará a algunos y rechazará a otros. Levantará a algunos para vida y a otros para muerte.”
Después, dirigiendo un llamamiento para reavivar el verdadero evangelismo, puso énfasis en el hecho de que “la posesión de esta verdad requiere de nosotros que la compartamos… El Concilio Mundial tenía razón al elegir el evangelismo como el tema de la segunda sesión de la asamblea… Aquellos que esperan están constreñidos por el mandato del Redentor de predicar el Evangelio. Así como nos ha libertado de las ligaduras del mundo, nos envía de nuevo al mundo para que llamemos a otros a que gocen de la misma libertad. Este mandato obliga a todos los que esperan en Cristo. Nadie puede conservar silenciosamente la esperanza para sí mismo sin perderla. Este mandato nos hace deudores de todos los hombres, porque Dios quiere que nadie perezca. El mandato de Dios el Redentor requiere de nosotros el mayor apresuramiento. No sabemos cuánto tiempo nos queda.”
Más adelante dio énfasis al hecho de que la dificultad estriba en que nos hemos ocupado mayormente en los “métodos del evangelismo.” Debiéramos preocuparnos más por “el contenido del evangelismo.” No es nuestra tarea traer el mundo a los pies de Cristo. Hace ya mucho tiempo que Dios puso el mundo bajo él. Sólo tenemos que decirle al mundo quién es su verdadero Señor. No nos concierne salvar a los hombres. Cristo desea solamente usarnos como sus testigos, para poder hablar por medio de nosotros y realizar él mismo su obra salvadora. … No predicamos el Evangelio a fin de preservar al mundo. Cumplimos nuestra responsabilidad para salvación del mundo a objeto de que muchos puedan ser salvados por la cruz.”
Otro orador, el Sr. D. T. Niles, de la India, declaró ante la gran asamblea, el lunes de noche: “Hay muchas causas que explican la falta de resultados en la obra evangélica, pero la principal es generalmente la falta de amor expectante. A menudo no nos preocupamos suficientemente de los seres humanos como seres humanos. Nos preocupamos del evangelismo, pero esa preocupación es en gran medida consecuencia de un deseo de cumplir nuestro deber evangélico como cristianos. Pero el evangelismo, a fin de que lo sea en realidad, debe dejar de ser un deber; debe convertirse en algo inevitable.”
El lunes, el canónigo T. O. Wedel, de Washington, D. C., describió a la iglesia como “un ejército evangelizador en marcha y un puerto de descanso sólo entre campañas, cuando se regresa a la base para reponer las fuerzas y recibir órdenes nuevas.” “No tenemos derecho—añadió—a nuestro descanso sabático o a nuestro prometido fin antes de que el Evangelio haya sido predicado en todo el mundo.”
Algunos mensajes se presentan en distintos idiomas, pero sea cual fuere la lengua en que se habla, ya sea alemán o francés u otros más, los delegados del Concilio Internacional, como asimismo los representantes de la prensa y otros observadores oficiales, tienen a su disposición audífonos portátiles por medio, de los cuales pueden elegir el idioma que desean escuchar: inglés, francés o alemán. Se dan traducciones simultáneas mientras el orador presenta su mensaje, y también se pone en nuestras manos una traducción escrita a máquina del mensaje pertinente. De manera que los ojos del mundo están fijos en Evanston, y podemos asegurar a nuestros colaboradores en el ministerio que también los ojos de Evanston están fijos en el mundo.
El obispo G. Bromley Oxnam, en el discurso inaugural en ocasión del servicio religioso celebrado el domingo de mañana, puso énfasis en algunos puntos vitales relativos al lugar importante que la iglesia debe ocupar en la labor de prestar atención a sus hermanos necesitados. Dijo: “El pan es para mí un asunto material, pero para mi hermano es un asunto espiritual.” “No debemos olvidar— añadió—el sermón que Jesús predicó en Nazaret o su claro discurso registrado en el capítulo 25 de Mateo. La mesa de la comunión debiera preceder a la mesa de conferencias, porque la conferencia con nuestros semejantes será más productiva si está precedida por la comunión con nuestro Señor.”
Se han reunido aquí 1.500 delegados, procedentes de 48 distintos países y representando a 161 grupos cristianos diferentes. La atmósfera está cargada de una comunión amigable, y aunque no podemos predecir los resultados finales, podemos orar al Señor para que abra los ojos de los que sinceramente están tratando de servirle, y de esta manera muchos puedan ser inducidos a apreciar en mayor medida su Palabra y la gloriosa doctrina de la esperanza del regreso de nuestro Señor.