La atracción entre personas no casadas puede variar significativamente en naturaleza, forma e intensidad, pero ocurre más de lo que abiertamente se reconoce. Importantes investigaciones sobre la vida sexual y emocional muestran que “el 61 % de las mujeres y el 90 % de los hombres tienen fantasías sexuales con las personas que conocen”.[1] Estas fantasías, sin embargo, pueden pasar fácilmente de simples pensamientos a imaginaciones encantadoras, deseos irresistibles, decisiones irreversibles y actitudes de riesgo. Algunas personas optan por tener una relación fuera del matrimonio, sin importar las consecuencias que pueda tener. Otros adoptan un enfoque más reflexivo, prefiriendo fomentar una aventura emocional menos notoria.

Varios libros abordan este tema importante y complejo. Algunos tratan de ayudar a quienes quedan lastimados por la traición.[2] Otros libros enseñan cómo desarrollar relaciones saludables que puedan resistir este tipo de impulsos.[3] En este artículo analizaremos el tema del sexo fuera del contexto matrimonial desde una perspectiva bíblica, y ofreceremos sugerencias útiles sobre cómo nutrir relaciones resilientes al adulterio.

Perspectiva bíblica

La Biblia aborda el tema del sexo fuera del matrimonio combinando preceptos morales con consejos prácticos sobre cómo vivir una vida de integridad. Casi todos ellos se hacen eco del séptimo Mandamiento: “No cometerás adulterio” (Éxo. 20:14; Deut. 5:18; cf. Mat. 5:27; 19:18; Rom. 13:9). Carol Meyers reflexiona que “este sucinto precepto prohíbe el sexo fuera del matrimonio. Pero ¿para quién? La prohibición del adulterio no es especifica; y solo mirando otros textos bíblicos se puede determinar el rango del comportamiento adúltero”.[4]

Sin duda, la prohibición del adulterio adquiere un alcance mucho más amplio y un significado mucho más rico si se entiende a la luz de las demás instrucciones morales del Pentateuco. Levítico 18, por ejemplo, delinea los límites de la sexualidad bíblica al condenar no solo el incesto y las relaciones sexuales con parientes cercanos (Lev. 18:6-17), sino también la poligamia (Lev. 18:18), el adulterio (Lev. 18:20), la homosexualidad (Lev. 18:22) y el bestialismo, o zoofilia (Lev. 18:23).[5] Deuteronomio 22 prioriza la virginidad y condena el sexo prematrimonial (Deut. 22:13-21), el adulterio (Deut. 22:22), la fornicación con una mujer comprometida (Deut. 22:23, 24), la violación (Deut. 22:25-29) y el incesto (Deut. 22:30).[6]

Algunas de las advertencias más elocuentes en contra de la infidelidad física y emocional se encuentran en Proverbios 5 al 7. En estos capítulos, la seducción se asocia con apariencias atractivas, belleza física, ropa y perfumes especiales, y palabras persuasivas. A pesar de la fascinación, la relación extramatrimonial es considerada un “camino al abismo” (Prov. 7:27). El adúltero es comparado con un buey que va al matadero, “animal que cae en la trampa” (Prov. 7:22), alguien herido de flecha en el corazón y “ave que cae en la trampa” (Prov. 7:23). Entonces, la conclusión natural es que la persona “que comete adulterio es falto de juicio; el tal se destruye a sí mismo” (Prov. 6:32).

Además de esta instrucción, el sabio también recomienda al menos cuatro estrategias para preservar la pureza moral: (1) fortalecer el amor romántico del matrimonio (Prov. 5:18-20); (2) mantener distancia concreta y física de la tentación (Prov. 5:8; 7:25); (3) cultivar el control emocional (Prov. 4:23; 7:25); y estar siempre conscientes de la presencia de Dios: “Porque los caminos del hombre están ante los ojos del Señor, y él considera todas sus veredas” (Prov. 5:21).

Por su parte, el profeta Malaquías enfatizó la fidelidad a los votos matrimoniales, reconociendo a Dios mismo como el verdadero testigo de la alianza conyugal. Primero declaró: “Porque el Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, con la cual tú has sido desleal, siendo ella tu compañera y la esposa de tu pacto” (Mal. 2:14). Y luego advirtió: “Dios, ¿no los hizo uno? En carne y en espíritu los dos son de él […]. Guárdense, pues, en su espíritu, y no sean desleales con la esposa de su juventud” (Mal. 2:15). Si bien este pasaje exhorta al esposo a ser fiel a su esposa, el principio también se aplica a la esposa, quien debe ser fiel a su esposo.

En el Sermón del Monte, Cristo reveló la dimensión mental y emocional del séptimo Mandamiento. Declaró: “Habéis oído que se dijo: ‘No debes cometer adulterio’. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:27, 28). Dado que los pensamientos generan emociones que resultan en acciones, la batalla por la pureza moral debe librarse en el plano mental, para evitar que se lleven a cabo acciones pecaminosas.

Pablo afirmó que los verdaderos cristianos son aquellos que tienen “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16) y lo imitan (1 Cor. 11:1). La pureza mental también está implícita en Filipenses 4:8: “En todo lo bueno […] en esto pensad”. Pero el apóstol también sugirió otra perspectiva sobre las relaciones extramatrimoniales, al referirse al cuerpo humano como un “santuario del Espíritu Santo” (1 Cor. 6:19) y miembro de Cristo (1 Cor. 6:15). Reconociendo que a través de la intimidad sexual dos personas se vuelven una sola carne (Gén. 2:24), explicó que el adulterio no solo une ilícitamente los cuerpos de los involucrados, sino también destruye su misma relación con el Señor (1 Cor. 6:15-17).

Estos conceptos proporcionan un útil marco moral para comprender relatos bíblicos como el acoso de la esposa de Potifar a José (Gén. 39:6-18); la relación entre David y Betsabé (2 Sam. 11), y de Amnón con Tamar (2 Sam. 13); cosas que “fueron escritas como advertencia para nosotros” (1 Cor. 10:11).

Un matrimonio a prueba de engaño

Vivimos en un mundo sensorial con muchos atractivos tentadores, similares a los de los días de Noé (Mat. 24:37-39; Luc. 17:26, 27). Pero la Palabra de Dios nos anima a vivir por encima de las tendencias del mundo (Juan 17:14-16; Rom: 12:2), manteniendo nuestras manos limpias y nuestro corazón puro (Sal. 24:4). Los siguientes ocho principios pueden ayudarnos a construir relaciones sólidas y resistentes al adulterio.

Reconoce tu vulnerabilidad – Recordamos el mito griego de Aquiles como aquel héroe con un cuerpo inmortalizado, pero con un talón mortal. Durante la Guerra de Troya, Aquiles desempeñó un papel crucial, pero fue herido en aquel talón por una flecha envenenada disparada por Paris y guiada hacia su objetivo por Apolo. Ese fue el final de este personaje “inmortal”.

La lección es que cada ser humano tiene su “talón de Aquiles” en el ámbito moral, que necesita ser bien protegido. Cada persona tiene su umbral de vulnerabilidad, que nunca debe descuidar ni traspasar. Muchas personas caen moralmente porque se consideran más fuertes de lo que realmente son. La tentación es demasiado sutil y persuasiva para subestimarla. De hecho, “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9).

Mantén tus emociones bajo control – Casi todas las relaciones íntimas inapropiadas están precedidas por infidelidad emocional, consumo de pornografía, citas por Internet, fantasías eróticas o cualquier otra cosa que hace emocionalmente vulnerable a una persona. Por eso, la Biblia advierte: “Sobre todas las cosas, guarda tu corazón, porque él dirige el rumbo de tu vida” (Prov. 4:23, NVI). A su vez, Elena de White aconsejó: “Debéis apartaros del terreno encantado de Satanás y no permitir que vuestras mentes sean disuadidas de la alianza con Dios. […] La imaginación no os fue dada para permitir que anduviera desbocada siguiendo su propia voluntad, sin que se hiciera esfuerzo alguno para restringirla o disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos también lo serán, y los pensamientos y los sentimientos combinados constituyen el carácter moral de la persona”.[7]

Evita circunstancias y lugares peligrosos – Como estar a solas con alguien que parece interesante y atractivo, aunque compartir partes de tu vida pública con esa persona también tiene muchos riesgos, al igual que una relación cercana en el lugar de trabajo, salir a comer juntos, un viaje de negocios, un viaje en automóvil compartido o una simple caminata juntos. Sean Chandler aconsejó “nunca viajar en un automóvil solo con alguien del sexo opuesto”. Para él, “los viajes en auto son momentos en los que tendemos a relajarnos y abrirnos. Nos sentimos seguros y comenzamos a compartir cosas. Estás aislado del mundo, y eso genera todo tipo de problemas”.[8] Muchos casos de infidelidad surgen espontáneamente de una amistad muy estrecha entre dos parejas de diferentes círculos familiares. Comparten muchas actividades juntos: el esposo de una pareja y la esposa de la otra pueden desarrollar fácilmente atracción mutua.

Pon límites – El mundo está lleno de personas con impulsos sexuales desenfrenados, mentes sensuales y necesidades emocionales insatisfechas, que no siempre respetan los límites morales y los límites de las relaciones sociales sanas. A estas personas se las debe ayudar, no cumpliendo con sus expectativas ni satisfaciendo sus deseos, sino limitando su comportamiento invasivo y ayudándolas a desarrollar altos valores morales. José declaró a la esposa de Potifar que cualquier tipo de aventura entre ellos significaría traicionar a su amo y cometer un pecado contra Dios (Gén. 39:8, 9).

Apreciar el amor maduro – Michael Lillibridge sugirió que las parejas generalmente experimentan tres etapas de amor.[9] La primera es el amor romántico (enamorarse), en el que una pareja se besa y sale a ver la puesta de sol. Con una duración de tres a seis meses, esta fase tiende a dar paso a la decepción y la desilusión. En esta etapa, que puede durar varios meses, se comienzan a notar más claramente los defectos y las debilidades de la otra persona. La tercera etapa es el amor maduro, lo que significa la plena aceptación de la persona total, con sus virtudes y cualidades, debilidades y defectos.

Algunas personas confunden el amor maduro con el afecto y el nuevo amor romántico con el amor genuino. Al encontrar a otra persona que despierte el amor romántico perdido en su matrimonio, muchas personas creen que están redescubriendo el amor verdadero y terminan reemplazando a su cónyuge por una persona más seductora. Sin embargo, se olvidan de que el nuevo amor romántico tampoco durará para siempre. El mejor antídoto para esta ilusión es comprender, valorar y nutrir el amor maduro en el matrimonio. Como dice Proverbios 5:18: “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la esposa de tu juventud”.

Atención a los sentimientos de los demás – La historia ha demostrado una y otra vez que demasiada libertad para algunos significa muy poca libertad para otros. Como cristianos, somos responsables por los que sufren injusticia social (Sant. 1:27; 5:4) así como por los sentimientos de los demás (Mat. 18:6). Nunca debemos jugar con las emociones de otras personas. Algunos pueden dejar una relación extramatrimonial sin culpa ni remordimiento, aunque, como consecuencia, otros pueden quedar emocionalmente marcados de por vida, sintiéndose traicionados por un cristiano profesante que debería haberse comportado como el Maestro (Mat. 10:25). ¡Cuán diferente sería nuestra sociedad si desarrolláramos más empatía por los demás y los cuidáramos como hermanos y hermanas en Cristo!

Pide a Dios amor genuino – Nuestra cultura competitiva ha generado una sociedad de personas egocéntricas; pero el verdadero problema proviene de nuestro corazón egoísta (Mat. 15:19; Mar. 7:21-23; Gál. 5:19-21), que necesita ser transformado por el poder de Dios (2 Cor. 5:17; Gal. 5:22-24). Solo una experiencia de conversión puede despertar en nuestra vida una nueva perspectiva impulsada por el amor desinteresado (Mat. 5:43-48; Juan 13:34, 35; 1 Juan 4:20). “Representémonos un círculo grande desde el cual parten muchas rayas hacia el centro. Cuanto más se acercan estas rayas al centro, tanto más cerca están una de la otra. Así sucede en la vida cristiana. Cuanto más nos acerquemos a Cristo tanto más cerca estaremos uno del otro. Dios queda glorificado cuando su pueblo se une en una acción armónica”.[10] Los cristianos genuinos están llenos de amor desinteresado. En lugar de usar a las personas para su propio beneficio, tratan de levantar a las personas para el tiempo y la Eternidad.

Ten en cuenta el Gran Conflicto – La Biblia declara que estamos en una batalla espiritual en la cual Dios quiere que vivamos en armonía con sus normas morales. Contrariamente, Satanás está tratando de convencernos de vivir de acuerdo con nuestro corazón engañoso (cf. Efe. 6:10-18; Sant. 4:7). El Señor observa no solo nuestro comportamiento visible, sino también nuestros pensamientos y emociones más íntimos (Sal. 7:9; Jer. 17:10; Rom. 8:27). El apóstol Pablo dijo que “hemos llegado a ser un espectáculo para todo el universo, tanto para los ángeles como para los hombres” (1 Cor. 4:9).

Lamentablemente, muchos cristianos profesos están tan involucrados y cautivados con “los placeres pasajeros del pecado” (Heb. 11:25) que ya no son conscientes de esta batalla espiritual y moral. En contraste, al tener en mente la perspectiva de un gran conflicto cósmico e histórico, las tendencias a la traición pueden perder su atractivo y poder. Además, centrarse en Jesús y amarlo como nuestro Salvador motiva a los creyentes a hacer su voluntad y seguir su ejemplo de pureza.

Conclusión

La Biblia contiene preceptos morales y consejos prácticos sobre cómo vivir con rectitud. Desde una perspectiva bíblica, las relaciones sexuales deben restringirse a los matrimonios monógamos y heterosexuales. Esto implica que las relaciones sexuales prematrimoniales, homosexuales y extramatrimoniales son contrarias al orden divino. La interpretación de Cristo del séptimo Mandamiento condena incluso los pensamientos impuros que preceden al acto sexual (Éxo. 20:14; Mat. 5:27-29). Tanto la pureza física como la mental están implícitas en el Salmo 24:3 y 4: “¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Quién estará en su santuario? El limpio de manos y puro de corazón, el que no eleva su alma a la vanidad ni jura con engaño”. En estos últimos días moralmente degradados de la historia humana (2 Tim. 3:1-7), la Palabra de Dios nos anima a vivir “vidas santas y piadosas” (2 Ped. 3:11). Muchos corazones están sangrando por heridas morales que se niegan a sanar. Sin embargo, tenemos la maravillosa promesa de que, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Entonces, “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:7). ¡Que esta experiencia salvadora se haga realidad en nuestra vida, ahora y siempre!

Nota: Este artículo es una versión condensada del capítulo titulado: “The Seduction of Forbidden Intimacy”, en Ekkehardt Mueller y Elias Brasil de Souza, eds., Sexuality: Contemporary Issues from a Biblical Perspective (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute / Review and Herald, 2022), pp. 545-561. Publicado aquí con permiso.

Sobre el autor: director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.


Referencias

[1] Chrisanna Northrup, Pepper Schwartz y James Witte, The Normal Bar: The Surprising Secrets of Happy Couples and What They Reveal About Creating a New Normal in Your Relationship (New York: Harmony, 2013), p. 214.

[2] Por ejemplo, Douglas K. Snyder, Donald H. Baucom y Kristina C. Gordon, Getting Past the Affair: A Program to Help You Cope, Heal, and Move On Together or Apart (Nueva York: Guilford, 2007); Janis A. Spring y Michael Spring, After the Affair: Healing the Pain and Rebuilding Trust When a Partner Has Been Unfaithful (New York: William Morrow, 2012).

[3] Por ejemplo, J. Allan Petersen, The Myth of the Greener Grass (Wheaton, IL: Tyndale, 1983); E. Michael Lillibridge, The Love Book for Couples: Building a Healthy Relationship (Atlanta, GA: Humanics, 1984).

[4] Carol Meyers, Exodus (Nueva York: Cambridge University Press, 2005), p. 175.

[5] Richard M. Davison, Flame of Yahweh: Sexuality in the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2007), pp. 149-159; 174, 193-198, 200, 201, 346, 434-443.

[6] Davidson, Flame of Yahweh, pp. 354-361.

[7] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Asociación Publicadora Interamericana, 1998), t. 5, p. 289.

[8] Sean Chandler, “8 Things Married People Should Never Do… If They Want to Stay Married!”, Disponible en <www.modernministryblog.com/?s=Things+Married+People+Should+Never+Do+>, consultado el 15/6/2016.

[9] Lillibridge, The Love Book for Couples, pp. 7-14.

[10] Elena de White, El hogar cristiano (Buenos Aires: ACES, 2013), p. 147.