¿Cuál es la posición adventista acerca de la resurrección física, o corporal, de Cristo?

 Los adventistas creen en la resurrección física o corporal, de Jesucristo de los muertos tan seguramente como creen en su muerte expiatoria en el Calvario. Esta es una doctrina cardinal de la fe cristiana, porque el cristianismo descansa sobre el hecho indiscutible de que Cristo se levantó de los muertos (1 Cor. 15:17).

 La resurrección de Cristo no debe entenderse simplemente en un sentido espiritual. Verdaderamente se levantó de entre los muertos. El que salió de la tumba fue el mismo Jesús que vivió aquí en la carne. Salió con un cuerpo glorificado, pero era real —tan real que las mujeres y los discípulos que fueron al sepulcro lo vieron (Mat. 28:17; Mar. 16:9, 12. 14). Los dos discípulos que viajaban a Emmaús hablaron con él (Luc. 24). El mismo les dijo a los discípulos: “Mirad mis manos y mis pies” (Luc. 24:39). Tenía “carne” y “huesos” (vers. 39). Comió con ellos (vers. 43).

 Tomás tenía una buena razón para saber que se trataba del mismo Jesús, porque fue invitado: “Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado” (Juan 20:27). Sí, era el Salvador mismo. No era un espíritu, ni un aparecido. Era el mismo divino Hijo de Dios el que surgió de la tumba.

 La resurrección de Jesús nuestro Señor fue una parte vital del mensaje de la iglesia primitiva. Cuando los apóstoles predicaron, predicaron acerca de Cristo el Mesías, que había resucitado de entre los muertos. Anunciaban “en Jesús la resurrección de los muertos” (Hech. 4:2); “daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús” (Vers. 33); Pablo “predicaba a Jesús y la resurrección” (Hech. 17:18).

 La resurrección de Jesucristo es de importancia vital en el gran plan de salvación. Aun la muerte de Jesús, sublime como fue, no habría sido de ningún beneficio si no hubiera resucitado. El gran apóstol de los gentiles aclara esto en su resonante testimonio en favor del Cristo viviente. En ese maravilloso capítulo acerca de la resurrección, en su mensaje a la iglesia de Corinto, vemos el lugar vital que esta gran transacción tiene en el propósito de Dios. Notemos cuál habría sido la situación si Cristo no hubiera resucitado de los muertos.

1. La predicación del Evangelio no produciría ningún beneficio: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación” (1 Cor. 15:14).

2. No habría perdón por los pecados; “Y si Cristo no resucitó… aun estáis en vuestros pecados” (vers. 17).

3. No habría motivo para creer en Jesús: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana” (vers. 17).

4. No habría una resurrección general de los muertos: “Y si Cristo no es predicado que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” (vers. 12).

5. No habría esperanza más allá de la tumba: “Y si Cristo no resucitó… entonces también los que durmieron en Cristo son perdidos” (vers. 17, 18).

 Este es un mensaje de poder, porque es mediante el poder de su resurrección como vivimos la vida cristiana, y su vida es vivida en la vida del creyente.

 A los que son sepultados con Cristo en el bautismo se los representa como levantándose con él en su resurrección (Rom. 6:5, 8, 11; Efe. 2:4, 5; Col. 2:12, 13). Como resultado de esta unión con Cristo se imparte una nueva vida al creyente (Rom. 6:4; 2 Cor. 4:10, 11; Col. 3:10). Así tiene acceso al poder de la resurrección de Cristo (Efe. 1:19. 20; Fil. 3: 10; Heb. 7: 16).

 Una vez estuvimos muertos en nuestros pecados; ahora vivimos en Cristo. Fuimos crucificados con Cristo; ahora Cristo vive en nosotros (Gál. 2:20). Nuestra experiencia personal de este reavivamiento del alma, esta acción liberadora del Espíritu de vida, es el testigo interno y la evidencia suprema de la realidad de la resurrección.

 Por encima de todo, la resurrección de nuestro Señor es la seguridad de que también nosotros resucitaremos a su segunda venida (1 Cor. 15:20, 23).

La historicidad de la resurrección

A los cristianos primitivos se les dieron numerosas evidencias de este acontecimiento asombroso. Por lo menos hubo diez apariciones de Jesús después de su resurrección. (1) A María Magdalena: Marcos 16:9; Juan 20:14-17. (2) A las mujeres que iban a contarles a los discípulos que Cristo había resucitado: Mateo 28:9. (3) A Pedro: Lucas 24:34. (4) A los dos discípulos en el camino a Emmaús: Marcos 16:12; Lucas 24:15, 31. (5) A los discípulos reunidos en la noche del día de la resurrección: Marcos 16:14; Lucas 24:36; Juan 20:19. (6) A los discípulos reunidos una semana después: Juan 20:26-29. (7) A los discípulos en el mar de Galilea: Juan 21:1-22. (8) A los doce en una montaña de Galilea, con 500 hermanos presentes: Mateo 28:16; Marcos 16:7; 1 Corintios 15:6. (9) A Santiago: 1 Corintios 15:7. (10) A los once discípulos en el momento de la ascensión: Marcos 16:19; Lucas 24:50-52; Hechos 1:4-12.

 A. T. Robertson hace el siguiente comentario sobre la reunión con los 500 discípulos:

 “La fuerza de este testimonio está en el hecho de que la mayoría (hoi pleious) de ellos todavía cuando Pablo escribió esta epístola, no más de 25 años después de la resurrección de Cristo” (Word Pictures in the Testament, 1931, tomo 4, pág. 188).

 Además del -testimonio de los apóstoles y el de las mujeres,” está el testimonio del concilio judío (Mat. 28:11-15), y también el de las autoridades romanas, según los escritores de la iglesia primitiva. Pilato se relacionó con los hechos, y los registró en su informe regular al emperador. Eusebio, obispo del siglo cuarto e historiador eclesiástico, escribió:

 “Y cuando se había extendido la noticia de la maravillosa resurrección de nuestro Salvador de acuerdo con una antigua costumbre que prevalecía entre los dirigentes de las provincias, la de informar al emperador los nuevos acontecimientos que ocurrían en ellas, a fin de que nada escapara de su noticia. Pondo Pilato informó a Tiberio acerca de los informes que corrían por toda Palestina respecto de la resurrección de nuestro Salvador Jesucristo. También hizo un relato de otras maravillas que había aprendido acerca de él y de cómo, después de su muerte, habiéndose levantado de entre los muertos, muchos creían que era un dios”. [1]

 El populacho debió enterarse de ella, porque en el momento de la resurrección hubo un terremoto y muchos santos resucitaron. Estos fueron la contraparte, parcialmente por lo menos, de la gavilla mecida que se ofrecía antiguamente. El relato dice: “Y abriéronse los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad, v aparecieron a muchos” (Mat. 27:52, 53).

 Elena G. de White escribe lo siguiente, comentando este acontecimiento:

 “Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte, había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó, salieron con él… Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado…. Estos entraron en la ciudad, y aparecieron a muchos, declarando: Cristo ha resucitado de los muertos, y nosotros hemos resucitado con él. Así fue inmortalizada la sagrada verdad de la resurrección” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 716, 717).


Referencias

[1] También Tertuliano (Apol. 21) declara que Pilato elevó un informe oficial a Tiberio, y es muy probable que lo haya hecho. Justino Mártir (Apol. I. 35 y 48) menciona ciertas Actas de Pilato como un documento bien conocido en sus días, pero las así llamadas Actas de Pilato que todavía existen en varias formas son espurias, y pertenecen a un período muy posterior. Son muy fantásticas y curiosas (Nicene and Post-Nicene Fathers, segunda serie, tomo 1, pág. 105).