Necesitamos estar atentos, para no dañar la ética pastoral.

Como cristianos, existimos para marcar la diferencia en este mundo turbulento y falto de valores. Esta no es una tarea fácil de realizar por nosotros mismos, razón por la cual debemos colocarnos en las manos de Dios, para constituirnos la sal de la tierra y la luz del mundo (Mat. 5:13, 14).

Esto es una verdad, especialmente en cuanto al pastor. Como si fuese una vitrina humana para la sociedad en general, es admirado y defendido por muchas personas; considerado con indiferencia por otras; aparte de aquellas que, por motivos inconfesables, traman para denigrar y destruir su trabajo.

Es en este punto que, desde nuestro punto de vista, deben destacarse dos vocablos fundamentales, para darle nobleza a la conducta pastoral: ética y moral. La primera puede ser definida como “el conjunto de valores que orienta el comportamiento del individuo con relación a otras personas en la sociedad en la que vive, garantizando el bienestar social”. La moral puede definirse como el conjunto de reglas y de conductas consideradas válidas para cualquier tiempo o lugar, ya sea para un grupo como para una persona.

Son dos conceptos que se relacionan con la misma realidad. La palabra “ética” deriva del griego ethos, cuyo significado es “modo de ser”. La palabra “moral”, a su vez, deriva del latín mores, que significa “costumbres”. Émile Durkheim, científico que vivió entre 1858 y 1917, explicaba la moral como la “ciencia de las costumbres”, que antecede a la propia sociedad, es decir, el hombre tiene la capacidad consciente para distinguir entre el bien y el mal, en el contexto de su existencia.

En la vida pastoral

Actualmente, hemos oído hablar mucho sobre la ética, en diversos ámbitos sociales. En un mundo competitivo, en el cual se lucha para sobrevivir, las personas parecen haber olvidado los principios morales y éticos. Sin embrago, si existe un campo vocacional en el que deben ser enaltecidos por ejemplo y por precepto, es en el ambiente pastoral.

El ministerio pastoral es una tarea que se puede describir como multidisciplinaria. El pastor cumple su función como dirigente, consejero, psicólogo, educador, conciliador, capacitados predicador y administrador, entre otras actividades que se relacionan con el trato interpersonal. Por este motivo, necesita ser cuidadoso y respetuoso en el uso de las palabras, al emitir opiniones personales, al liderar comisiones, en su trato con otros dirigentes y con quienes son dirigidos; debe evitando las vulgaridades al expresar un buen humor y al tratar con el sexo opuesto. Como esposo y padre, jamás debe economizar en palabras y actitudes que expresen su amor y preocupación por su esposa e hijos.

En el trabajo pastoral no existe lugar para las actitudes discriminatorias. Este es un trabajo inclusivo, cuyo objetivo es restaurar y salvar a todas las personas. Aunque, por causa de nuestra personalidad, algunos individuos sean más exigentes en cuanto al trato requerido, necesitamos recordar que Cristo entregó su vida por todos. Esa es la razón principal por la cual el pastor debe amar a todas las personas. Como predicador y educador, el pastor no tiene el derecho de imponer sus ideas personales de un modo independiente al “Así dice Jehová”. Si transita por ese camino, perderá el objetivo para el cual fue llamado; esto es, el de predicar y enseñar la Palabra de Dios.

Preste atención

Necesitamos estar atentos, de manera de no dañar la ética pastoral. Tenga en mente algunas situaciones en las cuales esto podría suceder: al criticar a colegas de ministerio; hacer comentarios sobre las divergencias ministeriales delante de personas que son ajenas a la función pastoral; criticar a otras denominaciones religiosas; hablar sobre situaciones que nos confidenciaron durante nuestra consejería pastoral, etc. La lista puede ser inacabable. En el momento en que un pastor cae en una de estas trampas, pierde fuerza moral para aconsejar y orientar al rebaño. Él deja de ser confiable.

Recuerde: quienes usted lidera harán conforme a su ejemplo. Por esta razón es importante tener en mente el consejo del salmista: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado” (Sal. 1:1). Este también es el consejo de Pablo: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros

este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:3-5).

Finalmente, existe una regla dorada que guía todas nuestras relaciones, que Jesús mismo estableció: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12).

Sobre el autor: Esposa de pastor en la Asociación Minera Central, Rep. de Brasil.