Una de las creencias fundamentales de los adventistas del séptimo día se presenta así: “Hay un Santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En él, Cristo ejerce su ministerio en favor de nosotros, y pone a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una sola vez y para siempre en la cruz. Así llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote, y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, cuando concluyó el período profético de los 2.300 días, inició la segunda y última etapa de su ministerio expiatorio. Es el juicio investigador, que forma parte de la eliminación final de todo pecado, prefigurada por la purificación del antiguo Santuario hebreo en el Día de la Expiación.
“En ese servicio típico, se purificaba el Santuario con la sangre de animales ofrecidos en sacrificio, pero las cosas celestiales se purifican mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador revela a los seres celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo y son, por lo tanto, dignos de participar en la primera resurrección. También les pone de manifiesto quiénes, de entre los vivos, permanecen en Cristo, guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y están preparados para la traslación al Reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que permanecen leales recibirán el Reino”.
El tema del juicio se extiende a lo largo de las Escrituras entrelazado con el de la salvación. Presentados por medio de la impresionante didáctica de los servicios del Santuario terrenal, también recorren como un hilo de oro las Páginas Sagradas desde el Génesis hasta el Apocalipsis. De las lecciones extraídas del antiguo Día de la Expiación aprendemos que el juicio divino se divide en tres etapas: el juicio previo al advenimiento, antes de la segunda venida de Cristo; el que se celebra durante el milenio (1 Cor. 6:3); y el juicio ejecutivo, que ocurrirá al final del milenio.
La realidad de un juicio previo al advenimiento es, sin embargo, una de las enseñanzas adventistas más cuestionadas por muchos eruditos ajenos a la iglesia y por algunos de los que forman parte de ella. Pero las Escrituras ponen en evidencia que “desde el principio, en el trato de Dios con la humanidad caída, tal como se presenta en Génesis 3, podemos observar el desarrollo de un proceso judicial. Primero, el Señor investiga: ‘¿Dónde estás tú?’ ‘¿Quién te dijo que estabas desnudo?’ ‘¿Comiste del árbol? ¿Qué has hecho?’ (Ver Gén. 3:9-13.) Después, anuncia su sentencia, en los versículos 14 al 19”. Ése es uno de los argumentos que presenta Gerhard Pfandl al defender la realidad del juicio previo al advenimiento; una doctrina que tiene un sólido fundamento bíblico y que presentamos en este número del Ministerio Adventista.