La gracia divina es ofrecida a todo pecador por medio del sacrificio expiatorio de Cristo.

En el año 2013, la comisión que preparaba el nuevo himnario de una gran confesión evangélica de los Estados Unidos quería incluir la famosa canción contemporánea “In Christ Alone”, de Keith Getty y Stuart Townend. Sin embargo, para aceptar la canción, los integrantes de la comisión querían que los compositores autorizaran un cambio en la letra: en lugar de decir “hasta que en la cruz, al morir Jesús / la ira de Dios fue satisfecha”,[1] sugerían que dijera “hasta que en la cruz, al morir Jesús / el amor de Dios fue magnificado”.[2] La intención era suavizar el mensaje, retirando la referencia a la ira de Dios.

Los compositores no autorizaron el cambio, la comisión rechazó incluir la canción con su letra original, y el himno no entró en el himnario.[3] Según la explicación de la comisión, relacionar la Cruz con la ira divina produciría un efecto negativo, en lugar de construir la fe de las nuevas generaciones.[4] Por otro lado, Keith Getty, compositor del himno, planteó la siguiente pregunta: “¿Por qué muchos cristianos esquivan todo pensamiento relacionado con la ira de Dios?”[5]

¿Propiciación o Expiación?

Aparentemente, la Propiciación es una doctrina bíblica ofensiva para algunos. Hay quienes creen que solo el concepto de expiación, y no el de propiciación, es aplicable a la teología cristiana, pues la muerte de Cristo no tuvo el objetivo de aplacar la ira de Dios.[6] Libros populares para el público cristiano han presentado a Dios como alguien incapaz de airarse o de castigar.[7]

Otros tratan la expiación y la propiciación como sinónimos, a pesar de que los dos conceptos son muy diferentes. Como destaca correctamente Frank Holbrook: “Propiciación es una palabra personal: se propicia en favor de una persona. Expiación es una palabra impersonal: se expía del pecado o de un crimen”.[8] Es decir, propiciar es aplacar la ira, y expiar es corregir errores.

Los teólogos han debatido este tema en torno del significado de las palabras hebreas (kipper y otras relacionadas) y griegas (hilaskomai y otras relacionadas). Sin embargo, ya quedó demostrado que esta no es solo una cuestión de traducción de palabras, sino de comprensión de un concepto: la propiciación está presente en diversos contextos, aun cuando esas palabras clave no sean utilizadas.[9] La idea de la ira de Dios que se levanta y resulta en juicio, castigo, destrucción y muerte[10] está presente en toda la Biblia.[11] Su ira santa y justa no es equivalente a la ira humana, una emoción afín con la naturaleza pecaminosa (Mat. 5:21-26; Gal. 5:20; Efe. 4:31; Col. 3:8).

La diferencia básica entre propiciación y expiación está en la intención. En líneas generales, la propiciación vuelve (o mantiene) a la divinidad favorable al adorador, mientras que la expiación hace reparación por la ofensa cometida. En sus efectos, la propiciación se dirige primeramente a la divinidad; y la expiación, a los hechos de quien ha causado la ofensa a la divinidad.[12]

La Biblia presenta y enseña ambas, expiación y propiciación. Y el testimonio bíblico es claro al describir cómo la ira de Dios contra el pecado fue dirigida a sí mismo (en Jesucristo) a fin de que fuésemos perdonados. La salvación incluye tanto el perdón y la purificación de los pecados como la liberación de la ira divina: expiación y propiciación

Visión distorsionada

Las teologías que están más fundamentadas en sentimientos humanistas que en las Escrituras han oscurecido la santa indignación de Dios y han desarrollado teorías más suaves y más ajustadas a la sensibilidad del ser humano contemporáneo. Entre ellas, se destaca el Universalismo: al final, Dios va a salvar a todas las personas, se hayan arrepentido o no.

El necesario énfasis en la gracia y en el amor de Dios no debe esconder el aspecto santo y justo de su carácter. Dios es misericordioso y amoroso (Sal. 111:4; Luc. 6:36; 1 Juan 4:8), pero también es un “fuego consumidor” (Heb. 12:29) para el pecado, pues “horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Heb. 10:31).[13]

Como destaca John Stott, el pecado no provoca ira en nosotros mismos, y por eso no creemos que el pecado provoque la ira de Dios.[14] Tenemos que ser cuidadosos para no seleccionar de la Biblia solo lo que sea confortable, y crear un Dios que sea meramente la proyección de nuestros sentimientos y conceptos.

Por otro lado, las teologías centradas en el individuo y en su comportamiento también tienden a disminuir la severidad de la ira de Dios y la naturaleza propiciatoria de la muerte de Jesús –una obra que solo él podía haber hecho– al sugerir claramente que sería posible escapar de la ira divina solo imitando su ejemplo. Cuando el ser humano se ve ante Dios, consciente de su condición pecaminosa, siente la necesidad de orar como el publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Luc. 18:13), y no de proclamar sus obras como lo hizo el fariseo (vers. 11, 12).

Pablo, en su Carta a los Romanos, afirmó que la “ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres” (1:18); que el impenitente acumula para sí mismo “ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (2:5); y que será recompensado con “ira y enojo” (2:8). El apóstol afirmó también que “la ley produce ira” (4:15) y preguntó: “¿Qué diremos? ¿Que Dios es injusto al descargar sobre nosotros su ira? (vers. 3:5, NVI).

Felizmente, Pablo también presentó la solución: somos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia” (3:24, 25), y “estando ya justificados en su sangre [la de Cristo], por él seremos salvos de la ira” (5:9). Ese es el cuadro completo.

Una expresión del amor divino

Los críticos de la doctrina de la Propiciación hacen una caricatura del concepto bíblico. Presentan la imagen de un Dios airado que tiene que ser apaciguado por un hijo amoroso. Sin embargo, esa caracterización no es bíblica, pues no existe distinción entre el propósito del Padre y el propósito del Hijo. Padre e Hijo aman de igual modo y tienen la misma intención de salvar (1 Juan 4:10). En otras palabras, el mismo Dios hace la propiciación por causa de su amor (Juan 3:16).

Elena de White declara que “este gran sacrificio no fue hecho con el fin de crear amor por el hombre en el corazón del Padre, ni para predisponerlo a salvar. ¡No, no! […] No es que el Padre nos ame por causa de la gran Propiciación, sino que proveyó la Propiciación porque nos ama”.[15] La muerte de Cristo “no fue la causa del amor de Dios, sino el resultado de ese amor. Jesús murió porque Dios amó al mundo”.[16] El amor divino ofrece lo que la justicia divina exige, y Dios es tanto el reconciliador como el reconciliado (2 Cor. 5:19). En la Cruz, la justicia de Dios y su misericordia se besaron.

Para algunos estudiosos de la Biblia, la Propiciación es una doctrina pagana, pues los paganos ofrecían sacrificios para calmar a sus dioses. Sin embargo, a pesar de la nomenclatura semejante, hay una diferencia teológica entre los conceptos: en la teología cristiana, Dios se sacrificó para aplacar los efectos de su ira. Él “estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Cor. 5:19).[17]

El concepto bíblico de Propiciación establece que, en la Cruz, Dios propició su propia ira, volviendo contra sí mismo su indignación, cuando “Cristo debía tomar sobre sí la ira de Dios que, en justicia, debería caer sobre el ser humano”.[18]

La Propiciación evoca las palabras de Abraham: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto” (Gén. 22:8), y la afirmación de Isaías de que “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Isa. 53:10). Esta es, por lo tanto, una expresión del amor de Dios por sus hijos, pues “el don que los reconcilia consigo mismo proviene de él”.[19]

En el Calvario, Jesús estaba “sufriendo el castigo que nos correspondía, la ira de Dios contra la transgresión”.[20] Fue el “sentido de la ira de su Padre” y el “peso abrumador de los pecados del mundo” lo que tan rápidamente puso fin a la vida de Cristo en la Cruz.[21] El carácter propiciatorio del sacrificio de Cristo lo llevó a pasar por algo semejante a “lo que los pecadores sentirán cuando las copas de la ira de Dios sean derramadas sobre ellos”.[22]

Conclusión

Propiciación y Expiación van de la mano, y el desvío de la ira de Dios se dio por medio de la Expiación.[23] Conceptualmente, el Día de la Expiación (Lev. 16) contenía elementos de la Propiciación y de la Expiación, remoción de pecados y aplacamiento de la ira divina. Estos elementos continúan en el Día antitípico de la Expiación. Por eso, la predicación bíblica contemporánea debe preguntarse seriamente: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3). La Biblia enseña que la justicia implica castigo, y esa visión no es exclusiva del Antiguo Testamento (2 Ped. 2:4-9; Mat. 23:29-38; 2 Cor. 5:10, 11).

Si la Biblia no tiene ninguna dificultad en vincular el amor de Dios con el concepto impopular de Propiciación, nosotros tampoco deberíamos tenerla. En lugar de separar el amor de la Propiciación, tenemos que darles el lugar que la Biblia les concede, pues es solamente en el sacrificio propiciatorio y expiatorio de Cristo que el amor encuentra su máxima expresión: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).

Cuando es correctamente comprendida, la doctrina de la Propiciación nos coloca de rodillas y vacía toda pretensión humana de autosalvación. A medida que comprendemos la severidad de la ira de la cual escapamos, y cuánto le costó al Padre, nos convencemos de que no teníamos ni la menor chance de salvación. Nuestra única reacción debe ser semejante a la de los ancianos de Apocalipsis 4:10: quitarnos la corona de nuestra cabeza, echarla delante del Trono, a los pies de Dios, y adorar a aquel que vive por siempre y para siempre.

Sobre el autor: pastor del Instituto Adventista Paranaense, en Brasil.


Referencias

[1] En inglés: “The wrath of God was satisfied”.

[2] En inglés: “The love of God was magnified”

[3] Himnario Glory to God, Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos (PCUSA). Anteriormente, en 2010, otro himnario ya había publicado el himno con el texto alterado sin la autorización de los compositores. Ver David Music (ed.), Celebrating Grace Hymnal (Macon: Mercer University, Celebrating Grace, 2010).

[4] Ed Thornton, “‘The wrath of God was satisfied’ loses hymn its place in new book”, <https://is.gd/fgWpXf>

[5] Jim White, “Removal of song from a hymnal because of reference to an atonement theory is drawing the ire of some”, <https://is.gd/uiVzZd>

[6] La propiciación es esencialmente un proceso por el cual alguien le hace un favor a una persona a fin de conseguir su favor; pero en el Nuevo Testamento Dios nunca es objeto de propiciación, dado que él ya está del lado de las personas”. Ver los subdominios 40.9 y 40.12 en Johannes Louw, Eugene Nida y Rondal Smith, Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on semantic domains (Nueva York: United Bible Societies, 1988-1989), t. 1.

[7] William P. Young, A Cabana (Río de Janeiro: Sextante, 2008.), pp. 109, 174, 208.

[8] Frank B. Holbrook, O Sacerdocio Expiatorio de Jesús Cristo (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2002), p. 90.

[9] Gén. 8:21; 1 Sam. 26:19; Job 42:7, 8; Eze. 5:13. Los textos bíblicos en este artículo corresponden a la versión Reina-Valera 1960.

[10] Éxo. 32:14, 30; Núm. 25:13; 2 Sam. 21:1-14; 2 Rey. 24:1-4; Sal. 106:30; Lam. 3:42-47; Dan. 9:7-19.

[11] Para un estudio más profundo sobre la ira de Dios, ver Emilson dos Reis, A Ira de Deus no Mundo dos Homens (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2017).

[12] David Hill, Greek Words and Hebrew Meanings: Studies in the Semantics of Soteriological Terms (Eugene: Wipf and Stock Publishers, 2000), p. 23.

[13] “Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo” (Heb. 10:30). Por eso, debemos servirlo “agradándole con temor y reverencia” (Heb. 12:28).

[14] John Stott, A Cruz de Cristo (San Pablo: Vida, 1991), p. 98.

[15] Elena de White, El camino a Cristo (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2014), p. 11.

[16] Elena de White, “Ye Are Laborers Together With God”, The Review and Herald (2/9/1890).

[17] Según Holbrook, la muerte de Cristo “jamás significó el aplacamiento de la ira del Padre del modo en que los paganos aplacan a sus dioses. Al contrario, su muerte fue el medio por el cual el Dios triuno decidió aplacar o sofocar la ‘ira’ divina de una forma coherente con su santidad y que, al mismo tiempo, tornase posible la salvación de los pecadores arrepentidos”, p. 90.

[18] Elena de White, Confrontation (egwwritings. org, Ellen G. White Estate, 2011), p. 19.

[19] Elena de White, Profetas y reyes (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), p. 505.

[20] Elena de White, Mensajes selectos (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), t. 3, p. 154.

[21] Elena de White, Joyas de los testimonios (egwwritings. org, Ellen G. White Estate, 2012), t. 1, p. 225.

[22] Ib.d., p. 227.

[23] Elena de White, Carta 91, 30/1/1895. Ella cita Heb. 2:17 en la versión King James y completa el argumento: “[…] ‘para hacer reconciliación por los pecados del pueblo’ por medio de la expiación’ ”.