Vivir con la motivación del regreso de Jesús

La Biblia puede ser considerada el libro de las promesas.

Las preciosas y grandes promesas de Dios nos aseguran el crecimiento en la gracia (2 Ped. 1:4-7), y nos estimulan a la purificación “de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1). Son cumplidas debido a su carácter -él no miente (Núm. 21:19)-, y se ciñen al plan de redención cumplido en Cristo.

Debemos confiar en sus promesas y recibir la motivación que ellas contienen. ¿Quién, por ejemplo, no se ha visto fortalecido para enfrentar una circunstancia difícil con la promesa del Salmo 91?

Las promesas de Dios son el fruto de su amor. Por esta razón, ellas se convierten en la fuente de esperanza, “la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Heb. 6:18,19). La mayor esperanza, entonces, proviene de la mayor promesa, a la cual se une a través del plan de salvación de Dios, si tomamos en cuenta que no hay algo más importante que nuestra salvación.

Ahora caminamos hacia el momento en que este plan alcanzará su más pleno y definitivo cumplimiento en la experiencia de quienes tengan a Jesús como Salvador y Señor. Eso se producirá con su segunda venida a la Tierra con poder, gloria y majestad. La mayor de todas las promesas, que infunde la mayor de todas las esperanzas, fue hecha por el propio Señor poco antes de regresar al cielo: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3).

Tema bíblico por excelencia

Dudar de que esto ocurra, ante todo, es dudar de Dios, pues el énfasis que la Biblia le da al regreso de Jesús es irrefutable. Son cerca de dos mil quinientas referencias; solo en el Nuevo Testamento se menciona una vez cada veinte versículos y medio. Es uno de los temas más preponderantes de la Biblia. Jesús volverá Tenemos la palabra divina, que ha sido empeñada.

El regreso de Jesús iniciará la última etapa del proceso que resultará en la erradicación definitiva del pecado, que es lo que Dios más anhela. La historia que se ha visto marcada por conflictos, sufrimiento y muerte llegará a su fin con la restauración plena de todas las cosas. Dios, que desea nuestro bienestar, no podría sino destacar este hecho tan significativo.

De hecho, el regreso de Jesús es, entre todas, la mayor esperanza porque, en el día en que se manifieste, todo miembro de la familia de Dios en la Tierra se unirá corporalmente a la familia de Dios en el cielo. Cuando esto ocurra, “estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:17).

Falta poco

No está lejos el día en que esta gran esperanza se concretará; el cumplimiento de las profecías no deja dudas al respecto. Jesús fue muy claro al afirmar: “[…] cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mat. 24:33). “Estas cosas” son los eventos mencionados en el discurso escatológico de Jesús en Mateo 24 y 25, Marcos 13 y Lucas 21, que indican la proximidad del fin. Entre ellas, se mencionan: angustia entre las naciones, hombres desmayando de miedo, guerras, hambres, pestes, terremotos, falsos profetas y falsos cristos obrando milagros, la multiplicación de la maldad y la predicación del evangelio en todo el mundo.

Este discurso de Jesús está en sintonía con el resto del Nuevo Testamento. Pablo afirmó que los últimos días serían tiempos difíciles (2 Tim. 3:1-5). En conclusión, somos testigos del desmoronamiento moral en cada aspecto de la sociedad.

Santiago se refiere al conocido conflicto entre el capital y el trabajo “en los últimos días” (Sant. 5:1-6). ¿Quién podría negar el desequilibrio económico en el mundo, tanto en términos individuales como globales? Sumas acaudaladas están en posesión de unos pocos mientras que muchos padecen de hambre.

A todo esto se suman las advertencias de los científicos en relación con los peligros de la contaminación atmosférica, del efecto invernadero, de la reducción de agua potable y de otros males ecológicos. ¿Qué más queremos ver que nos convenza de que el fin está cerca?

Cómo volverá Jesús

Volverá en gloria y “para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron” (2 Tes. 1:10). Volverá con una triple gloria: la suya, la del Padre y la de los ángeles (Luc. 9:26). Será una escena deslumbrante, más allá de lo que se puede describir.

Al momento de su ascensión, ángeles de Dios reafirmaron la promesa de su regreso y nos anticiparon cómo sería: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hech. 1:11). Su ascenso fue literal y así será su regreso. Él no vendrá como un espíritu desencarnado, pues en su resurrección su cuerpo volvió a la vida (ver Luc. 24:36-43; Hech. 1:3,4). Jesús tampoco regresará en secreto o de forma invisible, como algunos suponen, porque su ascensión no fue así. Los discípulos lo vieron subir. Cuando él vuelva, todos lo verán (Apoc. 1:7; ver Mat. 24:30).

Jesús, al prever esto, nos advirtió: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:27). La figura del relámpago no ¡lustra rapidez, sino la visibilidad de su venida. Él dijo que el relámpago “se muestra”. No será necesario que alguien nos cuente que Jesús volvió, pues su venida será vista por todos.

Por qué volverá Jesús

Ante todo, volverá a buscar a su pueblo y a conducirlo al hogar que les ha preparado. Este hecho, sin embargo, es solo una cara de la moneda. La Biblia es bien clara al informarnos que los desobedientes e impíos no tendrán escapatoria; serán destruidos por la presencia del Señor (1 Tes. 5:3; 2 Tes. 1:8, 9; 2:8).

En cuanto a los salvos, habrá dos grupos cuando Jesús regrese: los que se hallan en los sepulcros y los vivos. Los primeros resucitarán incorruptibles. Los segundos serán transformados en un abrir y cerrar de ojos, adquiriendo el mismo estado de los que resucitaron: un cuerpo perfecto, saludable e inmortal (1 Cor. 15:51-53). Entonces, los dos grupos se reunirán en una única e innumerable multitud que será arrebatada para “recibir al Señor en el aire” (1 Tes. 4:17).

Se habla mucho sobre el rapto secreto. Todavía no se ha hallado ningún pasaje bíblico que nos sugiera este tipo de arrebatamiento de la iglesia años antes de la segunda venida de Jesús, o en cualquier otro momento. El único arrebatamiento de los creyentes del que habla la Biblia es el de 1 Tesalonicenses 4:16 y 17, que será cualquier cosa menos secreto. Este texto habla de una voz de mando, de arcángel y trompeta de Dios, de muertos resucitando. ¿Podrá ser secreto? Al contrario.

Además de esto, el texto aclara que el arrebatamiento visible de los creyentes ocurrirá exactamente en el día de la manifestación gloriosa y visible de Jesús en su segunda venida; no antes. Por lo tanto, el rapto no puede ser una señal de la proximidad de su venida, pues es, de hecho, un evento que ocurrirá en ocasión de ella. Los acontecimientos son simultáneos. Así, aquel que, basado en la teoría del rapto secreto de la iglesia, decide aguardar este evento para luego prepararse para el regreso de Jesús, en la esperanza de que después tendrá otros siete años antes de que él venga, no se preparará nunca, porque este rapto nunca ocurrirá.

Conclusión

Vivir con la motivación del regreso de Jesús es tener la vida enteramente dedicada a él, y todos los intereses volcados a lo alto “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col. 3:1). Es mantener la conciencia despierta y atenta a los solemnes acontecimientos que ocurren, y que culminarán con la llegada del Rey de gloria.

Vivimos en el tiempo dorado del cumplimiento profético, porque nos aproximamos a la culminación de la historia. Esto nos debe mantener doblemente prevenidos: mientras dedicamos toda nuestra atención a cómo Dios está conduciendo la historia y cumpliendo en ella cada etapa de su propósito salvífico, nos compete estar atentos contra las enseñanzas distorsionadas que inevitablemente nos desviarían del camino que él nos propuso.

Ante los eventos finales que vemos en la actualidad, Jesús nos desafía con la necesidad de mantenernos sobrios, y de velar y orar (Luc. 21:34, 36). Su regreso a este mundo será la culminación de la historia y la materialización de todos los sueños y las esperanzas. Debemos estar listos a fin de que, cuando él se manifieste, seamos recibidos para disfrutar, junto a él, la eternidad.

“Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mat. 24:44).

Sobre el autor: Pastor jubilado, fue profesor de Nuevo Testamento en la Universidad Adventista de San Pablo.