En mi experiencia como consejero matrimonial, al dirigir numerosos “encuentros de matrimonios”, he conversado con muchos ministros y sus esposas acerca de los problemas que suele haber en los matrimonios de pastores. ¿Cómo definirlos? ¿Cómo encararlos y resolverlos? No es fácil hacerlo, pero no es imposible tampoco.
Algunos pastores siguen creyendo que ellos y sus familias están por encima de los problemas que afligen a los demás mortales. Hay que abandonar ese concepto absurdo y encarar la vida tal como lo hacen los demás. Los problemas y conflictos surgen cuando evaluamos nuestro desempeño en los diferentes papeles que nos tocan en el hogar, la iglesia y la comunidad.
Cuando se gradúa, el pastor supuestamente sabe cuáles son los papeles que debe desempeñar, y procura hacerlo de la mejor manera posible. Mientras tanto, a su lado está su esposa que, aunque esté dispuesta a actuar y a cumplir con sus funciones de la misma forma, no siempre sabe con exactitud qué papeles debe cumplir en los diferentes sectores donde actúa, tales como el hogar, la iglesia y la comunidad.
Bajo intensa presión y frente a las grandes expectativas provenientes de la colectividad, de los miembros de la iglesia y, muchas veces, del propio marido, que también vive bajo presión, ella trata de hacer lo mejor. Pero no siempre consigue agradar a todos, ni siquiera a sí misma. Y así, como consecuencia de falsas expectativas, surgen los problemas en el matrimonio.
Mujer en primer lugar
Según el Dr. Charles E. Wittschiebe, profesor jubilado de la Universidad Andrews, la esposa del pastor debe ser mujer en primer lugar; después, esposa de pastor. Explica su opinión diciendo que una mujer joven con frecuencia tiene la impresión de que la esposa del pastor debe ser un ente mitológico, casi artificial. Si se esfuerza y trabaja mucho para acomodarse a ese modelo de mujer, puede perder algo de su propia humanidad, naturalidad y espontaneidad.
Por lo tanto, debería ser en primer lugar ella misma, en el amor de Dios y de su marido, expresando ese amor calurosamente y con intensidad emocional. Después le será fácil adquirir y desarrollar las amorosas cualidades de una esposa de pastor al relacionarse con la gente.
Si el pastor se acerca a su esposa que está junto a la mesada de la cocina y la acaricia, generalmente no le dice: “¡Estoy tan feliz de estar con mi obrera predilecta!”, o “¡Estoy tan contento de estar con mi ovejita!” Sólo la acaricia, como un hombre acaricia a su mujer, de manera que ella se siente amada. Es posible que ella le diga: “¡No hagas eso!”, pero en el fondo de su corazón no es precisamente eso lo que quiere decir. Es esencial que se mantenga viva la relación romántica entre el hombre y la mujer.
Los familiares del pastor experimentan una fuerte presión que proviene de las expectativas relativas a un comportamiento correcto y perfecto. El individuo tiene que desempeñar su papel de manera intachable, y eso interfiere con la vida amorosa del “matrimonio pastoral”. Esta visión tan limitada caracteriza la experiencia conyugal del pastor y de su esposa y hace de ella una relación carente de calor y sin intimidad alguna, sin pasión, sin vitalidad, sin alegría.
Es muy bueno “cortejar” a la esposa. No sólo es bueno sino indispensable. Llego a esta conclusión cuando leo en la Biblia el Cantar de los Cantares. Sería bueno que los esposos leyeran juntos ese texto bíblico romántico, para enriquecer así su relación amorosa.
Las viudas de la iglesia
En nuestras tareas de consejeros hemos encontrado a mujeres cuyos maridos creen que es más importante predicar el evangelio que dedicar algún tiempo para atender las necesidades de su esposa, para conservar el matrimonio. Son “las viudas de la iglesia”. La esposa del pastor con frecuencia tiende a ser una viuda de la iglesia, y los hijos son los huérfanos de la iglesia. A veces los hombres son activos en la obra porque prefieren hacer eso a estar en casa, lo que les da una piadosa explicación acerca de su ausencia del hogar.
Si alguien dedica todas las noches a una campaña de evangelización, se lo considera “un gran hombre”. Todos dicen: “Es un obrero fantástico, valiente, precioso, maravilloso”. Pero, ¿qué dicen en cuanto a su dedicación a la familia? Y es posible que ese obrero tan alabado esté usando esa actividad como un pretexto para no estar en casa. Puede ser que no le guste mucho estar al lado de su esposa, y de este modo encuentra la manera de ausentarse.
Es muy difícil entablar una conversación acerca del tiempo que se dedica a la familia cuando el marido y padre siempre dice: “Estoy dedicado a la obra de salvar almas”.
Es difícil luchar contra Dios; por eso el hombre es piadoso. Lo opuesto también sucede a veces, y por alguna razón la relación entre los esposos se vuelve insoportable.
¿Cómo podemos, al aconsejar a matrimonios, ayudar a la pareja a enfrentar y resolver esta situación? Para empezar debemos decir que en este caso se está usando la religión como una cortina de humo, como un disfraz, como una fuga, como una táctica para menospreciar a la otra persona. Debemos analizar las emociones que conducen a ese tipo de ataque, a
abrir la infección para que drene. Es necesario llegar a la verdadera razón por la cual un marido está actuando de esa manera.
En busca de soluciones
¿Qué podemos decir acerca del consejo matrimonial para un pastor y su esposa? Cuando la pareja reconoce que hay en su “matrimonio pastoral” un problema que no logra resolver, ¿qué se debe hacer?
En una de sus entrevistas sobre este asunto el Dr. C. E. Wittschiebe formuló una declaración tan importante y significativa que creo es la mejor respuesta a esta situación. Dijo: “Hemos llevado demasiado lejos la idea de que un pastor está por encima de los demás hombres y de toda flaqueza humana, de que en esto también es modelo y ejemplo. En verdad, es un hombre con flaquezas y fallas como todos los demás, e introduce en su matrimonio pastoral todos los problemas de su juventud”.
Imaginemos a un pastor que tuvo una relación deficiente con su madre, o su padre, y está confundido emocionalmente. Lleva todo eso a su matrimonio, y no es capaz de expresar ni amor ni rabia como debería hacerlo. Imaginemos además que la esposa tiene un concepto horrible acerca del sexo, y ella también lleva todo eso a su casamiento. Seguramente necesitan consejo. Sin duda el pastor guiará mejor a los demás a la salvación si primeramente ha logrado salvar su hogar.
No nos podemos engañar pensando que todos los hogares pastorales gozan de perfecta salud emocional. El pastor y su esposa son seres humanos, contra los cuales el enemigo también dirige sus ataques, y a veces con más contundencia que en otros casos. Un hombre puede tener la necesidad compulsiva de trabajar para Dios, y termina olvidándose de su familia. Ciertamente conseguirá buenos resultados en su trabajo, pero su familia sufrirá. La esposa se resentirá porque la obra le absorbe todo el tiempo a su marido, y se enojará con las mujeres que lo buscan: Los hijos se resentirán porque no disponen de la presencia y la compañía del padre cuando la necesitan y la desean. Y la primera consecuencia de esto, al cabo de quince años, será un hogar arruinado. Es posible inclusive que la esposa se enrede con otro hombre. ¡Y todo esto se podría haber evitado!
Necesitamos más consejeros calificados a quienes nuestros pastores y sus esposas puedan recurrir. Lamentablemente, hasta hace poco, la palabra “psicología” tenía una connotación negativa. Pero debemos recordar que esta ciencia, como estudio de la mente y las emociones, es algo muy bueno cuando se la aplica como corresponde. Las Escrituras están repletas de principios psicológicos.
Por el momento tenemos una propuesta que podría ser muy beneficiosa para los matrimonios de pastores. El aconsejamiento por correspondencia es totalmente discreto. En verdad, ya lo estamos haciendo esporádicamente, sin hacerle mucha propaganda; pero ahora creemos que debemos extender este servicio a todos los pastores, sus esposas y a los demás obreros.
Si tuviera interés en este tema, entre en contacto, por favor, con el Dr. José Carlos Ebling, Caixa Postal 11, CEP 13165-970, Engenheiro Coelho, SP, Brasil, o con el Dr. Antonio Estrada Miranda, Caixa Postal 11, CEP 13165-970, Engenheiro Coelho, SP, Brasil. E- mail: aestrada@iaec2.br
Sobre el autor: Es doctor en Filosofía y consejero matrimonial en el Instituto Adventista de Ensino, Engenheiro Coelho, San Pablo, Brasil.