Entrevista a Calvin Miller
Autor: Derek Morris
Sobre el autor: D. Min., es profesor en la Escuela de Religión, en la Southern Adventist University, Collegedale, Tennessee.
Derek Morris: En su libro Market Place Preaching (La predicación del mercado),[1] usted hace un fuerte llamamiento a que volvamos al sermón del mercado. ¿Qué quiere decir con esa expresión?
Calvin Miller: Quiero decir que deberíamos comenzar donde se encuentra la gente, no donde nosotros estamos. El Nuevo Testamento fue escrito en el griego koiné, que era el griego común o del mercado. Cuando fue traducido al latín por Jerónimo, éste lo hizo en el latín vulgar o del mercado. El mercado es donde vive, transita y dialoga la gente, y donde las personas emplean un lenguaje coloquial. La predicación del mercado mantiene las cosas dentro de lo vernáculo. Es un estilo conversacional al cual la gente está acostumbrada. Es lo que yo llamo predicar “en vulgata” (en el lenguaje del vulgo). La iglesia, una vez más, debe aprender a predicar sermones del mercado en vulgata. Los predicadores deben predicar en un estilo conversacional. Deben apelar al corazón de aquellos que están fuera de la iglesia.
DM: De modo que usted quiere llevar el sermón al lugar donde el pueblo pueda entenderlo.
CM: Sí. He descubierto que para formar una iglesia de diez a 3,500 miembros, debe uno comenzar donde se encuentra la gente. Jesucristo fue un Salvador del mercado. Incluso fue criticado por identificarse demasiado con el mercado. Usted recuerda la predicación de Jesús junto al pozo, donde trataba de involucrar a alguien en la conversación. El pozo era un centro muy frecuentado; era el mercado, por así decirlo. Y creo que la predicación tiene que mantenerse allí.
DM: ¿Cuál es el método más efectivo para predicar el sermón del mercado?
CM: Creo que la narración de historias es un método poderoso. Estoy leyendo acerca de cómo los abogados manejan las historias. Es raro que un abogado presente un caso sin decir: “Esto es lo que ocurrió”. Y luego describe al jurado la historia que ocurrió. Hace poco leí un artículo en el Wall Street Journal acerca de un abogado que usaba historias en tercera persona para convencer al jurado de que ciertas cosas eran verdaderas. Jesús usó las parábolas de la misma manera.
DM: ¿Cómo respondería usted a aquellos que sugieren que la predicación expositiva es más poderosa que la predicación de historias o narraciones?
CM: Para mí la historia es la exposición. Cuando se le preguntó a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?”, ¡no contestó con una raíz griega o hebrea! Dijo: “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó…” Y relató una historia. El diez por ciento de la Biblia es precepto, y el 90 por ciento, narrativa. Creo que para la mentalidad del mercado, la historia es un poderoso expositor.
DM: ¿Cuál es el mejor marco para el sermón del mercado?
CM: La predicación del mercado ocurre más efectivamente en el contexto de la adoración del mercado. “La adoración tipo vulgata (vulgo)”, como la llamo, debe ser relacional, coloquial y relevante. Debe existir para la gente de la calle. Ya no podemos construir elevadas y gruesas murallas góticas, con vitrales que parecen expulsar al mundo. Nosotros debemos llevar el mensaje al mundo y simplemente predicarlo al aire libre. Una de las cosas más impresionantes que Leif Anderson hizo jamás fue llevar sus ceremoniales de la pascua al Centro Comercial de las Américas. No es mala idea. Es allí donde el mundo se desplaza ininterrumpidamente. La gente transita por el centro comercial, no por los pasillos de la iglesia. De modo que usted debe llevar su coro y contar la historia allí. Fue así como comenzó el cristianismo. Y floreció hasta que llegaron a tener edificios. Una vez adoptamos el provincialista punto de vista de que deberíamos separamos de otros y hacer nuestros negocios lejos del bullicio del mercado; entonces fuimos menos efectivos y menos exitosos.
DM: Usted menciona en Market Place Preaching[2] que la iglesia parece estar más contenta de morir dentro del edificio que predicar fuera de él. ¿Por qué cree que es así? ¿Tenemos reservas o temor de predicar en el mercado?
CM: La mayoría de nosotros siente una cierta necesidad de proteger nuestro testimonio y nuestro estilo de adoración. Los cristianos se destacan por no querer hablar de Jesús en el mercado. Ellos lo hacen en la iglesia, pero no en su trabajo o en el centro comercial. No queremos exponemos a ser tratados con rudeza o que no les gustemos a otros por lo que creemos; así que pensamos que lo más prudente es no hacerlo en estos escenarios. Pero si los cristianos hablaran de Jesús en el mercado, llegarían a ser más creíbles y atractivos.
DM: ¿Qué quiere decir usted cuando declara que la predicación efectiva del mercado requiere mucha preparación y una exposición llana?
CM: Uno de los mayores atractivos de la historia es la espontaneidad. Cuando usted escucha hablar a Fred Craddock, parece que improvisa lo que dice. Pero nada más lejos de la verdad. Detrás hubo una cuidadosa preparación. Yo creo de todo corazón que se debería escribir el sermón. Estoy convencido de que usted no podría presentar sermones del mercado sin antes escribirlos. No creo que pueda ser capaz de producir nada duradero sin escribirlo. Siempre que terminemos de preparar un sermón, debemos repasarlo, frase por frase, reemplazando las palabras débiles por otras más fuertes. Cada una de las palabras claves del sermón debe cantar e impactar. De ahí que deba memorizarse la fraseología. Si usted va a usar una línea o dos de un poema, memorícelas. Repáselo todo varias veces, hasta que quede absolutamente claro.
DM: Usted dijo que la preparación debe ser concienzuda. Pero ¿qué en cuanto a la presentación del sermón del mercado?
CM: La presentación debe hacerse en tono conversacional, lo suficientemente sencillo para que, si algo inesperado ocurre, usted pueda reírse de ello. En cierta ocasión, mientras el predicador estaba en medio del sermón, una niñita se soltó de las manos de su madre, corrió por el pasillo, y llegó hasta la plataforma. El predicador se detuvo por un momento, la levantó, y dijo: “¿No es preciosa?” ¡La multitud rompió en aplausos! Entonces el predicador añadió: -”¡No sé quién sea ella, pero usted tiene treinta segundos para reclamarla; si no, será mía!” Y luego continuó el sermón. El predicador había dedicado mucho tiempo a la preparación de este sermón, pero en la presentación era bastante espontáneo y natural. Pareció ser humano; y la humanidad, más que cualquier otra cualidad horizontal, vende un sermón.
El predicador del mercado tiene un interés genuino en la gente que está escuchando el mensaje. Este amor por la gente es, incluso, más importante que un aprecio por el tema. Es por eso que yo abogo por “romper” con el escrito justo antes del sermón. Con eso quiero decir que, durante los últimos diez minutos antes de presentar su sermón, deje de mirar el manuscrito. Aléjese de él y salude a algunas personas. Permita que sus oyentes lleguen a ser el objetivo en su mente. Despéguese de su documento y entre en su mundo. Si no lo hace, quedará atado a su documento y no será capaz de identificarse con sus oyentes.
DM: Otra estrategia que usted sugiere para conectarse con sus oyentes del mercado es el comienzo casual, lo que usted llama “el discurso antes del discurso”.[3] ¿Qué trata de lograr en este comienzo casual del sermón del mercado?
CM: Esta es una época de relaciones, y yo no creo que los seminarios se especialicen en enseñar comunicación relacional. Ellos enseñan liturgia y una elevada adoración, pero casi nunca tocan la comunicación relacional. Cuando los sembradores de iglesias salen para pararse frente a la tienda o en el centro comercial, hablan a la gente que no sabe de liturgias. Tenemos que comenzar donde se encuentra la gente. Es por eso que la comunicación relacional es tan importante. Establecer una relación orador/oyente es la clave principal para abrir la comunicación efectiva. No ocurre mucho hasta que se fije la amistad. En los momentos iniciales del establecimiento de la relación con el oyente, la clave tiene que ver más con los sentimientos que con los argumentos. Estos últimos no se escuchan hasta que el sentido emotivo del orador y de los oyentes se hayan integrado. Sólo después que hayamos establecido una comunicación relacional podremos lograr una unidad en los argumentos.
DM: No puedo evitar reírme un poco cuando leo sus estrategias del sermón del mercado para mantener el interés de sus oyentes. ¡Usted sugiere tácticas muy radicales como la astucia que sorprende![4] ¿Por qué es tan importante para usted conservar la atención de la audiencia?
CM: Nada puede lograrse una vez que se pierde el interés. Nada. La gente no será inspirada por aquello que les aburre. Tienen que estar interesados, sólo así pueden ser inspirados. Me duele escuchar a un predicador enunciar una gran verdad en un tono tan aburrido e intrascendente, que la congregación pierde todo interés en ella. El interés es el elemento clave para mover a la gente de la verdad a la inspiración, y de allí a la acción.
DM: ¿Qué consejo daría usted a un pastor que siente el llamamiento a predicar sermones del mercado?
CM: Que analice a su audiencia. Yo tomo esto muy en serio. Por lo general, cuando recibo una invitación para predicar, pregunto: “¿Es su iglesia formal o informal? “¿Cómo viste usted como pastor?” “¿Cómo viste la gente?” Usted no querrá herir los sentimientos de la gente. Cuando yo prediqué para William Willimon me puse una túnica, porque todos se la ponen. Rick Warren predica sin calcetines, y es porque su gente en California va a la iglesia sin calcetines.
La identidad es un asunto importante, y si el predicador atenta contra ella, la gente se distanciará de él. Por lo tanto, necesitamos identificarnos con la audiencia. También pienso que los hábitos de lectura de un pastor determinarán su efectividad en el mercado. Lea algunas novelas, biografías, psicología popular. Mientras más ampliamente pueda usted citar nombres que son autoridad para su audiencia, más poder o influencia tendrá sobre ella.
Y recuerde, un sermón nunca termina hasta que se haya pronunciado la bendición. Mientras usted predica, puede cambiar de táctica si su actuación no está funcionando. Puede añadírsele, borrársele algo, e incluso descartarlo. Una mañana un hombre literalmente murió de un ataque al corazón en nuestro culto de adoración. No recuerdo el sermón de aquel día; lo que sí recuerdo es que cuando la ambulancia de la cruz roja vino a la iglesia y entró en el santuario, me senté con la viuda y oré con ella, mientras la iglesia se reunía alrededor de nosotros también en oración. Esos son momentos cuando la predicación es de una naturaleza totalmente diferente, pero es predicación en alta voz. Es predicar donde la gente se encuentra: en el mercado.
Sobre el autor: D. Min., es profesor de comunicación y estudios ministeriales en el Southwestern Theological Seminary, Fort Worth, Texas.
Referencias
[1] Calvin Miller, Marketplace Preaching: How to Return the Sermon to Where It Belongs (Grand Rapids, Mich.: Baker Books, 1995).
[2] Id., pág.96
[3] Calvin Miller, The Empowered Communicator: 7 ways to Unlocking an Audience (Nashville: Broadman and Holman, 1994), págs. 19-24.
[4] Id., págs. 198,199