El apóstol Pablo señaló con propiedad el glorioso privilegio de ser un predicador del Evangelio de salvación. Se denominó a sí mismo “siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el Evangelio de Dios.” (Rom. 1:1
Ser apartado para la predicación del Evangelio de» Dios constituye una designación suprema: es una relación de Señor a siervo. Esta no es la relación común de siervo, en la cual todos los cristianos están por Cristo su Señor, sino la relación especial de oficio, de servicio en el reino de Cristo. Los siervos de un rey son oficiales de elevada graduación. En esta relación “siervo” expresa dignidad y honor. Por esto se aplica a los profetas (Deut. 34:5; Jer. 25:4), y al Mesías (Isa. 42:1; 43:10), el Príncipe de los predicadores. Con el uso de este título. Pablo reconoce la autoridad y la dignidad del Señor Jesús, a cuyo servicio está.
En la actualidad el cristianismo ha entrado en una nueva era grandiosa. Es conocida como la Nueva Reforma, tal vez “la reforma más profunda y abarcante que la iglesia haya experimentado hasta ahora.”—Roberto S. Bilheimer.
La manera como se lleva a cabo esta reforma da una importancia sin precedentes a la segunda venida de Cristo. Por lo tanto es esencial que los ministros adventistas y los demás obreros de la causa descubran la relación de su predicación con los asuntos doctrinales y espirituales implicados en el crecimiento y el desarrollo de este movimiento religioso.
Está sucediendo algo inusitado en la vida de la iglesia de hoy. La presión de los sucesos está enseñándole al mundo que los hombres deben aprender a vivir juntos como una sola familia, o en caso contrario, desaparecer juntos de la superficie de la tierra. En la iglesia está aconteciendo algo similar. Bajo la poderosa dirección del Espíritu de Dios se evidencia una inequívoca aceleración del propósito eterno de Dios, impulsando a la iglesia a los últimos movimientos de la gracia divina. Por primera vez en la historia, con todo el mundo habitado despertándose y abriéndose ante nuestros ojos, podemos ver el cumplimiento del plan divino para el mundo.
“Estamos viviendo en el tiempo del fin. El presto cumplimiento de las señales de los tiempos proclama la inminencia de la venida de nuestro Señor… Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.” [1]
La iglesia, sumida en los movimientos revolucionarios actuales, se esfuerza por alcanzar la pureza y fortaleza originales para su mensaje trascendente. Está decidida a no perder las nuevas de la gracia de Dios ofrecida a los pecadores. En esta lucha la gente se está colocando en pro o en contra de la voluntad divina. Por un lado se rechazan, en interés de la transigencia, las verdades que han regido durante siglos las vidas de los hombres. Por el otro, se están reactualizando grandes principios de la Reforma con una fe y celo que promete importantes realizaciones en el futuro cercano.
Lo mismo que otros grandes movimientos religiosos del pasado, la Nueva Reforma se identifica por algunas características peculiares. Estas han aparecido durante un período de varios años, y ahora pueden establecerse definidamente. Son muy importantes para el predicador y el profesor de la verdad Biblia del presente.
1. Autoridad de la Palabra de Dios
La primera característica y tal vez la más importante, de la Nueva Reforma es el redescubrimiento de la Biblia como un “Libro de Proclamación, el portador de un mensaje, el comunicador de alguna cosa que debe decirse.”[2]
“La Biblia en su plenitud ha sido devuelta al predicador.”
La vuelta del Libro de Dios al predicador ha llegado a ser, tras un largo período de “aridez evangélica,” característica del nuevo despertar religioso. De igual modo que la Reforma del siglo XVI, la Nueva Reforma está señalada por un “sincero, expectante y profundamente serio regreso a la Biblia.” [3]
“Los trabajos de los eruditos y teólogos han abierto nuevas fronteras a la comprensión bíblica, y su exploración resulta una excitante aventura por sendas extraordinarias. Además, la preocupación contemporánea acerca del significado de la historia ha conducido a muchas personas vigilantes hacia una mayor comprensión de la urgencia e importancia del mensaje bíblico. [4]
A partir del segundo movimiento adventista, en la vida de la iglesia nada ha contribuido tanto a animar la predicación del mensaje del tercer ángel como la recuperación de la Biblia en su plenitud, como el único Libro del predicador. Este hecho debiera derivar en un retorno a la predicación bíblica de parte de los predicadores adventistas, de una manera desconocida hasta ahora en nuestra historia. Esta es nuestra oportunidad dorada para proclamar todo el mensaje de Dios a una generación ansiosa de escuchar y aceptar la Biblia como la autoridad final en materia de fe. Proclamar el mensaje de la Biblia, encuadrado en la esperanza adventista, debiera constituir la preocupación más importante de cada predicador y maestro del movimiento adventista. Este retorno de la Biblia a las manos del predicador tiene una virtud libertadora y constreñidora. Es libertadora porque la veracidad y autoridad de la Palabra de Dios han sido vindicadas por los hallazgos de los eruditos más competentes, tanto de las esferas bíblicas como científicas. Es constreñidora, por que se ha descubierto que la Biblia contiene el único mensaje de salvación para un mundo perplejo. Dios se ha revelado a través de su Palabra. La extensión de su revelación se ha expandido hasta alcanzar los confines de la tierra. El predicador, al enfrentarse con Dios en estas circunstancias, se convierte en el heraldo de su revelación. Al obtener una visión del vasto alcance del propósito de Dios, el verdadero mensajero de la Palabra es constreñido a proclamar las buenas nuevas de la gracia redentora de Dios con gran celo e inquebrantable fidelidad.
2. Cristo como Señor y salvador
Alguien ha dicho que “el hecho más importante respecto de la teología americana contemporánea es la desintegración del liberalismo.”[5] Esta observación se hizo hace más de 20 años. En la actualidad los teólogos afirman categóricamente: “El liberalismo, como sistema teológico, se ha derrumbado.” Se ha originado una nueva y más profunda estimación de Jesucristo: de su persona y su obra.
“Ya no es más principalmente nuestro Maestro en cuyas palabras debe verse la suma de toda sabiduría. Ni es esencialmente el Gran Ejemplo, quien ‘anduvo haciendo bienes’ en una forma que debiéramos esforzarnos por imitar. Todavía nos inspira respeto como el más grande de todos los maestros de religión, y despierta nuestro amor como el incomparable Amigo del hombre; pero nos inspira reverencia y adoración como el Ser mediante quien Dios obró los mayores y más decisivos de todos sus hechos poderosos, que cambiaron el curso de la historia y fundaron una nueva raza de hombres. Para nosotros, como para San Pablo, el nombre más apropiado para él no es Rabbí, o Maestro bueno, sino Salvador.” [6]
Así habla una persona que realiza el peregrinaje espiritual e intelectual desde el liberalismo hacia la fe apostólica en Cristo, el Salvador del mundo. El testimonio de otra autoridad le da expresión a una nueva fe en Cristo como el Señor y Salvador:
“El mensaje del Nuevo Testamento puede reducirse a estas dos afirmaciones; (1) Jesús fué una persona real e histórica, cuya aparición y ministerio se efectuaron en la culminación de una serie de acontecimientos historicos de los cuales el Antiguo Testamento es el testigo y (2) Jesús confrontó a los hombres con el podereterno de Dios y con su verdad no tanto en su mensaje como en su vida, en sus hechos y en y su persona. El hombre estaba en Cristo: el hombre tal como Dios quería que fuese en la creación; y Dios estaba en Cristo, reconciliando con él a su creación extraviada. Estos dos conceptos deben expresarse con igual confianza, si queremos hacer justicia a la fe de los que comprendieron la revelación de Dios en Jesús.” [7]
En su estudio monumental de la humanidad, el historiador Amoldo J. Toynbee se detiene para reconocer la figura de Jesucristo que se destaca por encima de los negocios del mundo. “Y ahora —reflexiona,—-cuando nos detenemos y contemplamos con nuestros ojos fijos en la playa más lejana, una sola figura se levanta de las aguas y de inmediato llena todo el horizonte. Es el Salvador; ‘del trabajo de su alma verá; y será saciado.’”
Este nuevo reconocimiento de la figura de Jesús como Señor y Cristo, también caracteriza a la Reforma de nuestros días. Con las dos devastadoras guerras que destruyeron el mundo, las estructuras teológicas liberales se derrumbaron y fueron consumidas por las llamas. Las teorías y las filosofías hechas por los hombres saltaron en pedazos, “para que queden las cosas que son firmes.” (Heb. 12:27.)
La figura trascendente de Jesús ha emergido por encima de las ruinas de una edad que pasó a la historia. Durante los turbulentos días de la segunda guerra mundial, Adolfo Keller vió la majestad de Cristo, resplandeciente de gloria y honor, que reaparecía en el pensamiento de los cristianos europeos. Entonces les escribió a los cristianos de los demás continentes:
“La Cruz se alza en medio de la predicación del presente… La majestad y la inexpresable soberanía de Dios sobre todo el mundo constituyen un tema favorito… La predicación actual no se adecúa a esas bajas recetas moralistas y a ese perfeccionismo utópico que constituyeron la concomitancia natural de un idealismo cristiano optimista. Ha descubierto las antiguas verdades trascendentes acerca de Dios: lo que hace, lo que significa Cristo, lo que significa su cruz para los pecadores, cómo su resurrección y su reino están revelando su poder redentor a este mundo que está llegando a su fin, para que pueda comenzar el reino de Dios.” [8]
Así se “ha abierto una puerta grande y eficaz” (1 Cor. 16:9) al mensajero del Evangelio. “Cristo como el Salvador que perdona el pecado, Cristo como el Portador del pecado, Cristo como la Estrella brillante de la mañana,”[9] ha de ser el tema principal de cada ministro y maestro.
3. Reafirmación de los principios básicos de la Reforma
Los miembros de las “iglesias protestantes conservadoras están observando la virilidad apostólica y el celo evangélico de otros cristianos que han clasificado arrogantemente en la categoría de “sectas al margen.” Están descubriendo con desaliento que las “sectas” han tenido más éxito en crear y sostener iglesias precisamente donde las iglesias protestantes conservadoras habían fracasado; y que gran parte de la fortaleza de las sectas modernas procede de la debilidad de las antiguas formas de protestantismo.
En la Nueva Reforma están emergiendo dos tendencias: el “protestantismo ecuménico” por una parte, y el “protestantismo no ecuménico” por otra. Las diferentes fuerzas de la Nueva Reforma están desafiando y experimentando las profundas implicaciones de las tres columnas principales de la fe protestante: la Biblia como autoridad, la justificación por la fe, y el sacerdocio de todos los creyentes. Como resultado, se está creando un nuevo protestantismo, con el protestantismo ecuménico y con el no ecuménico cooperando en el mismo movimiento.
Los cristianos sinceros de las iglesias de la Reforma están recordando que el cristianismo pide sacrificio, que el camino que conduce al cielo es estrecho. Están llegando a comprender que el comportamiento del cristiano debe distinguirse del de los no cristianos. También están descubriendo la naturaleza traidora del pecado; que la victoria final sobre el pecado y la muerte pertenece a Jesús, y que la realización de la última esperanza de la humanidad está fuera del alcance de la historia, en el reino eterno de Dios.
En “el gran cuerpo de los verdaderos seguidores de Cristo” que “aún deben hallarse” en las diferentes iglesias cristianas, hay muchos que no han oído nunca proclamar las verdades especiales para nuestro tiempo. No pocos están descontentos con su estado actual y tienen sed de más luz. En vano buscan el espíritu de Cristo en las iglesias a las cuales pertenecen. Como estas congregaciones se apartan más y más de la verdad y se van uniendo más y más con el mundo, la diferencia entre ambas categorías de cristianos se irá acentuando hasta quedar consumada la separación. Llegará el día en que los que aman a Dios sobre todas las cosas no podrán permanecer unidos con los que son ‘amadores de los placeres más bien que amadores de Dios; teniendo la forma de la piedad, mas negando el poder de ella.’ ” [10]
“Por doquiera la gente hace sus decisiones; todos están tomando posiciones, o bajo el estandarte de la verdad y la justicia, o bajo el estandarte de las potencias apóstatas que están contendiendo por la supremacía. En este tiempo se ha de dar al mundo el mensaje de Dios con tanto énfasis y poder que la gente se vea frente a frente con la verdad, y deba decidir con su mente y su corazón. Debe ser inducida a ver la superioridad de la verdad sobre los múltiples errores que procuran atraer la atención y suplantar, si fuese posible, la Palabra de Dios para este tiempo solemne.” [11]
4. El reavivamiento de la esperanza adventista
La escatología, o sea la doctrina concerniente a “las cosas postreras” —el fin del mundo, la segunda venida de Cristo, la resurrección— se ha cambiado del segundo lugar a que estaba relegada en el pensamiento cristiano, a una posición en que ha llegado a ser el factor determinante para la comprensión de la fe. Una parte del nuevo pensamiento que obra en la iglesia trata del fin del mundo y del establecimiento del reino de Cristo al final de la historia.
Los miembros de varias denominaciones expresan libremente su fe en el segundo advenimiento de Cristo como la bendita esperanza del cristiano. Generalmente conceden que las condiciones actuales que imperan en la tierra no pueden durar. Se espera que suceda algún cataclismo o desastre, algún acontecimiento que conmoverá este viejo mundo hasta sus fundamentos. En las múltiples señales de los tiempos, incluyendo el total fracaso de la sabiduría humana para hallar una solución a los problemas de la raza terrena, buscan la evidencia inequívoca de que “la venida del Señor se acerca.”
La creciente convicción de que Jesús apresura su venida, la obra poderosa del Espíritu de Dios sobre los corazones de los que buscan la luz de la salvación, y el conocimiento de que el pueblo de Dios en el presente “tiene en sus manos el pan de la vida para un mundo hambriento,” intensifica la urgencia de presentar el último mensaje de la misericordia de Dios. Hace años la sierva del Señor amonestó al pueblo adventista a no demorar más la proclamación de la verdad presente.
“A medida que el tiempo transcurre se hace siempre más evidente que los juicios de Dios están en el mundo… Numerosos son todavía los que no han oído la verdad que debe probarlos en este tiempo. El Espíritu de Dios contiende todavía con muchos. El tiempo de los juicios destructores divinos es tiempo de gracia para aquellos que no han tenido oportunidad de conocer la verdad… La misericordia de Dios se manifiesta en su larga indulgencia. Está reteniendo sus juicios para que el mensaje de amonestación llegue a todos.” [12]
“No tenemos tiempo para espaciarnos en asuntos que no tienen importancia… Pronto una terrible sorpresa sobrecogerá a los habitantes del mundo. Cristo vendrá repentinamente, con poder y grande gloria. Entonces no habrá tiempo para prepararse para recibirlo. Ahora es el tiempo en que hemos de dar el mensaje de advertencia.” [13]
5. La búsqueda de la Iglesia Verdadera
Entre las numerosas doctrinas con que se relaciona la Nueva Reforma se encuentra la de la iglesia. ¿En qué consiste la verdadera iglesia? ¿Existe ya, o aún se espera su advenimiento? ¿Hay salvación fuera de la iglesia? Estas y otras preguntas semejantes esperan ansiosamente una respuesta decisiva.
En el movimiento ecuménico se elevan voces que anuncian la venida de una gran iglesia unida. Pero hacen muy claro que la gran iglesia futura no se realizará mientras un gran número de cristianos continúen insistiendo en que las formas necesarias de organización ya se han encontrado y ya existen en cualquiera que sea su propia denominación. Juan Knox, que ha investigado mucho acerca del problema de la iglesia, nos recuerda que “la iglesia unida pertenece al futuro, no al pasado; y si alguna cosa está clara es que aún no se ha determinado cómo será en definitiva… Sería falso identificar la gran iglesia venidera con el catolicismo romano, con la ortodoxia oriental o con el anglicanismo, lo mismo que con el luteranismo, el congregacionalismo, el presbiterianismo, el metodismo, o cualquier otro culto denominacional. La Iglesia Unida será una nueva creación, y seríamos imprudentes si procurásemos artificialmente limitar las formas posibles que pueda asumir.” [14]
Para el punto de vista católico romano, la cuestión no ofrece dificultad. El catolicismo sostiene que es la iglesia de Cristo. Según ellos:
“No hay otra iglesia verdadera fuera de la comunión romana, sin importar en qué punto cualquier cuerpo cristiano se haya separado de la iglesia del papa. En este respecto, los anglicanos más ritualistas de la Alta Iglesia, no están en mejores condiciones que los miembros de la Ciencia Cristiana o de la Iglesia Adventista. Todos ellos están fuera del redil, y deben ser traídos de vuelta.” [15]A medida que progresa la discusión de la nueva iglesia, las cuestiones que han dividido a las iglesias históricas se están tornando cada vez menos importantes para muchos. Daniel Jenkins escribe:
“Parece que puede predecirse confiadamente que el futuro no sustentará las pretensiones de algunos cuerpos religiosos que afirman ser ellos solos y exclusivamente la única iglesia verdadera de Jesucristo.” [16]
“Aquellas sectas protestantes que son tan conscientes de su propia pureza distintiva, hasta el grado de rehusar tener comunión con otros cuerpos cristianos, no obran como si creyeran seriamente que su pretensión será aceptada universalmente entre los cristianos, y la dirección discernidora de la historia ciertamente no les da fundamento para animarse.” [17]
Es evidente que en la actualidad existe una sincera búsqueda de la verdadera iglesia de Cristo. En todas partes la gente se ve forzada a tomar posiciones. ¿Serán sus decisiones influidas por la verdad o por la política? A menos que la verdad de Dios para este tiempo se proclame claramente y sin temor, muchas personas sinceras serán incapaces de decidir dónde unirse con el pueblo de Dios. Esta búsqueda universal por la verdad presenta un nuevo desafío a los que han recibido la comisión de proclamar el mensaje final de misericordia a un mundo desconcertado.
6. La predicación de la nueva reforma
De lo que se ha expuesto resulta claro que la predicación del presente debe orientarse hacia los grandes asuntos espirituales y doctrinales de lo que se ha denominado el Movimiento de la Nueva Reforma. Gran parte de la predicación de nuestros días parece estar alejada de todo lo que la gente realmente anhela comprender. Una mujer joven, símbolo de muchas otras, recientemente se quejaba de que su pastor insistía en hablar de las cuestiones sociales, pero que los jóvenes querían estudiar la religión básica, el problema del pecado, la seguridad de la salvación, y los temas realmente importantes. La gente reconoce las necesidades de sus almas y sabe que esas necesidades pueden satisfacerse únicamente por lo que llaman un “cristianismo con espina dorsal.”
Cierta persona que estaba relacionada con las cosas de la vida que suceden todos los días, le decía a un predicador amigo: “Lo que me resulta difícil cuando Ud. comienza a hablar acerca del hombre, es que ninguna de las cosas que Vd. dice de él parecen aplicarse a los hombres que realmente encuentro.”
Lo que Pablo Blanshard dijo recientemente acerca de la literatura religiosa, también se aplica a una gran parte de la predicación contemporánea. “La literatura religiosa —dijo— adolece de demasiada ternura; carece de vitalidad y vigor. Está envuelta en el tejido esterilizado del respeto hipócrita.”
La tendencia actual propende a las ceremonias, las formas y las realizaciones externas. Como ha sucedido siempre en el pasado, el profeta de nuevo tiende a degenerar en sacerdote. El hombre que habla para Dios tiene inclinación a convertirse en el hombre que realiza ceremonias para él. Los ministros están propensos a ser devotos por el pueblo, llevando la responsabilidad de la iglesia en forma profesional en lugar de hacerlo como portavoces y siervos del Señor a quien representan.
En ciertos sectores los ministros en lugar de predicar, dan una serie de “mensajes” acerca de “cómo hallar recursos para el dominio de la vida.” Cierto boletín de una iglesia invitaba a las personas a asistir a una serie de charlas acerca de “cómo ayudarse a estar serenos,” “deje sus preocupaciones en la iglesia,” “la religión puede vencer la tensión nerviosa,” etc. Un ministro que ha vertido su caudal psicológico y se ha alejado del Evangelio, comienza por “enriquecer la liturgia.” “Movimos los muebles de la iglesia —confesó posteriormente el pastor de la iglesia aludida,— cambiamos el púlpito del centro hacia la derecha, y luego hacia la izquierda, y por último a un sitio equidistante del suelo y» el techo, y quedamos sorprendidos al descubrir que no había una relación positiva entre la ubicación del púlpito y la efectividad del mensaje que se proclamaba desde él.”
Los graduados de nuestros colegios y seminarios en demasiados casos sirven más para la silla del profesor y el trabajo de investigación que para predicadores efectivos de la Palabra de Dios en el púlpito. Su clase de predicación ha sido bien descrita por lo que dijo un oficial británico de su capellán: “Cuando me ubico entre los soldados, y escucho a nuestro buen capellán, siento que si no puede obtener la menor nota de respuesta es porque no tiene la menor idea de lo que piensa y de lo que es un soldado común.”
Quiera Dios que nunca se diga con veracidad tal cosa de nosotros y nuestro ministerio. De todos los tiempos de la historia del cristianismo, el actual es el más apropiado para una predicación madura y valiente hasta ahora no oída por los pecadores. Ahora que se ha devuelto al predicador la Biblia en su plenitud, debiera haber un reavivamiento de la verdadera predicación bíblica. Entonces no habría falta de interés de parte del pueblo, y el predicador nunca carecería de un mensaje. “Dadme la Biblia y el Espíritu Santo —dijo Spurgeon— y siempre podré estar predicando.”
El escenario actual del mundo —secular y religioso— es ideal para la proclamación del mensaje del tercer ángel. Las grandes verdades que caracterizan al segundo movimiento adventista, el ministerio mediador de Cristo y la perpetuidad de la ley de Dios, son la respuesta a las necesidades especiales de los hombres que viven en este tiempo de juicio. Los mensajes de Apocalipsis 14 “constituyen una triple amonestación, que debe servir para preparar a los habitantes de la tierra para la segunda venida del Señor. La declaración: ‘Ha llegado la hora de su juicio,’ indica la obra final de la actuación de Cristo para la salvación de los hombres. Proclama una verdad que debe seguir siendo proclamada hasta el fin de la intercesión del Salvador y su regreso a la tierra para llevar a su pueblo consigo.” [18]
“Se ha de realizar una gran obra en la presentación de las verdades salvadoras del Evangelio a los hombres. Tal es el medio ordenado por Dios para detener la marea de corrupción moral. Es su medio de restaurar su imagen moral en el hombre. Es su remedio para la desorganización universal. Es el poder que une a los hombres. Presentar estas verdades es obra del mensaje del tercer ángel. El Señor quiere que la proclamación de este mensaje sea la obra más sublime y grandiosa que se lleve a cabo en el mundo en este tiempo.” [19]
Finalmente, en la predicación de la Nueva Reforma debe recordarse la búsqueda contemporánea de la verdadera iglesia. Esparcidos entre las diversas denominaciones religiosas hay una hueste de verdaderos seguidores de Cristo. Están esperando la misericordiosa invitación del mensaje del tercer ángel, y bajo la predicación de este mensaje atenderán el llamado y se unirán con el pueblo remanente de Dios. “Muchos, tanto ministros como laicos, aceptarán gustosamente esas grandes verdades que Dios ha hecho proclamar en este tiempo a fin de preparar un pueblo para la segunda venida del Señor.”[20]
Esto indica que ha sido delineado el trabajo que nos corresponde hacer como ministros y predicadores, a quienes se ha confiado el mensaje final de Dios. El Señor nos ha dado una verdad especial para este tiempo de emergencia.
“¿Quién se atreverá a publicarla? El manda a sus siervos a que dirijan al mundo el último llamamiento de la misericordia divina. No pueden callar sin peligro de sus almas. Los embajadores de Cristo no tienen por qué preocuparse de las consecuencias. Deben cumplir con su deber y dejar a Dios los resultados.”[21]
Sobre el autor: (Vicepresidente de la Asociación General)
Referencias
[1] “Joyas de los Testimonios,” tomo 3, pág. 280.
[2] Truman B. Douglass, “Preaching and the New Reformation,” pág. 19.
[3] Ibid., pág. 17.
[4] Bernard W. Anderson, “Rediscovering the Bible,” pág. 8.
[5] John Bennett, Christian Century, 8/11/1933.
[6] W. M. Horton, “Theology in Transition,” tomo 2, págs. 133, 134.
[7] B. W. Anderson, op. cit., pág. 205.
[8] Adolph Keller, “Christian Europe Today,” pág. 142.
[9] “Testimonies,” tomo 6, págs. 20, 21.
[10] “El Conflicto de los Siglos,” pág. 441.
[11] “Joyas de los Testimonios,” tomo 3, pág. 151.
[12] Id., pág. 333.
[13] Id., pág. 220.
[14] John Knox, “The Early Church and the Corning Great Church,” págs. 136, 137.
[15] G. A. Barrois, en Theology Today, abril de 1949, pág. 76.
[16] Daniel Jenkins, “The Strangeness of the Church,” pág. 170
[17] Id., págs. 172, 173.
[18] “El Conflicto de los Siglos,” pág. 488.
[19] “Joyas de los Testimonios,” tomo 2, pág. 365.
[20] “El Conflicto de los Siglos,” pág. 517.
[21] Id., pág. 667.