A través de los siglos, en todas las religiones, el acercamiento a Dios se hizo con reverencia y veneración. Cuando observamos a los adoradores de las religiones no cristianas de África, Asia o el cercano oriente, vemos que todos se inclinan, se arrodillan o hasta tocan el suelo con su frente y con manos levantadas o entrelazadas. ¿Por qué debería ser diferente entre los hijos de Dios?

El espíritu de profecía ha dicho mucho sobre la piedad, el respeto, la reverencia y la posición en la oración en Joyas de los Testimonios.

“Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue al púlpito y pedir fervientemente ayuda a Dios… Cada uno de los miembros de la congregación que teme a Dios, debe también unirse en oración silenciosa con él, inclinando su cabeza… Cuando se abre la reunión con oración, cada rodilla debe doblegarse en la presencia del Santo y cada corazón debe elevarse a Dios en silenciosa devoción… Algunas veces los jóvenes tienen tan poca reverencia por la casa y el culto de Dios, que sostienen continua comunicación unos con otros durante el sermón… Dios quiere oyentes atentos” (Tomo 2, págs. 195, 196).

Pero, ¿son solamente los jóvenes los que están distraídos durante el sermón y la oración?

Las Escrituras no dejan lugar a dudas en cuanto a cuán reverente se debe ser en la oración. El profeta Daniel se arrodillaba en oración tres veces por día (Dan. 6:10). Jesús dice que el hombre en el templo “puesto en pie” oraba (Luc. 18:11). Los apóstoles se arrodillaban en oración (Hech. 9:40; 20:36; 21:5). El apóstol Pablo instruyó a su joven colaborador: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Tim. 2:8).

Los diferentes países y continentes pueden tener diversas maneras y costumbres de expresar reverencia y veneración, pero para los que proclaman los mensajes de los tres ángeles según Apocalipsis 14, la amonestación dada en el mensaje del primer ángel es válida en todas partes y siempre: “Temed a Dios, y dadle gloria… y adorad”. Como este requerimiento de Dios incluye todas las fases de la vida cristiana, no debemos descuidar la actitud reverente en la oración, así que inclinémonos o arrodillémonos para adorarlo.

Sobre el autor: Pastor de Stuttgart-Sillenbüch, Alemania.