Los adventistas del séptimo día han adoptado dos enfoques básicos para tratar la poligamia. ¿Cuál es la mejor?
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gén. 1:27).[1] La Escritura declara que Dios creó una pareja, varón y hembra; y estos dos, no tres ni cuatro, llegaron a ser los padres de la familia humana. Fue una familia monógama la que colonizó este planeta. Hay muchas razones para creer que este arreglo era ideal, porque “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gén. 1:31).
El Nuevo Testamento confirma este ideal: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Efe. 5:31). Sin ninguna duda podemos afirmar que Dios planeó el primer matrimonio de modo que sirviera de modelo para las familias de todas las generaciones. La forma original del matrimonio es esencial para la sociedad; de hecho, es la base sobre la cual la sociedad se fundamenta.
Que en el matrimonio el hombre y la mujer se conviertan en una sola carne también es una evidencia de que dicha institución constituye una unión para toda la vida en quienes llevan a cabo ese pacto. La solemnidad del matrimonio no radica en la firma de un certificado nupcial, sino en el convenio realizado con la aprobación de Dios entre dos contrayentes que se entregan el uno al otro física, mental y espiritualmente.
Con la entrada del pecado a este mundo —después de algunas generaciones— la humanidad comenzó a practicar la poligamia: “…Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas” (Gén. 6:2).
Debe notarse que en las sociedades donde la poligamia es legal, se considera una práctica aceptable e incluso deseable. En muchas comunidades del oeste africano y también del este, es la primera esposa la que-busca una segunda esposa para su marido. Conocí a un hombre cuya esposa lo convenció de que se casara con una segunda mujer. Más tarde la familia se convirtió y pidió el bautismo y solicitó ser admitida en la iglesia en su estado poligámico. El esposo argüía que él consideraba a las dos mujeres como sus esposas legítimas y que ellas mismas se reconocían como esposas legales.
Los problemas relacionados con el matrimonio son de los más complejos y abrumadores que el pastor tiene que afrontar. Son complejos porque afectan la más básica de las instituciones humanas, y abruman a los pastores porque la Biblia no da una declaración terminante de sí o no con relación a algunos de ellos. De modo que los pastores tienen que utilizar un enfoque exegético y deben situarse en la posición correcta para ver el problema en la perspectiva divina. Si Jesús caminara hoy por las calles de nuestras ciudades o predicara en las aldeas de las colinas y los valles como lo hacía hace dos mil años en Palestina, y conociera y convirtiera a una familia polígama, ¿qué haría con esa familia?
Dos enfoques
Los teólogos de la actualidad han llegado a diversas posiciones de aprobación y desaprobación con respecto a la poligamia. Yo creo que hay dos posiciones básicas. A una la llamo actitud S a la otra actitud N.
La actitud N requiere que los polígamos hagan un cambio completo antes de su bautismo y admisión a la iglesia como miembros. Los que defienden esta posición citan Génesis 1:27; 2:22, 24; y Marcos 10:7. También aplican el símbolo de una iglesia como la novia y Cristo como el Novio (Os. 2:19).
Los que sostienen esta posición se dividen a su vez en dos campos: N1 y N2. Los miembros de la posición N11 dicen que cuando un polígamo se convierte debe elegir a una sola esposa entre todas las que tiene. Debe repudiar a todas las demás y tener relación marital únicamente con la que ha elegido. Esta posición sostiene que el hombre tiene la obligación de continuar supliendo las necesidades materiales de todas sus ex-esposas. En otras palabras, todas las esposas tienen derechos iguales sobre las propiedades del marido.
La dificultad con este punto de vista radica en que la naturaleza humana, siendo como es, tiende a inducir al hombre a elegir a la esposa más joven o a la más bella y a deshacerse de las mayores, aunque bíblicamente es la primera esposa la que tiene más derechos en la familia. Los casos en los cuales algunas de las esposas no aceptan la fe del esposo (o viceversa) y por lo tanto no ven razón para la separación, también ocasionan problemas.[2]
Quienes favorecen la posición, N2 reconocen sólo el primer matrimonio, no importa si fue realizado ante un oficial del registro civil, en la casa del juez o según las costumbres tradicionales. No reconocen ninguno de los otros, no importa cómo se hayan celebrado. Creen hallar apoyo para su posición en Proverbios 5:18. Según ellos, cuando un polígamo se convierte, debe separarse de todas sus esposas excepto de la primera. Concuerdan con los partidarios de la posición N1, en cuanto a que el hombre debería suplir las necesidades materiales de las esposas repudiadas.
Los proponentes de las posiciones N1 y N2 sugieren que —según su criterio— puesto que no hubo matrimonio válido en los casos de las esposas de las cuales el hombre se vio obligado a separarse, ellas quedan libres de casarse con quien deseen. Pero esto es improcedente en diversas comunidades a causa del ambiente social que tiene al matrimonio en alta estima, incluso hasta el punto de considerar a la esposa como todavía casada con su esposo muerto.[3] Cuando la iglesia sugiere que estas esposas se casen con otros, mientras la comunidad todavía las considera casadas con el primer esposo, la imagen de la iglesia se desmejora grandemente pues aparece como promotora de inmoralidad y destructora del hogar y la familia.
Las dos secciones de la posición N son fuente de serios problemas capaces de prolongarse por varias generaciones. Es posible que aunque muchas de las esposas separadas no puedan volver a casarse, todavía deseen tener relaciones con un hombre. Con frecuencia terminan teniendo relaciones ilícitas y criando hijos ilegítimos.
Posición S
Esta posición es más liberal. Los que la sostienen consideran que lo que afecta a las personas socialmente también las afectará espiritualmente, de modo que buscan la solución de los problemas de la poligamia tanto en el terreno sociológico como en el espiritual. Llevan la espada en una mano y el azadón en la otra. Es como si tuvieran un lema no escrito que dijera: “Arrancad la cizaña y cultivad el trigo”.
Este grupo cree que los casos son de dos categorías: Los que ya era polígamos cuando se convirtieron y aquellos que apostataron y después se hicieron polígamos. Arguyen que aquellos cuya conversión al cristianismo es su primera experiencia, que no habían profesado la fe cristiana antes y luego apostataron, deberían ser aceptados plenamente en el seno de la iglesia por medio del bautismo sin obligarlos a separarse de sus esposas. Según ellos, la separación no es un prerrequisito para el bautismo y la aceptación en la feligresía.
Los que sostienen este punto de vista creen que los que son aceptados en la iglesia en un matrimonio polígamo no deberían ser elegidos para desempeñar ningún cargo de responsabilidad eclesiástica (1 Tim. 3:2). Y lo mismo que los de la posición N, sostienen que en los casos en que haya separación, debería tomarse en cuenta el cuidado de los niños.
El principal problema que presenta esta posición es que a veces resulta difícil determinar si los que solicitan el bautismo realmente pasan por su primera experiencia de conversión a la fe cristiana. Esto es particularmente cierto en los casos cuando hay una respuesta masiva en las grandes campañas evangelísticas. El deseo de bautizarse puede influir de tal modo en los nuevos conversos que la historia de su vida que cuenten no sea muy confiable. Los que se oponen a esta posición alegan que no tiene apoyo bíblico, y siendo que la Sagrada Escritura no hace una declaración definida permitiendo el bautismo de los polígamos, no deberíamos aceptar esta práctica.
La poligamia es un problema vivo, especialmente en África, de modo que no podemos ignorarlo. ¿Pero cómo daremos respuesta a las preguntas que la Biblia no considera?
En primer lugar, debemos comprender que nuestro primer objetivo aquí en esta tierra es predicar el Evangelio de salvación, y no resolver problemas sociales. En segundo lugar, debemos estudiar la Palabra de Dios para saber cómo se relaciona el Señor con situaciones similares, en busca de un principio guiador que nos capacite para tratar los problemas que afrontamos. Aquí debemos cuidarnos de no seguir el ejemplo de ningún hombre, aún cuando se registre en la Escritura, a menos que tal comportamiento sea aprobado por Dios. Sabemos que no toda acción o práctica que se menciona en la Biblia recibió el sello de la aprobación divina.
En tercer lugar, cuando un asunto no está claramente definido en la Biblia, debemos usar la razón, asegurándonos que nuestras conclusiones armonicen con la práctica general de la Biblia y con la ortodoxia doctrinal.
En ciertos ambientes y en relación con algunos problemas sociales nuestras soluciones pueden sugerir que estamos endosando prácticas heterodoxas cuando en realidad no sea así. Como iglesia debemos estar dispuestos a permitir que el Evangelio que predicamos cumpla su función de transformar a los seres humanos y la sociedad en que se desenvuelven sin la ayuda de manos humanas. Cuando se presente el Evangelio en su pureza, veremos a la sociedad misma levantarse contra el mal que exista en su medio. Cuando, por otra parte, se perpetúa algún mal en la sociedad, es porque nosotros no hemos cumplido la responsabilidad de llevar el verdadero mensaje a la gente. En el caso de la poligamia tenemos la oportunidad de hacer esto: la iglesia debe mostrarles a los miembros caídos que este Evangelio transforma a los pecadores y que si ellos se vuelven al pecado su situación es peor que antes de haber recibido el conocimiento de la verdad.
No puede haber razón genuina para negar el privilegio de la salvación a la gente simplemente porque eran polígamos cuando oyeron el Evangelio. Si lo hacemos nos convertimos en meros metodologistas que formulan muchos reglamentos sin base en los principios bíblicos; nos convertimos en jueces dentro de la iglesia. La preocupación más grande del ministro no consiste en diseñar formas y medios de admitir o rechazar a los polígamos, sino en salvarlos mediante la predicación del Evangelio de salvación según se relaciona con la institución matrimonial.
Referencias
[1] 1. Todas las citas bíblicas son de la Versión Reina-Valera revisión de 1960.
[2] Otra complicación es que muchos de los que sostienen la posición N1 consideran que todos los matrimonios realizados fuera de la iglesia cristiana son inválidos y que las costumbres matrimoniales tradicionales son malas y bárbaras. Consideran a quienes se han unido en esa forma como si no estuvieran casados y estuvieran viviendo en concubinato. Este grupo todavía no sabe cómo responder a la pregunta de una familia polígama con relación a su situación legal si cada uno de los matrimonios tuvo lugar ante la ley y son totalmente legales.
[3] J. S. Mbiti, African Religions and Philosophy (Nairobi: Heinman, 1983, pág. 144.