No deje que lo asusten.

La voz de mi padre me salvó de la pesadilla.

¡Y qué pesadilla! Por donde miraba, veía números: al frente, a la derecha, a la izquierda y por detrás. ¡Números, números y más números! fallaron todos los intentos que hice para escapar de ellos. ¡Estaba atrapado!

La voz de mi padre me anunciaba que ya era hora de levantarse. Siempre me he acostado tarde; lo que significa que no soy el primero en levantarse. La voz de mi padre me resultó más placentera que el despertador. Ciertamente, le di la bienvenida a esa mañana. ¡Había terminado mi pesadilla de los números!

Mi pesadilla era comprensible. Unos cuantos meses antes había comenzado a trabajar como contador para una gran compañía de la ciudad de Nueva York. Como miembro más joven del equipo, estaba encargado de las operaciones concernientes al libro Mayor; en realidad eran dos grandes libros, y yo tenía que transferir a ellos números procedentes de diversos informes y planillas. Esta tarea me llevaría, por lo menos, una semana; lo que significaba que durante esa semana yo veía cada vez más números. Esa noche en especial, los números llegaron a ser mis enemigos. En efecto, mi padre me comentó que antes de despertar me oyó que mencionaba una cantidad de números; números grandes… millones.

Los pastores trabajamos con gente, pero tampoco podemos evitar los números. ¿Cuántos “números” tiene usted en su iglesia? ¿Cuántos de ellos asisten al culto? ¿Cuántos nuevos miembros se han unido a la iglesia? ¿Se ajustó su congregación al presupuesto? ¿Cuál es su blanco de bautismos para el año que viene? Números, números… y más números. Nos rodean, y sencillamente no se quieren ir.

Pero ¿son realmente enemigos de nosotros? Por supuesto, no los que nos gustan. Si nuestro salario aumentara más de lo que esperábamos, no nos enojaríamos; los abuelos, generalmente, no se quejan de la cantidad de nietos que tengan. En Jamaica, los pastores León B. Wellington y Noel Fraser me pidieron que participara en el funeral de un anciano de 104 años. Tenía, si no recuerdo mal, 9 hijos, 54 nietos y 104 bisnietos. En el funeral, se evocó cuánto amaba a su familia, a todos ellos.

A Jesús le gustaban los números. En Lucas 15:3 al 6 nos dice que el 99 y el 1 son números importantes; pero, por extraño que parezca, el “1” es el más importante. A Jesús le gustaba en especial el 1 -un número pequeño-, ya sea que se refiriera a una monedita (Mat. 14:22) o a un niñito (18:2). En Mateo 16:21 nos recuerda que el 3 es importante, porque al tercer día iba a resucitar.

Los números no deberían asustarnos, con tal de que no sean lo único que aparezca delante de nosotros. Si corremos meramente detrás de los números, nunca experimentaremos las alegrías del ministerio. Si, en cambio, entendemos que son símbolos de lo que es importante, a saber, el pueblo de Dios, llegarán a ser nuestros amigos. La atención siempre debe estar puesta en la gente; y yo creo que los artículos que mencioné recién se refieren a eso.

Yo tenía unos 13 años cuando recibí por primera vez una serie de estudios bíblicos de parte de una instructora bíblica. En ese tiempo, más iglesias que ahora tenían personas -generalmente damas- que se dedicaban a esta humilde, pero vital, tarea. Semana tras semana, Gertrudis Battle, una dama de edad que para un chico de 13 años parecía más anciana todavía, estudio la Palabra de Dios conmigo. Poco antes de esos estudios, habíamos emigrado a los Estados Unidos desde Alemania, y yo entendía muy poco inglés. A ratos me resultaba difícil entenderla, pero me daba cuenta de que estaba verdaderamente interesada en mí. Quería saber de mi escuela, mi familia, y si me agradaba este nuevo país. Aunque no estaba bautizado todavía, ella no actuó como si estuviera perdiendo el tiempo conmigo. Siguió manifestando interés en mi bienestar. ¿Era el 1 un simple número para ella? ¿Anotó en algún informe cuántos estudios bíblicos me había dado? Es posible que sí; pero me trataba como si yo fuera importante. Y eso es lo que vale.

¿A cuántos bautizó usted el año pasado? Una buena cantidad, afirma usted. Eso es maravilloso… mientras usted siga teniendo un interés personal en cada una de esas vidas. ¿Cuántas horas dedicó usted al estudio de la Palabra de Dios? Ciento cincuenta, me dirá. ¿Qué ha hecho la Biblia por usted? ¿A cuántos nuevos pastores inició en el ministerio durante estos dos últimos años? ¿Cinco, me dice? ¿Son tan importantes para usted ahora como lo eran cuando los reclutó?

Los números forman parte de nuestra vida, pero no la deben manejar. Deberían ser simbólicos: indicadores de cuán importantes somos todos nosotros para Dios, y cuán importantes son los demás para nosotros.

Sobre el autor: Editor de la revista Ministry.