Cierto rey le preguntó a un sabio:
—¿Por qué, siendo sabio, vives una vida de pobreza y apenas tienes una muda de ropa?
—¿Para qué necesito otra muda —contestó el sabio— si sólo tengo un cuerpo?
Dejando a un lado las exageraciones, lo cierto es que en esta sociedad de consumo en la que nos encontramos insertos, la filosofía materialista de la vida nos presenta y sugiere muchas supuestas necesidades. Las cosas materiales son puestas en evidencia de tal manera que nos sentimos insatisfechos con lo que tenemos.
En el mundo capitalista estamos constantemente bombardeados por todas partes y por todos los medios con tantas oportunidades de gastar dinero que, en la mayor parte de los casos, nos convertimos, sin damos cuenta, en consumidores compulsivos. Conozco el caso de alguien que al ir al supermercado vio junto al estante de la sal el siguiente aviso: “Cantidad máxima por cliente: tres kilos”. Convencido de que el producto faltaría en el futuro, se llevó a casa, sin necesidad alguna, los tres kilos permitidos. ¿Se imaginan cuánto tiempo le debe de haber durado esa sal?
Los medios de comunicación ejercen tal influencia sobre nosotros que muchas veces compramos cosas superfluas en cantidades excesivas.
La Biblia nos muestra las consecuencias de apartarnos de los principios de economía mencionados por ella. La gente se siente insatisfecha con lo que tiene, procura bienes y cosas que su presupuesto no le permite comprar y su imprudencia la induce a contraer pesadas deudas que a su vez la llevan a conseguir préstamos que ciertamente harán de su vida una verdadera pesadilla como consecuencia de los intereses que tendrá que pagar.
No nos oponemos a la adquisición de determinados bienes, si se lo hace de acuerdo con las entradas de que se dispone. Sin embargo, muchas veces, al cambiar el auto usado por uno nuevo pagamos tantos intereses que, además de ser una sangría para el presupuesto, cuando lo terminamos de pagar lo tenemos que cambiar otra vez, con lo que entramos en un círculo vicioso. Esos mismos recursos, aplicados de otra manera, podrían ser más útiles. Destacamos el hecho de que estamos hablando de aplicar el dinero, porque no es aconsejable contraer deudas para adquirir bienes de consumo.
Los riesgos del crédito
Entre las facilidades que presenta el capitalismo a través de la sociedad de consumo está el crédito. Aunque el consumidor no tenga dinero, podrá satisfacer sus necesidades de consumo estimuladas por los medios de comunicación, aun cuando el producto termine siendo más caro que si se lo comprara al contado. Como corolario del crédito han surgido la tarjera de crédito, el cheque de viajero y el cheque con fecha adelantada.
Frente a esas facilidades, el comerciante se siente impulsado a participar del juego porque, en caso contrario, sus posibilidades de competir serían casi nulas. Por eso, corriendo algún riesgo y tratando de disponer de alguna garantía que podría ofrecer el comprador, se lanza al mercado en procura de la supervivencia económica. Tómese nota de que cuando el crédito entra en el cuadro, generalmente está implícita una financiera, que dispone de medios para conseguir que ese crédito se pague. Normalmente, cuando hay algún atraso, se aplican intereses muy elevados. El comprador compulsivo se convierte en un esclavo de sus propios negocios. La Biblia ya lo dijo: “El que toma prestado es siervo del que presta” (Prov. 22:7).
La tarjeta de crédito y el cheque de viajero
La tarjeta de crédito y el cheque de viajero implican una cierta suma que el usuario puede utilizar. En el caso de la tarjeta de crédito, poderoso estimulante de compras, se debe tener mucho cuidado de que los recursos necesarios estén disponibles en la fecha de vencimiento. La operación sólo es ventajosa si no implica el pago de intereses. Se deben evitar las compras a plazo con tarjeta de crédito, por causa de los intereses implícitos, y por la misma razón se debe evitar pagar el crédito con las cuotas mínimas.
A veces la misma tienda establece las cuotas a pagar. Y las debita a la tarjeta sin intereses. Por otra parte, si no hubiera recursos en la fecha del vencimiento, normalmente se paga la cuota mínima, lo que significa que sobre el saldo restante caen pesados intereses, capaces de desequilibrar cualquier presupuesto.
El cheque de viajero paga intereses cada vez que se lo emite. Pero existen algunos bancos que permiten el uso de cheques de viajero ciertos días del mes sin pagar intereses, pero cuando se pasa ese límite se cobran intereses desde la fecha de emisión. También el banco suele exigir que el cliente se afilie a otros de sus servicios con el fin de que se mantenga la cuenta. También suelen exigir que el dinero depositado en la cuenta no baje de un saldo mínimo.
El cheque con fecha adelantada
En el caso del cheque con fecha adelantada —un recurso que se usa mucho—, el que lo emite está a merced del vendedor, porque como se trata de una orden de pago a la vista, es decir, en ocasión de su presentación, el cheque con fecha adelantada es sólo un acuerdo de caballeros entre las personas implicadas, en el cual el emisor confía en que el vendedor sólo cobrará el cheque en la fecha establecida.
Pero el que tiene el cheque en su poder lo puede cobrar cuando le parezca, y el banco no está obligado a rechazarlo sólo por el hecho de que la fecha que aparece en él es posterior a la de su presentación. Eso, por cierto, le puede producir un gran perjuicio al emisor. Y aunque ese riesgo no exista, debería estar atento para que en la fecha de vencimiento del cheque haya en el banco los recursos suficientes con el fin de hacer frente a esa erogación, sin hablar de que, si no los hay, su cheque puede ser rechazado o calificado de cheque especial con el consiguiente pago de intereses.
Los intereses
Debemos tener cuidado con los intereses implícitos en un crédito. Por ejemplo, si el valor de una compra al contado es de $ 200, en una compra a plazos, en diez cuotas, puede subir a $ 300. Aparentemente, eso sería un interés del 5% mensual. Al pagar en diez cuotas el valor del producto adquirido aumenta en un 50%.
Pero conviene recordar que cuando se paga algo en diez cuotas, el valor total se va amortizando teóricamente cada mes. No obstante, en realidad, a medida que la deuda disminuye, puesto que el valor de la cuota es el mismo, los intereses crecen cada mes.
Para resumir, las facilidades ofrecidas inducen a los compradores compulsivos a adquirir bienes de consumo que están no sólo más allá de sus posibilidades financieras, sino también de sus necesidades reales. Cada uno de nosotros debe analizar, pensar y decidir sabiamente cuando tengamos que usar alguno de esos facilitadores de compras. Las decisiones tomadas sin pensar ya destruyeron la paz familiar y la vocación de muchos pastores.
Sobre el autor: Tesorero de la Asociación Central Amazonas, Brasil.