La primera mención de la ordenación de la mujer en la Iglesia Adventista del Séptimo Día a nivel oficial ocurrió en 1881. En ese tiempo había 39 delegados presentes en el congreso de la Asociación General y la junta directiva estaba formada por tres personas: El pastor George I. Butler, presidente; Steven Haskell; y Urías Smith. El dato más interesante es que estos 39 delegados venían de sólo dos países: Inglaterra y los Estados Unidos. La feligresía de la iglesia estaba formada en ese tiempo por 16,000 miembros; 38 delegados eran de los Estados Unidos y sólo uno, J. N. Loughborough, venía de Inglaterra.

            Se consideró el asunto de la ordenación de las mujeres y se tomó el siguiente acuerdo: “Votado, que las mujeres que poseen las calificaciones necesarias para ocupar esas posiciones puedan, con perfecta propiedad, ser apartadas por ordenación a la obra del ministerio cristiano”. Esto quedó registrado en la Revista Adventista del 20 de diciembre de 1881. Pero el acuerdo también contenía la provisión de que, a pesar del voto de la delegación reunida en sesión, el asunto debía referirse a la junta de la Asociación General, las tres personas que ya se han mencionado, para implementarlo o para decidir lo que conviniera.

            Nada ocurrió. No hay indicaciones adicionales, hasta donde sepamos, de que la junta de la Asociación General haya tomado alguna medida para implementar el voto.

            Cerca de 90 años más tarde, en 1968, el asunto surgió de nuevo, cuando nuestros creyentes en Finlandia solicitaron oficialmente a la Asociación General que las mujeres fueran ordenadas. La respuesta tardó mucho en llegar porque se decidió formar un grupo de estudio en 1973, principalmente formado por personas de Norteamérica que estaban estudiando el asunto. Dicho grupo se reunió durante muchas horas en Mohaven, Ohio (Camp Mohaven) y consideró muy detalladamente el tema. El estudio continuó durante todo el año 1974. Durante la reunión de primavera de 1975, inmediatamente antes de la sesión de la Asociación General, el asunto fue considerado otra vez muy detalladamente. Se analizaron los resultados del estudio del grupo Mohaven y las discusiones dieron como resultado la decisión de la iglesia mundial de autorizar la ordenación de mujeres como ancianas y diaconisas donde la división lo consideraba aplicable, posible o provechoso. Pero el proceso no terminó con dicha autorización. Fue necesario organizar el trabajo de otras comisiones de estudio que funcionaron durante los años 1977, 1978, 1980 y 1984. Finalmente, en el Concilio Anual de 1984, se sintió que a causa de una tensión creciente acerca de lo que había ocurrido nueve años antes, en 1975, algo debía decirse acerca del asunto de ordenar mujeres como ancianas, y se confirmó que se las podía ordenar en aquellas divisiones donde pareciera apropiado.

            Pero el proceso continuó, y en 1986 y luego en 1989, nuevas comisiones, compuestas de más de 70 individuos que representaban a la mayoría de las divisiones, le dieron más estudio al asunto. Estos individuos se reunieron bajo la dirección del presidente de la iglesia mundial para hacer un detallado análisis del problema. En 1985, en la sesión de la Asociación General en Nueva Orleans, el tema de la ordenación de las mujeres también recibió un detallado análisis cuyo único resultado fue la sugerencia de que el asunto requería más estudio. De modo que el asunto se trajo a la sala nuevamente en nuestra sesión mundial de 1990. Se presentaron informes de las comisiones que habían estudiado el tema muy cuidadosa y detalladamente, y mediante un voto de 75 contra 25 por ciento de los delegados reunidos, la iglesia mundial indicó que a las mujeres se les debía dar amplia participación en todas las actividades de la iglesia, incluyendo la ganancia de almas y los deberes pastorales, pero que siendo que la iglesia no podía alcanzar el consenso con respecto al asunto de la ordenación, esta práctica no debía introducirse en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

            El asunto tomó un carácter distinto, que muchos consideraron alarmante, en 1994 cuando la División Norteamericana (DN) convocó una reunión especial de su Junta Directiva para el 3 de octubre, inmediatamente antes del Concilio Anual, para discutir el tema de la “Ordenación independientemente del género”.

            La junta de la DN votó por abrumadora mayoría la siguiente resolución: “Solicitar al Concilio Anual que refiera a la Sesión de la Asociación General la siguiente consideración: La Asociación General confiere a cada división el derecho de autorizar la ordenación de individuos dentro de su territorio en armonía con los reglamentos establecidos. Además, donde las circunstancias no lo desaconsejen, una división puede autorizar la ordenación de individuos calificados independientemente del género. En divisiones donde las juntas directivas tomen votos específicos aprobando la ordenación de mujeres para el ministerio evangélico, las mujeres pueden ser ordenadas para servir en esas divisiones”.

            El 9 de octubre el Concilio Anual consideró la solicitud. Al presentar la petición el presidente de la DN, Alfred C. McClure, dijo: “En primer lugar, queremos que esta representación sepa que la División Norteamericana es una parte muy leal de la iglesia mundial. Creemos en la unidad y estamos dispuestos a sostenerla. Estamos totalmente comprometidos con la misión y la unidad de esta iglesia.

            “No deseamos causar un problema, avergonzar o dividir al cuerpo de Cristo. Aborrecemos todo lo que pueda traer deshonra a esta iglesia que amamos”.

            “No estamos sugiriendo que nuestro apoyo a la iglesia mundial depende de la aprobación de esta solicitud… no creemos que sea una conducta apropiada de un miembro de la familia. Si se nos niega esta solicitud, seguiremos haciendo nuestra parte, y llevando la parte de la carga financiera de la iglesia que el Señor nos ha dado la bendición de poder proveer”.

            “No estamos a punto de rebelamos o de hacer nuestras propias cosas y desafiar la voluntad del cuerpo. Les puedo asegurar que soy un siervo de esta iglesia y que haré todo lo que esté en mi poder para mantenerla unida”.

            “Si estuviéramos decididos a hacer nuestra voluntad sin importarnos las consecuencias, no estaríamos aquí con esta solicitud. Simplemente les informaríamos acerca de nuestra decisión. Pero esa no es nuestra posición”.

            “Esto no es un ultimátum, sino una apelación que sale de lo más profundo de nuestro corazón pidiendo comprensión y reconocimiento a lo que vemos como una necesidad peculiar”.

            También se refirió al voto de 1974 que abrió la puerta para la ordenación de mujeres como ancianas. Y recordó a la junta que como resultado de este voto la Asociación General había autorizado ordenar a las mujeres como ancianas locales en 1984.

            Literalmente dijo: “Desde entonces, centenares de iglesias han elegido a más de 1,000 mujeres como ancianas locales. Durante 20 años han estado sirviendo con credibilidad y aceptación en sus congregaciones.

            “Por invitación de su iglesia, las mujeres han asistido a los seminarios durante dos décadas. ¿Qué tipo de mensaje enviamos a estas jóvenes mujeres que desean responder al llamado de Dios si les damos la bienvenida a un entrenamiento profesional donde se sientan en clases con sus compañeros varones a quienes en pocos años se les reconocerá plenamente su llamado, mientras que a ellas se les hará sentir inferiores por una decisión de su iglesia que dista mucho de ser completa?”

            McClure dijo que la iglesia ha dado a las mujeres todos los privilegios del ministerio excepto la organización de iglesias y la autoridad para ordenar a otros, situación que coloca a la División Norteamericana en una posición insostenible. Luego añadió textualmente:

            “Como Norteamérica ha aplicado estos votos de la Asociación General en una forma que sentíamos era correcta y justa, nos encontramos ahora en una posición que es vista por muchos como discriminatoria, antiética, e incluso, inmoral. Es difícil responder a muchas personas que tienen preguntas y darles una respuesta lógica y sostenible”.

            McClure apeló a la Junta para que hiciera un esfuerzo por entender la necesidad de ordenar a las mujeres en Norteamérica. Aseguró a los miembros que Norteamérica seguiría siendo un apoyo leal de la iglesia incluso si el voto le era contrario.

            El asunto produjo un vivo debate en el Concilio Anual. Varios oradores dejaron en claro que, aunque apoyaban la solicitud de referir el asunto a la sesión de la Asociación General se oponían al propósito de dicha solicitud.

            Después de amplia discusión el Concilio votó, con pocos votos en contra, que la solicitud de la División Norteamericana fuese referida a la Sesión de la Asociación General de 1995 para su consideración y decisión.

            Myron Widmer, director asociado de la Revista Adventista, escribió un editorial en el número de diciembre de 1994, titulado: “Hable ahora, o calle para siempre”. En dicho editorial exhortaba a los miembros de la iglesia a dar a conocer sus opiniones con respecto a éste y otros temas que se tratarían en la sesión de Utrecht, poniéndose en contacto con sus delegados, cuya lista se publicó, por primera vez, por adelantado.

            Esta solicitud suscitó un gran interés y preocupación de parte de los miembros de la iglesia. Las opiniones revelaban dos temores: que se aprobaran prácticas que algunos consideraban no autorizadas en las Escrituras; y división de la iglesia mundial, cualquiera fuera la decisión.

            William Fagal, editor de la revista Adventists Afirm, llamó al tema de la ordenación de la mujer: “Un asunto explosivo”.

            C. Raymond Holmes, exdirector del programa de doctorado en ministerio del Seminario* Teológico Adventista de la Universidad Andrews, dijo que la cuestión de la ordenación de la mujer era un asunto grave que ponía a la teología y a la doctrina de la Iglesia Adventista en una encrucijada. Que este’ problema colocaba a la iglesia ante uno de los períodos más críticos de su historia. Que la decisión que se adoptara tendría gran influencia en la dirección que tomara la iglesia en teología, doctrina, ética, misión y estilo de vida. En suma, que tendría efectos disolventes de largo alcance dentro de la iglesia mundial.

            Lo que sentían los dirigentes al ver aproximarse el día del debate y de la votación lo expresó el pastor Roberto Folkenberg, presidente de la Asociación General, al hacer las consideraciones previas a la votación: “Es con temor y aprensión que algunos de nosotros veíamos la aproximación de este debate en esta tarde”. Luego en su oración previa a la votación, dijo: “Bondadoso Padre. Durante un buen tiempo hemos visto aproximarse este día. Ha sido causa de aprensión, angustia y preocupación”.

            Los dirigentes convocaron a la iglesia mundial al ayuno y la oración ferviente para pedir ayuda divina en las grandes decisiones que tendrían que tomarse en Utrecht. Anunciaron que una de las decisiones más importantes y de mayores consecuencias que la iglesia en sesión tendría que adoptar, era el asunto de la ordenación de las mujeres, especialmente por el peligro de escisión de la iglesia que estaba implícito en la solicitud de la División Norteamericana.

            Las iglesias oraron y muchos expresaron sus preocupaciones con lágrimas y angustia suplicando a Dios que librara una vez más a su iglesia del peligro de la apostasía y el divisionismo.

            Consignamos aquí, porque puede iluminamos un poco más el panorama, la respuesta del Dr. C. Mervyn Maxwell, ex director del Departamento de Historia de la Iglesia del Seminario Teológico Adventista de la Univesidad Andrews, titulada:

            RESPUESTA A LA SOLICITUD DEL PRESIDENTE DE LA DIVISION NORTEAMERICANA AL CONCILIO ANUAL

            En la Revista Adventista de febrero de 1995, por medio de una transcripción de un discurso pronunciado ante el Concilio Anual, usted pide apoyo de la iglesia para una iniciativa de la División Norteamericana (DN) relacionada con la ordenación de las mujeres para el ministerio evangélico. Su solicitud está presentada en una forma cortés y agradable. Mi corazón me impulsa a consentir con ella; pero mi conciencia me impele a oponerme. Ruego a Dios que mi desacuerdo sea expresado en una forma tan cortés como cortés fue la forma en que usted expuso su solicitud.

            La gente juiciosa comprende que, como presidente de una organización, usted tiene, a veces, que representar posiciones diferentes a las que sostiene personalmente. Puede ser que éste sea el caso con respecto a su solicitud. En cualquier caso, debemos tomar la solicitud en forma seria y considerar seriamente si la iglesia debiera aprobarla o no.

            El 22 de octubre del año pasado, en la Granja de Guillermo Miller, todos pudimos ver que usted estaba profundamente conmovido por el maravilloso reavivamiento que ocurrió a medida que nuestro pueblo creía en la Biblia en la forma como está escrita. Usted pidió que la experiencia fuera repetida en Battle Creek en octubre de 1995, con el énfasis esta vez sobre el sábado y el espíritu de profecía.

            Es maravilloso ver a nuestros dirigentes tomar la Biblia como su plataforma y exhortarnos a creerla. “Vendré otra vez”. “Hasta 2,300 días”. “Acordarte has del día de reposo para santificarlo”. “Aquí están los que… tienen el testimonio de Jesús”.

            La misma Biblia que predijo el fin de los 2,300 días y que identifica al remanente final, dice en 1 Timoteo 3:2 que un pastor o anciano debe ser “marido de una sola mujer”.

            Así que mi primera respuesta a su solicitud, pastor McClure, es instarlo a ponerse de parte de la Palabra de Dios en este asunto como lo hizo en forma tan genuina en la Granja de Guillermo Miller en cuanto a las doctrinas del santuario y la venida de Jesús. Incluso en su solicitud usted reconoce que “nuestro objetivo debe ser la fidelidad a la Palabra de Dios”. Yo le invito humildemente a practicar la fidelidad de la cual habla.

            Si bien mi respuesta podría expresarse en pocas palabras, no deseo darla en forma tan concisa, que cause la impresión de falta de respeto a los muchos y diferentes argumentos que usted emplea en su solicitud. Por eso he anotado diez argumentos y he preparado una respuesta para cada uno de ellos.

  1. “Nosotros no deseamos causar un problema. Somos leales a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y hacemos notar que la ordenación de ancianas locales no ha causado ninguna división”.

            Cuando usted dice que es un adventista leal y que no desea causar un problema, no cuestiono ni por un momento su integridad personal. Me pregunto, sin embargo, si todas las personas que lo han impulsado a presentar una solicitud tal comparte su actitud pacífica. ¿No hay voces del este y del oeste preparadas para ordenar mujeres como ministros incluso en abierto desafío al voto contrario de la Asociación General?

            El voto 3 contra 1 que se opuso en 1990 a la ordenación ministerial de mujeres no logró detener el movimiento pro-ordenación, que interpreta este volver atrás como un acicate para fortalecer la agitación. Siendo éste el caso, ¿detendrá la aceptación de la iniciativa de la DN la agitación? ¿No será tomada como una invitación a presionar hasta que las mujeres sean ordenadas en todas las divisiones, en cada unión y en cada asociación?

            Pero como en cada congregación la gente tiene Biblias y puede leer, tarde o temprano se descubrirá que la Biblia dice que el pastor o anciano debe ser “marido de una sola mujer”, una calificación que ninguna mujer puede satisfacer. De aquí que no sólo la denominación se dividirá, sino que lo mismo ocurrirá con cada división y cada congregación local. Este movimiento antibíblico tiene el potencial para desencadenar una marea cismática sin paralelo en nuestra experiencia denominacional.

            Creo que usted y la mayoría de los miembros de la DN se niegan a ser causantes de un cisma, pero yo, y muchos otros conmigo, tememos que esta iniciativa esté jugando con fuego.

  • “Nuestra parte del mundo tiene una necesidad peculiar”.

            Ciertamente así es. Pero, ¿cuál es esta necesidad peculiar? Vivimos en el fin del tiempo. El sello de Dios y la marca de la bestia ya se ven en lontananza junto con el fin del tiempo de gracia y el comienzo del tiempo de angustia. ¿Cuál es nuestra necesidad más urgente? A fin de poder “perseverar hasta el fin” necesitamos ser “establecidos en la verdad, tanto intelectual como espiritualmente”, de modo que “no podamos ser removidos” (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista, tomo 4:1161).

            Con profundo respeto por su posición como presidente de la DN, pongo delante de usted mi convicción de que la mayor necesidad de nuestra parte del mundo es un liderazgo en todos los niveles que nos convoque a la lealtad más elevada posible a la Biblia como la Palabra de Dios.

  • Ninguna teología está Involucrada; el asunto es meramente eclesiológico.

Concuerdo en que el asunto es eclesiológico. Al final del extenso pasaje (1 Timoteo 2 y 3) en el cual la Biblia dice que un pastor debe ser ‘marido de una sola mujer’ (1 Tim. 3:2), se encuentra este resumen: ‘Esto te escribo… para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios’ (1 Tim. 3:14- 15).

            De modo que es cierto que el asunto es eclesiológico, pero esto no lo hace menos teológico. Pues, como es sabido en los seminarios, la ‘eclesiología” es una rama de la teología.

            Pero permítame suponer que lo que usted quiere decir cuando dice “eclesiológico” es “administrativo”, queriendo indicar con ello que la elección de una mujer en preferencia a un hombre es algo que una junta puede manejar sin particular referencia a las Escrituras.

            Aunque la selección entre candidatos masculinos, todos los cuales satisfacen las calificaciones de la Biblia, bien puede ser un asunto administrativo, ¿cómo podemos estar de acuerdo en que la selección de una mujer candidato es meramente un asunto administrativo cuando la Biblia dice que el pastor o anciano debe ser “esposo de una sola mujer”, calificación que ninguna mujer puede cumplir?

            Además, después de años de estudio, creo que el asunto es profundamente teológico. Bajo la inspiración de Dios, Pablo usó una clara reflexión teológica para apoyar su posición. Una de estas posiciones teológicas es que los hombres tienen responsabilidades que difieren característicamente de las de las mujeres por creación. Otra reflexión fue que del mismo modo en que Adán era tipo de todos los hombres y de todos los pecadores, Eva era tipo de todas las mujeres. “Porque Adán fue formado primero, después Eva, y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Tim. 2:13,14).

Así que, siendo que Adán fue formado primero y Eva fue engañada, Pablo dijo bajo inspiración, sólo un hombre (es decir, el “esposo de una sola mujer”) puede ocupar la posición de enseñanza autoritativa de un anciano o un pastor.

            La declaración de que un anciano o un pastor ha de ser ‘marido de una sola mujer’ no está aislada, sino que es el clímax de un pasaje (1 (¡moteo 2,3) que comienza con los deberes de toda persona cristiana (anthropos en griego), y luego se mueve hacia los diferentes deberes y limitaciones del hombre (aner) y la mujer (gune) y alcanza una clase de clímax con el pasaje que incluye la declaración que el pastor o anciano deber ser esposo/hombre de una sola esposa/mujer (gun).

            El hecho de que la ordenación de mujeres involucra a la teología bíblica, fue reconocido por la Asociación General cuando surgió el tema a principios de la década de 1970. La reunión de Mohaven de 1973 fue convocada en nombre de la Asociación General por Gordon M. Hyde, que entonces servía como director del Instituto de Investigaciones Bíblicas. Los principales oradores fueron teólogos del Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día.

            No puedo dejar de observar que su solicitud no hace referencia a 1 Timoteo 3:2. De paso, no hace referencia a ningún pasaje bíblico. Sin embargo, 1 Timoteo 3:2 está en el pasaje de la Escritura que nuestro Manual para ministros dice que debe leerse antes de la oración de ordenación de ancianos. Mark Twain confesó una vez que no tenía dificultades con los pasajes de la Biblia que no entendía. Los textos que le perturbaban eran los que sí comprendía muy bien.

¿Cuál pasaje podría ser más fácil de entender que 1 Timoteo 3:2, donde dice que un pastor o anciano debe ser ‘esposo de una sola mujer*?

  • Algunos votos tomados en los Concilios Anuales de 1973 y 1974 y el Concilio de Primavera de 1975 pusieron el marco para la ordenación de mujeres como ancianas locales.

Su solicitud se refiere a la historia del movimiento pro ordenación de mujeres. No lo culpo por dejar de lado algunos aspectos de esta historia, pues su espacio era limitado. Pero algunas cosas que usted dejó de lado por necesidad, son pertinentes para mi oposición a la proposición de la DN.

Mucho se ha dicho en estos días acerca de la recomendación de la Conferencia de Mohaven cuyo examen revela que no tiene garantías. La recomendación de Mohaven, que puso las bases para los votos de los concilios que usted menciona, no deberían tomarse como un reflejo de las personas que estuvieron presentes. El presidente, no los participantes, escribió el documento, modificando las recomendaciones de los participantes como le pareció mejor y preparando el borrador final después de regresar a su oficina en la Asociación General.

Yo sé esto porque fui miembro del grupo de Mohaven. Recuerdo muy bien esa última tarde. El presidente—quien ya había dado su consentimiento para que una mujer parienta suya sirviera como anciana local —dividió a los participantes en pequeños grupos y nos asignó redactar diferentes conclusiones de la declaración final. ¡El grupo completo se reunió de nuevo y entregamos nuestras declaraciones, pero el presidente comenzó a escribir lo que quiso decir sin tomar en cuenta las declaraciones! Sintiendo que su acción era sumamente impropia y que desperdiciaba el tiempo que habíamos tomado para hacer nuestras declaraciones; me disgusté tanto por esta ruptura de los procedimientos que temí decir algo fuera de lugar, por eso abandoné la reunión y caminé por el campo hasta que logré recobrar mi compostura.

Entre otras cosas que recuerdo, está mi asombro de lo que algunos colegas hicieron con las Escrituras. Ellos citaron Gálatas 3:28 (en Cristo no hay ni varón ni hembra) y Génesis 1-2 (la historia de la creación) para probar que los hombres y las mujeres, siendo iguales en el plan de Dios y en la salvación de Cristo, podían ser igualmente ordenados. “Pero”, yo pensé para mí, “estos versículos no dicen nada directamente acerca de la ordenación”.

En Mohaven, no se consideró 1 Timoteo 3:2. Pero en los años que siguieron, reflexionando en 1 Timoteo 3:2 y otros pasajes, al menos varios de los que habíamos participado en Mohaven llegamos a darnos cuenta que las mujeres no pueden ser ordenadas al ministerio en un ambiente que es fiel a la Escritura como la Palabra de Dios. Algunas personas que apoyan la ordenación continúan citando las posiciones de Mohaven como favoreciendo la ordenación de mujeres, pero esto es injusto y falso. Yo, y al menos dos más de los “teólogos de Mohaven”, llegamos a rechazar la ordenación de mujeres y oponernos a ella, ya sea como ancianas locales o como ministros evangélicos.

La referencia a los concilios de la iglesia me causa no poca tristeza. ¿No nos enseña Martín Lutero que los concilios yerran y que nuestra única seguridad está en apoyarnos en la Palabra de Dios? ¿Qué dice Elena G. de White en esta misma línea de pensamiento?

“Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discordantes…. ni la voz de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto debemos cercioramos de si lo autoriza un categórico “así dice Jehová” (El conflicto de los siglos, pág. 653).

¿Estamos preparados realmente para decir que los Adventistas del Séptimo Día deberían poner el voto de una junta por encima de la voz de la Escritura tan clara como 1 Timoteo 3:2, que dice que el pastor o anciano debe ser “marido de una sola mujer”?

  • En veinte años la Iglesia no ha tomado una posición teológica sobre este asunto; en realidad, nuestros teólogos discrepan. ¿No “habla esto por sí mismo”?

Correcto, los teólogos adventistas del séptimo día difieren sobre este asunto, pero ¿es éste el único punto sobre el cual están divididos los teólogos de la DN? ¿No están divididos también en la interpretación de Génesis 1-2, sobre la importancia de la observancia consagrada del sábado, en cuanto a la importancia relativa de la poligamia y la homosexualidad, sobre nuestra capacidad o falta de ella para vivir una vida cristiana victoriosa, en relación con la inspiración de Elena G. de White, e incluso sobre el significado de la más característica de nuestras doctrinas, el santuario y 1844? ¿Hemos de concluir que porque los teólogos están divididos en estos tópicos, éstos no son teológicos? No. ¿Hemos de inferir, entonces, que estos tópicos no son importantes? No. ¿O que nuestros evangelistas, hombres que están al frente de la batalla armados con la Palabra de Dios, no tienen autoridad para hablar sobre ninguno de estos temas?

Al contrario, ¿no dice la inspiración que “todos los que sacan calor de la frialdad de otros, valor de su apostasía y lealtad de su traición, triunfarán con el mensaje del tercer ángel” (Sons and Daughters of God, pág. 201)? Mientras los eruditos escépticos rumian sus huesos descarnados, sigamos nosotros hacia adelante, proclamando confiadamente las claras palabras de la Escritura. Es en la fortaleza de la Escritura que debemos resolver el asunto que está delante de nosotros.

Lo que ha ocurrido realmente en respuesta a la estipulación del Concilio Anual de 1974 de que “el presidente… haga arreglos para ‘más estudio’ es casi incomprensible. Esta demanda de “más estudio” fue votada como un reglamento. Y sin embargo, reglamento o no, no se ha aplicado en estos veinte años. Uno no puede menos que maravillarse por qué no se ha hecho.

Cuando la Asociación General es seria en cuanto al “estudio” de un tema, procede de acuerdo con líneas bien establecidas. Asigna el tema al Instituto de Investigaciones Bíblicas, o establece una nueva comisión para su estudio. El Instituto o la Comisión, a su vez, asignan subtópicos a individuos capaces y educados y les piden que preparen monografías de investigación sobre estos subtemas. En un tiempo dado, uno o dos años, las personas que escriben los documentos de investigación se reúnen y leen sus monografías ante la comisión. Después de que cada monografía ha sido leída, el presidente somete a un análisis disciplinado cada una de ellas, que puede durar de dos a tres horas. Cada uno se concentra en los datos y la interpretación de la monografía, y generalmente se hacen muchas recomendaciones. A su debido tiempo se le pide al autor que revise su monografía de acuerdo con las líneas sugeridas en la discusión. Un año más tarde, cuando el Instituto o comisión se reúne de nuevo, se puede tomar un voto sobre la conveniencia o inconveniencia de publicar la monografía.

Esta es la forma en que la denominación conduce normalmente el “estudio* de cualquier tema que le preocupa.

¡Cuán diferente fue la forma en que la Comisión sobre el Rol de la Mujer llevó a cabo su trabajo! Las monografías, con muy pocas excepciones, nunca fueron leídas al grupo, y ninguna de ellas fue críticamente analizada. En otras palabras, la denominación todavía no ha “estudiado” oficialmente el asunto de la ordenación de las mujeres en los veinte años que han pasado desde que fue votado el reglamento de que debería estudiarse. La presente solicitud de la DN no es el resultado de un estudio erudito y disciplinado.

Por otra parte, nuestra denominación ha tenido una clara posición durante más de cien años, basada en claros pasajes bíblicos. Esta posición fue reafirmada en cada ordenación de ancianos con la lectura de 1 Timoteo 3:2. Fue estruendosamente reafirmada en la sesión de la Asociación General de 1990. La gente que dice que nunca hemos tomado una posición sobre la ordenación de la mujer está pronunciando un falso testimonio.

  • “Cientos de iglesias” han elegido mujeres como ancianas y “más de mil mujeres” sirven como ancianas locales.

Para tener una mejor perspectiva, ¿cuántas iglesias hay en la DN? ¿Cuatro mil cuatrocientas? Y sólo, digamos, ¿500 de ellas tienen mujeres ancianas? ¿Cuántos ancianos hay en total? ¿Quizá 15,000 o más? De modo que quizá sólo el 12% de las iglesias de la DN tienen mujeres ancianas y éstas sólo son el 8 por ciento de todos los ancianos. ¡No demasiadas, después de todo!

¡Y hemos de decir que estas bajas cifras son casi las mismas que se citaron hace cinco años durante la Sesión de la Asociación General en Indianápolis! Es como si, a nivel de la iglesia local, el movimiento pro ordenación se hubiera mantenido en el cauce. Quizá esto explique la estridencia de los líderes de dicho movimiento, porque saben que, si fracasan esta vez, probablemente nunca más tengan otra oportunidad.

La pequeña pero bien organizada minoría que clama por la ordenación de la mujer cuenta con algunas personas bien educadas quienes durante muchos años han actuado en importantes posiciones y saben cómo comunicar tanto temor como ánimo. Es natural sentirse bien cuando personas de este nivel buscan su apoyo y le llaman a usted “iluminado” y “progresista”. Y, por otro lado, no sería más que natural temer la traicionera influencia de esta gente influyente si decidieran hacerlo así. Uno de ellos ya ha amenazado con ‘exponer las trapacerías políticas, la corrupción, la exclusividad, y la teología medieval”, de los dirigentes de la DN.

¡Esa gente puede usar un lenguaje bastante duro! Pero por favor, recuerde que la mayoría de los constituyentes de la DN no está haciendo campaña para la ordenación de la mujer y que, si usted retira la iniciativa de la DN antes de que llegue a la sala de sesiones del congreso mundial en Utrecht, ellos alabarán a Dios por causa suya.

De hecho, creo saber que una buena cantidad de sus mismos presidentes de unión y asociación están en contra de que las mujeres sean ordenadas.

Un presidente de unión que se opone a la ordenación de la mujer me dijo que durante la sesión del Concilio Anual en la cual se consideró la propuesta de la DN, él le pidió a uno de los altos oficiales que el voto fuera secreto. Él sabía que probablemente algunos presidentes de asociación iban a votar a favor de la propuesta sólo por temor a desagradar al liderazgo de la división si votaban en contra. ¡En realidad, como usted sabe, varios valientes presidentes de asociaciones de la DN se han puesto abiertamente en contra de la iniciativa!

La respuesta de los oficiales de la DN demostró que el presidente de unión tenía razón. El oficial dijo que, si la votación se hubiera hecho en secreto, usted no podría estar seguro de obtener la mayoría.

¡Exactamente!

  • “No hay marcha atrás. ¿Pueden ustedes imaginarse el desastre que se produciría si tratáramos de dar marcha atrás?”

Yo me siento impulsado a preguntar, con toda humildad, ¿por qué no dar “marcha atrás?’

En la primera reunión de aquella importante y decisiva sesión de la Asociación General de 1901, Elena G. de White, recién llegada de Australia, se atrevió a decir a los delegados: ‘Lo que queremos ahora es una reorganización. Queremos iniciar en los fundamentos y formar un pueblo diferente”.

Volver atrás e iniciar de nuevo es el mismo corazón del arrepentimiento, y el arrepentimiento es algo que se supone debemos estar haciendo sobre bases regulares, ¿o no?

Usted, como el principal pastor de nuestra DN, nos ha recordado, en su solicitud, que ‘nuestro objetivo debe ser, fidelidad a la Palabra de Dios”. Entonces, ¿por qué no invitarnos a “temblar ante su Palabra” y buscar juntos el perdón por estos veinte años de negligencia en el estudio de la Biblia respecto al tema de la ordenación de la mujer?

Usted nos pide que imaginemos lo que ocurriría si usted hiciera esto. ¡No es difícil imaginar lo que ocurriría! Por un lado, habría un alarido de nuestros bien organizados liberales, algunas ociosas amenazas de demandas legales (que no tendrían ningún efecto bajo la Primera Enmienda), e incluso algunas trágicas apostasías. Pero lo que yo imagino con más facilidad es el enorme clamor de regocijo que ascendería al cielo:’¡Gracias, ¡Señor, por nuestros líderes que operan bajo principios bíblicos y no por conveniencia política, por darnos un Moisés y no un Aarón!”

Con una invitación tan valiente a la fidelidad a las Escrituras, ¡qué tremendo reavivamiento del estudio de la Biblia tendría lugar! ¡Como resultado de tal estudio, cuántos hogares cambiarían, el sábado sería santificado mejor, y los adventistas se sentirían una vez más como verdaderos adventistas! Hermano McClure, hágalo. No se deje intimidar por esa gente que ostenta doctorados, que lo están empujando, lisonjeándole, induciéndole con halagos para que apoye la ordenación de la mujer. Puede ser que usted no tenga un doctorado, pero tiene la Palabra de Dios.

  • Es un “problema eclesiológico” a), permitir a las mujeres que realicen bautismos y matrimonios mientras que b), se les niega la ordenación, y entonces llamar a ambas posiciones “escriturísticas”. Nuestra posición es “claramente Insostenible” y es “vista por muchos en esta división como discriminatoria, antiética, e incluso inmoral”. “Nosotros apelamos a ustedes para que se pongan en nuestro lugar”.

            Yo concuerdo perfectamente en que llamar a estas dos posiciones “escriturísticas” es insostenible: porque ninguna de ellas lo es.

            Pero, ¿cómo llegamos a esta posición “insostenible”?

            Como usted sabe, este plan, cuyas provisiones usted deplora como insostenibles, fue diseñado con mucha habilidad por nuestros propios administradores denominacionales para lograr una mayoría de votos, primero para la Comisión sobre el Rol de la Mujer en 1989 y después para el Concilio Anual y la Sesión de la Asociación General. Los participantes que querían que las mujeres sirvieran como ancianas locales con virtualmente todo el poder de los ministros ordenados votarían por la moción a fin de obtener lo que querían, mientras que aquellos que creían que la mujer no debería ser ordenada como ministros, también votarían en favor de la moción, a fin de evitar que las mujeres fueran ordenadas como ministros.

            La sencilla moción original se dividió en dos para presentarla en la Sesión de la Asociación General de Indianápolis. La parte que negaba la ordenación ministerial de las mujeres fue aprobada 3:1, como se creía con anticipación. Pero en un día diferente, cuando muchos de nuestros delegados de ultramar no estaban presentes, se presentó la parte relativa a la ordenación de las mujeres como ancianas locales.

            Muchos delegados de ultramar testifican que fueron pasados por alto por una delegación norteamericana que sonreía dulcemente.

            Así que (antes de que usted llegara a ser presidente) fue nuestra propia división, Norteamérica, la que trabajó duramente para establecer la presente posición.

            ¿Qué deberían haber hecho los delegados de la DN en Indianápolis para evitar que se creara una posición ‘perturbadora’ e ‘insostenible”?

¿Cómo vería usted una cosa tan sencilla como ésta? Animar a nuestra gente de ultramar a seguir la Biblia o, como usted lo pone en su manifiesto, ‘fidelidad a la Palabra de Dios’.

  • Mujeres jóvenes que “creen” tener un “llamado de Dios” están estudiando en nuestros seminarios, pero “se les hace sentir Inferiores” cuando no se les da pleno reconocimiento.

Siendo que rutinariamente esperamos ver evidencias de que un “llamamiento’ es genuino, aun en el caso de un hombre, buscar esas mismas evidencias en el caso de una mujer difícilmente puede representar un prejuicio por el género.

            La Biblia nos dice que Dios nunca cambia, y ella nos dice que Dios desde hace mucho tiempo quería que un anciano o pastor fuera “esposo de una sola mujer”. Y siendo que ninguna mujer puede ser esposo de una mujer, sabemos que Dios no llamó a las mujeres para ser ordenadas como ministros.

            Sin embargo, Dios llama a las mujeres a servir en una gama de otras carreras. Si una mujer siente que Dios la está llamando a un servicio espiritual, y si está dispuesta y capacitada para hacer la preparación necesaria, ayudémosla en toda forma apropiada posible para hallar una carrera apropiada, aun cuando sepamos por anticipado que no será ordenada al ministerio.

Usted se preocupa porque a las jóvenes mujeres de quienes habla se les hace sentir “inferiores”. Yo no puedo imaginarme quién las está haciendo sentirse así. Dios dice que las mujeres son ¡guales a los hombres, sólo que están llamadas a cumplir roles diferentes. Quizá sea el grupo dentro de nuestra iglesia que está demandando que las mujeres sean ordenadas el que las está haciendo sentirse inferiores.

  1. Es “muy difícil” dar una defensa “lógica”.

Puede ser que sea muy difícil oponerse a los ardientes proponentes de la ordenación de las mujeres, pero El Deseado de todas las gentes, pág. 297 dice que Dios “en toda dificultad, tiene un camino preparado para traer alivio. Nuestro padre celestial tiene, para proveernos de lo que necesitamos, mil maneras de las cuales no sabemos nada. Los que aceptan el principio de dar al servicio y la honra de Dios el lugar supremo, verán desvanecerse las dificultades y percibirán una clara senda delante de sus pies”.

            ¡Deje que la Biblia haga el trabajo en lugar de usted! Lea 1 Timoteo 2 y deténgase en 3:2, donde la Biblia dice que un pastor o anciano debe ser “marido de una sola mujer*. Es un pasaje que hemos leído en nuestras iglesias durante más de un siglo de modo que nadie podrá acusarlo con justicia de fanático si lo lee ahora. Algunas personas muy preparadas quisieran que lo quitáramos de nuestras Biblias hoy, pero yo quiero animarle, hermano McClure, a ser honesto con su propio ideal de fidelidad a la Palabra de Dios. ¡Decídase por la Palabra!

            Recuerde que la mayoría de los constituyentes de la DN — cientos de miles de buenos Adventistas del Séptimo Día —no tienen deseos de ver a las mujeres ordenadas en oposición a las Escrituras. Y por encima de todo, por favor recuerde que la mensajera de Dios escribió en el Youth’s Instructor del 18 de agosto de 1896 que cuando “aprendamos el sencillo arte de tomarle a Dios la palabra, tendremos terreno sólido bajo nuestros pies”.

            Mientras tanto, yo estaré orando, con muchos otros, para que usted tenga el valor de retirar la propuesta de la DN y hacer todo lo que pueda para evitar que la susodicha propuesta llegue a Utrecht. Que Dios bendiga ricamente su ministerio mientras nos conduce a la fidelidad a la Palabra de Dios’.

            Algo que perturbó desde el principio a muchos, como veremos más adelante, y que el pastor William G. Johnsson considera un ‘enigma’, es la cantidad y la talla moral, intelectual y organizacional de los hombres que favorecen, por un lado, y se oponen por el otro, a la ordenación de la mujer. Especialmente, ‘el enigma que emerge con claros relieves’ es la forma en que los adventistas interpretan la Biblia. ¿Cómo es posible que, con la misma Biblia en la mano, y citando los mismos textos, tomaran posiciones diametralmente opuestas? Puede ser que al escuchar lo que se dijo el día de la sesión en que se trató el tema obtengamos un poco de luz que nos ilumine el camino para la comprensión de esta difícil situación.