El domingo en la iglesia primitiva

            En la época del Nuevo Testamento, el sábado no era sólo el día cuando Cristo habitualmente iba a la sinagoga (véase Luc. 4:16), y el período en el cual (mientras Jesús permaneció en la tumba) las mujeres descansaron antes de intentar ungir su cuerpo. (Véase Luc. 23:54-56.) También continuó siendo un día en el cual los apóstoles se reunían para sus servicios de adoración. (Pablo, especialmente, lo menciona; véase Hech. 13:14, 42-44; 16:13; 17:2; 18:4.) En cuanto al domingo (designado como el “primer día de la semana” en el Nuevo Testamento), se lo menciona como el día de la resurrección de Cristo. (Véase, por ejemplo, Mar. 16:1-6, 9.) En ese día hubo sólo ocasionalmente algunas reuniones por razones especiales, tales como la de aquella noche cuando los discípulos se encontraron a puertas cerradas “por temor a los judíos” (Juan 20:19), o cuando Pablo tuvo una reunión nocturna en Troas —probablemente un sábado de noche— en vista de sus planes de partir al día siguiente. (Hech. 20:6, 7.)

            Pero no hay evidencia alguna de que el domingo haya sido, como se sostiene a menudo, un día de culto semanal y regular para los cristianos de esa época. En efecto, un erudito británico muy conocido, C. W. Dugmore, señala correctamente que la primera evidencia clara de la observancia del domingo por parte de los cristianos nos llega por medio de Justino Mártir, de Roma, aproximadamente a mediados del siglo II DC. Hace, además, una observación interesante acerca de “cuán poca evidencia hay en el Nuevo Testamento y en la literatura de la edad subapostólica acerca de que el domingo sea el día más importante de la semana cristiana”.[1]

            Podemos muy bien preguntarnos: Si el domingo reemplazó al sábado en la época del Nuevo Testamento, ¿no lo habría revelado definidamente la literatura de ese período, y no serían de esperar también algunas declaraciones de tipo polémico en las referencias relativamente numerosas a estos dos días? Después de todo, las abundantes referencias a la circuncisión en el Nuevo Testamento casi invariablemente tienen un tinte polémico que refleja la actitud de cambio que se manifestó en la iglesia cristiana en ese momento. Más adelante, en el curso de la historia cristiana, los asuntos de tipo polémico normalmente dejaron su huella indeleble en la literatura de la época, ya sea en relación con las controversias cristológicas de los primeros concilios eclesiásticos, o con el tema de la justificación por la fe de la Reforma protestante. ¿Podríamos pretender que no ocurriera algo similar en un momento cuando se intentaba reemplazar con el domingo el día de adoración semanal bíblico, el séptimo día, que por tanto tiempo había estado en vigencia?

            El hecho de que el Nuevo Testamento dé por sentada la observancia del sábado, junto con la falta de evidencias de que el domingo estuviera surgiendo en ese tiempo como un nuevo día de culto cristiano, nos permiten llegar a la conclusión de que, en este sentido, las cosas seguían como en los tiempos del Antiguo Testamento. En otras palabras, el séptimo día seguía siendo el día de culto semanal de los cristianos, y el domingo todavía no ocupaba ese lugar. Al parecer el domingo no fue considerado al principio como sustituto del sábado. Por algún tiempo se guardaron ambos días simultáneamente. Este es un asunto que vamos a explicar más adelante.

Durante el siglo II

            Tal vez el rasgo más significativo acerca del tema del sábado y el domingo durante el siglo II (por lo menos hasta cerca de su fin), es la falta de información general, más bien dicho, el silencio que se nota acerca del asunto. Hay algunas evidencias sólo de dos ciudades: Alejandría y Roma. El primer testimonio procede del así llamado Bernabé, que lo puede haber escrito en Alejandría alrededor del año 130 DC, y que se refiere al asunto sólo de paso en el curso de una carta bastante larga mediante la cual trata de interpretar alegóricamente algunas enseñanzas del Antiguo Testamento. Al referirse a la idea de que la tierra va a durar seis mil años, alude al sábado como símbolo de un reposo de mil años (el séptimo “milenio”). A esto —dice— le seguirá “el amanecer del octavo día, que es el comienzo de otro mundo [evidentemente la eternidad]”, concepto que él relaciona con la observancia “gozosa del octavo día [domingo]”.[2]

            El primer testigo indiscutible de la observancia cristiana del domingo es Justino Mártir, quien escribió desde Roma alrededor del año 150 DC. En su famosa Apología describe en forma breve para el emperador romano y el senado los cultos cristianos que se celebraban los domingos: “En el día llamado domingo, todos los que viven en las ciudades o en el campo se reúnen en un lugar, y se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas … En la misma obra se refiere a la administración de la comunión durante la reunión, y al hecho de que los diáconos llevaban los emblemas a los miembros ausentes.[3] Acerca del sábado, Justino se ocupa más en su Diálogo con Trifón, el judío. Entre muchas de las declaraciones negativas acerca del sábado que aparecen en esta obra polémica, la siguiente puede servir de ejemplo: “¿No ves que los elementos no permanecen ociosos, y no guardan el sábado?”[4]

            Hacia fines del siglo II, Clemente de Alejandría es nuestro primer ejemplo de un padre de la iglesia que claramente emplea la expresión “día del Señor” para referirse en forma sumamente alegórica al domingo.[5]

Desde el siglo III hasta el V

            Desde fines del siglo II (o principios del III), la observancia semanal del domingo por parte de la cristiandad resulta más evidente y más extensa. Dos historiadores del siglo V, Sócrates Escolástico y Sozomeno, se refieren a reuniones semanales convocadas para celebrar la comunión tanto en sábado como en domingo en toda la cristiandad, menos en Roma y Alejandría.[6], [7]

            Es de suma importancia verificar que las dos ciudades mencionadas como excepciones a la observancia del sábado por estos historiadores del siglo V, son precisamente los lugares de donde proceden las más antiguas evidencias del siglo II acerca de la observancia del domingo, junto con una actitud negativa hacia el sábado.

            Aunque los dos historiadores eclesiásticos ya mencionados pertenecen al siglo V, su testimonio corresponde no sólo a la costumbre que existía en sus propios días, sino obviamente al hecho de que esa práctica ya estaba en boga desde hacía algún tiempo. Desde fines del siglo II o comienzos del III, y de allí en adelante, se multiplican verdaderamente las pruebas de que los cristianos primitivos observaban dos días semanales de adoración: El sábado y el domingo. Además, las evidencias, a partir del siglo III hasta el V, revelan que existía una controversia en cuanto a la manera de observarlo, y también si se debía guardar el domingo en lugar del sábado.

            Por ejemplo, las Constituciones Apostólicas (una compilación del siglo IV con material de ese siglo y el anterior), instan a guardar tanto el sábado como el domingo, el primero como “recordativo de la creación” y el último en recuerdo “de la resurrección”. [8] Esta obra especifica también que los esclavos deberían trabajar cinco días, pero que “durante el sábado y el día del Señor” se les debiera dar “tiempo libre para ir a la iglesia para que se instruyan en la piedad”.[9] Un interpolador de Ignacio, del siglo III o IV, declara que “cada uno de ustedes” debería “guardar el sábado en forma espiritual”, y que después de hacerlo, cada “amigo de Cristo” debería guardar “el día del Señor como una fiesta…”[10] Y Juan Casiano, cuya vida se extiende entre los siglos IV y V, escribió acerca de ciertos monjes egipcios que “fuera de los cultos vespertinos y nocturnos no celebraban cultos públicos entre ellos durante el día, excepto los sábados y domingos, cuando se reunían a la hora tercera para tener la Santa Comunión”.[11]

            Las informaciones procedentes de los siglos III al V no sólo nos permiten vislumbrar cuán extendida estaba la observancia simultánea del sábado y el domingo, sino que nos dan indicios de las controversias que provocó este asunto.[12] Por ejemplo, el interpolador de Ignacio citado en el párrafo anterior, específicamente critica la “forma judía” de guardar el sábado, lo que quiere decir que había cristianos que se adherían a restricciones judías tales como la de “caminar solamente una distancia proscripta”.[13] La controversia acerca del sábado y el domingo que se desarrolló durante estos siglos no se limitó a la forma de guardar el sábado. El mismo hecho de que en Roma y en Alejandría no se celebraran más cultos durante el sábado lo implica claramente. Hay muchas otras evidencias al respecto.

            Probablemente el rasgo más significativo de la controversia acerca del sábado y el domingo en la iglesia cristiana primitiva, se refiere a si se debía ayunar o no en sábado. Con lo estrictos que eran los judíos en cuanto a la observancia del sábado, no ayunaban ese día. El ayuno implicaba tristeza (véase Mar. 2:18-20) y los judíos consideraban que el sábado era un día de gozo y no de pesar.[14]

            Pero la costumbre de ayunar el sábado se introdujo subrepticiamente en el cristianismo primitivo. Eso ocurrió sólo en ciertos lugares, particularmente en Roma y en algunas otras ciudades de Occidente. Juan Casiano dice que esa costumbre prevalecía entre “alguna gente en algunos países de Occidente, y especialmente en la ciudad [Roma]”; y Agustín (que murió en el año 430 DC) afirma que era costumbre de “la iglesia de Roma y de algunas otras iglesias de las inmediaciones de esa ciudad”.[15] Pero en Occidente, incluso la importante iglesia de Milán en Italia septentrional, no observó el ayuno sabático; y los cristianos de Oriente no lo aceptaron en absoluto. En efecto, esta cuestión del ayuno sabático siguió siendo motivo de controversia entre los sectores oriental y occidental de la iglesia cristiana hasta el mismo siglo XI.[16]

            Agustín revela la seriedad del conflicto que se suscitó acerca de este asunto al referirse a cierto defensor romano de esta costumbre, que formuló graves denuncias contra todos los que rehusaran ayunar en el sábado. Aunque el mismo Agustín actuó como mediador, llegó a la conclusión de que este acusador exageraba sin duda alguna al condenar a los que no ayunaban en sábado.[17] Una posición diametralmente opuesta a la del romano que acabamos de mencionar, aparece en el Canon 64 de las Constituciones Apostólicas, donde se afirma lo siguiente: “Si se hallare a algún clérigo ayunando en ambos días: el día del Señor o el sábado (a menos que se trate de sólo uno de ellos), debe ser eliminado de su cargo; pero si se trata de un laico, debe ser solamente suspendido”.[18] Del mismo modo, el interpolador de Ignacio, que vivió entre los siglos III y IV, declara que “si alguno ayuna en el día del Señor y en sábado, excepto en el sábado pascual, es asesino de Cristo”.[19] (Es digno de notar que sólo un sábado, durante el aniversario del sábado cuando Cristo estuvo en la tumba, los cristianos en general, tanto en Oriente como en Occidente, consideraban apropiado ayunar para simpatizar con los discípulos que lamentaron la ausencia de su Señor.)

            Aunque no es nuestro propósito seguir el desarrollo de los acontecimientos más allá del siglo V, debemos señalar que la acentuación del proceso de reemplazo del sábado por el domingo se produjo en los siglos siguientes. Pero ya en esa época, el domingo estaba ganando preeminencia. Las leyes que se promulgaron indudablemente ayudaron a fortalecer esa tendencia. Entre ellas se encuentran la ley dominical de Constantino, del año 321 DC, y las decisiones eclesiásticas del Concilio de Laodicea (ca. 364 DC). En ambos casos se prescribía el culto en domingo y se ordenaba trabajar en sábado. [20] Sin embargo, a través de los siglos de la Era Cristiana ha habido, por supuesto, muchos observadores del sábado que por lo general no guardaron simultáneamente el domingo.

            Del esquema del desarrollo histórico que acabamos de presentar, deducimos los siguientes hechos:

  1. La iglesia primitiva no consideraba generalmente el domingo como sustituto del sábado; guardaba, en cambio, ambos días simultáneamente, hasta una época tan tardía como el siglo V.
  2. El conflicto entre los dos días no aparece hasta fines del siglo II y comienzos del III, con la posible excepción de Roma y Alejandría.
  3. El relativo silencio de los siglos I y II en cuanto a una controversia entre el sábado y el domingo, podría ser una clara indicación de que prosiguió la antigua costumbre de guardar el sábado, sin amenaza alguna para éste por parte de un nuevo día de reposo.
  4. Las evidencias de controversia que aparecen entre los siglos III al V, en relación con el silencio del período anterior, permiten llegar a la conclusión de que el auge y la difusión de la observancia del domingo tuvieron su origen en este período, y que éste fue en aumento hasta que finalmente el domingo se impuso como el principal día de culto cristiano.

            Surge la pregunta: ¿Qué factores influyeron para que se produjera el cambio que llegado el momento le dio al domingo el lugar que antes tenía el sábado? La lista siguiente no es exhaustiva; se limita a señalar algunos de los elementos más importantes que posiblemente desempeñaron algún papel en este cambio:

  1. El Antisemitismo. Varias declaraciones polémicas anti sabáticas de la iglesia primitiva revelan un sentimiento antisemita. Por ejemplo, Victorino de Pettau [Austria] (que murió el año 303 DC), al abogar por el ayuno sabático, llegó a decir que el día de preparación (viernes) debería “ser de riguroso ayuno, no sea que parezcamos estar guardando el sábado con los judíos”.[21] Ese sentimiento se inició y fue en aumento debido a la oposición que los judíos manifestaron hacia la iglesia primitiva, y también debido a que éstos habían caído en desgracia en los círculos oficiales romanos por causa de sus revueltas, que culminaron con la de Bar Cocheba, que se desarrolló entre los años 123 y 135 DC. En efecto, el emperador Adriano (117-138 DC) promulgó decretos en contra de las observancias judías, incluso el sábado.
  2. El ayuno sabático. Hacer del sábado un día de ayuno y tristeza, en contraste con el domingo, que era un día de gozosa celebración, seguramente tuvo mucho que ver con el reemplazo histórico del sábado por el domingo como principal día de culto cristiano.
  3. La observancia cristiana del sábado a la manera judía. Otra influencia favorable al cambio puede haber sido el hecho de que algunos cristianos tendían a guardar el sábado como los judíos, en forma legalista. Podemos recordar, por ejemplo, las declaraciones polémicas del interpolador de Ignacio, que instaba a que el sábado se guardara “en forma espiritual” y no a la manera judía. Juan Crisóstomo (que murió en el año 407DC), se refirió a “muchos de entre nosotros ahora, que ayunan en el mismo día que los judíos y guardan el sábado de la misma manera”, y añade que “nosotros lo soportamos noblemente, o más bien dicho innoble y bajamente”.[22] Aunque el interpolador de Ignacio no rechazó la observancia del sábado, otros cristianos bien intencionados cayeron en el extremo opuesto del de los cristianos judaizantes de la iglesia primitiva, para descartar el sábado completamente y reemplazarlo por el domingo.
  4. La influencia del domingo pagano. Aunque el domingo cristiano difícilmente pudo haber entrado en la iglesia cristiana directamente desde el paganismo, no se debe descartar por completo la influencia del domingo pagano en este caso. Es muy posible que su influencia se comenzó a sentir a partir del siglo III, y probablemente fue un factor determinante en la instauración del domingo cristiano, aunque éste haya tenido otros orígenes. En efecto, los cristianos, en sus esfuerzos por evangelizar a los paganos, pueden haber considerado la observancia del domingo como un común denominador. Especialmente después de Constantino, a comienzos del siglo IV, la influencia de las instituciones paganas en el cristianismo primitivo fue más significativa y determinante, como lo reconocen generalmente los historiadores.
  5. Antecedentes de un domingo de pascua anual. Un punto de vista que generalmente ha recibido poca atención en cuanto al surgimiento del domingo, es su posible derivación de una previa observancia anual del domingo cristiano. Recientes investigaciones han permitido descubrir indicios de esta posibilidad.[23]

Conclusión

            Los datos históricos sugieren los siguientes pasos para explicar la transición del sábado al domingo: En el Nuevo Testamento el sábado era el día de culto cristiano. Durante el segundo siglo el domingo comenzó a suplantar al sábado en lugares tales como Roma y Alejandría, aunque el séptimo día todavía se seguía guardando en el resto del mundo cristiano. Desde el siglo III y hasta el V, la observancia del domingo se extendió en forma mucho más amplia, y comenzó una fuerte controversia acerca de cómo guardar el sábado,’ y si finalmente se lo debía guardar o no.

            Varios factores se combinaron para dar finalmente al domingo la preeminencia, destacándose entre ellos el sentimiento antijudío de muchos cristianos primitivos. En cierta parte de este artículo llamamos la atención a la ley dominical de Constantino y a las decisiones del Concilio de Laodicea, que indudablemente ayudaron a acelerar el cambio que hizo del domingo el principal día de culto cristiano. Pero uno se pregunta: ¿Fue esta legislación fiel a las intenciones, los métodos y los propósitos del cristianismo original, tal como se reflejan en el Nuevo Testamento?

Sobre el autor: Es profesor de Historia Eclesiástica en el Seminario Teológico de la Universidad Adventista Andrews, ubicada en Berrien Springs, Michigan, Estados Unidos.


Referencias

[1] Dugmore, “Lord’s day and Easter”, en la obra de Oscar Cullmann titulada Neotestamentica et Patrística (“Supplements to Novum Testamentum”, tomo 6, Leiden, 1962), págs. 272-281. Ver especialmente págs. 274 y 275.

[2] Bernabé, cap. 15 (ANF, 1: 146, 147). Las declaraciones de los padres en este artículo serán de Ante-Nicene Fathers (ANF) y Nicene and Post-Nicene Fathers (NPNF) debido a lo accesible del material que se encuentra en estas compilaciones. En algunos casos también citaremos otras traducciones más recientes.

[3] First Apology, cap. 67, (ANF), 1: 186.

[4] Dialogue, cap. 33, (ANF), 1: 206

[5] Miscellanies, 5: 14 (ANF), 2: 469. De las primeras referencias al así llamado “día del Señor” que aparecen en la Didajé e Ignacio (la palabra “día” en realidad no figura en esos textos, de tal modo que se lee simplemente “del Señor”), presentan comentarios sumamente interesantes Lawrence T. Geraty, en “The Pascha and the Origin of Sunday Observance”, Andrews University Seminary Studies 3 (1965): 87, 88; Fritz Guy en “‘The Lord’s Day in the Letter of Ignatius to the Magnesians”, AUSS 2 (1964): 1-17; y Richard B. Lewis en “Ignatius and the Lords Day’, AUSS 6 (1968): 46-59.

[6] Sócrates, Eccl. Hist., 5: 22, (NPNF), segunda serie, 2: 132.

[7] Sozomeno, Eccl. Hist., 7: 19, (NPNF), segunda serie, 2: 390.

[8] Apostolic Constitutions, 7: 23, (ANF), 7: 469.

[9] Id., 8:33, (ANF), 7:469.

[10] Ignatius to the Magnesians, Lona Recensión, cap. 9, (ANF), 1:62, 63.

[11] Casiano, Institutos, 3:2, (NPNF), segunda serie, 11: 213.

[12] En un sentido, fuentes tales como las citas de las Constituciones Apostólicas mencionadas anteriormente pueden implicar controversia (o por lo menos se refieren a cierta tendencia a la infidelidad y tratan de contrarrestarla).

[13] Ver N° 10. También se opone a la “ociosidad” en sábado, y puede, en efecto, estar aproximándose a la actitud manifestada en el Concilio de Laodicea, que mencionaremos más adelante en este artículo.

[14] Véase, por ejemplo, el Libro de los Jubileos 50: 10, 12, 13. Josefo, Life, 54, menciona el requisito vigente en sus días de comer al mediodía del sábado.

[15] Casiano, Institutos, 3: 10 (NPNF, segunda serle, 11:218); y Agustín, Epístola 36 (a Casulano), pár. 27 (NPNF), primera serle, 1: 268.

[16] Para verificar la posición de la Iglesia de Milán, ver la Epístola 36 de Agustín (a Casulano), pár. 32 (NPNF, primera serie, 1: 270), y la Epístola 54 (a Januario), pár. 3 (NPNF, primera serie, 1: 300, 301). Con respecto a la controversia relativa al ayuno sabático, que se prolongó hasta el siglo XI, véase R. L. Odom, The Sabbath in the Great Schism of AD 1054, AUSS 1 (1963): 74-80.

[17] La opinión de Agustín acerca de esta situación, aparece en su respuesta a una pregunta de Casulano, en su Epístola 36 (NPNF, primera serie, 1:265-270).

[18] (ANF), 7:504.

[19] Ignacio a los Filipenses, cap. 13, (ANF), 1: 119.

[20] Véase especialmente el Canon 29, que especifica que “si es posible” no se debiera realizar trabajos en domingo, pero que los cristianos “no deben judaizar y estar ociosos en el sábado, sino que deben trabajar en ese día”. La traducción inglesa aparece en A History of the Christian Councils (Edimburgo, 1896), 2:316, de Charles J. Hefele.

[21] Victorino de Pettau, On the Creation of the World, pár. 4, (ANF), 7:341, 342.

[22] Crísóstomo, Commentary on Galatians, Gál. 1: 7, (NPNF), primera serle, 13:8.

[23] Por ejemplo, la evidencia citada por Geraty, págs. 90-95 de su obra.