Tomo nuestra naturaleza humana; no nuestra propensión al pecado. Nuestro pecado, culpa y castigo, todos imputados a él, pero en realidad no de él.
I. El misterio de la encarnación
1. La verdad de la encamación nos invita a estudiar. “La humanidad del Hijo de Dios lo es todo para nosotros. Es la cadena de oro que ata nuestras almas a Cristo, y por intermedio de Cristo a Dios. Este tema ha de ser nuestro estudio. Cristo fue un verdadero hombre; dio prueba de su humildad al volverse hombre. Sin embargo era Dios en la carne. Al abordar este asunto es bueno que prestemos atención a las palabras que Cristo le habló a Moisés junto a la zarza ardiente: ‘Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.’ Debiéramos aproximarnos a este estudio con la humildad de un aprendiz, con un corazón contrito. Y el estudio de la encarnación de Cristo es un campo fructífero, que recompensará al investigador que ahonde en busca de la verdad oculta.”—The Youth’s Instructor” del 13 de octubre de 1898.
2. El plan de redención implicaba la encarnación. “El único plan que podía trazarse para salvar a la raza humana era el que exigía la encarnación, humillación y crucifixión del Hijo de Dios, la Majestad del cielo. Después de que el plan de salvación quedó ideado, Satanás no podía tener base para fundamentar su insinuación de que Dios, a causa de su grandeza, no podía preocuparse de una criatura tan insignificante como era el hombre.”—The Signs of the Times, del 20 de enero de 1890.
3. La única esperanza de la humanidad caída. “Al contemplar la encarnación de Cristo en la humanidad, quedamos desconcertados ante un misterio insondable, que la mente humana no puede comprender. Cuanto más reflexionamos en él, tanto más pasmoso nos parece. ¡Cuán profundo es el contraste entre la divinidad de Cristo y el niñito desvalido del pesebre de Belén! ¿Cómo podemos abarcar la distancia entre el poderoso Dios y un débil niño? Sin embargo el Creador de los mundos, él en quien se hallaba la plenitud de la divinidad corporalmente, estaba manifiesto en la débil criatura del pesebre. Muy superior a cualquiera de los ángeles, igual al Padre en dignidad y gloria, con todo llevaba el traje de la humanidad. La divinidad y la humanidad estaban misteriosamente combinadas, y Dios y el hombre se convirtieron en uno. Es en esta unión donde encontramos la esperanza de nuestra raza caída. Al contemplar a Cristo humanado, contemplamos a Dios, y vemos en él el esplendor de su gloria, la imagen expresa de su persona. —Id., del 30 de julio de 1896.
4. El tema de la encarnación es inagotable. “A medida que el obrero estudie la vida de Cristo, y se espacie en el carácter de su misión, cada nuevo estudio le revelará algo más intensamente interesante que lo ya revelado. El tema es inagotable. El estudio de la encamación de Cristo, su sacrificio expiatorio y su obra de mediación, ocuparán la mente del estudiante diligente mientras dure el tiempo; y, mirando hacia el cielo con sus innumerables años, exclamará: “¡Grande es el misterio de Ja piedad!”— “Obreros Evangélicos,” pág. 264.
5. Dependencia del Espíritu Santo para su comprensión. “Que Dios se manifestara así en la carne es en verdad un misterio; y sin la ayuda del Espíritu Santo no podemos esperar comprender este asunto. La lección más humillante que tiene que aprender el hombre es la insignificancia de la sabiduría humana, y la insensatez de procurar, por sus propios esfuerzos y sin ayuda, descubrir a Dios.”—The Review and Herald, del 5 de abril de 1906.
6. No se comprenderá plenamente su significado hasta el día de la traslación. “¿Se cambió la naturaleza humana del Hijo de María en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No. Las dos naturalezas estaban misteriosamente combinadas en una sola persona—el hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la divinidad corporalmente…
“Este es un gran misterio, un misterio que no se comprenderá plenamente en toda su grandiosidad hasta que se efectúe la traslación de los redimidos. Entonces se comprenderá el poder, la grandeza y la eficacia del don de Dios al hombre. Pero el enemigo está decidido a que este don quede tan mistificado de modo que llegue a ser como nada.”—”The S. D. A. Bible Commentary,” tomo 5, pág. 1113.
7. El proceso de la encarnación es inexplicable. “No podemos explicar el gran misterio del plan de redención. Jesús tomó sobre sí la humanidad para poder alcanzar a la humanidad; pero no podemos explicar cómo la divinidad se vistió de humanidad. Un ángel no habría sabido cómo simpatizar con el hombre caído, pero Cristo vino al mundo y sufrió todas nuestras tentaciones y soportó todas nuestras aflicciones.”—The Review and Herald, del 1° de octubre de 1889.
II. Unión milagrosa de lo humano y lo divino
1. No descendió con su divinidad. “Despojándose de sus vestiduras reales y de su corona regia, Cristo vistió su divinidad con humanidad, para que los seres humanos pudieran ser levantados de su degradación y ser colocados en una posición ventajosa. Cristo no podía venir a este mundo con la misma gloria que tenía en las cortes celestiales. Los seres humanos pecadores no habrían podido soportar su presencia. Encubrió su divinidad con el traje de la humanidad, pero no descendió con su divinidad. Un Salvador divino-humano, vino para ponerse a la cabeza de la raza caída, para participar de su experiencia desde la infancia hasta la edad viril. Vino a este mundo, y vivió una vida de perfecta obediencia para que los seres humanos pudieran ser participantes de la naturaleza divina. —Id., del 15 de junio de 1905.
2. La divinidad y la humanidad combinadas en Cristo. “La divinidad y la humanidad estaban combinadas en Cristo. La divinidad no se rebajó hasta la humanidad; la divinidad conservó su lugar, pero la humanidad al estar unida a la divinidad soportó la más violenta prueba de tentación en el desierto. El príncipe de este mundo vino a Cristo después de su prolongado ayuno, cuando estaba hambriento, y le insinuó que le ordenase a las piedras convertirse en pan. Pero el plan de Dios, ideado para la salvación del hombre, establecía que Cristo había de conocer el hambre, la pobreza, y cada fase de la experiencia humana.”—Id., del 18 de febrero de 1890.
3. Grande como el Padre eterno, pero uno con nosotros. Cuanto más pensamos tocante a la venida de Cristo como un niño aquí a esta tierra, tanto más admirable nos parece. ¿Cómo puede acontecer que el niñito desvalido del pesebre de Belén, no obstante sea el divino Hijo de Dios? Aunque no podamos entenderlo, podemos creer que quien hizo el mundo, por amor a nosotros se convirtió en una débil criatura. Aunque superior a cualquiera de los ángeles, aunque tan grande como el Padre en el trono del cielo, llegó a ser uno con nosotros. En él, Dios y el hombre llegan a ser uno, y es en este hecho donde encontramos la esperanza de nuestra raza caída.
Al contemplar a Cristo en la carne, contemplamos a Dios en la humanidad, y vemos en él el resplandor de la gloria divina, la imagen expresa de Dios el Padre.”—The Youth’s Instructor, del 21 de noviembre de 1895.
4. Jesús no era como los demás niños. “Al contemplar la apariencia infantil resplandeciente de animación, nadie podía decir que Cristo era lo mismo que los demás niños. Era Dios en el linaje humano. Cuando sus compañeros lo incitaban a obrar mal, la divinidad refulgía a través de la humanidad, y rehusaba con decisión. En un instante discernía entre lo bueno y lo malo, y colocaba el pecado bajo la claridad de los mandamientos de Dios, sosteniendo la ley como un espejo que arrojaba luz sobre el mal. Era este agudo discernimiento entre el bien y el mal que a menudo provocaba el enojo de los hermanos de Cristo.”—Id., del 8 de septiembre de 1898.
5. Habría podido resistir el dominio de la muerte. “Como miembro de la familia humana era mortal, pero como Dios era la fuente de la vida para el mundo. En cualquier tiempo podía haber resistido, en su persona divina, el progreso de la muerte, y haber rehusado someterse a su dominio; pero voluntariamente entregó su vida. a fin de que al hacerlo así pudiera dar vida y traer la inmortalidad a la luz… ¡Cuánta humildad entrañaba esto! Asombró a los ángeles. La lengua nunca podrá describirlo; la imaginación no podrá abarcarlo. El Verbo eterno consintió en volverse carne. Dios se volvió hombre. Fue una humildad admirable. —The Review and Herald, del 5 de julio de 1887.
6. Llevó vicariamente los pecados y el castigo del mundo. “El apóstol nos llama la atención de nosotros mismos al Autor de nuestra salvación. Nos presenta sus dos naturalezas, divina y humana… Voluntariamente asumió la naturaleza humana. Fue su propia obra, y por su propio consentimiento. Vistió su divinidad con humanidad. Todo el tiempo era como Dios, pero no aparecía como Dios. Velaba las manifestaciones de la divinidad que habían impuesto el homenaje, y habían suscitado la admiración del universo de Dios. Fue Dios mientras estuvo en la tierra, pero se despojó de la forma de Dios, y en su lugar asumió la forma y figura de un hombre. Anduvo en la tierra como un hombre. Por nuestro bien se tornó pobre, para que nosotros, a través de su pobreza, fuésemos ricos. Abandonó su gloria y su majestad. Era Dios, pero renunció por un tiempo a las glorias de la forma de Dios… Llevó los pecados del mundo, y soportó el castigo que pesaba como una montaña sobre su alma divina. Entregó su vida en sacrificio para que el hombre no muriera eternamente. Murió, no porque fuera obligado a ello, sino por su propia voluntad.”—Idem.
7. La humanidad murió; la divinidad no murió. “¿Se transformó la naturaleza humana del Hijo de María en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No. Las dos naturalezas estaban misteriosamente combinadas en una sola persona—el hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que murió. La divinidad no mengua ni muere; eso habría sido imposible”—”The S. D. A. Bible Commentary,” tomo 5, pág. 1.113.
III. Tomo la naturaleza de Adán
1. Cristo asumió la misma naturaleza del hombre. “Cristo vino a la tierra asumiendo la humanidad y poniéndose como representante del hombre, para demostrar, en la controversia con Satanás, que. tal como Dios lo creó, asociado con el Padre y el Hijo, podía obedecer cada requerimiento divino.”—The Signs of the Times, del 9 de junio de 1898.
2. Comenzó donde Adán comenzó. “A Cristo se lo denomina el segundo Adán. En pureza y santidad, asociado con Dios y amado por Dios, comenzó donde el primer Adán comenzó. Voluntariamente cruzó por el mismo terreno donde cayó Adán, y redimió la caída de Adán”—The Youth’s Instructor, del 2 de junio de 1898.
3. Asumió la forma humana, pero no la naturaleza pecaminosa corrompida. “En la plenitud del tiempo había de ser revelado bajo la forma humana. Había de tomar su posición a la cabeza de la humanidad al asumir la naturaleza pero no la pecaminosidad del hombre. En el cielo se oyó la expresión: ‘Y vendrá el Redentor a Sión, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.’ ”—The Signs of the Times, del 29 de mayo de 1901.
4. Asumió la misma naturaleza humana de Adán. “Cuando Cristo inclinó su cabeza y murió, quebrantó las columnas del reino de Satanás. Venció a Satanás con la misma naturaleza sobre la cual Satanás había obtenido la victoria en el Edén. El enemigo fue vencido por Cristo en su naturaleza humana. El poder de la divinidad de Cristo estaba oculto. Venció con ¡a naturaleza humana, fiando en Dios para recibir poder. —The Youth’s Instructor, del 25 de abril de 1901.
5. Perfecta impecabilidad de su naturaleza humana. “Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición degradada, Cristo no participó de su pecado en lo más mínimo. Estaba sujeto a las flaquezas y dolencias que limitan al hombre, ‘para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías que dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias. Fue conmovido por el sentimiento de nuestras dolencias, y fue tentado en todo igual que nosotros. Y sin embargo ‘no conoció pecado.” Era el Cordero 5 6 sin mancha y sin contaminación.’ Si Satanás hubiera podido, en el menor detalle, tentar a Cristo hasta el pecado. habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedió, pudo herirlo sólo en el talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría desaparecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo así como descendió sobre Adán. . .. No debiéramos abrigar dudas tocantes a la perfecta impecabilidad de la naturaleza humana de Cristo.’7—”The S. D. A. Bible Commentary.” Tomo 5. pág. 1.131.
6. No heredó de Adán propensiones perversas. “Sed cuidadosos, muy cuidadosos acerca de cómo tratáis el tema de la naturaleza humana de Cristo. No lo presentéis ante las personas como un hombre con propensiones al pecado. Es el segundo Adán. El primer Adán fue creado como un ser puro y sin pecado, sin una mancha de pecado sobre él; fue hecho a la imagen de Dios. Podía caer, y cayó por la transgresión. A causa del pecado sus descendientes nacieron con inherentes tendencias a la desobediencia. Pero Jesucristo era el Hijo unigénito de Dios. Tomó sobre sí mismo la naturaleza humana, y fue tentado en lodo, tal como es tentada la naturaleza humana. Podía haber pecado: podía haber caído, pero ni por un instante se manifestó en él propensión al mal. Fue asaltado por tentaciones en el desierto, tal como Adán fue asaltado por tentaciones en el Edén.”—Id., pág. 1.128.
7. Venció a Satanás como un segundo Adán. “El Hijo del hombre se humilló a sí mismo y asumió la naturaleza humana después de que la raza había peregrinado más de cuatro mil años desde el Edén, y de su estado original de pureza y rectitud. Durante siglos el pecado había ido dejando terribles marcas sobre la raza; y la degeneración física, mental y moral prevalecieron en toda la familia humana. Cuando Adán fue asaltado por el tentador en el Edén estaba sin la mancha del pecado… Cristo, en el desierto de la tentación, ocupó el lugar de Adán para soportar la prueba que él no había logrado sobrellevar.”—The Review and Herald, del 28 de julio de 1874.
8. Guardaos de hacer a Cristo enteramente humano. “Evitad todo asunto en relación con la humanidad de Cristo que esté expuesto a ser mal entendido. La verdad yace junto a la senda de la presunción. Al tratar de la humanidad de Cristo, necesitáis cuidar rigurosamente cada aseveración, no sea que hagan decir a vuestras palabras más de lo que contienen, y así perdáis u oscurescáis la clara percepción de su humanidad combinada con la divinidad. Su nacimiento fue un milagro de Dios… Lo Santo que nacerá [de María] será llamado Hijo de Dios…. Jamás, de ningún modo, dejéis la menor impresión sobre las mentes humanas de que una mancha o una inclinación a la corrupción se manifestó en Cristo, o que él, en alguna forma, cedía a la corrupción.
“Fue tentado en todo, así como el hombre es tentado, sin embargo se lo llama ‘lo Santo.’ Es un misterio que ha quedado sin explicación para los mortales el hecho que Cristo haya sido tentado en todo, tal como nosotros, y que no obstante fuera sin pecado. La encarnación de Cristo siempre ha sido y siempre será un misterio. Las cosas reveladas son para nosotros y nuestros hijos, pero que todos Los seres humanos se pongan en guardia contra la enseñanza de hacer a Cristo totalmente humano, tal como nosotros; porque no puede ser.”—”The S. D. A. Bible Commentary,” tomo 5, págs. 1128, 1129.
9. Se convirtió en cabeza de la raza caída. “¡Qué ideas opuestas se conjugan y se revelan en la persona de Cristo! Era el Dios todopoderoso, no obstante fue un niño desvalido. Era el Creador de todo el universo, no obstante vivió en un mundo de su creación, a menudo hambriento y cansado, y sin un sitio donde reclinar su cabeza. Era el Hijo del hombre, sin embargo era infinitamente superior a los ángeles. Igual con el Padre, pero con su divinidad vestida de humanidad, permaneciendo a la cabeza de la raza caída, para que los seres humanos pudieran ser colocados en una posición ventajosa. Poseía las riquezas eternas, y vivió la vida de un hombre pobre. Uno con el Padre en dignidad y poder, con todo, en su humanidad fue tentado en todo tal como nosotros somos tentados. En el preciso instante de su agonía mortal en la cruz fue un Conquistador, al responder el pedido del pecador arrepentido de ser recordado por él cuando llegare a su reino.”—The Signs of the Times, del 26 de abril de 1905.
IV. Asumió todo el pasivo de la naturaleza humana
1. Cristo asumió la verdadera naturaleza humana. “La doctrina de la encarnación de Cristo en el género humano es un misterio, ‘el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades.’ Es el grande y profundo misterio de la piedad…
“Cristo no dio a entender que había asumido la naturaleza humana; en verdad la asumió. En realidad poseyó la naturaleza humana. ‘Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo.’ Era el Hijo de María; pertenecía a la simiente de David, según el linaje humano.”—The Review and Herald, del 5 de abril de 1906.
2. Asumió el pasivo de la naturaleza humana. “Vino a este mundo bajo la forma humana, para vivir como hombre entre los hombres. Asumió el pasivo de la naturaleza humana. para ser probado. En su humanidad era participante de la naturaleza divina. En su encarnación ganó en un nuevo sentido el título de Hijo de Dios.”—The Signs of the Times, del 2 de agosto de 1905.
3. Afrontó la posibilidad de ceder al pecado. “Pero nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo. Se vistió de la naturaleza humana, con la posibilidad de ceder a la tentación. No tenemos que soportar nada que él no haya soportado.”—”El Deseado de Todas las Gentes,”’ pág. 95.
4. Tomó los pecados y padecimientos del hombre caído. “Cristo llevó los pecados y los padecimientos de la raza tal como existían cuando vino a la tierra para ayudar al hombre. Por amor a la humanidad, investido con la flaqueza del hombre caído, iba a soportar las tentaciones de Satanás en todo lo que el hombre podía ser atacado.”—The Review and Herald. del 28 de julio de 1874.
5. Participó de la suerte de la humanidad pero sin su pecado. “Jesús fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, como somos carne. Tuvo hambre y sed, y sintió cansancio. Fue sostenido por el alimento y refrigerado por el sueño. Participó de la suerte del hombre; aunque era el inmaculado Hijo de Dios. Era Dios en la carne. Su carácter ha de ser el nuestro.”—“El Deseado de Todas las Gentes.” pág. 267.
6. El pecado acumulado del mundo descansó en el Portador del pecado. La naturaleza humana de Cristo era semejante a la nuestra, y el sufrimiento era sentido con más viveza por él, porque su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha del pecado. Por lo tanto, su deseo por la extirpación del sufrimiento era mayor del que pueden experimentar los seres humanos…
“El Hijo de Dios soportó la ira de Dios contra el pecado. Todo el pecado acumulado del mundo descansó sobre el Portador del pecado, el Ser que era inocente, el solo Ser que podía ser la propiciación por el pecado, porque él mismo era obediente. Era Uno con Dios. Ni una mancha de corrupción había sobre él.”—The Signs of the Times, del 9 de diciembre de 1897.
7. El Ser sin pecado sintió la vergüenza atormentadora del pecado. “Como uno de nosotros, debía llevar la carga de nuestra culpabilidad y desgracia. El Ser sin pecado, debía sentir la vergüenza del pecado… Todo el pecado, la discordia, la contaminadora concupiscencia de la transgresión torturaba su espíritu.”—“El Deseado de Todas las Gentes.” pág. 89.
8. Su angustia excedió a la del hombre caído. “La carga de los pecados del mundo oprimía su alma, y su rostro revelaba indecible tristeza, una profundidad de angustia que el hombre caído nunca ha comprendido. Sintió la marea abrumadora del pecado que inundaba el mundo. Comprendió la fuerza del apetito complacido y de la pasión impía que dominaban el mundo.”—The Review and Herald, del 4 de agosto de 1874.
9. El Hijo inmaculado llevó el castigo del pecador como vicario. “En la expiación se hizo justicia completa. En el lugar del pecador, el inmaculado Hijo de Dios recibió el castigo, y el pecador queda libre por todo el tiempo que reciba y retenga a Cristo como su Salvador personal. Aunque culpable, se lo considera inocente. Cristo cumplió cada requisito exigido por la justicia.”—The Youth’s Instructor, del 25 de abril de 1901.
10. La culpa imputada oprimía su alma divina. “Siendo inocente, llevó el castigo de la culpa. Aunque inocente, se ofreció a sí mismo como vicario por el transgresor. La culpa de cada pecado abrumaba con su carga el alma divina del Redentor del mundo.”—The Signs of the Times, del 5 de diciembre de 1892.
11. La naturaleza pecaminosa fue impuesta a la naturaleza impecable. “Tomó sobre su naturaleza impecable nuestra naturaleza pecaminosa, a fin de que supiese cómo socorrer a los que son tentados.”—“Medical Ministry,” pág. 181.