Por lo común el pastor evangelista debe depender de los talentos que encuentre en la iglesia local tanto para que se desempeñen como directores de música, como para ejecutar música especial. Muchas de nuestras iglesias tienen excelentes talentos que yacen perdidos. Se necesita buscarlos, animarlos y prepararlos. A menudo los resultados serán sorprendentes.

 Si Ud. tiene a un buen hermano laico que manifiesta talento para ser director de canto, anímelo. Revélele que será su compañero de labor. Insinúele que sea correcto en el vestir y circunspecto en sus modales. Su calzado debiera estar bien lustrado, sus ropas bien planchadas, y su cabello pulcramente peinado. Enséñele a hablar con claridad y distinción.

 En su servicio de canto debiera hacer algo más que anunciar un himno tras otro. Adviértale en cuanto a la inconveniencia de prolongar demasiado el discurso, pero anímelo a decir un par de frases que ahonden el significado de cada himno. A veces un versículo de la Biblia puede ser conveniente. Por ejemplo: “Y en ningún otro nombre hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12) puede citarse en relación con el himno Nº 38 del “Himnario Adventista,” “Dulce Nombre.” Por lo general se puede encontrar un versículo para cada himno.

 Si este hermano laico sabe batutear, anímelo a que realice sus movimientos con suavidad. Evítese todo movimiento torpe. Asegúrele de que sea el director y no el acompañante. Nada resulta más molesto que un director de canto aficionado que aguarda a que el instrumentista inicie el himno para él seguirlo después moviendo la batuta en el aire. Si no hubiera nadie capaz de batutear, se puede elegir a alguien que tenga suficiente soltura para actuar en público. No necesita ser director; sencillamente puede actuar como un maestro de ceremonias durante un corto servicio de canto. Ud. mismo puede elegir los himnos con él. En este caso él debiera repasarlos con el instrumentista, a fin do decidir el tiempo en que han de ser entonados. En tal caso el instrumentista deberá dirigir el canto con el instrumento. El maestro de ceremonias sólo dará una pequeña señal al principio de manera que todos comiencen juntos. Vigile para que el servicio de canto sea corto. Con quince minutos basta. Aunque esta persona no sea justamente un director, puede sin embargo dirigir una melodía. Puede dirigir un servicio de canto y anunciar la música especial, actuando simplemente como un maestro de ceremonias alegre y digno a la vez.

 El empleo de diapositivas con himnos que se pueden proyectar en la pantalla, puede ser una buena innovación para el servicio de canto.

 Si Ud., como evangelista, tiene que dirigir la música, puede economizar a menudo su voz, cantando suavemente los himnos y no dirigiendo el servicio con su propia voz. Advierta al instrumentista que siga sus indicaciones cuidadosamente, y que toque más bien intensamente, para que la música sea dirigida por el instrumento y Ud. pueda economizar su voz. Si se mantiene de pie, erecto, pero tranquilo, y si al mismo tiempo respira profundamente, conservará su voz para el sermón.

Prepare la música especial

Si descubre algún talento en la iglesia que promete desarrollarse en buena forma, tómese el tiempo de prepararlo y animarlo. Tal vez su esposa o el organista puedan hacerlo. Por, sobre todo, vigile que sus posibles cantores tengan una dicción cuidadosa y clara. Estudie con ellos el pleno significado del solo el dúo o lo que tengan que cantar. Cuando se estudian las palabras separadamente, como si fuera un poema, se entenderá mejor el himno.

 Hay otros pasajes que se pueden cantar más rápidamente, o con más lentitud; algunos con más fuerza y otros más suavemente. Enseñe cuidadosamente a los cantores el tiempo en que deben cantar. Por lo general, los cantores de himnos evangélicos entonan sus himnos demasiado lentamente y sin prestar atención al tiempo. Debe haber energía y sentimiento en el canto. Los solistas comúnmente cantan con demasiada lentitud, mientras los cuartetos lo hacen con extrema rapidez.

 Los que cantan himnos evangélicos tienen también el hábito de recalcar una nota alta, aunque esa nota no caiga precisamente en una palabra importante. Vigílese esta deficiencia. Si la nota alta corresponde a una palabra que no tiene mucha importancia anímese al cantor a que la suavice. En otros lugares será necesario poner énfasis en una nota baja que cae en una palabra importante, sosteniéndola o alargándola precisamente para recalcar.

 Muchos cantores causan la impresión de que son demasiado solemnes o que les duele algo mientras están cantando. Enséñeseles a manifestar, mediante la expresión del rostro, el sentido del himno que están entonando. Algunos himnos son alegres y otros son más solemnes.

 Por lo general, trate de que sus cantores no entonen más de dos estrofas de un himno evangélico. Hay tanta semejanza en los himnos y cantos evangélicos, que pueden resultar cansadores para el auditorio cuando se los entona como un número “especial,” a menos que se los interprete en forma magnífica. Pero trate de que sus cantores estudien las estrofas más adecuadas, en lugar de cantar sencillamente la primera y la última.

 Algunos buenos discos fonográficos pueden ser una ayuda notable en una pequeña campaña evangélica. Aun la música especial se puede presentar de esa manera. Se le puede añadir interés diciendo algo apropiado acerca del himno que se va a escuchar y mencionando al cantor antes de poner el disco. Tal vez hagamos escuchar un himno titulado “La Santa Ciudad.” Entonces, léase Apocalipsis 21:1-5, y díganse unas pocas palabras que ayuden a la gente a pensar en el mensaje que tiene el himno. Es conveniente que los discos que usemos estén bien grabados para que se entienda bien lo que el cantor dice, y se pueda apreciar el mensaje del himno. Entre los discos que nos atrevemos a recomendar, están los del coro del Colegio Adventista del Plata, y los que se puedan conseguir de los que se utilizan para amenizar los programas de La Voz de la Profecía.

 No obstante, si se han agotado todos los recursos y aún no se puede encontrar un buen cantor, y le parece que no es conveniente usar discos, no permita que eso le impida celebrar un buen ciclo de conferencias públicas. Se lo puede hacer sin música especial y sin director de canto. Sencillamente haga que la congregación entone un himno de apertura, y cuando llegue el momento de iniciar la predicación, entréguese en las manos del Señor para hacerlo. y el Señor lo bendecirá. Ud. puede estar seguro de que, si predica y enseña el mensaje en su sencillez, y con amor por las almas en su corazón, algunos aceptarán el mensaje. Esta es siempre una recompensa que satisface, a pesar de todas las dificultades y carencia de equipo y talentos.