“El Señor tiene una obra para las mujeres así como para los hombres… Las mujeres tienen la obra sobre su corazón, pueden realizar una tarea en los distritos en que residen. Cristo habla de las mujeres que lo ayudaron a presentar la verdad a los demás, y Pablo habla también de mujeres que trabajaron con él en el Evangelio” (Elena de White, El evangelismo, pág. 304).
“Las mujeres pueden ser instrumentos de justicia, que presenten un santo servicio. Fue María la que predicó primero acerca de un Jesús resucitado. Si hubiera veinte mujeres donde ahora hay una, que hicieran de esta santa misión su obra predilecta, veríamos a muchas más personas convertidas a la verdad” (Ibíd., pág. 345).
Como esposas cristianas, muchas veces pensamos que nuestra única responsabilidad es cuidar de nuestro hogar, de nuestro esposo y de nuestros hijos, y es indudable que en el orden de prioridades nuestra primera responsabilidad es cuidar de ese rebaño menor que el Señor nos concedió como un tesoro muy valioso. Pero no podemos negar que también tenemos otras responsabilidades que pesan sobre nuestros hombros. Debemos ser buenas amas de casa, buenas madres que eduquen bien a sus hijos, y buenas esposas y siervas de Dios, el Dios que nos llamó a este santo ministerio y que nos dio el privilegio de unir nuestras vidas al pastor de las almas y junto a él debemos buscar las ovejas perdidas.
No hay otra profesión que demande a la esposa compartir las responsabilidades del esposo como el ministerio. Posiblemente tampoco haya otra profesión que ejerza una influencia tan amplia. Por ejemplo, la esposa de un médico no conoce el estado de los pacientes de su esposo. En el caso del profesor, él da la clase a sus alumnos sin que esto reclame la participación de ella.
En nuestra cultura latina es de mucha importancia desarrollar un ministerio conyugal. El Señor Jesús mandó a trabajar a sus discípulos de dos en dos, para que se animaran y complementaran. ¡Qué privilegio el nuestro de compartir la tarea de nuestros cónyuges al llevar a cabo el Seminario de Revelaciones!
¿Cuáles serán nuestros objetivos?
1. Fortalecer la fe de nuestros hijos. Esta actividad ayudará a crecer espiritualmente a nuestros hijos, y los preparará para la crisis final e individual que enfrentará cada familia. Es indudable que ya estamos viviendo en los días finales de la historia de este mundo.
“La obra de la madre es solemne e importante: moldear el espíritu y carácter de los hijos, prepararlos para ser útiles aquí, y habituarlos para la vida futura e inmortal” (Ibíd., pág. 676).
Es indudable que para realizar esta obra necesitamos el bautismo del Espíritu Santo y el cuidado celoso de la “iglesia del hogar”. Cuando ésta marche bien, todas las demás áreas sentirán su efecto. Necesitamos cuidar el “módulo semanal” en nuestra familia.
Podemos lograrlo con las siguientes actividades: a) el culto familiar, b) el estudio del Seminario de Revelaciones del Apocalipsis en el hogar, c) cuidar nuestras palabras y acciones, d) proporcionar buena lectura a nuestra familia, e) desarrollar el buen gusto por la música, f) velar para que todos tengan una experiencia real con Jesucristo, g) dedicar tiempo para conversar y recrearnos con nuestra familia, h) respetar los derechos individuales y cumplir los deberes en el hogar, i) incentivar la lectura del año bíblico, j) y respetar y amar a los colegas en el ministerio.
2. Compartir nuestra fe.
a) Con los vecinos y parientes. “Manifestad tacto y habilidad cuando visitáis las familias. Orad con ellas y por ellas. Llevadles la verdad con gran ternura y amor, y seguramente tendréis recompensa. Si el ministro y su esposa pueden ocuparse juntamente en esta obra, debieran hacerlo” (Ibíd., pág. 320).
b) Con las familias. “Hay familias que nunca serán alcanzadas por la verdad de la Palabra de Dios a menos que los siervos del Señor entren en sus hogares, y por medio del Espíritu Santo, quebranten las barreras… Los ángeles de Dios entran en el círculo de la familia juntamente con él” (Ibíd., pág. 320).
c) Por medio de cartas misioneras. Desde nuestros hogares podemos escribir cartas a familiares o amigos enviándoles los estudios del Seminario de Revelaciones, y orando en favor de ellos desde el círculo de nuestro hogar.
d) Distribuyendo literatura en hospitales y orfanatos. Es valiosísimo para la evangelizaron que compartamos folletos y lecciones con los diversos profesionales que trabajan en las instituciones y consultorios donde nos atendemos.
e) Colaborando en la iglesia. Nuestro interés misionero aumentará cuando colaboremos en las campañas misioneras, distribuyendo volantes, folletos, encuestas, estudios bíblicos, etc.
f) Cursos de Evangelización Juvenil. Cuando su esposo, como pastor o anciano de la iglesia, inicie una serie de conferencias o un Seminario de Revelaciones, usted podrá atender una clase especial dedicada a la evangelización juvenil. Y se sorprenderá al ver con qué rapidez los jovencitos aprenden a manejar sus Biblias y asimilan las verdades con una presteza que a veces supera la de los adultos.
g) Por medio de los cursos de Evangelización Infantil (La Hora Feliz). “En todo lugar donde se instale una carpa, deben realizarse esfuerzos fervientes desde el principio… Deben realizarse reuniones para niños, no meramente para educarlos y entretenerlos, sino para que puedan ser convertidos. Y esto ocurrirá si ejercemos fe en Dios” (Ibíd., pág. 423).
También podemos trabajar a través de la Escuela Cristiana de Vacaciones con el propósito de interesar a los niños de nuestras escuelas y colegios y a sus familiares. Inmediatamente después podemos desarrollar un Seminario de Revelaciones para los padres de los alumnos, o invitarlos a las conferencias que se estén dictando.
Estamos en el año de la evangelización a través de la iglesia, debemos intentar grandes cosas durante este quinquenio.
3. Dinamizar la iglesia. La iglesia es una fuerza que todavía está dormida, que no está suficientemente motivada y que no se aprovecha íntegramente por falta de orientación y de planificación, o por negligencia. Por esta razón, y siguiendo el ejemplo de la mujer samaritana, salgamos a compartir la verdad que hemos conocido con quienes nos rodean.
Seamos como las palomas mensajeras que vuelan alto y a distancias increíbles porque tienen que cumplir una misión, y no como las palomas de campamento que prefieren permanecer en su lugar esperando que alguien las alimente y las cuide.
¿Qué método utilizaremos para desarrollar esta tarea? Emplearemos la misma metodología que utilizó el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra: “Ir de lo conocido a lo desconocido”. Debemos resaltar la figura principal del Apocalipsis: el Cordero de Dios, que nos redimió con su sangre.
Estudiaremos las lecciones del Seminario de Revelaciones del Apocalipsis, del mismo modo que estudiamos el folleto de la Escuela Sabática. Este método de estudio logra mayor participación del alumno. El estudio por medio de preguntas y respuestas dinamiza el sistema de aprendizaje.
Para realizar esta tarea contamos con recursos humanos: un cuerpo entrenado de maestros de Escuela Sabática y de centros educativos; esposas de pastores que enseñan sábado a sábado en nuestras iglesias, en las escuelas, en los colegios y en las diferentes instituciones, y que pueden dirigir los Seminarios de Revelaciones patrocinados por la iglesia. Todos estos hermanos y hermanas tienen el deseo de servir al Señor.
También contamos con recursos didácticos: los diferentes manuales y lecciones para ofrecer los cursos del Seminario de Revelaciones. A éstos se suman materiales auxiliares como franelógrafos, diapositivas, láminas para retroproyector, carpetas, manuales y casetes para efectuar las reuniones de la Hora Feliz.
Con todos estos recursos, y sobre todas las cosas con la ayuda del Señor, salgamos a predicar el mensaje del tercer ángel. Nuestra acción se unirá al deseo de San Juan al decir: “Ven, Señor Jesús” (Apoc. 22: 20).