En medio de una sociedad que se encuentra impregnada con elementos sexuales, debemos rescatar una virtud que abarca más que la vestimenta e incluye a hombres y a mujeres.
Recientemente, Wendy Shalit escribió un libro titulado A Return to Modesty: Discovering the Lost Virtue [Un retorno a la modestia: descubriendo la virtud perdida]. La joven autora fue motivada a escribir este libro cuando descubrió una secta judía que prohibía el contacto físico entre hombres y mujeres antes del casamiento.
Sin embargo, lo que más la conmovió no fue la postura supuestamente superada y poco social de mujeres que mantenían todo el cuerpo cubierto, resistiendo a una sociedad que actualmente se encuentra impregnada con elementos sexuales. Al contrario, Wendy Shalit se espantó frente a la actitud de las amigas más cercanas que condenaban y discriminaban la modestia revelada por esas mujeres.
Después de emprender una cuidadosa investigación en comunidades judaicas e islámicas, que se caracterizan por mantener un elevado nivel con respecto al vestuario y al comportamiento sexual, Shalit llegó a la conclusión de que la modestia es un don natural que las mujeres poseen. Según ella, la modestia es una excelente defensa que coloca a la mujer fuera del alcance de hombres que no están preparados para asumir un compromiso serio y que no están dispuestos a tratarlas con respeto.
Las palabras de Shalit le hacen eco a la siguiente recomendación bíblica, dada por el apóstol Pablo: ‘Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos” (1 Tim. 2:9).
Desde el inicio, la comunidad cristiana primitiva tomó muy en serio la modestia. Tertuliano, autor cristiano del segundo siglo, escribió seis libros especialmente dedicados a este asunto. En uno de ellos recomendaba que el cristiano no se preocupase en vestir la toga, típica de los políticos romanos, sino que prefiriese el palio, la ropa de los filósofos griegos.
Tertuliano también dedicó otro libro para exponer consejos sobre el modo en que las señoritas solteras debían vestirse. Finalmente, escribió Modestia, y en el prefacio declara: “La modestia es la flor de las etiquetas, la honra de nuestro cuerpo, la graciosidad de los sexos, la integridad de nuestra sangre, la garantía de nuestra decencia, la base de nuestra santidad y el indicio de que tenemos buena disposición”. Cierto cristiano anónimo dice que “la modestia es el fuerte que guarda el castillo y el marco que destaca la pintura”.
Por lo tanto, existen buenas razones para que nos vistamos con modestia y recato. La modestia forma parte de la tradición cristiana, embellece a la persona, y protege nuestro cuerpo de la tentación y de los avances de personas livianas.
Sin embargo, los principios de la modestia no son lo mismo que una serie de reglas legalistas impuestas a la mujer. Hay patrones de modestia que forman parte de la cultura de un pueblo y pueden ser usados, con buena o mala fe, para perpetuar el dominio de ciertas personas sobre otras. Por eso, es necesario que la modestia sea vista como reflejo de algo mayor, y no apenas como una manera de vestirnos; es decir, debe incluir nuestra forma de hablar y nuestras intenciones, así como ser aplicada indistintamente a hombres y a mujeres.
La modestia comienza en el corazón y, por eso, está siempre de moda delante de Dios.
Sobre la autora: Es esposa de pastor y profesora en la Universidad Adventista de San Pablo, Ingeniero Coelho, Rep. del Brasil.