Es bien conocido que el grado de éxito de un labrador se mide por la cosecha lograda, no por las hectáreas sembradas.
De la misma manera, el grado de éxito de la iglesia se mide, en gran medida, por las almas ganadas.
“Las mismas leyes que gobiernan la siembra de la semilla terrenal, rigen la siembra de la simiente de verdad” (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 16).
La Biblia habla de dos cosechas: 1) Mateo 13: 1-9; 18-23: La cosecha lograda por la predicación está compuesta por decisiones en favor de la verdad. Y su demostración visible es el bautismo; 2) Mateo 13:36-43: La segunda venida de Cristo determinará la separación final de justos y pecadores. La misión del Remanente es apresurar la segunda cosecha, realizando cabalmente la primera. Cuando esta cosecha de almas esté realizada, “Cristo vendría para recoger el precioso grano” (ibíd., pág. 48).
Hoy es la hora de la cosecha. ¿Quién no se da cuenta de que la mies está madura? El Señor Jesús declaró: “Cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado” (Mar. 4: 29).
A través de los años la iglesia utilizó diversos métodos para la siembra: la obra médica, educativa, radiofónica, la página impresa, el testimonio personal y otros.
La presentación de la verdad, fundada en la firme palabra profética, a miles y aun millones de almas que escucharon y están esperando para ser cosechadas. Ciertamente se cumplen las palabras del espíritu de profecía cuando dice: “Millones están en el umbral del Reino, esperando ser incorporados a él”. Mucho tiempo antes el profeta Joel había visto a “muchos pueblos en el valle de la decisión” (Joel 3: 14), y en el contexto dice: “Echad la hoz porque la mies está ya madura” (vers. 13).
Apresuremos la Cosecha
¿Qué debemos hacer? Cosechar mientras es tiempo, y ahora es el tiempo. Este quinquenio, denominado Cosecha 90, es el período para realizar la tarea, y la promesa es que caerá la lluvia y habrá abundante cosecha (Joel 2: 23, 24). La lluvia que madura la cosecha es el Espíritu Santo. Así la obra será terminada y Cristo vendrá “para recoger el precioso grano” (ibíd., pág. 48).
Hagamos de Cosecha 90 la misión más solemne alguna vez encomendada a la iglesia, para que alcancemos a los no alcanzados.