La conexión entre mayordomía y misión

Mayordomía y misión son temas que impregnan toda la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Generalmente, cuando las Escrituras hablan de mayordomía, también se toca la misión de Dios. Esto ocurre por una sencilla razón: el objetivo de la mayordomía es proporcionar los recursos humanos y materiales para el cumplimiento de la misión. En otras palabras, la mayordomía tiene un fin en sí misma, pero existe para impulsar a la misión. De este modo, podemos decir que “¡la mayordomía sin la misión pierde su propósito, y la misión sin mayordomía se vuelve imposible de realizar! Dicho en una frase, mayordomía y misión son tan inseparables como las dos caras de la misma moneda”.[1]

Observemos el primer pasaje bíblico que aborda el tema de la mayordomía: “Y los bendijo Dios. Les dijo: ‘Fructifiquen y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiérnenla’ ” (Gén. 1:28). Adán y Eva recibieron la bendición de la procreación, así como también la comisión de ser mayordomos de la creación. El propósito divino era que Adán engendrara hijos “a su semejanza, conforme a su imagen” (Gén. 5:3), tal como él había sido creado a imagen de Dios (Gén. 1:26). El objetivo era que la Tierra se llenara de personas que reflejaran el carácter divino (Sal. 72:19). ¡A esto llamamos misión![2]

Este vínculo existente entre la mayordomía y la misión se encuentra presente en distintos pasajes de las Escrituras. Sin embargo, debido a que el espacio no nos permite explorar ampliamente el tema, este artículo se detendrá en algunos textos fundamentales. Luego, se estudiará un ejemplo práctico en el Evangelio de Lucas, sobre cómo la mayordomía proporciona los recursos necesarios para el cumplimiento de la misión.

La enseñanza de Jesús

Antes de analizar la relación entre mayordomía y misión en el ministerio de Jesús, es importante proponer una definición de mayordomía. Un pasaje que sintetiza de manera magistral la esencia de la mayordomía cristiana es Deuteronomio 6:4 y 5: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu poder”. Este pasaje presenta el antídoto infalible contra la idolatría: 1) el reconocimiento de que Dios es el único Señor; y 2) el amor a Dios por encima de todo. Por esto, podemos decir que la mayordomía cristiana es el acto de colocar a Dios en primer lugar, amándolo con todas las fuerzas del alma. Es amar a Dios más de lo que podemos amar a cualquier persona o cosa. Habiendo definido qué es la mayordomía cristiana, veremos algunos pasajes que hablan de la relación entre mayordomía y misión.

Marcos 12:29 al 31. Jesús hace una interesante conexión con Deuteronomio 6:4 y 5 para responder la pregunta del escriba: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” (Mar. 12:28). Su respuesta incluye la mayordomía: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (vers. 30). Y también incluye la misión: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (vers. 31).

Marcos 10:21 y 22. Cuando el joven rico le preguntó a Jesús “maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (vers. 17), el Maestro respondió con un eco de Deuteronomio 6:4: “Ninguno es bueno, sino solo Dios” (vers. 18). La evidencia de que el joven rico no amaba a Dios de todo su corazón era que no estaba dispuesto a sacrificar sus posesiones (vers. 21, 22) ¡Cuánto bien habría hecho a los pobres que lo rodeaban si hubiese tenido un corazón desinteresado!

Juan 3:16 y 17. El lenguaje bíblico es de entrega total.[3] Este célebre texto afirma que Dios entregó a su Hijo unigénito por amor. Este acto tenía un propósito misionero. Juan 3:16 afirma que Dios amó al mundo al punto de dar a su único Hijo, mientras que el versículo 17 aclara que Dios envió a su Hijo para salvar al mundo. El Dios que amó es el mismo que envió. Juan 3:16 habla de la esencia de la mayordomía (el amor), mientras que Juan 3:17 nos habla de la esencia de la misión (salvación). Para salvar, Dios primero dio a su Hijo para que los que crean en él no se pierdan y para que “el mundo sea salvo por él” (vers. 17). Por lo tanto, el propósito de la mayordomía es cumplir la misión. Al comentar este texto, Elena de White escribió: “¿No quieren demostrar por medio de sus dones y ofrendas que no hay nada que consideran demasiado bueno para aquel que ‘ha dado a su Hijo unigénito’?”.[4]

1 Juan 3:16. Mientras que en Juan 3:16 Dios es el que ofrece y Jesús es la ofrenda, en 1 Juan 3:16 Jesús es el que ofrece y su vida es la ofrenda. En ambos textos, el propósito de la “ofrenda” es la salvación. Este concepto se expresa en la exhortación: “Nosotros también debemos dar nuestra vida por los hermanos” (1 Juan 3:16). Cristo entregó su vida para que sigamos su ejemplo misionero. Él no nos dio el ejemplo solamente para que lo admiremos, sino, y principalmente, para que lo imitemos.

2 Corintios 8:9. Pablo resumió en este pasaje el mismo pensamiento descrito en Filipenses 2:5 al 11. Allí escribió sobre la encarnación y el ministerio de Jesús usando el lenguaje del mundo financiero. El accionar de Jesús en este texto es exactamente inverso al del joven rico. Si el joven rico hubiese vendido todos sus bienes para darlos a los pobres (Mar. 10:21), él mismo se hubiera vuelto pobre. En contraste, Jesús, siendo rico, se hizo pobre. Renunció a los tesoros y a la gloria celestial pues tenía un objetivo claro en mente: “Por amor a ustedes se hizo pobre, siendo rico; para que ustedes fuesen enriquecidos” (2 Cor. 8:9).[5]

El principio expuesto en los textos de arriba también puede encontrarse en otros pasajes de la Biblia. En Marcos 10:29, por ejemplo, el verdadero discípulo se describe como aquel que está dispuesto a renunciar a todo por amor a Cristo y por la proclamación del evangelio. En Filipenses 3:7 y 8, Pablo demostró haber comprendido este concepto al decir: “Pero lo que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por amor a Cristo… Por él lo perdí todo, y lo tengo por basura”. El apóstol dedicó su conocimiento y todo lo que tenía para la proclamación del evangelio. En Filipenses 2:17 y 2 Timoteo 4:6, Pablo usa un lenguaje sacrificial para referirse tanto a su labor misionera en Filipos como a su muerte inminente. Buscó imitar el ejemplo de Cristo y persuadió a sus lectores a que hiciesen lo mismo. (1 Cor. 11:1; cf. Rom. 12:1). Pablo no consideraba que sus bienes le pertenecían. Este pensamiento fue transmitido a los nuevos conversos de tal manera que “ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía” (Hech. 4:32). Todos eran conscientes de que tenían que apoyar el cumplimiento de la misión. Es por eso que la mayordomía debe estar al servicio de la misión.

Lucas y Hechos

De hecho, la mayordomía no es sinónimo de dinero; esta es una visión muy limitada de lo que realmente significa. Si una persona piensa que todo lo que Dios espera de ella se resume al diez por ciento de sus ganancias y a otro porcentaje de ofrenda voluntaria, verdaderamente no entendió el significado de la mayordomía.

La mayordomía cristiana es algo más radical que eso: es la entrega total y completa de uno mismo a Dios. Es amar a Dios de todo corazón, a tal punto de no considerar nada demasiado valioso (tiempo, talentos, bienes, etc.) como para ser ofrecido en el altar del sacrificio. Sin embargo, una vez que entendemos que el dinero es el resultado del tiempo, de la salud y de los talentos que invertimos en nuestras actividades remuneradas, entregarlo en forma de diezmos y ofrendas representa la entrega de nuestra vida misma a Dios. Por esta razón, hablar de dinero es una de las tareas más espirituales que podemos realizar en nuestras iglesias. No debería sorprendernos el hecho de que Jesús y los apóstoles también hayan hablado sobre los bienes materiales.

Entre los autores del Nuevo Testamento, Lucas aparece como el autor que más utilizó el lenguaje del mundo financiero y monetario.[6] Varias parábolas de Jesús, narradas en el Evangelio de Lucas, abordan la temática del uso del dinero. Klyne Snodgrass comenta que, en mayor o menor grado, todas las parábolas de Jesús son sobre discipulado.[7] Alguna de ellas incluyen una discusión sobre el uso de los bienes materiales, ya que “el primer cuestionamiento del discipulado es qué se hará con el dinero”.[8] Snodgrass añade que “un pastor que se abstiene de predicar sobre mayordomía cristiana está debilitando la enseñanza de Cristo […] las decisiones no se toman fácilmente, pero la iglesia debe no solo liderar el camino, sino también demostrar, mediante el uso del dinero, la realidad del evangelio”.[9]

El interés que Lucas tiene al escribir sobre cuestiones financieras en su Evangelio se justifica por el segundo libro que escribió (Hechos), en el que describe la existencia de una obra misionera subvencionada. En Lucas 10 al 18, encontramos una sección de siete parábolas relatadas por Jesús con la intención de persuadir a los ricos para que se arrepientan de su codicia y avaricia. Estas son: la parábola del buen samaritano (10:30-35); la del rico insensato (12:16-20); la de la gran cena (14:16-24); la del hijo pródigo (15:11-32); la del mayordomo infiel (16:1-8); la del rico y Lázaro (16:19-31); y la del fariseo y el publicano (18:10-14).[10]

La parábola del buen samaritano muestra que el “prójimo” es aquel que está dispuesto a desembolsar dinero en favor de otros. Las parábolas del rico insensato y de la gran cena, evidencian que la preocupación excesiva por las cosas materiales llevan consigo el peligro de perder de vista las cosas eternas. La parábola del hijo pródigo es una alerta en contra del consumismo y el gasto desenfrenado de dinero, actitudes que llevan a la ruina financiera y a la miseria. Las parábolas del mayordomo infiel, y del rico y Lázaro traen a flote la idea de que la manera en la que usamos los recursos financieros revela nuestro carácter y muestra si nos estamos preparando de la manera correcta para la vida eterna. Finalmente, la parábola del fariseo y el publicano nos enseña que no importa cuánto diezmo y ofrendas depositemos en las arcas de la iglesia, nuestra fidelidad financiera no nos hace mejores ante Dios. Obviamente, esto no quiere decir que Dios no valora el acto de la devolución de los diezmos y las ofrendas, sino que para él es más importante la motivación que la acción en sí.

A grandes rasgos, este conjunto de parábolas transmite cuatro enseñanzas fundamentales: 1) la vida no consiste en lo que poseemos (Luc. 12:15), sino que es una dádiva divina; 2) el apego al dinero es considerado como idolatría (Luc. 16:31); 3) el uso de nuestros bienes debe ser guiado por los valores del Reino, y esto es una prueba de discipulado; 4) Jesús nunca condenó al dinero, sino el amor a este.

Conclusión

Dios confió a la iglesia la responsabilidad de administrar los recursos para el cumplimiento de la misión de proclamar el mensaje de salvación a todo el mundo. Como escribió Christopher Wright: “No es que Dios tenga una misión para su iglesia en el mundo, sino que Dios tiene una iglesia para su misión en el mundo. La misión no fue hecha para la iglesia, la iglesia fue hecha para la misión –la misión de Dios”.[11] Para el cumplimento de esta misión, se necesitan recursos humanos y materiales: tiempo, talentos, salud, relaciones humanas, bienes, etc.

Reiteradas veces en sus escritos, Elena de White también dejo en claro su visión de que la mayordomía y la misión son inseparables. Enfatizó que “si las personas a quienes se ha confiado el dinero de Dios fueran fieles en llevar a la tesorería del Señor los medios que les fueron prestados, su obra avanzaría con rapidez. Mucha gente sería ganada para la causa de la verdad, y el día del regreso de Cristo se apresuraría”.[12] Ella también escribió: “El dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de promover la obra del evangelio”.[13]

Dios espera que seamos fieles mayordomos y misioneros celosos. Nuestra vida en su totalidad –lo que tenemos y lo que somos– debe ser usado en favor del Reino de Dios.

Sobre el autor: Profesor de Teología en la Facultad Adventista de Bahía.


Referencias

[1] Adenilton T. Aguiar, “Mordomia e Missão: Uma Visão Cristocêntrica”, Práxis Teológica, vol. 18 (2022),

[2] Aguiar, “ ‘You Must Prophesy Again’: The Mission of God’s People in Revelation 10–14” (tesis de doctorado, Andrews University, 2022), pp. 73, 74.

[3] Aguiar, A Entrega Perfeita: Lições da Fidelidade de Cristo (Tatuí, São Paulo: Casa Publicadora Brasileira, 2019), pp. 24-36.

[4] Elena de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Florida: ACES, 2013), p. 21.

[5] David E. Garland, 2 Corinthians: An Exegetical and Theological Exposition of Holy Scripture, The New American Commentary vol. 29 (Nashville, Tennessee: Broadman & Holman, 1999), p. 378.

[6] La ocurrencia de estos términos en Lucas (Evangelio y Hechos) representa básicamente el doble en relación a Pablo (sin contar Hebreos), el triple en relación a Juan (Evangelio, Cartas y Apocalipsis) y es prácticamente igual a la de los Evangelios de Mateo, Marcos y Juan juntos. Sin embargo, mientras que Lucas y Hechos suman 52 capítulos, Mateo, Marcos y Juan suman 65 capítulos juntos. La lista de términos financieros y monetarios usados por Lucas incluye, pero no se limita, a chrema (dinero), argyrion (plata), chrysos (oro), denarion (denario), drachme (dracma), assarion (moneda de cobre), lepton (pequeña moneda), mna (mina), plouteo (volverse rico), plousios (rico), ploutos (riqueza), euporia (prosperidad), mamonas (riqueza), hysterema (pobreza), penichros (pobre), endees (necesitado), ptochos (pobre), ktaomai (adquirir), peripoieo (comprar), prasso (cobrar), poleo (vender), piprasko (vender) agorazo (comprar), oneomai (comprar), prosdapanao (gastar), apodidomi (pagar), kerdaino (recibir salario), prosergazomai (recibir ganancia de una inversión), ta agatha (bienes materiales), ta hyparchonta (bienes), bios (vida), ergasia (ganancia), pragmateuomai (negociar), diapragmateuomai (rentabilidad de un negocio), ergazomai (trabajar), meros (parte de una herencia o profesión), porfyropolis (vendedor), agora (mercado público), daneizo (prestar dinero), danistes (garante), tokos (interés), trapeza (banco), didomi (depositar), airo (retirar), etc. Algunos de los siguientes términos son utilizados únicamente por Lucas: mna, euporia, penichros, endees, oneomai, prosdapanao, prosergazomai, pragmateuomai, diapragmateuomai, porfyropolis, danistes.

[7] Klyne R. Snodgrass, Stories with Intent: A Comprehensive Guide to the Parables of Jesus (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 2008), p. 327.

[8] Ibíd., p. 389. Snodgrass comenta que casi todos los capítulos de Lucas y Hechos dicen algo sobre bienes materiales.

[9] Ibíd., p. 418.

[10] Ver John A. Szulkalski, Tormented in Hades: The Rich man and Lazarus (Lk 16:19–31) and other Lukan Parables for Persuading the Rich to Repentance (Eugene, Oregon: Wipf and Stock: 2013).

[11] Christopher J. H. Wright, The Mission of God: Unlocking the Bible’s Grand Narrative (Downers Grove, Illinois: IVP Academic, 2006), p. 62.

[12] White, Testimonios para la iglesia (Doral, Florida: APIA, 1998), t. 9, p. 47.

[13] White, Recibiréis poder (Florida: ACES, 2009), p. 337.