Lo que acontece cuando un líder espiritual decide vivir de acuerdo con la voluntad de Dios

    Si se hace la pregunta “¿Quién fue el mejor rey que tuvo el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento?”, seguramente la respuesta oscilará entre David y Salomón. Este último es conocido como el más sabio, pero no necesariamente como el mejor de la historia. Por otro lado, a David se lo considera como un modelo o punto de comparación para los siguientes reyes del pueblo de Dios. Por ejemplo, de Acaz se dice que “no hizo lo recto ante los ojos de Jehová, a diferencia de su padre David” (2 Crón. 28:1), mientras que de Ezequías se declara que “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David” (2 Crón. 29:2). Esto hace pensar que David fue el mejor rey. Sin embargo, al leer 2 Reyes 23:25, se declara acerca de Josías que “no hubo otro rey antes de él que se convirtiera a Jehová con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés, ni después de él nació otro igual”.

    Esta declaración bíblica exige explicación. ¿Por qué a Josías se lo considera como el mejor de todos? ¿Qué hizo Josías para que la Escritura lo tenga en tan alta estima? ¿Qué podemos, como pastores, aprender de la vida de Josías y su influencia en favor de la iglesia hoy? En las siguientes líneas, haremos un análisis de lo que pasó en los días de Josías, qué hizo él como rey y qué resultados produjo en el pueblo.

    La primera parte de la narración bíblica nos describe una situación paradójica. La Biblia declara, en 2 Reyes 22:3 al 7, que el rey Josías promovió la restauración del Templo en Jerusalén. En ese proceso, sucedió un hecho sin precedentes. Hilcías, el sumo sacerdote dijo: “He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehová”. El libro de la Ley, ¿perdido en su lugar? Al leer Deuteronomio 31:24 al 26, se nos dice que el libro de la Ley debía estar junto al arca del Pacto. El problema del pueblo de Dios en los días de Josías fue que olvidaron el libro de la Ley. Esto provocó una serie de prácticas que iban en contra de la explícita Palabra de Dios.

    Este hallazgo produjo un reavivamiento en la casa real y luego en todo el pueblo. El relato de 2 Reyes explica que el rey escuchó lo que decía el libro de la Ley y rasgó sus vestiduras (22:11). Rasgar las vestiduras era una expresión de profundo dolor. Tenemos dos casos que ejemplifican este accionar: el primero está en la historia de Jacob, cuando recibió la túnica de su hijo José bañada en sangre (Gén. 37:33, 34); el segundo caso lo encontramos en la vida de Job, luego de perder posesiones e hijos (Job 1:20). En ambos casos, estos patriarcas rasgaron sus vestidos en señal de profundo dolor. Ahora bien, en el caso de Josías, este accionar sucede a causa de la lectura de la Escritura. ¿Cómo es posible que la lectura provoque tal actitud? ¿Puede la Escritura provocar dolor en el ser humano?

    Para entender la actitud del rey Josías, es necesario comprender los eventos históricos. El hallazgo del libro de la Ley sucedió en el año 621 a.C.,[1] y el ejército de Babilonia ya asediaba Asiria y amenazaba con conquistar Palestina. Nabopolasar, el padre de Nabucodonosor, inició su carrera conquistadora en el año 626 a.C., y ya para el año 612 a.C. conquistó Nínive.[2] Fue en este contexto que el rey Josías leyó el libro de la Ley y vio que este declaraba que si el pueblo de Israel se alejaba de Dios y adoraba a otros dioses, una nación lejana invadiría la Tierra Prometida y los llevaría cautivos. Génesis 28 declara que a causa de la desobediencia del pueblo de Dios “Jehová traerá contra ti una nación venida de lejos, que volará como águila, una nación cuya lengua no entiendas […]. Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan en toda tu tierra los muros altos y fortificados… Seréis arrancados de sobre la tierra que vais a entrar para tomarla en posesión. Jehová te esparcirá por todos los pueblos” (vers. 49, 52, 63, 64).

    Evidentemente, Josías era consciente de la situación espiritual en la que se encontraba su pueblo y, por eso, rasgó sus vestidos, pues temía que las palabras del libro de la Ley se cumplieran. Entonces, el rey hizo consultar al profeta de sus días para confirmar si lo que acababa de escuchar se cumpliría (2 Rey. 13). La profetisa Hulda confirmó lo que en la Escritura estaba anunciado, aunque Dios le indicó que, por causa de la humillación del líder del pueblo, de su enternecimiento de corazón y de haber rasgado sus vestiduras, el decreto celestial sería postergado un poco (2 Rey.22:18-20).

    Hasta aquí, se puede percibir un reavivamiento espiritual en el rey Josías. El líder del pueblo de Dios experimentó un renacer espiritual como resultado de haber entendido el libro de la Ley, la palabra de Dios. Esto nos indica que la Biblia es el elemento esencial para experimentar un reavivamiento espiritual. No existe un renacimiento espiritual sin el estudio de la Palabra de Dios. Los pastores/líderes del pueblo de Dios deben pasar más tiempo con la Palabra de Dios para poder experimentar el reavivamiento que solo Dios puede generar. Es interesante que el Espíritu de Profecía de la época haya jugado un papel importante también. El estudio de la Palabra de Dios debe estar acompañado del estudio del Espíritu de Profecía. La profetisa Hulda confirmó el mensaje de la Escritura y ejerció una influencia sobre el rey para provocar, más adelante, una reforma sin precedentes en el pueblo de Dios.

    La Biblia declara, al final del capítulo 22 de 2 Reyes, que “llevaron la respuesta al rey” (vers. 20). La respuesta de la profetisa Hulda dio inicio a un accionar que transformó las prácticas del pueblo de Dios en aquellos días. El rey del pueblo de Dios “mandó convocar ante él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego el rey subió a la casa de Jehová con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande. Allí leyó en voz alta todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. Después, puesto en pie junto a la columna, el rey hizo un pacto delante de Jehová, comprometiéndose a que seguirían a Jehová y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto” (2 Rey.23:1-3).

    De esta manera, el reavivamiento espiritual que experimentó el rey de Judá fue seguido por una reforma que involucró a todo el pueblo. Sin duda, el pueblo también fue reavivado espiritualmente tras la lectura del libro de la Ley. Es que la Escritura tiene el poder para transformar los corazones de forma sincera. Acto seguido, todos se comprometieron a realizar cambios. Esto es una reforma. Esta reforma también fue guiada por la Palabra de Dios, puesto que decidieron cumplir las palabras del pacto del libro de la Ley (2 Rey. 23:3).

    Desde el versículo 4 hasta el versículo 19, encontramos que hubo usa serie de reformas relacionadas con la vida religiosa del pueblo de Dios. Al parecer, estaban confiados en las promesas dadas por Dios a su pueblo. Consideraban que el hecho de pertenecer al pueblo escogido por Dios era razón suficiente para confiar en su seguridad. Sin embargo, esto no era así. La destrucción predicha en el libro de la Ley era una consecuencia de la desobediencia a los preceptos divinos.

    El capítulo 23 de 2 Reyes describe las reformas hechas por el rey. El rey eliminó, en primera instancia, los elementos idolátricos que se hallaban en el Templo de Jehová. Sacó los utensilios que no pertenecían al Templo y que eran usados para la adoración a “Baal Asera y todo el ejército de los cielos” (vers. 4). Del mismo modo, quitó la imagen de Asera que estaba en el Templo de Jehová y la hizo quemar fuera de Jerusalén (vers. 6). Junto a esto, derribó los lugares de prostitución idolátrica que estaban también en la casa de Jehová (vers. 7) y diferentes lugares a lo largo y ancho del territorio del reinado de Judá (vers. 8-15) e incluso aquellos que estaban en Samaria y Betel (vers. 19). En segunda instancia, no solo eliminó elementos idolátricos en todo el reino, también quitó a todos los que lideraban dichas prácticas: 2 Reyes 23:5 dice que “quitó los sacerdotes idólatras […] de Judá y […] de Jerusalén” y también “mató […] a todos los sacerdotes de los lugares altos de Samaria” (vers. 20). En tercera instancia, quitó también los elementos/personas que formaban parte de las prácticas espiritistas (vers. 24).

    En ese mismo capítulo descubrimos que las reformas hechas por Josías consistieron en cambios profundos en las prácticas religiosas, según lo que estaba escrito en el libro de la Ley (cf. vers. 3). Eliminó todo aquello que iba en contra de las indicaciones bíblicas relacionadas con la verdadera adoración al Creador. Pero una verdadera reforma no termina al eliminar elementos ajenos a la verdadera adoración, sino al incluir el verdadero sentido de la adoración. Respecto a esto, 2 Reyes 23:21 al 23 declara:

     “Entonces el rey ordenó a todo el pueblo: ‘Celebrad la Pascua a Jehová, vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto’. No había sido celebrada tal Pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. En el año dieciocho del rey Josías se celebró aquella Pascua a Jehová en Jerusalén”.

    Aquí hay tres elementos para tener en cuenta: primero, las reformas en favor de la verdadera adoración son promovidas por pastores/líderes que han sido reavivados por el estudio de la Palabra de Dios; segundo, la reforma implica establecer la celebración de la Pascua como el clímax; tercero, el pastor/líder debe procurar hacer lo mejor posible para la gloria de Dios.

    La centralidad de la celebración de la Pascua en las reformas de Josías tiene un valor importante para entender el carácter de una reforma espiritual. Para comprender mejor esto, es necesario dar una mirada al significado de la Pascua en el momento de su institución. En los días de Moisés y de la esclavitud del pueblo hebreo, Dios obró de forma poderosa en favor de su Bpueblo por medio de la ejecución de sus juicios en contra del poder opresor; a saber, Egipto. Habían pasado nueve plagas y Dios declaró que debían prepararse finalmente para salir de la tierra de esclavitud y ser liberados (Éxo. 11, 12). Para tal liberación debía sacrificarse un cordero de un año y pintar el dintel de las casas con la sangre del cordero inmolado (Éxo. 12:3-7). La razón era que a medianoche Jehová pasaría en medio de la nación y la sangre del corderosería la señal para liberar al primogénito de la casa, en primer lugar, y luego señalaría la liberación del pueblo que saldría de Egipto por la mano extendida de Jehová. Esta es la Pascua de Jehová (Éxo. 12:11, 12).

    Entender este evento en la historia del pueblo de Dios permite comprender la naturaleza y el propósito final de los actos divinos en favor de su pueblo: la liberación del pueblo de Dios por medio de una provisión divina, a saber, el sacrificio del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). El libro de Apocalipsis, en consonancia con esta realidad, sostiene que la victoria es “por medio de la sangre del Cordero” (Apoc. 12:11). Más aún, el apóstol Pablo declara que “nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Cor. 5:7).

    Es así que el reavivamiento y las reformas de Josías son un ejemplo para los pastores/ líderes contemporáneos y su influencia en favor de la iglesia. Es importante notar, a la luz de 2 Reyes 22 y 23, que el papel del pastor/líder es fundamental en este proceso. En otras palabras, si el pastor/ líder no pasa por esto, tanto él como el pueblo corren el riesgo de perderse por la eternidad. Ahora bien, esta influencia debe estar basada en el estudio de la Palabra de Dios y el Espíritu de Profecía. Como resultado, se debe producir un reavivamiento (un deseo de seguir la voluntad de Dios de forma fiel y sincera) y una reforma (cambios en las prácticas religiosas), a la vez que deben eliminarse las prácticas erradas e introducirse la adoración exclusiva a Dios, con Cristo como el centro de la adoración y de la vida religiosa.

Sobre el autor: Profesor de Teología en la Universidad Peruana Unión.


Referencias

[1] J. B. Graybill, “Judah, Kingdom of”, The International Standard Bible Encyclopedia, ed. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1986), t. 2, p. 1.147.

[2] Paul R. House, 1, 2, Kings, New American Commentary 8 (Nashville, Tennessee: Broadman & Holman, 1995), p. 354.