Pasos esenciales para el éxito en el ministerio
El concepto de integridad tiene el sentido de calidad, de estar en completa unidad, indiviso en la lealtad, y de un carácter sin tacha. Representa solvencia moral, honestidad básica, inocencia absoluta, completa incorruptibilidad, inequívoca sinceridad, y lealtad a los principios en el carácter y la conducta. En las Escrituras, el concepto de integridad es sinónimo de justicia y rectitud.
Cuando el Señor informó al rey Abimelech que Sara, a quien había tomado como esposa, era la mujer antes que la hermana de Abrahán, el rey contestó: “Con sencillez de mi corazón, y con limpieza de mis manos he hecho esto: “Y luego: “Díiole Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar, contra mí, y así no te permití que la tocares (Gén. 20:5, 6). Era un hombre íntegro y pecó por ignorancia; por eso Dios lo perdono espontáneamente. El Señor le prometió a Salomón que, si andaba en “justicia, y en rectitud de corazón como su padre David, su trono y su reino serian establecidos para siempre.
Consideremos algunos pasajes bíblicos que hacen hincapié en el valor de ’a integridad en el carácter cristiano. “Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia y conforme a mi integridad”. “Integridad y rectitud me guarden; porque en ti he esperado”. “Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado”. “En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, y me has hecho estar delante de ti para siempre” (Sal. 25:21; 26:1; 41:12). “La integridad de los rectos los encaminará: mas deshonrará a los pecadores la perversidad de ellos”. El justo que camina en su integridad, bienaventurados serán sus hijos después de él” (Prov. 11:3; 20:7).
En ’la historia de la humanidad, tal vez nadie haya sido probado con más severidad que el patriarca Job. Esta es la apreciación que Dios hizo de su carácter: “Hubo un varón en tierra de litis, llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, y temeroso de Dios, y apartado del’ mal”. ¿Qué cosa no estaría dispuesta a dar una persona para merecer este cumplido divinamente inspirado? Posteriormente el Señor le preguntó a Satanás si se había fijado en Job, de quien dijo: “No hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal, y que aun retiene su perfección, habiéndome tú incitado contra él, para que lo arruinara sin causa”. Job no vaciló ni aun cuando su esposa le dijo: “¿Aún retienes tú tu simplicidad? Bendice a Dios, y muérete”. Su declaración: “Aunque me matare, en él esperaré”, manifestaba una integridad de extraordinaria calidad. Aun cuando el Señor permitió que Satanás persiguiera a Job, lo cual naturalmente hizo surgir en su mente preguntas acerca del origen y el propósito de sus calamidades, se hace esta declaración: “No pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”, como hacen muchos cuando pasan a través de pruebas que no pueden comprender. Nunca ha habido mayor necesidad de esta clase de dirigentes firmes que en estos días de inestabilidad e infidelidad. (Véase Job 1:1: 2:3, 9; 13:15; 22).
Dios elige dirigentes
Cuando los israelitas viajaban por el desierto rumbo a Canaán, Jetro, bajo la dirección divina, aconsejó a Moisés para que eligiera dirigentes que le ayudaran en su trabajo administrativo. Dijo: “Buscarás entre el pueblo hombres hábiles, temerosos de Dios, hombres de verdad, que aborrezcan la avaricia, a quienes pongas sobre ellos, por jefes de miles, jefes de cientos, jefes de cincuentenas y jefes de decenas” (Exo. 18:21, VM). En esto encontramos tres importantísimas calificaciones para nuestros dirigentes de iglesia. “Hombres hábiles” —los que poseen preparación, habilidad y eficiencia; “temerosos de Dios” —los que tienen inclinación hacia lo espiritual y son consagrados; y “hombres de verdad” —los que son honestos y sinceros. La iglesia necesita dirigentes dotados de estas características.
Los apóstoles eligieron a esta misma clase de hombres para administrar los negocios de la iglesia. Dijeron: “Buscad pues, hermanos; siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales pongamos en esta obra. Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra” (Hech. 6:3, 4). Entre los elegidos estaban Felipe y Esteban, que fueron utilizados poderosamente por’ el Señor en la proclamación del Evangelio; uno de ellos fué el primer misionero, y el otro el primer mártir.
Notad las siguientes descripciones de hombres de carácter:
“Los hombres deben tener firmeza moral, e integridad que no pueda ser adulada, sobornada o amedrentada” (Testimonies, tomo 5. pág. 297).
“Ahora es cuando los hijos de Dios deben mostrarse fieles a los buenos principios. Cuando la religión de Cristo sea más despreciada, cuando su ley -sea más menoscabada, entonces deberá ser más ardiente nuestro celo, y nuestro valor y firmeza más inquebrantables. Él permanecer de pie en defensa de la verdad y la justicia cuando la mayoría nos abandone, el pelear las batallas del Señor cuando los campeones sean pocos, ésta será nuestra prueba. En este tiempo,’ debemos obtener calor de la frialdad de los demás, valor de su cobardía, y lealtad de su traición” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 31).
“La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos” (La Educación, pág. 54).
Hombres de principios
La pluma inspirada describe a José como un hombre de carácter firme, y como ejemplo para nuestra juventud moderna:
“Los jóvenes de principios firmes evitarán los placeres, desafiarán el dolor, y aun desafiarán el foso de los leones y el ardiente horno de fuego antes que ser hallados desleales a Dios. Reparad en el carácter de José. La virtud fué severamente probada, pero su triunfo fué completo. El noble joven soportó la prueba en todas sus fases. El mismo elevado e inquebrantable principio apareció en cada prueba. El Señor estaba con él y su palabra era ley.
“Tal firmeza y limpio principio brillan con mayor fulgor en contraste con la debilidad e ineficacia de los jóvenes de esta época. Salvo pocas excepciones, vacilan y cambian con cada cambio de circunstancia y ambiente, una cosa hoy y otra mañana” (Testimonies, tomo 5. pág. 43).
Daniel y sus compañeros eran hombres que poseían la clase de carácter descripta. Podemos estar seguros de que toda persona que forme el mismo carácter siempre estará del lado correcto en todo problema que implique principios y normas de conducta. Los errores serán de la cabeza pero no del corazón. No podrán ponerse en duda sus motivos, podrá confiarse en su palabra, y su lealtad será a toda prueba. Caleb y Josué eran hombres de esta estampa. Eran personas en quienes Moisés podía confiar en toda crisis. Y esta es la clase de personas que el Movimiento Adventista necesita como dirigentes, porque se traslada desde el Egipto y la Babilonia modernos hacia la Canaán celestial. Sí, hoy se necesitan Calebs y Josués; y éstos están entre nosotros, aunque no siempre los reconozcamos.
La mensajera del Señor dijo: “Sólo unos pocos fieles Calebs pasarán al frente y manifestarán un apego inamovible a los principios. Estos son la sal que conserva el sabor. “Lo que hoy necesitamos son Calebs, hombres que sean fieles y verdaderos”. “Caleb era fiel, y firme. No era jactancioso, no hizo ostentación de sus méritos y buenas obras; pero su influencia siempre estuvo del lado de la rectitud” (Id., págs. 130, 134, 303).
“Josué era ahora el jefe reconocido de Israel… Valeroso, resuelto y perseverante, pronto para actuar, incorruptible, despreocupado de los intereses egoístas en su solicitud por aquellos encomendados a su protección y, sobre todo, inspirado por una viva fe en Dios, tal era el carácter del hombre escogido divinamente pata dirigir los ejércitos de Israel en su entrada triunfal en la tierra prometida. Durante la estada en el desierto, había actuado como primer ministro de Moisés, y por su fidelidad serena y humilde, su perseverancia cuando otros flaqueaban. su firmeza para sostener la verdad en medio del peligro, había dado evidencias de su capacidad para suceder a Moisés aun antes de ser llamado a ese puesto por la voz de Dios” (Patriarcas y Profetas, págs. 514, 515).
La integridad produce unidad
La integridad es la base de la confianza y el secreto de la unidad, de esa unidad que trajo la lluvia temprana y que producirá la lluvia tardía de poder espiritual. Sólo los que pasaron los diez días en el aposento alto llegaron estar unánimes juntos”. A medida que se acercaban a Cristo se iban acercando entre sí. Cuando se juntaron no había unidad entre ellos. Discutían y peleaban por el primer lugar, y eran demasiado celosos para realizar el lavamiento de los pies. Pero en esos diez días se produjo un cambio enorme. La confianza mutua quedó completamente restaurada, y el resultado fué una perfecta unidad. Por supuesto que con Judas y los fariseos no podía haber una base para la unidad. La unidad no se construye sobre sentimientos y emociones únicamente. Depende de la honradez, la integridad y la sinceridad. No podemos estar en unidad con aquellos a quienes no podemos respetar o en quienes no tenesmos confianza. Fácilmente podemos pasar por alto los errores y faltas de aquellos que sabemos que son honestos y sinceros.
Esto no significa que no pueda haber sinceras diferencias de opinión entre cristianos genuinos. La unidad no destruye la individualidad. El Señor no creó dos árboles, flores, briznas de pasto, estrellas o copos de nieve idénticos. Cada uno posee su propia individualidad, y esto mismo vale para todas las criaturas del reino animal, incluyendo a la humanidad. Es la unidad en la diversidad lo que hace la vida interesante. El reconocimiento de este .hecho favorecerá las relaciones entre el pastor y sus miembros. Pedro y Pablo, y Pablo y Bernabé alentaban honestas diferencias de opinión, pero ello no afectó su amor y unidad.
Cristo, al dirigir cada una de sus misivas a las siete iglesias de Asia dijo: al “ángel de la iglesia”, refiriéndose al anciano o al pastor. La palabra ángel significa mensajero o ministro. Se habla de los ángeles cómo ministros y espíritus administradores. De esto se infiere que los ministros debieran tener naturalezas, Caracteres y disposiciones angélicos. Debieran ser como ángeles en la devoción al deber, en utilidad, sinceridad, habilidad, capacidad, sabiduría, tacto, lealtad e integridad, y por lo tanto ser dignos de recibir responsabilidades. Decirle a una persona: “eres un ángel”, se considera como un fino cumplido, y así fué como Cristo designó a sus siervos administradores. Ojalá que vivamos de tal manera que merezcamos ese cumplido.
Cierto profesor de teología acostumbraba decir a sus alumnos ministeriales: “Recordad que sois ángeles. Comportaos como emisarios del Altísimo. Sed ángeles de primera clase”. Esforcémonos todos por vivir a la altura de la “soberana vocación de Dios en Cristo Jesús”, y por ser hombres íntegros.