1. El alma humana tiene sed de Dios

Es indudable que toda persona intelectual, moral y espiritualmente normal sabe o siente que el ser humane no debe su existencia al azar. Sabe y siente que existe un Ser superior, Creador de todas las cosas. Al mismo tiempo se siente atraida, consciente o inconsciente-mente, hacia ese Ser superior que le inspira reverencia y amor, y desea rendirle adoración.

Esos sentimientos innatos en el ser humano fueron hermosamente expresados por David en el Salmo 42. “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mia. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; cuando vendré y me presentare delante de Dios?”

Todo verdadero cristiano comparte los sentimientos expresados por el salmista y se une a él cuando dice: “Yo me alegre con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”.

Cuando Jesús hablo con la samaritana, Ie dijo: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adoraran al Padre en espíritu y en verdad… los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4: 23, 24). No es suficiente ir a la casa de Dios, adorarlo y rendirle culto; es necesario que esa adoración y culto, además de ser ofrecidos a Dios, sean aceptados por el como ocurrió con la ofrenda de Abel, y no rechazados como sucedio con la de Caín.

2.    Lo que es un acto de culto y adoración

Para poder adorar a Dios en espíritu y en verdad es necesario tener un concepto claro de lo que es un culto. El culto puede ser privado, familiar o publico. Cuando se lleva a cabo un culto con el debido espíritu y en forma correcta, es una cita con Dios. Si no es privado o familiar, generalmente es una reunión de un grupo de cristianos en un lugar determinado para tal fin.

El Diccionario de la Biblia, de W. W. Rand, al explicar que es el culto, dice lo siguiente: “Reverencia suprema que solamente se debe a Dios. Incluye adoración, alabanza, acción de gracias, confesión del pecado, suplica de gratia y la consideración de la voluntad divina”.

El Diccionario Bíblico Adventista hace el siguiente comentario acerca de la palabra “culto”: “La actitud de humildad, reverencia, honor, devoción y adoración que caracteriza la relación apropiada de los seres creados con su Creador, especialmente en su presencia”.

Resumiendo, podemos decir que un acto de culto es una reunión dedicada a la adoración y a la alabanza a Dios mediante el canto y los testimonies personales de los fieles. Es una ocasión propicia para hablar con Dios por medio de la oración y escucharlo por medio de la exposición de su Palabra y las impresiones del Espíritu Santo. Es una oportunidad de estar en comunión con Dios y con los fieles. Es un medio que permite promover el crecimiento espiritual.

3.   La importancia del culto

Lo expuesto en los puntos anteriores es suficiente para que comprendamos la gran importancia que los hijos de Dios debemos asignar a la adoración y los cultos.

La trascendencia del culto está basada en nuestra gran necesidad. El ser humano necesita estar en comunión con su Creador; necesita abrirle su corazón en oración; necesita escuchar la voz de Dios hablandole por medio de la exposición de la Palabra; necesita el compañerismo de Cristo, quien dijo: “Donde estan dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mat. 18:20).

Es importante que todos los días dediquemos tiempo para el culto personal. Es necesario también dedicar algunos momentos por la mañana y por la tarde para el culto familiar. Es necesario, además, ir a la casa de Dios y participar en el culto público. Al estudiar la Biblia y los escritos de Elena G. de White, resulta claro que las tres clases de culto son importantes y necesarias para el crecimiento espiritual.

Como cristianos debemos dar tanta importancia a los cultos que lleguemos a considerar un privilegio y en cierto modo también un deber ir a la casa de Dios para adorarlo. Por eso dice David: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Porque el es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano” (Sal. 95:6, 7). Por la misma razón Dios dice por boca de Joel: “Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión” (Joel 2:15, 16). Y Sofonías agrega: “Congregaos y meditad… Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra” (Sof. 2:1, 3).

Así como un carbón que al estar solo se apaga, también el cristiano que no asiste a los cultos de la iglesia se enfría y finalmente se apaga espiritualmente. Por eso el apóstol Pablo aconseja: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Heb. 10:25).

4.    Los aspectos físicos y su relación con el culto

Al considerar la dignificación del culto no podemos pasar por alto ciertos aspectos físicos que favorecen o desfavorecen los servicios de adoración. El tabernáculo en el desierto era sencillo pero hermoso. En su época el templo de Salomón era considerado una de las siete maravillas del mundo.

Teniendo en cuenta la importancia de los cultos, debemos ubicar nuestros templos y capillas en lugares tranquilos, de buen nombre y, si es posible, bonitos. Nuestras casas de culto pueden ser sencillas pero deben ser bien terminadas y bien cuidadas. Se las debe pintar con colores apropiados. El mobiliario, como el pulpito, los bancos y sillas, deben estar en buenas condiciones. Todo debe estar siempre en orden y escrupulosamente pulcro.

Es necesario prestar atención a las salas auxiliares: la sala pastoral, el bautisterio, los jardines, los patios y también los servicios higiénicos. Debe haber utensilios adecuados para los servicios especiales tales como los bautismos, la Cena del Señor y el Rito de Humildad. Los arreglos florales deben ser bien hechos y con anticipación. Todo lo relacionado con la casa de Dios tiene que ver directa o indirectamente con los cultos y por eso merece que se Ie de cuidadosa atención.

“Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios en la tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, la oración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podra entrar nada que corrompa” (Joyas de los Testimonies, tomo 2, pag. 193).

“Felices son los que tienen un santuario, sea alto o humilde, en la ciudad o entre las escarpadas cuevas de la montaña, en la humilde choza o en el desierto. Si es lo mejor que pueden obtener para el Maestro, el santificara ese lugar con su presencia, y será santo para el Señor de los ejércitos” (Id., pag. 194).

5.    Algunas reglas básicas del culto

El culto a Dios ha tenido siempre sus reglas de orden y reverencia. Desde el principio hubo instrucciones tocante al culto en torno de los altares. Durante la dispensación levítica Dios dio instrucciones en cuanto a la construcción del tabernáculo. De el recibieron las consignas con respecto al sacerdocio y los diversos servicios y sacrificios. “Dios dio a su antiguo pueblo reglas de orden, perfectas y exactas” (Id. pag. 198).

En el culto levítico era necesario tomar en serio las reglas. No todos podían hacer todas las cosas. No todos podían entrar a cualquier parte del santuario ni tomar en sus manos cualquier objeto del mismo. La transgresión de las reglas del culto era severamente castigada, como es evidente en los siguientes casos: Nadab y Abiu, que murieron en el santuario; Core, Datan y Abiram y su grupo, que fueron tragados por la tierra; la tragedia de Bethsemes y la triste suerte de Uza.

También hoy el culto y la adoración deben tener sus reglas que es necesario observar si queremos la aprobación y la bendición de Dios. “No sería bueno que leyésemos con frecuencia las instrucciones dadas por Dios mismo a los hebreos, para que nosotros, que tenemos la luz de la gloriosa verdad, imitemos su reverencia por la casa de Dios?” (Id., pag. 198).

“Debiera haber reglas respecto al tiempo, el lugar, y la manera de adorar. Nada de lo que es sagrado, nada de Io que pertenece al culto de Dios, debe ser tratado con descuido e indiferencia” (Id., pag. 193). Por falta de espacio mencionaremos solamente dos reglas básicas que deben regir todo culto de adoración: ORDEN y REVERENCIA.

Debe haber orden: La instrucción de Pablo es clara: “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40). La sierva del Señor dice: “Los que tienen la unción de Io alto estimularan el orden, la disciplina y la unidad de acción en todo Io que emprendan, y entonces los ángeles de Dios podrán cooperar con ellos. Pero nunca, nunca estos mensajeros celestiales respaldaran la irregularidad, la desorganización y el desorden… No están autorizados a bendecir la confusión, la distracción y la desorganización” (Testimonies para los Ministros, pags. 28, 29).

En muchos de nuestros cultos es necesario mejorar el planeamiento, la programación, la organización, la disciplina y el orden.

Debe haber reverencia: Nuestros cultos son una cita con Dios y los santos ángeles. El Señor está presente en la persona de su representante, el Espíritu Santo. Con cuanta reverencia y santo temor deberíamos ir a la presencia de Dios! Leemos en Habacuc 2: 20: “Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de el toda la tierra”. Además el sabio Salomón hace la siguiente reflexión: “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acercate mas para oir que para ofrecer el sacrificio de los necios” (Eel. 5:1). Al entrar a la casa de Dios deberiamos recordar Io que Dios dijo a Moisés junto a la zarza ardiente: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tu estas, tierra santa es” (Exo. 3: 5).

Tomemos nota de algunas declaraciones del espíritu de profecía en cuanto a la reverencia en la casa de Dios y en los cultos: “Todo el servicio debe ser dirigido con solemnidad y reverencia… La reverencia que el pueblo tenia antiguamente por el santuario, ha des- aparecido mayormente… Algunas veces los jóvenes tienen tan poca reverencia por la casa y el culto de Dios, que sostienen continua comunicación unos con otros durante el sermón… Es demasiado cierto que la reverencia por la casa de Dios ha llegado casi a extinguirse. No se disciernen las cosas y los lugares sagrados, ni se aprecia lo santo y lo exaltado… Casi todos necesitan que se les enseñe a conducirse en la casa de Dios. Los padres no deben solo ensenar, sino ordenar a sus hijos que entren en el santuario con seriedad y reverencia… Con demasiada frecuencia se los encuentra en grupos, separados de los padres que debieran encargarse de ellos. No obstante estar en la presencia de Dios, y bajo su mirada, son livianos y triviales, cuchichean y ríen, son descuidados, irreverentes y desatentos… A causa de la irreverencia en la actitud, la indumentaria y el comportamiento, por falta de una disposición de adorarle, Dios ha apartado con frecuencia su rostro de aquellos que se habían congregado para rendirle culto” (Joyas de los Testimonies, tomo 2, cap. “Conducta en la Casa de Dios”).

6.    Los directores y participantes del culto

¿Quienes dirigen los cultos? Los pastores y predicadores, los ancianos, los diáconos, los directores de los departamentos de Actividades Laicas, Escuela Sabática, Sociedad de Jóvenes, y toda persona que ocupa un lugar en la plataforma para desempeñar alguna parte en el culto.

Lamentablemente muchas veces la actitud y conducta de los directores del culto resta reverencia y dignidad a los servicios de adoración. Se debe extremar el cuidado a fin de que el arreglo personal de los que . dirigen alguna parte de un culto sea correcto en todo sentido. Esto se aplica a los pastores y demás oficiales de la iglesia, pero quizá en forma especial a las damas que suben al estrado y se presentan delante de la congregación. Un culto no es la ocasión apropiada para exhibir las modas mundanas inventadas por el enemigo de Dios.

La actuación de los que dirigen un culto debe ser siempre digna. Deben sentarse correctamente, evitar movimientos innecesarios, hablar solamente lo imprescindible y no extralimitarse en sus funciones. Deben velar para que todo este rodeado de una atmosfera de reverencia, solemnidad y santidad. Deben velar también para que los miembros de sus familias den un buen ejemplo.

Es también deber de los que dirigen el culto ensenar a toda la congregación a adorar en espíritu y en verdad. Se debe instruir a los participantes de modo que sientan la necesidad de prepararse para los cultos. Esa preparación debe ser material, o sea exterior, y sobre todo espiritual, o sea interior.

 Se debe enseñar también la puntualidad en la asistencia y la actitud correcta al entrar en la casa de Dios. No se debe olvidar de hacer hincapié en que para que haya verdadero culto debe haber participación ferviente de todos los adoradores.

“Cuando los adoradores entran en el lugar de reunión, deben hacerlo con decoro, pasando quedamente a sus asientos… Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece la reunión, conserven un verdadero espíritu de devoción meditando silenciosamente, manteniendo el corazón elevado a Dios en oracion… Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue al pulpito y pedir fervientemente ayuda a Dios… Cuando se abre la reunión con oración, cada rodilla debe doblegarse en la presencia del Santo y cada corazón debe elevarse a Dios en silenciosa devoción… Cuando se habla la palabra, debéis recordar, hermanos, que estáis escuchando la voz de Dios por medio del siervo que es su delegado. Escuchad atentamente” (Id., pags. 194, 195).

7.    Los elementos esenciales del culto

Los elementos esenciales o partes principales de un culto son generalmente cuatro, y a veces cinco: la alabanza, la oración, las ofrendas, la exposición de la Palabra y muchas veces la respuesta de la congregacion, o sea los testimonies. Haremos un breve comentario de estos elementos.

La Alabanza. Es nuestro privilegio tributar alabanza a nuestro Dios. Los medios de expresión de la alabanza son principalmente el canto y la música. El órgano es el instrumento más apropiado para la iglesia. El piano también es aceptable, pero debemos tener cuidado con el uso de otra clase de instrumentos, especialmente aquellos que se asocian con la música mundana, superficial, rítmica y hasta sensual, que esta tan en boga en nuestros dias. La persona que ejecuta el instrumento debe aprender a acompañar y no necesariamente a dirigir el canto de la congregación.

Acerca del canto cabe mencionar que siempre se deben escoger himnos adecuados a la ocasión y al tema que seré presentado. El culto no es una clase de canto. Por eso se deben seleccionar himnos conocidos por la mayoría de los adoradores. Se debe, además, enseñar a cantar con entendimiento, sentimiento y reverencia.

Para los cultos el canto congregacional es el más indicado. Por otro lado, un buen coro puede hacer una excelente contribución al culto si actúa en armonía con el predicador, ocupa su lugar a la hora indicada y no hace perder tiempo. Hay que tener cuidado con lo que llamamos a veces “cantos especiales”. Esos cantos deben ser adecuados al tema que presente el predicador, y los intérpretes deben ser personas de reconocida consagración. Su arreglo personal debe estar de acuerdo con las normas de la iglesia y deben cantar para la gloria de Dios y el beneficio espiritual de la congregación.

“Cuando los seres humanos cantan con el espíritu y el entendimiento, los músicos celestiales siguen los acordes, y se unen al canto de acción de gracias… [Dios] espera que sus siervos cultiven sus voces, para poder hablar y cantar de tal manera que todos puedan comprender. No es un canto fuerte lo que se necesita, sino una entonación clara, una pronunciación correcta y una articulación distinta. Tomen todos tiempo para cultivar la voz, para poder cantar las alabanzas de Dios en tonos claros y suaves, no en tonos duros y chillones que ofendan el oido” (Obreros Evangélicos, pag. 370).

La oración: La oración es una parte importantísima del culto. Preferentemente debe ser de rodillas. David estuvo inspirado cuando dijo: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Sal. 95: 6). La persona que ofrecerá la oración debe ser cuidadosamente escogida. La oración debe ser adecuada y limitada a la ocasión. No debe incluir asuntos personales ni se la debe usar para predicar a Dios o a la congregación. Debe ser corta y ofrecida en voz alta a fin de que todos puedan oir y unirse a ella en espíritu. Así como Cristo enseño a sus discípulos a orar es conveniente que el pastor enseñe a sus colaboradores como deben ser las oraciones en un culto público.

Notemos los siguientes comentarios de la pluma inspirada acerca de las oraciones en los cultos: “Aprendan los predicadores y todos los que ofrecen oración en público a orar de manera que Dios sea glorificado y bendecidos los oyentes.

“Las oraciones ofrecidas en público deben ser cortas y directas. Dios no requiere de nosotros que hagamos tediosos los mementos de culto con largas peticiones… Se ofrecen muchas oraciones tediosas, que se parecen más a un discurso dado a Dios que a la presentación de una petición a él dirigida… Las oraciones formales en tono de sermón, no son necesarias ni oportunas en público. Una oración corta, ofrecida con fervor y fe, enternecerá los corazones de los oyentes” (Id., pags. 184-188).

 “He visto que la confusión desagrada al Señor, y que debe haber orden en la oración y también en el canto. No debemos ir a la casa de Dios a orar por nuestras familias, a menos que nos induzca a ello un profundo sentimiento, mientras el Espíritu de Dios las está convenciendo. .. Cuando estamos en la casa de Dios, debemos pedir una bendición actual y esperar que Dios oirá y contestara nuestras oraciones” (Joyas de los Testimonies, tomo 1, pag. 45). Una de nuestras peticiones debería ser: “Señor, enséñanos a orar”.

Las ofrendas: El momento en que entregamos nuestros diezmos y ofrendas a Dios también es una parte integral del culto. Desde el mismo principio el dar, ofrecer y sacrificar estuvo relacionado con el culto. En Israel, las ofrendas o sacrificios eran muchas veces el centro mismo de los servicios de adoración.

Devolver a Dios algo de Io que el nos ha dado eso debe ser también hoy una parte del culto. Es una expresión tangible de nuestro amor y gratitud a Dios. Al proveer medios para la predicación del Evangelio revelamos interés en la Salvación de otros. Lo que David dijo en sus días también es para nosotros hoy: “Dad a Jehová la honra debida a su nombre; traed ofrendas y venid a sus atrios. Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad” (Sal. 96: 8, 9).

No debemos, sin embargo, olvidar que esta parte del culto debe realizarse con orden, reverencia y solemnidad. No debe haber demoras ni pérdida de tiempo. Debe haber suficientes personas para recoger las ofrendas y todas deben estar vestidas en forma apropiada. En las iglesias grandes es mejor ofrecer la oración antes de recoger las ofrendas y en las iglesias pequeñas, después.

La Exposición de la Palabra: La parte central del culto es la exposición de la Palabra de Dios. El que expone es y debe ser considerado como el portavoz de Dios, y el mensaje que se presente debe ser aceptado como un mensaje de Dios.

El pastor o la persona encargada de hacer la exposición de la Palabra, debe siempre preparar cabalmente su mensaje por medio de la oración, el estudio y la meditación. Sena una falta grave presentarse ante la grey sin haber preparado bien el tema que se va a presentar. Muchas veces Dios es deshonrado y el culto pierde una buena parte de su solemnidad, dignidad y eficacia a causa de los sermones mal preparados y mal presentados. Se debe y se puede mejorar mucho esta parte del culto.

Notemos algunas declaraciones de la pluma inspirada sobre la exposición de la Palabra en los cultos: “Sean los discursos cortos, espirituales, elevados… Sépa cada hombre que se presenta en el pulpito que tiene ángeles del cielo en su auditorio” (Testimonios para los ministros, pags. 337, 338). “Hable brevemente. Sus discursos duran por lo general el doble de lo que debieran durar” (Id., pag. 311). “Hable poco, y despertar interés en escuchar una y otra vez” (Id., pag. 258).

Sobre todo, la exposición de la Palabra debe caracterizarse por la solemnidad y reverencia. Dice la sierva del Señor: “He oído a algunos predicadores hablar de la vida y enseñanzas de Cristo de una manera vulgar… Los predicadores no deben acostumbrarse a relatar anécdotas irrespetuosas en conexión con sus sermones… El relato de anécdotas e incidentes que hacen reír o provocan un pensamiento ligero en la mente de los oyentes es severamente censurable. La verdad debe revestirse de un lenguaje casto y digno” (Obreros Evangélicos, págs. 174, 175).

Respuesta de la Congregación; los Testimonios: La sierva del Señor menciona otro elemento del culto al cual estamos dando muy poca atención. Es la respuesta de los fieles al mensaje presentado: dar oportunidad para testimonios.

“El encargado de dirigir los cultos del sábado debe estudiar el modo de interesar a sus oyentes en las verdades de la Palabra. No debe dar siempre un discurso tan largo que no deje a los presentes oportunidad de confesar a Cristo. El sermón debe ser con frecuencia corto, de modo que la gente pueda expresar su agradecimiento a Dios… Tenga cada uno de los que llevan el nombre de Cristo algo que decir en la reunión de testimonios. Estos deben ser cortos, y de naturaleza tal que ayuden a otros” (Obreros Evangélicos, pag. 180).

8.   Problemas que atentan contra la dignidad y eficacia del culto

En forma breve mencionaremos algunos problemas o practicas que hemos observado y que a nuestro entender atentan contra la dignidad y eficacia de los cultos. Felizmente hay iglesias en las que los cultos son casi “modelos”. Pero en muchos lugares hay una o varias de las fallas que mencionaremos a continuación:

Falta de asistencia y puntualidad: La falta de asistencia es especialmente llamativa en la escuela sabática, la reunión de oración, las reuniones de evangelización y en grado menor en el culto divino del sabado. Algo parecido se puede decir de la falta’ de puntualidad, con el agravante de que muchas veces las personas responsables de los cultos tampoco son puntuales y empiezan cinco o diez minutos tarde.

La irreverencia: Este es posiblemente uno de los problemas mayores, y se manifiesta de las siguientes maneras: Hay quienes se que dan afuera, conversando durante el culto; hay conversaciones y cuchicheos dentro del templo; algunos leen o adoptan una actitud de indiferencia. Uno de los problemas más serios es el desorden de los niños a quienes sus padres no controlan.

Atrasos en los horarios: Estos atrasos se producen a veces, especialmente en la hora del culto divino del sábado, porque los detalles del programa no han sido preparados a tiempo, las personas que deben acompahar al predicador no estan listas, y muchísimas veces el coro demora cinco o diez minutos en pasar, causando inquietud, nerviosismo y hasta impaciencia.

Apariencia personal inconveniente: Algunas veces pasan a la plataforma personas cuyo arreglo personal es tan inapropiado que distrae la atención y desvía las mentes. Algunos se presentan con vestiduras de hechura y colores inadecuados para el pulpito; con cortes de cabello, tanto en hombres como en mujeres, totalmente exagerados; y a veces algunas da- mas con vestidos demasiado cortos y llamativos.

Exceso de anuncios: Este es un problema serio en muchas iglesias. Con frecuencia se

Emplea un tiempo precioso para hacer una serie de anuncios innecesarios, de poca importancia, demasiado largos, muchos fuera de lugar y a veces mal hechos.

Música y cantos inapropiados: Otro factor que incide especialmente en la eficacia de los cultos es la música y el canto. Muchas veces los himnos que se cantan no armonizan con el tema del sermón, ni al comenzar ni al terminar. Otro tanto pasa con los himnos presentados por el coro y especialmente con los así llamados “cantos especiales”. No se consulta con el predicador y como resultado estos cantos no preparan a la congregación para el sermón ni reafirman el mensaje que se presento.

Comentarios al final de la reunión: A veces, después del sermón se hacen comentarios, se dan anuncios o se toma una ofrenda. Todo esto tiende a borrar las impresiones producidas por el mensaje y el Espíritu Santo.

Actividades después del culto: Toda actividad que se realice inmediatamente después de un culto tiende a disminuir o borrar el efecto producido, aunque esas actividades sean buenas en sí, tales como: reuniones de junta, clases bautismales, ensayos del coro o de partes especiales, y por regia general aun grupos de oración, a menos que se ore por un asunto especial mencionado en el sermón.

Los testimonios largos: Otro problema de los cultos de oración son los testimonios largos y fuera de lugar. “Se permite que los más osados y los que están siempre listos para hablar impidan a los tímidos y retraidos que den su testimonio. Los mas superficiales son generalmente los que tienen mas que decir” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pag. 458).

Esta lista de problemas que atentan contra la dignidad y la eficacia de los cultos no es limitativa sino solamente ejemplificativa.

9.   El programa o desarrollo del culto

Vez tras vez hemos llegado a la conclusión de que para que el culto sea digno, reverente y eficaz, Io mejor es tener un programa sencillo y libre de ritualismo. A continuación daremos un ejemplo:

a. Preludio de piano, órgano o coro.

b. Entran los dirigentes del culto y se postran en oración silenciosa.

c. La congregación canta la doxología, puesta de pie.

d. El predicador hace una breve invocación.

e. Se reciben los diezmos y ofrendas, orando antes o después de ser recogidos.

f. Se canta el himno de apertura.

g. Se lee una lectura bíblica que guarde relación con el tema del sermón.

h. Se eleva la oración pastoral, pidiendo la bendición sobre el culto, los oyentes y el predicador.

i. Un himno apropiado para el tema del sermón. (Por la congregación u otros.)

j. Sermón, no muy largo.

k. Himno final relacionado con el tema.

I. Bendición final. (No una larga oración.)

En este programa se presupone que los minutos misioneros, las promociones, los anuncios, la bendición de niños, etc., se han hecho antes de iniciarse el culto divino, en la escuela sabática, al terminar la escuela sabatica o en el breve intervalo antes de empezar el culto divino.

CONCLUSION Y RECOMENDACIONES

Es evidente que como dirigentes, pastores, oficiales de iglesia y feligresía en general, tenemos mucho que aprender y bastante que corregir para que nuestros cultos se desarrollen en un todo para la gloria de Dios y la edificacion espiritual de la grey. Tenemos que estudiar y meditar mucho para aprender a adorar a Dios “en espíritu y en verdad”, como le agrada al Señor. Como conclusión, haremos algunas recomendaciones para que sean consideradas por quien corresponda.

1.   Recomendamos que en los lugares y las ocasiones pertinentes se estudie la lista de problemas mencionados en el inciso 8 de este trabajo, y que se den los pasos necesarios para corregir lo que no está bien en nuestros cultos, en base a las instrucciones de la Biblia, el espíritu de profecía y las normas de nuestra iglesia.

2.   Recomendamos que se sugiera a nuestros pastores e iglesias que adopten un programa sencillo, especialmente para el culto del sábado, desconectándolo de los preliminares mencionados como uno de los problemas, y dedicandolo por entero a la alabanza, la oración, el estudio de la Palabra y ocasionalmente a la respuesta de la congregación en forma de cortos testimonies.

3.   Para llevar a cabo lo dicho en el punto anterior, recomendamos que se incluya la bendición de niños en el programa de la escuela sabática, que los minutos misioneros se tengan a continuación de la misma, que las promociones se hagan durante los minutos misioneros y que los anuncios se impriman en un boletín de la iglesia o se den antes del comienzo del culto divino.

4.   Recomendamos que con renovada seriedad se preste atención a todo lo relacionado con la reverencia. Que periódicamente se hable de este tema para instruir a la hermandad acerca de este asunto tan vital. Que se tomen medidas decisivas para inculcar en los niños el sentimiento de reverencia, controlando su comportamiento en la iglesia, pidiendo a los padres que tengan a sus niños a su lado y que no se les permita sentarse en grupos sin la compañia de una persona mayor.

5.   Recomendamos que un grupo apropiado de personas de estudio a la actitud correcta a seguir durante la oración en los cultos, tomando como base el trabajo sobre este tema preparado por el pastor Edner Corbier, del Seminario Adventista de Haiti, y que luego se instruya adecuadamente a los pastores y las iglesias por los canales apropiados.

6.   Recomendamos que se de debida consideración a las instrucciones del espíritu de profecía acerca de la extensión de los sermones y al consejo de que aun en el culto del sábado se de ocasionalmente oportunidad para que los hermanos den cortos testimonies. Al mismo tiempo recomendamos que se vuelva a la práctica de dejar más tiempo en las reuniones de oración para la oración y los testimonios.

7.   Recomendamos que al diseñar nuestros templos y capillas se tomen en cuenta todos los factores que inciden en la posibilidad de celebrar cultos agradables y reverentes, y que se vuelva al plan de tener dos plataformas para que la principal sea utilizada exclusivamente para la predicación de la Palabra y que los demás servicios, como la escuela sabática, la sociedad de jóvenes, etc., sean dirigidos desde la segunda plataforma.

8.  Recomendamos que en nuestros colegios y seminarios se de mas instrucción, teórica y practica, especialmente a los estudiantes de teología, acerca de cómo conducir los cultos y los diversos servicios y ritos de la iglesia, y que en nuestros colegios se siga un programa de culto aceptado por los campos a los cuales el colegio sirve.

9.     Recomendamos también que en los concilios ministeriales y en las reuniones de obreros se de mas instrucción en cuanto a la forma de programar y dirigir los cultos y los diversos servicios y ritos de la iglesia.

10.   Recomendamos que se elija con sumo cuidado a las personas que acompañan al predicador en el púlpito o que en alguna forma participan en el programa. Que sean conocidas por su fidelidad y consagración, que respeten las normas de la iglesia y que sean cuidadosas en su arreglo personal.

11.   Recomendamos que se tenga presente que el canto y la música deben ser parte integral del culto y que, por lo tanto, deben armonizar con el mensaje de la ocasión. Que se consulte con el predicador acerca de los cantos que presentara el coro, u otros grupos o personas. Y que toda música o canto que no contribuya a lograr el propósito de la reunión, sea excluido del programa de ese culto en particular.

12.   Recomendamos que, además de lo sugerido en el punto 5 de estas recomendaciones, se de instrucción a quienes corresponda en cuanto a la manera de ofrecer las diversas oraciones en un culto, de acuerdo con la Palabra de Dios y el espíritu de profecia. Que la invocación sea sencillamente lo que la palabra invocación significa. Que la oración sobre los diezmos y ofrendas se limite a dar gracias por los dones de Dios y a pedir la bendición sobre lo devuelto al Señor. Que en la oración pastoral, que es la principal, se pida una bendición general sobre la congregación y una bendición especial para el predicador, además de la presencia del Espíritu Santo.

13.   Recomendamos que se adore a Dios en Espíritu y en verdad, y que se haga todo decentemente y con orden.