Este modelo congregacional ¿es el apropiado para el complejo mundo de nuestros días?
El interés por las iglesias en los hogares ha aumentado desde los años ‘80. Algunas personas se sienten atraídas por sus implicaciones eclesiológicas y misiológicas. Cualquiera que sea la razón, el hecho es que, en lo que atañe a la necesidad de templos, Elena de White aconsejó: “Las personas que serán incorporadas necesitarán un lugar de adoración. Necesitarán escuelas en las que sus hijos puedan recibir instrucción bíblica. Las aulas para la escuela son tan necesarias como el edificio de la iglesia”.[1]
En este artículo, analizaremos el asunto de las iglesias en las casas durante los tiempos de la iglesia primitiva. Esperamos que genere una mejor comprensión acerca de la conveniencia, o no, de las iglesias en los hogares en el trabajo misionero adventista de nuestros días.
En el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento habla de grupos de creyentes que se reúnen regularmente en la intimidad de una casa, en lugar de en un templo. Esta iglesia en el hogar era un grupo de creyentes que se congregaban en una casa o alrededor de una casa (oikos). Pablo habló de esta clase de iglesia en la casa de Aquila y Priscila (1 Cor. 16:19; Rom. 16:3, 5), de Filemón (File. 1, 2) y de Ninfa, en Laodicea (Col. 4:15).
El uso de la palabra griega oikos para describir al grupo de creyentes no se refería a un espacio demarcado, sino a un grupo identificable. En verdad, oikos era una unidad sociológica significativa. De acuerdo con Hechos 2:46, los creyentes se reunían en las casas para partir el pan. No obstante, sobre la base de la construcción lingüística, podríamos decir que partían el pan “según la casa” o “por casa” (kat oikos). De la misma manera, cuando se reunían para la enseñanza, lo hacían “por casa” (kat’oikos). La frase “según la casa” o “por casa” se convierte, entonces, en una unidad de medida, por su uso distributivo más que simplemente locativo.
La iglesia en casa, como unidad identificable de la comunidad cristiana, también puede ser demostrada lingüísticamente, pues las palabras oikos y oikia eran utilizadas de manera intercambiable para este fenómeno. Estas dos palabras tienen una serie de significados que incluyen el sentido literal de la casa al igual que el sentido metafórico de la familia, el hogar, el clan y hasta una unidad tribal mayor, como “la casa de Judá”. Esta amplitud de significados está presente en la Septuaginta y en el Nuevo Testamento. Por otro lado, en la Septuaginta, y en el uso del griego secular, en que la palabra oikos es utilizada con el nombre de Dios, se refiere al Templo o Santuario,[2] y tiene en Números 12:7 la única excepción. Pero tal excepción es la única aparición en el Nuevo Testamento de la palabra oikos, en que la idea de casa de Dios “es transferida del templo a la congregación que se reúne en él”[3] El punto es que existe un sentido real en que “casa” se convierte en un grupo o una unidad en la estructura de la comunidad cristiana primitiva.
Por el uso metafórico de la frase “casa de Dios”, difícilmente se pueda afirmar, como resultado de la preferencia de la iglesia primitiva, que el modelo de la “iglesia en casa” fuese intencionalmente normativo. Por otro lado, el uso metafórico de la expresión “casa de Dios” posibilita a los escritores bíblicos esclarecer la verdad acerca de la comunidad cristiana con imágenes y conceptos tales como “fundamento” (1 Cor. 3:10-12), “piedra angular” (Hech. 4:11), “piedras vivas” (1 Ped. 2:5) y “columna” (1 Tim. 3:15).
Distribución y descripción
Parece claro que el modelo de la “iglesia en casa” era una realidad entre los cristianos primitivos, pues era visto tanto en la comunidad cristiana de Jerusalén como en otras comunidades, incluyendo a las que fueron establecidas por los esfuerzos misioneros del apóstol Pablo.
En Jerusalén. Al leer el libro de Hechos como fuente primaria de información acerca del uso de casas en la iglesia primitiva en Jerusalén, verificamos que hubo al menos dos de esas iglesias en esa ciudad. En primer lugar, Hechos 1:12 al 15 describe que los discípulos, después de la ascensión de Cristo, regresan del Monte de los Olivos a Jerusalén, entran en una casa y, luego, van al cenáculo. Este era un modelo común de arquitectura en el Oriente, que ocupaba el segundo o el tercer piso de una casa. Era una sala muy grande, para reposo. Considerando que ese era el lugar en que los apóstoles y los creyentes se reunían, comulgaban y oraban (Hech. 1:14; 4:31), y posiblemente partían el pan, enseñaban y predicaban (Hech. 2:46; 5:42), ese cenáculo servía como la iglesia en casa.
En segundo lugar, Hechos 12:10 al 17 relata una reunión de creyentes en la casa de María, madre de Juan Marcos. La observación de que “muchos estaban reunidos orando” (vers. 12) sugiere claramente que esa era una iglesia numerosa en casa.
Muchos eruditos concuerdan en que la casa de Hechos 12 debía ser diferente del cenáculo mencionado en Hechos 1, puesto que los versículos 12 y 17 del capítulo 12 sugieren, por lo menos, dos lugares distintos de reunión. Cuando Pedro pidió a los creyentes, en la casa de María, que anunciaran su liberación “a Jacobo y a los hermanos”, tal vez estuviera haciendo referencia a un grupo de creyentes en otro lugar.
Existe otra razón práctica para sugerir que, en Jerusalén, probablemente había una pluralidad de iglesias en casas y no solo las dos aquí mencionadas. Si la iglesia creció rápidamente, según lo relatado en Hechos 2:41 y 4:4, la existencia de solo dos casas podría haber sido insuficiente para los creyentes. Que los grupos de esos primeros creyentes hayan sido designados como “iglesia” es fundamental para examinar la naturaleza de las actividades que tenían lugar en esas reuniones.
Liturgia. Hechos 2:42 provee una lista que parece indicar una agenda para el culto cristiano primitivo. La lista incluye la enseñanza, la confraternización, partir el pan y orar; actividades indispensables en la experiencia de adoración de cualquier comunidad religiosa. Además de las casas, el único lugar de reunión para los creyentes era el Templo, pero es improbable que esas actividades litúrgicas pudieran llevarse a cabo allí. Podemos concluir que los creyentes veían a las casas como su iglesia, y adoraban allí.
Enseñanza. Si bien los primeros cristianos enseñaban en el patio del Templo, y participaban allí de las oraciones, eso no impedía que participaran de actividades de enseñanza en alguna casa.
Comunión y partir el pan. La palabra traducida como “comunión” es koinonía, que tiene la connotación de unidad de mente y corazón, dada por Dios; tiene la connotación de una conexión íntima entre los creyentes, con vistas al apoyo mutuo y el compromiso mutuo, tanto en el sentido material como en el espiritual (Hech. 2:44, 45; 4:32-37).
Oración. En la lista mencionada, la oración está en plural. Eso indica, al menos, dos posibilidades en la práctica de oración de los creyentes primitivos: como parte fundamental del evento de partir el pan, posiblemente en su cierre, o como imitación de los tiempos de oración israelita en el ambiente de la casa.
La misión y la iglesia en las casas. El poder del establecimiento de una iglesia en los hogares como estrategia evangelizadora no puede ser ignorado. Hechos 5:42 relata que, en el Templo y de casa en casa, los creyentes enseñaban y predicaban acerca de Jesús como el Cristo. Predicar acerca de Jesús como el Cristo, en el contexto de Jerusalén, podía ser calificado, en todos los casos y propósitos, como una forma de predicación evangelizadora. Igualmente, la experiencia de Pedro y de Cornelio, en Hechos 10:23 al 48, puede ser vista como indicadora de que las casas, al igual que los creyentes cuyos familiares no eran cristianos, podían funcionar como plataforma para las actividades evangelizadoras.
La intensa comunión de “corazón y alma” (Hech. 4:32) que la iglesia en casa podía favorecer, y siendo materialmente expresada, podía ser atrayente para los vecinos. De hecho, considerando el contexto de que los creyentes contaban con el favor “de todo el pueblo” (Hech. 2:47), no es irrazonable concluir que el crecimiento numérico diario de la iglesia era, al menos parcialmente, resultado de ese favor. Sobre la base de las actividades realizadas en esas casas, ¿podrías llamar legítima y teológicamente “iglesias” a esas agrupaciones?
En Antioquía
La evidencia de que las casas funcionaban como iglesia en Antioquía no es explícita, pero los eruditos sugieren que ese podría haber sido el caso, por algunas razones: era el modelo del movimiento cristiano primitivo, y los primeros convertidos de esa ciudad se mostraron temerosos de Dios, incluyendo a personas influyentes, como Manaén (Hech. 13:1), que podrían haber puesto a disposición sus casas para las reuniones. También se sugiere que una iglesia en una casa relativamente pequeña no podría haber llamado la atención de los habitantes de Antioquía, de acuerdo con Hechos 11:26. Finalmente, la hipocresía de Pedro en relación con los gentiles (Gal. 2:11-14) también puede ser considerada como evidencia para la existencia de congregaciones gentiles y judaicas separadas que, en esa ocasión, fueron reunidas.
En el ministerio de Pablo
Ya vimos que las cartas del apóstol Pablo reconocen la existencia de iglesias en los hogares. El libro de los Hechos contiene relatos de reuniones de esa clase, realizadas en Filipos, Tesalónica, Corinto y Troas. No necesitamos entrar en detalles de estas y otras iglesias, sino solo señalar los textos que, posiblemente, las mencionan: Filipos (Hech. 16:11-15, 25-34); Tesalónica (Hech. 17:1-9); Corinto (Hech. 18:7, 8; Rom. 16:23; 1 Cor 16:15,17); Cencrea -Febe es descrita como prostatis, es decir, “protectora”- (Rom. 16:1, 2); Éfeso (Hech. 18:18, 19, 26; 1 Cor. 16:19); Roma (Rom. 16:3, 5, 10, 11, 14, 15) y Colosas (File. 1, 2).
Además de eso, al igual que sucedió en Jerusalén, está la posibilidad de que haya habido más iglesia en los hogares de esas ciudades; por ejemplo, en Filipos, en la casa de Lidia y la del carcelero, y en Corinto, en las propiedades de Aquila y Priscila, Justo, Crispo y Gayo.
La existencia de iglesias en las casas en el tiempo de Pablo ha sido cuestionada por algunos eruditos del Nuevo Testamento, que argumentan en favor de “iglesias en predios residenciales”.[4] Estas debieron haber reunido a moradores de varios departamentos en un solo lugar. Según los defensores de este pensamiento, la condición social de los primeros cristianos era tan limitada que no podían tener casa propia. Por otro lado, este es un argumento difícil de ser probado, ya sea por la arqueología o por la evidencia bíblica.[5] Probablemente Febe haya tenido un pasado de esclavitud, pero se convirtió en benefactora. La evidencia parece inclinarse por que los cristianos de las iglesias que fueron generadas por el paso misionero de Pablo se reunían en casas de algunos miembros influyentes.
Adoración. 1 Corintios 11 y 14 contienen datos relevantes acerca de la liturgia en la iglesia de Corinto. Algunos discrepan acerca de si estos capítulos hablan de dos ceremonias separadas: una para celebrar la Cena y la otra para la predicación de la Palabra. En cualquiera de estos casos, están presentes los elementos del culto: alabanza, oración, enseñanza o instrucción, exposición profética y comunión. Los elementos litúrgicos de Corinto también estaban presentes en otras iglesias paulinas: Romanos 12:3 al 8 menciona culto, enseñanza y exhortación. Efesios 5:19 habla acerca de la enseñanza, la entonación de Salmos, himnos y cánticos. Finalmente, Colosenses 4:16 nos provee una indicación de que las cartas de Pablo eran leídas en la congregación, durante las reuniones.
El papel de las iglesias en las casas, originadas por el trabajo de Pablo, parecía seguir la filosofía misionera del apóstol. Convencido de que tenía que predicar el evangelio al mundo entero, Pablo visitó ciudades importantes, siguiendo la ruta comercial de ese entonces. Por lo tanto, las iglesias que fundó concuerdan con el modelo de funcionamiento como células a partir de las cuales las ciudades debían ser alcanzadas. El hecho de que Pablo no permaneció en las ciudades para hacer que las células se transformaran plenamente en iglesia habla de este aspecto (1 Tes. 3:1-5). Así, era natural que esas iglesias en las casas fueran vistas como base para el trabajo misionero, proveyendo los recursos necesarios para el crecimiento.
Liderazgo y organización
El cuadro que emerge de la discusión hecha hasta este punto indica que, en muchas ciudades en que la iglesia primitiva encontró aceptación, incluyendo Jerusalén, hubo muchos grupos de cristianos que operaban simultáneamente. Pero ¿cuál era la comprensión de estos grupos acerca de sí mismos, y de qué manera esa comprensión era mantenida? Esto trae a colación la cuestión de la organización y el liderazgo.
Organización. Hechos 8:1 habla acerca de la iglesia (en singular) en Jerusalén. Todavía, la evidencia presentada sugiere que había por lo menos dos o más grupos de creyentes. Hechos 2:42 al 47 y 4:31 al 37 proveen una representación de una comunidad de creyentes con una comunidad de bienes, y con la sugerencia adicional de que todos ellos, en esa ocasión, se debieron haber reunido en el Templo para la comunión. Entonces, parece que, en cierto nivel, había una organización en la comunidad de los creyentes de Jerusalén, al mismo tiempo que, en otros niveles, la comunidad estaba organizada según el plan de grupos en casas individuales.
Así, verificamos por lo menos dos niveles de forma de organización. El argumento podría ser extendido a las iglesias paulinas como Corinto, por ejemplo. En la primera carta dirigida a la iglesia local, el apóstol habla de “la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Cor. 1:2). Si bien pudo haber habido muchas iglesias en casas individuales, todas se consideraban pertenecientes a la iglesia global en las respectivas ciudades. Probablemente, ese era el sentido de identidad que poseían. Este no es un dato irrazonable, considerando que la filosofía misionera de Pablo las condujo a que se viesen como base, o células, para evangelizar las ciudades. Así, el blanco misionero hablaba de su organización.
Liderazgo. Tal sistema de organización no podría haber funcionado sin el correspondiente liderazgo. Con respecto a la iglesia de Jerusalén, el liderazgo parecía estar claramente en las manos de los apóstoles. Y ¿qué decir de las iglesias paulinas? La carta a los Tesalonicenses nos da un indicio del liderazgo y de la naturaleza de sus funciones en esas iglesias. Pablo apela a que la iglesia “acate” a un grupo específico de personas. Al describir a ese grupo, utiliza tres participios en tiempo presente: “los que trabajan entre vosotros” (koiopiontas),los que “os presiden en el Señor” (proistamenous)y los que “os amonestan” (vouthetountas)(1 Tes. 5:12). El uso del tiempo presente implica que esas funciones no eran esporádicas en su naturaleza, sino que eran actividades consistentes y habituales en la congregación.
Con respecto a la naturaleza de las funciones, la expresión “trabajan entre vosotros”, originalmente, describe esfuerzo físico vigoroso en favor del bienestar físico y espiritual de la congregación (1 Tes. 2:9; 3:5). Por otro lado, la frase “os presiden” tiene muchos significados, incluyendo dirigir, cuidar (Rom. 12:8) y administrar (1 Tim. 3:4, 5). Finalmente, “os amonestan” puede incluir instrucción, usualmente con el objetivo de ejercer corrección (1 Cor. 4:14).[6] Leer 1 Tesalonicenses 5:12 en el contexto de los versículos 20 y 21 puede llevar a la conclusión de que algunos en la congregación podrían estar enfrentando el riesgo de ser corrompidos, y necesitaban manifestar respeto por los que trabajaban entre ellos, los que los presidían y los amonestaban.
En Corinto, Pablo desafió a los creyentes a someterse a Estéfanas y otros que parecían ejercer funciones especiales de liderazgo. Al igual que los de Tesalónica, ellos también “se han dedicado al servicio de los santos” (1 Cor. 16:15, 16). Ciertamente, si no hubiera habido una estructura de liderazgo en Corinto, no habría tenido sentido que Pablo esperara que ciertos miembros resolviesen los conflictos internos (1 Cor. 6:1-5). En otra parte, se hace una breve mención del liderazgo provisto por los episkopoi (supervisores, u obispos) y diakonoi (diáconos) en la iglesia de Filipos. En esto, vemos un desempeño formal y continuo del liderazgo eclesiástico.
Si bien la formación de líderes para coordinar las actividades de varias iglesias en casas era una preocupación, ese deber parecía descansar principalmente sobre los apóstoles. Pablo se identificó como “padre” de la iglesia de Corinto (1 Cor. 4:15).
Ejerció la función de supervisor a distancia de las iglesias que estableció, a través de las muchas cartas que escribió, además de contar con la colaboración de algunos misioneros como Timoteo, Tito, Silvano y otros. Además, debemos tener en mente el papel fundamental que algunos líderes ejercieron a partir de Jerusalén, enviando a Pedro y a Juan a Filipos (Hech. 8:14), comisionando a Pedro a visitar a Cornelio (Hech. 11:1-8), encargando a Pablo predicar el evangelio a los gentiles (Gál. 2:2), además de administrar cuestiones surgidas acerca de los rituales judaicos y los gentiles (Hech. 15).
Evaluación necesaria
La impresión que permanece es que las iglesias que funcionaban en casas eran congregaciones vibrantes, que tenían éxito en la predicación del evangelio. Eran auténticas unidades cristianas. En todas ellas, las actividades se desarrollaban de tal manera que se las calificaba como iglesias. Por otro lado, no funcionaban centradas en sí mismas; por el contrario, eran la base a partir de la cual las ciudades debían ser alcanzadas con el evangelio. Consecuentemente, parece haber existido algún esfuerzo cooperador entre algunas iglesias, lo que requería organización que, a su vez, demandaba la existencia de líderes que promovieron la salud espiritual, material y misionera de las congregaciones.
Las iglesias en los hogares ¿son una opción para la misión adventista en las grandes ciudades hoy? Nuestro estudio muestra que, en principio, el modelo es funcional y asequible. Realmente, podría ser una alternativa a la vida impersonal de las ciudades modernas y, así, un catalizador para la evangelización, sin hablar del factor económico.
Por otro lado, su efectividad en cualquier ciudad parece depender de una cuidadosa evaluación de algunos factores físicos, sociológicos y organizativos. ¿Qué aspectos arquitectónicos y espaciales deberían ser considerados? ¿Cuál será el impacto psicológico que el tamaño podría ejercer sobre la viabilidad de la iglesia? Considerando la mezcla sociocultural de la ciudad, ¿cómo se comprometerían las personas en el nivel más intenso de interacción proporcionado por la iglesia en los hogares? ¿Cuál debería ser el papel del propietario de la casa y cómo se ajustaría esto al sistema administrativo adventista?
Considerando la potencial influencia del propietario, esta cuestión es crítica, en vista de la proliferación contemporánea de movimientos independientes. Estas y muchas otras cuestiones necesitan ser evaluadas, caso por caso, antes de tomar la decisión acerca de la viabilidad del establecimiento de una iglesia en el hogar, actualmente.
Sobre el autor: Director asociado del Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Asociación General.
Referencias[
1] Elena G. de White, The Advocate (1º de marzo de 1899).
[2] Colin Brown, ed., The New International Dictionary of New Testament Theology (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1986), t. 2, p. 247.
[3] Ibíd.
[4] Robert Jewett, Biblical Research 38, pp. 23-43.
[5] Roger W. Gehring, House Churches and Mission (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 2004), t. 1, p. 225.
[6] D. Michael Martin, The New American Commentary, 1, 2 Thessalonians (Nashville, TN: Broadman & Holman Publishing, 2002), p. 171.