Mensaje pronunciado durante el reciente congreso en Atlantic City el sábado de noche, 20 de junio de 1970.
¿Qué espera Dios de su iglesia en esta década de decisión, los pavorosos años setenta? Es una buena pregunta. Cada uno de nosotros debiera meditar en ella con oración al enfrentar los problemas y las oportunidades de los próximos cinco años.
Quisiera sugerir como respuesta las palabras que encontramos en Éxodo 14:15: “Di a los hijos de Israel que marchen”. Creo que Dios está dirigiendo el mismo mensaje al pueblo adventista hoy: “que marchen”.
Este es el día en que debemos avanzar. Debe ser un tiempo de progreso y enriquecimiento espiritual. Habrá progreso material y físico en esta hora de avance en todos los frentes. “Debe haber un ensanchamiento y progreso constantes. La. obra debe extenderse de una ciudad a otra, de país a país y de una nación a otra, prosiguiendo sin cesar su marcha ascendente y hacia adelante, siempre más estable y más firme” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 392).
¡Debemos responder e ir adelante!
UNA IGLESIA ENTREGADA A LA TAREA
Dios espera y esta década demanda una Iglesia Adventista del Séptimo Día completamente entregada a la tarea.
Primero, debe haber un conjunto de dirigentes plenamente entregados a la tarea, incluso cada obrero empleado por la denominación, no importa donde trabaje. Cristo debe ser lo primero, lo último y lo mejor en todas las cosas. No debe ser un héroe de leyenda solamente. Debe ser una presencia personal en nuestra vida. Cuando nuestros miembros nos escuchen y nos miren a nosotros, tienen derecho de esperar ver y oír a Jesús.
Como obreros de dedicación exclusiva, debemos poder decir con Pablo “una cosa hago” en nuestro ministerio. No hay tiempo para actividades marginales. No podemos permitirnos compartir nuestro tiempo con negocios seculares que nos reporten ganancias.
Nuestros hogares, nuestros vehículos, nuestra vestimenta, nuestra conducta deben decir todos: “Creo verdaderamente que Jesús viene pronto”.
Un sentido de urgencia debiera caracterizar nuestra predicación. No somos oradores, ni psiquiatras, ni cronistas, ni narradores de historias. Somos ministros del Evangelio, voceros de una pasión. Nuestros mensajes deben estar basados en la Biblia, deben ser cristocéntricos, profundos y sustanciosos. No sólo debemos decir las cosas “como son” sino como debieran ser.
Dios tiene derecho de esperar un grupo de obreros adventistas plenamente entregados a la tarea. El arrepentimiento, el reavivamiento y la reforma tienen que comenzar con nosotros.
Un ministerio plenamente consagrado hará que los laicos sean plenamente consagrados. Los años setenta exigen ambas cosas. No es éste el día para que hombres y mujeres estén sentados plácidamente en los bancos, indiferentes y desapercibidos. En el día del juicio final no será de ningún consuelo para los laicos perdidos señalar al pastor infiel. El laico también debe hacer frente a un juicio, a un Cristo venidero. Todos debemos estar preparados. El arrepentimiento, el reavivamiento y la reforma se exigen por igual del obrero y del miembro de iglesia.
FORMA NUEVA, PRÁCTICA, PROGRESISTA
Dios espera y esta década de decisión exige que hagamos frente a los problemas y a las oportunidades de los años setenta en una forma nueva, práctica, progresista. El año 1970 no es 1870, ni 1947, si siquiera 1967. No podemos hacer planes ni ejecutarlos como si viviéramos en esos años. Para un tiempo tal la mensajera del Señor dice: “Nuevos métodos y nuevos planes surgirán de las nuevas circunstancias” (La Educación Cristiana, pág. 462).
No necesito recordarles que el año 1970 está introduciendo nuevas circunstancias. Escuchen estas palabras sacadas de una revista reciente: “Con sorprendente unanimidad los sociólogos y los observadores políticos concuerdan en que el espíritu de disensión que prevaleció y convulsionó los años sesenta no tiene visos de ser contenido durante la mayor parte de la década del ‘70. Al contrario, es más probable que se extienda antes que reducirse” (Time, 19-12-1969).
La década pasada estuvo cargada de tragedia, triunfo y cambio. Frente a nosotros hay cada vez más de esto, cada vez más a medida que pasen los meses.
La década nueva significa un tremendo desafío. Los dirigentes de la iglesia de Dios en todos los niveles deben poseer la capacidad de pensar en grande, de concebir y de ejecutar planes de largo alcance, plenos de imaginación. Debemos aprender del pasado sin estar anclados al pasado. No nos atrevamos a condenarnos a permanecer pequeños por la pequeñez de nuestro propio pensamiento. Toda limitación al progreso en los días que están por delante es autoimpuesta, no impuesta por Dios.
Necesitamos volver a estudiar y a recalcar nuestras metas y objetivos. Algunos métodos indudablemente necesitarán ajustes. La verdad no cambia nunca; pero los planes, los reglamentos, los programas, ¡sí! Si una nueva generación irrumpe con algunas innovaciones que no afectan los principios del mensaje adventista, ¡nosotros los adultos no nos sintamos amenazados ni reaccionemos desfavorablemente! Nuestros objetivos, nuestros blancos deben permanecer brillante y claramente fijados en una prístina perspectiva. Las verdades de la Palabra de Dios son constantes. Perdurarán. Las portadas y los formatos, los planes y los programas pueden ser alterados. Debemos adaptarlos a los tiempos en que vivimos.
PROBLEMAS EN LA IGLESIA
Haremos bien en echar una mirada a los problemas que la iglesia tiene ante sí en este tiempo. No son problemas fáciles. Tampoco tienen respuestas simples. Debemos buscar soluciones con más persistencia y más oración. Solicitamos vuestra ayuda en esto.
Primero, la condición laodicense de la iglesia. La Palabra dice que somos un pueblo orgulloso, tibio y satisfecho. Necesitamos humildad, celo e interés. Esto es tanto un problema como una exhortación para laicos y dirigentes igualmente.
Debemos sacar provecho de uno de los grandes potenciales de nuestro tiempo —las aperturas providenciales, la obra del Espíritu Santo. De un modo similar debemos encontrar maneras y medios de introducir el mensaje en regiones que han estado por largo tiempo cerradas.
A nosotros se nos ha encomendado la tarea de salvar muchos tipos de brechas —la brecha generacional, la del nacionalismo, la racial, la de la educación, las provocadas por la desunión de la iglesia.
En el terreno de la educación los problemas que atañen a las metas y costos de la educación cristiana claman por solución.
Los sindicatos, los controles oficiales y las influencias externas son unas pocas de las presiones que sienten nuestras instituciones médicas que demandan atención.
La economía en los gastos exige estudio. Aumentan los costos de construcción y operación, como también el de los traslados de obreros. Los costos de hoteles y viajes, en continuo incremento, hacen que la concurrencia a grandes congresos sea otro punto de preocupación. Debemos aprender a economizar, como también a aumentar nuestros ingresos.
Debiéramos examinar con cuidado algunos de nuestros problemas de organización. Cuando la iglesia se organizó hace muchos años era pequeña. Los medios de transporte y comunicación eran entonces limitados. Actualmente en la mayoría de los lugares de la tierra, no significan un problema. Dios ha empleado el desarrollo de la tecnología para apresurar la terminación de su obra. “Di a los hijos de Israel que marchen”. La necesidad exige nuevos métodos y planes más amplios.
ALGO SE HA HECHO
Durante los últimos cuatro años vuestros dirigentes no se han desentendido de estos problemas y desafíos. Hemos estado trabajando devotamente en muchas de esas áreas. Se hallaron algunas respuestas. Se ha logrado algún progreso… Hay aún mucho por hacer. Debemos continuar avanzando. Necesitamos vuestras oraciones, vuestra comprensión, vuestra ayuda, vuestra lealtad. La iglesia ha hecho frente a muchos problemas en lo pasado; lo hará aún más en el futuro. Como dirigentes no podemos arrostrarlos solos, necesitamos la cooperación de la feligresía en su totalidad.
Así pues, me parece a mí que Dios dice hoy lo que siglos atrás: “Di a los hijos de Israel que marchen”.
La mensajera del Señor aconseja de un modo semejante: “Los dirigentes de la causa de Dios, como generales sabios, han de trazar planes para que se realicen avances en toda la línea” (Obreros Evangélicos, pág. 364).
¡Debemos pensar en grande! ¡hacer planes en grande! ¡vivir en grande y esperar grandes cosas de nuestro gran Dios! ¡Ahora es el día para nuestro avance como nunca antes!
Dios espera y esta década de decisión demanda un cuerpo de obreros y laicos adventistas completamente comprometidos para hacer frente al tremendo desafío de los años setenta.
Hace algunos años leía estas palabras de la pluma del Dr. Frank Laubach, renombrado educador y escritor. ¡Qué desafío podrían y debieran representar para el pueblo remanente de Dios de la actualidad!
“El Cielo tiembla temeroso de que demostremos ser demasiado pequeños y nuestros hechos insignificantes y tardíos, no sea que seamos envueltos por nuestros hábitos débiles cuando Dios nos encomienda grandes cosas… Temo por algunos… que no tienen ni fuego ni visión… que comienzan a ver lo dificultoso, insólito, o prematuro si no ha sido investigado, o demasiado informal o demasiado grande [de las cosas]. El tipo de persona que frena, que detiene… puede arruinar el programa de Dios. Oh, vosotros de poca fe, quitad el pie del freno… ¿Quién oyó alguna vez que Dios nos mantuviera atrasados? Él está impaciente. Llora sobre nosotros como lo hizo en Jerusalén. No tenemos nada que temer sino al temor; no fallaremos cuando Dios está impulsando. Os digo lo que debemos temer: temamos el camino en el que estamos ahora, porque no somos suficientemente buenos, suficientemente fervorosos… suficientemente osados, suficientemente perspicaces para esta espléndida hora’” (Citado por R. A. Anderson en The Shepherd Evangelist, págs. 652, 653).
Hermanos y hermanas, ésta es la hora; vosotros sois hombres y mujeres de Dios. Tenéis el mensaje y la promesa de poder. Todo el cielo se halla anticipadamente en movimiento a medida que penetramos en el angosto pasaje de la victoria final. ¡Con la ayuda de Dios avancemos hacia el reino en esta década de decisión!
Sobre el autor: Presidente de la Asociación General