Una síntesis de los antecedentes históricos de la iglesia emergente

Al final del siglo XIX e inicio del siglo XX, la raza humana vivió la expectativa de grandes realizaciones. La creencia en el desarrollo científico, que resultaría en respuestas objetivas para los problemas del mundo, era la certeza de ese nuevo tiempo para la humanidad.[1] Desde esa perspectiva, se creía que la sociedad moderna conseguiría alcanzar por medio de la ciencia, de la industrialización y del capitalismo, una condición continua de progreso y realizaciones.[2] Los países, entonces, serían caracterizados por hombres libres y pensantes, que vivirían en un régimen democrático, respetando los derechos individuales.[3]

Sin embargo, las dos guerras mundiales, el aumento de enfermedades, la adopción de sistemas políticos que no trajeron la igualdad entre los pueblos y los problemas ecológicos provenientes del desarrollo científico, llevaron a las personas a descreer de los ideales modernos de progreso. De esa manera, los llamados posmodernos pasaron a cuestionar los presupuestos de la modernidad. Para ellos, es prácticamente imposible alcanzar soluciones para los problemas humanos aplicando las leyes naturales inviolables del universo, que de acuerdo con sus antecesores modernistas, cuando fueran conocidas y seguidas, llevarían a la humanidad a experimentar la sociedad ideal.

Además de refutar el ideal moderno, los posmodernos comenzaron también a cuestionar cualquier institución que de manera objetiva presentara soluciones para el mundo. En especial, dos organizaciones se transformaron en el blanco de los ataques de ese escepticismo: la familia y la iglesia. Tal descreencia hizo que los jóvenes de las décadas de los años 80, 90 y 2000 se apartaran de las confesiones establecidas, y buscaran respuestas en movimientos que valoraran la experiencia espiritual, aunque sin estar comprometidos con instituciones religiosas ni con doctrinas.

La merma de la juventud que frecuentaba la iglesia llevó a estudiosos cristianos a buscar respuestas para el problema. Una de esas es el Movimiento Emergente, que en algunos lugares ha conseguido llamar la atención de las nuevas generaciones. Las estrategias evangelizadoras adoptadas por la iglesia emergente han sido elogiadas, y también criticadas, por varios líderes cristianos. Con la intención de comprender mejor ese movimiento, este artículo presenta una breve definición y descripción del contexto histórico en el que este se desarrolló, con el objetivo de proveer de recursos para una evaluación adecuada de sus propuestas.

Definición: tarea difícil

Definir la iglesia emergente no es algo fácil de hacer, pues el movimiento está compuesto por variadas opiniones y liderazgos, que defienden y aplican teologías y prácticas muy diferentes.[4] Scot McKnight, por ejemplo, caracteriza el fenómeno por medio de cinco temas: 1) Profético: critica a la iglesia actual de manera provocativa y busca promover cambios. 2) Posmoderno: busca acomodarse a la Posmodernidad, aceptarla como un hecho que no puede ser modificado; y entiende que la iglesia necesita adaptarse y aprovechar lo máximo de eso en la evangelización. 3) Orientado por la praxis: defiende la primacía de la ortopraxia sobre la ortodoxia, dirigiendo sus energías a la adaptación de la adoración a la cultura emergente, considerando que de esa manera está promoviendo una iglesia misional. 4) Posevangélico: aboga por la pluralidad teológica, sin defender el exclusivismo religioso o el monopolio de Dios por parte del mundo cristiano. 5) Político: relacionado con el interés social y el liderazgo político de la nación, en la defensa de los derechos individuales, de las minorías y de las cuestiones ecológicas.[5]

Eddie Gibbs afirma que “las iglesias emergentes son comunidades misionales que surgieron en la cultura posmoderna, y consisten en seguidores de Jesús que están buscando ser fieles en su tiempo y en su lugar”.[6] Según Kathy Smith, el movimiento puede ser definido también como “un cambio teológico/filosófico en lo que significa seguir a Jesús”.[7]

Mark Driscoll, por su parte, presenta tres tipos básicos de iglesias cristianas: tradicional e institucional, contemporánea y evangélica, y, por fin, emergente y misional. Para él, cada una tiene características diferentes, y tienen como objetivos alcanzar a públicos diferentes. Su propuesta de trabajo, denominada “reformisión”, es el resultado de la conjunción de evangelio, cultura e iglesia, que pretende combinar los mejores aspectos de todos los tipos ya existentes de iglesia, pues “vive la tensión de ser culturalmente liberal, pero teológicamente conservadora”. De esa manera, busca establecer “iglesias que son absolutamente dirigidas por el evangelio de la gracia para amar a su Señor, a sus vecinos y a sus amigos cristianos”.[8]

Al analizar los escritos de los opositores y de los defensores del movimiento, se percibe una crítica a la cosmovisión moderna, y una defensa de la iglesia emergente como una respuesta del cristianismo al desafío misiológico de la posmodernidad.

Contexto histórico

Para entender cómo surgió el Movimiento Emergente, es necesario comprender un poco de la historia del pensamiento teológico a partir del siglo XIX.

La teología moderna fue significativamente influenciada por los estudios de Friedrich Schleiermacher (1768-1834). Siguiendo el concepto epistemológico de Emanuel Kant (1724-1804), que no reconocía la comunicación cognitiva entre el mundo de Dios y el mundo de los hombres, el mundo natural y el sobrenatural,[9] Schleiermacher concluyó que Dios se comunica con el ser humano por medio de los sentimientos, no de la razón. De esa manera, la religión es, esencialmente, una intuición, un sentimiento; es el milagro de tener un encuentro directo con el infinito.[10]

Una de las reacciones a la teología moderna fue la neoortodoxia de Karl Barth (1886-1968). Él y otros eruditos buscaron rescatar la teología de los primeros protestantes, enfatizando la trascendencia divina y la revelación por medio de Cristo, en detrimento de la doctrina naturalista. Se rechazó, por lo tanto, el método crítico–histórico como única interpretación posible de las Sagradas Escrituras, y se buscó presentar el evangelio a partir de la propia Biblia, sin recurrir al auxilio del sistema filosófico.[11] Aunque la neoortodoxia haya sido bien aceptada en Europa, no tuvo gran influencia en el protestantismo estadounidense.

Otra respuesta a la teología moderna es el fundamentalismo, que siguiendo la escuela teológica de Princeton, responde a la teología moderna afirmando cinco puntos esenciales: la inerrancia bíblica, la divinidad y el nacimiento virginal de Cristo, la expiación sustitutiva de Cristo, la resurrección corpórea de Cristo y la segunda venida de Cristo.[12]

Como corrección a lo que fue considerado una mala apologética presentada por el fundamentalismo, surgió en Estados Unidos el neoevangelicalismo. Este grupo busca defender de manera académica muchos de los presupuestos fundamentalistas, pero con mayor flexibilidad. Fernando Canale argumenta que ellos se diferencian de los fundamentalistas en cinco áreas principales: 1) en la responsabilidad social. Defienden un mayor compromiso con la cultura al aplicar el evangelio; 2) en la eclesiología. Promueven una flexibilización misiológica, para comprometerse en los desafíos modernos; 3) en la ciencia. Aceptan gradualmente el modelo evolucionista; 4) en la Biblia; y 5) en la teología. Adoptan parcialmente el método crítico–histórico y la inerrancia parcial de las Sagradas Escrituras.[13]

La flexibilización neoevangélica, sumada a la adopción de prácticas carismáticas en el estilo de adoración de las principales iglesias protestantes estadounidenses, llevó al crecimiento en la frecuentación a los cultos y al uso del pragmatismo en las estrategias misiológicas, por parte de los pastores. Se destaca, en este contexto, el surgimiento de las mega-churches, que alcanzaron un gran éxito al adoptar estrategias mercadológicas de evangelización, centradas en el estilo de adoración para alcanzar la mentalidad secular.[14]

Con el cambio de paradigma de la modernidad a la posmodernidad, el movimiento evangélico continúa su proceso natural de adaptación a la nueva realidad cultural. Inspirado en las mega-churches y usando estrategias de marketing, surge el Movimiento Wmergente, como una evolución del concepto de las mega-churches, de acuerdo con lo que afirmó Hans Küng.[15]

Aunque la propia iglesia emergente reconozca que hay divergencias tanto en su teología como en sus prácticas, representa la continuación del esfuerzo misiológico neoevangélico para ser relevante en su cultura, dentro de la crisis entre la modernidad y la posmodernidad. Alegando que la iglesia evangélica, formada dentro de la modernidad, no es capaz de responder a las necesidades de la sociedad posmoderna, el movimiento construye su identidad contraponiendo modernismo y posmodernismo, criticando lasbases modernas del mundo evangélico, pero usando la misma base de la teología moderna, la teología como doxología. De esa manera, colocan en el centro de la espiritualidad la vida de la iglesia y la adoración.

Presentándose como una crítica a la modernidad y a la irrelevancia de la iglesia para la sociedad posmoderna, el movimiento señala problemas y propone soluciones con el objetivo de que el cristianismo continúe siendo relevante, y el evangelio de Cristo pueda alcanzar al mundo secularizado. Los principales puntos criticados por la iglesia emergente son: 1) la manera moderna de hacer iglesia no alcanza a las nuevas generaciones; 2) no hay coherencia, en el mundo religioso, entre lo que es defendido como regla de fe y práctica y lo que se vive; 3) la arrogancia religiosa que defiende el absolutismo de la verdad; 4) la defensa de la ortopraxia, en oposición a la ortodoxia; 5) una iglesia verdadera solamente alcanza sus objetivos si es relevante en su comunidad; 6) el fundamentalismo evangélico;[16] 7) la necesidad de una reforma que tenga un cuño misiológico; y 8) la importancia de una visión ecléctica y ecuménica de la adoración.

Conclusión

Aunque muchos problemas levantados por los emergentes sean válidos y merezcan una respuesta por parte de la iglesia, su metodología y su base teología y filosófica deben ser evaluadas, para comprobar si son consistentes con la revelación bíblica. Como los cambios culturales son inevitables y han ocurrido de manera muy veloz en nuestros días, la iglesia de Cristo en el tiempo del fin tiene que levantarse y, de manera sabia y creativa, desarrollar métodos que puedan alertar al mundo de su condición, darle una visión correcta acerca del momento histórico en el que vivimos y de cómo estar en pie en el día del Señor. Eso, sin embargo, debe ocurrir sin que se pierda la identidad escatológica expresada en su teología de misión.

Sobre el autor: profesor en la Facultad de Teología de la UNASP, Engenheiro Coelho, Rep. del Brasil


Referencias

[1]  Stuart Gieben Bram, Open University Hall, Formations of Modernity (Oxford: Polity in association with Open University, 1992).

[2] Anthony Giddens, Runaway World: How Globalisation Is Reshaping Our Lives (London: Profile Books, 2002).

[3]  Gary K. Browning, Abigail Halcli y Frank Webster, Understanding Contemporary Society Theories of the Present (London: SAGE, 2000).

[4] Aarón Flores, “An Exploration of the Emerging Church in the United States: The Missiological Intent and Potential Implications for the Future” (Tesis de Maestría, Vanguard University, 2005), p. 7.

[5] Ibíd.

[6] Eddie Gibbs y Ryan K. Bolger, Emerging Churches: Creating Christian Community in Postmodern Cultures (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2005), p. 28.

[7] Kathy Smith, “Training Wheels”, Congregations 39, N° 3 (2012), p. 19.

[8] Mark Driscoll, Confessions of a Reformission Reverend: Hard Lessons from an Emerging Missional Church (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2006), p. 16.

[9] Emanuel Kant, Critique of Practical Reason (Indianapolis: Hackett Pub. Co., 2002).

[10]  Friedrich Schleiermacher, On Religion: Speeches to Its Cultured Despisers (Nueva York: Harper, 1958).

[11] Roger E. Olson, The Story of Christian Theology: Twenty Centuries of Tradition & Reform (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1999), pp. 570-589.

[12] Fernando Canale, “The Emerging Church – Part 1: Historical Background”, Journal of the Adventist Theological Society 22, Nº 1 (Spring 2011), p. 94.

[13] Ibíd., p. 96.

[14] Ibíd

[15] Hans Küng, Theology for the Third Millennium: An Ecumenical View (Nueva York: Doubleday, 1988).

[16] Brian McLaren, A Generous Orthodoxy: Why I Am a Missional, Evangelical, Post/Protestant, Liberal/Conservative, Mystical/Poetic, Biblical, Charismatic/Contemplative, Fundamentalist/Calvinist, Anabaptist/Anglican, Methodist, Catholic, Green, Incarnational, Depressed-yet-Hopeful, Emergent, Unfinished Christian (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2006).