La Iglesia Adventista ha reconocido desde sus comienzos la existencia de los dones del Espíritu tal como los prometió nuestro Señor, para la edificación del cuerpo de Cristo. Uno de ellos es el don de profecía (Efe. 4: 10-13). La siguiente declaración sobre el don de profecía fue tomada en el congreso de la Asociación General en abril de 1980, como parte de la declaración de creencias fundamentales:

            “Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una de las características de la iglesia remanente y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autorizada fuente de verdad, y proveen consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. También establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual deben ser evaluadas todas las enseñanzas y toda experiencia”.

            Las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos son inspiradas por Dios. El canon de la Escritura es la norma de fe y práctica. Elena G. de White fue inspirada en el mismo sentido en que lo fueron los profetas bíblicos, pero su ministerio y escritos fueron otorgados para exaltar la Biblia. Los escritos de Elena G. de White, según su propio testimonio, no tenían la intención de dar nuevas doctrinas, sino dirigir las mentes a las verdades que ya habían sido reveladas en la Escritura (Testimonies, t. 5, págs. 663-665; Primeros Escritos, pág. 78).

            En tanto que las doctrinas fundamentales de la iglesia están estructuradas sobre la autoridad de los escritores bíblicos, en los escritos de Elena G. de White podemos encontrar una comprensión más amplia, que llega hasta el pleno desarrollo. Esos escritos también confirman la verdad bíblica, sin tener en lo más mínimo la intención de inhibir la investigación seria basada en los sanos principios de interpretación.

            Al reconocer que el Espíritu Santo operó en la vida y los escritos de Elena G. de White por un período de aproximadamente setenta años, dando como resultado el crecimiento de su comprensión de la Biblia y las actividades de Dios en favor de la humanidad, creemos que su autoridad trasciende la de los intérpretes no inspirados.

            Vemos la necesidad de una exposición cuidadosa de los escritos de Elena G. de White. La manera en la que ella utilizó las Escrituras no siempre tenía la intención de proporcionar una exposición estricta del texto bíblico. En algunas oportunidades empleó la Biblia homiléticamente. En otras ocasiones extrae pasajes de su contexto bíblico para realizar aplicaciones especiales. Además, algunas veces utilizó el lenguaje bíblico meramente por razones de estilo literario. Siempre deberá tomarse en cuenta el contexto total de Elena G. de White y su situación en la vida, prestando atención al tiempo y el lugar.

            Afirmamos que los escritos de Elena G. de White tienen significado para nuestros días tal como lo subrayó su declaración: “Ya sea que mi vida sea preservada o no, mis escritos hablarán constantemente, y su obra irá adelante mientras dure el tiempo” (Mensajes Selectos, t. 1, pág. 63).