“No puedo exigirle a mis hijos algo que yo misma no estoy haciendo.”

Ser madre no es una misión fácil de ser desempeñada. V Requiere mucha paciencia, amor, dedicación, tacto, habilidad y, por sobre todo, humildad para reconocer fallas cometidas y aprender a los pies de Cristo. Fracasamos, sí, muchas veces. Y en varias ocasiones demostramos impaciencia e irritación.

Recuerdo bien un episodio que sucedió cuando mis hijos, Tiago y Álisson, todavía eran niños, respectivamente con 4 y 3 años de edad. Residíamos en Patos, interior de Paraíba, Rep. del Brasil, donde mi esposo servía como pastor. Siempre hacíamos el culto, regularmente por la mañana y la tarde. En esos momentos, acostumbrábamos estudiar la lección de Escuela Sabática con ellos, teniendo cuidado de enseñarles el versículo para memorizar de cada semana.

En determinada ocasión, al finalizar la semana, pedí que el pequeño Álisson recitara el versículo para memo-rizar, y él no pudo hacerlo. Aproveché la oportunidad para llamar su atención:

—Hijo, ya estamos al final de la semana, y en todos estos días estudiamos la lección por la mañana y por la tarde. ¿Todavía no pudiste memorizar el versículo? ¿Qué está sucediendo?

En ese instante, el niño me miró y, con un gesto altivo, desafió:

-Mamá, di tu versículo.

¡Cómo me gustaría decir que había memorizado mi versículo! Pero eso no sucedió. Estaba tan preocupada por enseñar el versículo a los niños que olvidé memorizar el mío. Y quedé muy avergonzada ante mi hijo; a fin de cuentas, le pedía que hiciera algo que yo no podía hacer. Es verdad que también estudiaba regularmente mi lección de Escuela Sabática, pero hasta entonces no se me había ocurrido aprender el versículo para memorizar de esa semana.

Aprendí una dura lección: en todo, necesito ser ejemplo de mis hijos. No puedo exigirles algo que yo misma no estoy haciendo o empeñada en hacer. Desde aquel día, al realizar el culto familiar, empecé a recitar mi versículo para memorizar, y solamente después les pido que hagan lo mismo.

Entusiasmada con lo de la lección, he puesto en práctica algunos principios que creo que son muy valiosos para la vida diaria de toda la familia pastoral:

  • Si deseo que mis hijos estudien la Biblia, completando el Año Bíblico, debo hacerlo primero.
  • Si deseo que ellos lean literatura denominacional, incluyendo los libros de Elena de White, necesito ejemplificarles esa práctica.
  • Si deseo que sean fieles en la devolución de los diezmos y dadivosos en la entrega de sus ofrendas, necesito hacer eso antes.
  • Si deseo que sean reverentes en la iglesia, primeramente necesitan ver que no me quedo conversando afuera ni tratando asuntos relacionados con el trabajo pastoral, indiferente al desarrollo del programa y a la presentación del mensaje.
  • Si deseo inculcar en ellos el amor y el respeto por la iglesia y sus líderes, no puedo vivir criticándolos.

Mi hijo, con solo 3 años de edad, me enseñó una gran lección ese día. ¡Y yo que pensaba estar en lo correcto al reprenderlo…!

Sobre la autora: Coordinadora de AFAM en la Asociación Pernambucana, Rep. del Brasil.