I. Lugar céntrico de la cruz expiatoria

1. El sacrificio expiatorio es una verdad céntrica.— “El sacrificio de Cristo como expiación del pecado es la gran verdad en derredor de la cual se agrupan todas las otras verdades.” —Obreros Evangélicos. pág. 330.

2. La cruz es la columna central imperecedera.— “Ella [la cruz] es la columna central de la cual pende el sobremanera grande y eterno peso de gloria, el que obra para aquellos que aceptan esa cruz. El pecado jamás revivirá ni el error ejercerá su dominio debajo y alrededor de la cruz de Cristo, esa columna imperecedera. La vida, el amor, el gozo y la paz, todos penden de la cruz.—Carta Nº 124, 1900.

3. El sacrificio expiatorio es central y fundamental.— “El sacrificio de Cristo como expiación del pecado es la gran verdad en derredor de la cual se agrupan todas las otras verdades. A fin de ser comprendida y apreciada debidamente, cada verdad de la Palabra de Dios, desde el Génesis al Apocalipsis, debe ser estudiada a la luz que fluye de la Cruz del Calvario. Os presento el magno y grandioso monumento de la misericordia y regeneración, de la salvación y redención—el Hijo de Dios levantado en la cruz. Tal ha de ser el fundamento de todo discurso pronunciado por nuestros ministros.”— “Obreros Evangélicos,”pág. 330.

4. La cruz de Cristo ha de conmover el mundo.— “La cruz del Calvario desafía, y finalmente vencerá a todo poder terrenal e infernal. En la cruz se concentra toda influencia, y de ella procede toda influencia. Es el gran centro de atracción, porque en ella Cristo dió su vida en bien de la raza humana. Este sacrificio fue ofrecido con el propósito de restaurar al hombre en su perfección original; no solamente eso. sino más aún. Fue ofrecido para otorgarle una total transformación del carácter, haciéndolo más que vencedor…

“Si la cruz no encuentra una influencia favorable crea esa influencia. Generación tras generación la verdad para este tiempo es revelada como la verdad presente. Cristo en la cruz fué el medio por el cual la misericordia y la verdad se juntaron, y la justicia y la paz se besaron. Este es el instrumento que ha de conmover el mundo.—Manuscrito Nº 56. 1899.

5. El poder se mide en su relación con la cruz.—En el escudriñamiento de las Escrituras resalta una gran verdad central, que siempre ha de mantenerse en la mente: Cristo, y Cristo crucificado. Toda otra verdad está dotada con influencia y poder correspondientes a su relación con este tema. Es únicamente a la luz de la cruz como podemos discernir el carácter exaltado de la ley de Dios. El alma paralítica por el pecado puede ser dotada de vida sólo a través de la obra realizada en la cruz por el Autor de nuestra salvación.—Manuscrito Nº 31, 1890.

6. Cristo fué el Evangelio pendiente de la cruz.—“Pendiendo de la cruz, Cristo era el Evangelio… Este es nuestro mensaje, nuestro argumento, nuestra doctrina, nuestra amonestación al impenitente, nuestro ánimo para el afligido, la esperanza para cada creyente. Si logramos despertar en la mente de los hombres un interés que los induzca a fijar sus ojos en Cristo, podemos apartarnos, y pedirles que sólo continúen manteniendo su vista fija en el Cordero de Dios.”—Manuscrito Nº 49, 1898.

7. Mostremos la necesidad de la expiación. —“Reunid las más vigorosas declaraciones afirmativas con respecto a la expiación que Cristo hizo por los pecados del mundo. Mostrad la necesidad de esta expiación.”—Evangelismo, pág. 141.

8. La cruz se alza en el centro del mundo. —“El hecho de que los compañeros de crucifixión de Cristo hayan sido colocados uno a su derecha y el otro a su izquierda es muy significativo; su cruz se alza en el mismo centro del mundo.”—Manuscrito Nº 52, 1897.

9. La ley y el Evangelio se encuentran en la cruz.—“El mensaje que Dios quiere que sus siervos proclamen a lo largo y ancho de la tierra es: Cristo, y Cristo crucificado. Entonces se presentará la ley y el Evangelio como un todo perfecto.”—The Review and Herald, del 29 de sept. de 1896.

10. El punto céntrico de cada sermón debe constituirlo el “Cordero.”—“Nunca debiera predicarse un sermón o darse un estudio bíblico sobre cualquier tema sin dirigir a los oyentes al ‘Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.’ Cada doctrina verdadera hace de Cristo el centro, cada precepto recibe fuerza de sus palabras.”—“Testimonies,” tomo 6, pág. 54.

11. Toda esperanza depende de la cruz.— “Quitarle al cristiano la cruz sería como borrar del cielo el sol. La cruz nos acerca a Dios, y nos reconcilia con él… Sin la cruz, el hombre no podría unirse con el Padre. De ella depende toda nuestra esperanza.” —“Los Hechos de los Apóstoles,” pág. 153.

12. Han de ocupar la mente mientras dure el tiempo.—“El estudio de la encarnación de Cristo, su sacrificio expiatorio y su obra de mediación, ocuparán la mente del estudiante diligente mientras dure el tiempo.”—“Obreros Evangélicos”, pág. 264.

13. La expiación es la ciencia de la salvación.—“Cristo crucificado por nuestros pecados, Cristo resucitado de los muertos, Cristo ascendido a los cielos, es la ciencia de la salvación que debemos aprender y enseñar.”—“Testimonies,” tomo 8, pág. 287.

14. Cristo crucificado es el fundamento del Evangelio.—“Pero jamás debe presentarse un discurso sin presentar a Cristo y a Cristo crucificado como el fundamento del Evangelio.”— “Joyas de los Testimonios,” tomo 1, pág. 527.

15. Exponentes de la eficacia de la sangre de Cristo.—“Debemos convertirnos en exponentes de la eficacia de la sangre de Cristo, por medio de la cual nuestros propios pecados han sido perdonados.”—“Testimonies,” tomo 6, pág. 82.

16. La expiación sobrepasa la ciencia y la filosofía.—“La ciencia es demasiado limitada para comprender la expiación; el misterioso y admirable plan de redención es de tan vasto alcance, que la filosofía no puede explicarlo; siempre continuará siendo un misterio que la razón más profunda no podrá desentrañar. Si la sabiduría finita pudiera explicarlo, perdería su santidad y dignidad. Es un misterio que un Ser igual con el Padre eterno se rebajara a sí mismo al punto de sufrir la cruel muerte de cruz para redimir al hombre; y es un misterio que Dios amara tanto al mundo, que permitiera que su Hijo amado realizara ese gran sacrificio.”—“The Signs of the Times,” del 24 de octubre de 1906.

17. Satanás rebaja la eficacia de la sangre de Cristo.—“Satanás tiene el premeditado propósito de impedir que las almas crean en Cristo como única esperanza suya; porque la sangre de Cristo que limpia de todo pecado obra eficazmente sólo en favor de aquellos que creen en su mérito.”—“Obreros Evangélicos,” pág. 170.

II. En la cruz se realizó una expiación completa

1. En la cruz se consumó la expiación.—“El [Cristo] plantó la cruz entre el cielo y la tierra, y cuando el Padre contempló el sacrificio de su Hijo, se inclinó ante él en reconocimiento de su perfección. Es suficiente—dijo.—La expiación es completa.”—The Review and Herald, del 24 de septiembre de 1901.

2. En la cruz se hizo una expiación perfecta.—“El símbolo encontró su realidad en la muerte de Cristo, el Cordero muerto por los pecados del mundo. Nuestro gran Sumo Sacerdote ha realizado el único sacrificio que tiene verdadero valor para nuestra salvación. Cuando se ofreció a sí mismo en la cruz, se efectuó una expiación perfecta por los pecados del pueblo. Ahora estamos en el patio exterior aguardando esa bendita esperanza que es el glorioso advenimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”—The Signs of the Times, del 28 de junio de 1899.

3. La expiación perfecta fué seguida por la mediación.—“Nuestro gran Sumo Sacerdote completó la ofrenda del sacrificio de sí mismo, cuando padeció fuera de la puerta. Entonces se realizó una expiación perfecta por los pecados del pueblo. Jesús es nuestro Abogado, nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Intercesor. Por esto nuestra posición actual es semejante a la de los israelitas, porque aguardamos en el patio exterior esa bendita esperanza que es el glorioso advenimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”—Manuscrito Nº 128, 1897.

4. El Padre aceptó con satisfacción la completa expiación.—Había llegado el tiempo cuando el universo celestial había de aceptar a su Rey. Los ángeles, los querubines y los serafines ahora iban a presenciar la vista de la cruz… El Padre acepta al Hijo. Ningún lenguaje podría transmitir el gozo del cielo o la expresión de satisfacción y agrado de Dios por su Hijo unigénito, cuando contempló la consumación de la expiación.”—The Signs of the Times. del 16 de agosto de 1899.

5. El Padre fué glorificado por la muerte y la mediación del Hijo.—“El Padre demuestra su amor infinito a Cristo, quien pagó nuestro rescate con su sangre, recibiendo y dando la bienvenida a Jos amigos de Cristo como amigos suyos. Está satisfecho con la expiación hecha. Ha sido glorificado por la encarnación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo.” —“Testimonies,” tomo 6, pág. 364.

6. La expiación recibe el sello del cielo.— “El Padre le tributó todo honor al Hijo, sentándolo a su derecha, muy por encima de todo principado y potestad. Manifestó su gran gozo y satisfacción al recibir al Crucificado y coronarlo con gloria y honor. Y todos los favores que ha demostrado a su Hijo en su aceptación del gran sacrificio expiatorio, también los demuestra a su pueblo… Dios los ama así como ama a su Hijo. … El sello del cielo ha sido puesto en la expiación de Cristo. Su sacrificio ha sido en todo sentido satisfactorio.”—The Signs of the Times, del 16 de agosto de 1899.

7. El sacrificio de Cristo fue suficiente y totalmente eficaz.—“El sacrificio de Cristo ha sido suficiente; él presentó a Dios una ofrenda completa y eficaz. El esfuerzo humano sin el mérito de Cristo no tiene ningún valor.”—The Revieiv and Herald, del 19 de agosto de 1890.

8. El sacrificio y la restauración fueron completos.—“Así como el sacrificio que se hizo por amor a nosotros fué completo, también nuestra restauración de la contaminación del pecado ha de ser completa.”—“The Ministry of Healing”, pág. 451.

9. La perfección de la ofrenda está fuera del alcance del entendimiento.—“Su muerte en la cruz del Calvario fué la culminación de su humillación. Su obra como Redentor escapa al entendimiento finito. Únicamente quienes han muerto al yo, cuyas vidas están ocultas con Cristo en Dios, pueden tener una vislumbre de la perfección de la ofrenda hecha para salvar a la raza caída.”—Carta Nº 196. 1901.

III. La encarnación, un requisito previo al sacrificio expiatorio

1. Antes del rescate fué necesaria la encarnación.—“Cristo ha comprado el mundo, pagando un rescate por él, al tomar la naturaleza humana. El no sólo fué la ofrenda, sino que él mismo se constituyó en Ofrecedor. Vistió su divinidad con la humanidad, y voluntariamente tomó sobre si la naturaleza humana, haciendo posible ofrecerse a sí mismo como rescate.”—Manuscrito Nº 92, 1899.

2. Únicamente el Hijo eterno podía redimir al hombre.—“Ninguno de los ángeles podría haber servido de garantía para la raza humana: sus vidas pertenecían a Dios; no podían entregarlas. Todos los ángeles llevan el yugo de la obediencia. Son los mensajeros designados por él. quien es el comandante de todo el cielo. Pero Cristo es igual a Dios, infinito y omnipotente. El podía pagar el rescate por la libertad del hombre. Es el Hijo eterno que existe por sí mismo, que no soporta ningún yugo. Y cuando Dios preguntó: ‘¿A quién enviaré?’ él pudo responder: ‘Aquí estoy; envíame a mí.’ Pudo darse a sí mismo como garantía del hombre; porque estaba facultado para decir lo que no podía decir ni el ángel de rango más elevado: Tengo poder sobre mi propia vida. ‘Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.’ ”—The Youth’s Instructor, del 21 de junio de 1906.

3. Sólo la vida de Cristo era suficiente para rescatar.—“El hombre no podía realizar expiación para el hombre. Su condición caída y pecadora lo habría tornado una ofrenda imperfecta, un sacrificio expiatorio de menor valor que Adán antes de su caída. Dios hizo al hombre perfecto y recto, y después de su transgresión no podía haber un sacrificio aceptable a Dios, a menos que la ofrenda hecha fuera de un valor superior al hombre tal como era en su estado de perfección e inocencia.

“El divino Hijo de Dios era el único sacrificio de suficiente valor para cumplir satisfactoriamente las exigencias de la perfecta ley de Dios. Los ángeles eran sin pecado, pero eran de menor valor que la ley de Dios. Estaban sujetos a la ley. Eran mensajeros que debían cumplir la voluntad de Cristo, e inclinarse ante él. Eran seres creados, que no dependían de sí mismos. Pero sobre Cristo no gravitaba ningún requerimiento. El tenía poder para entregar su vida y para volverla a tomar. No pesaba sobre él ninguna obligación de emprender la obra de la expiación. El sacrificio que realizó fué voluntario. Su vida era de suficiente valor para rescatar al hombre de su condición caída”—“The Spirit of Prophecy.” tomo 2, págs. 9, 10.

IV. El Cristo sin mancha fue la ofrenda perfecta

1. El Ser puro sin mancha se convirtió en el portador del pecado.—“Cristo no habría podido hacer esta obra si no hubiese estado sin mancha. Sólo Uno que personificaba la perfección podía ser al mismo tiempo el portador del pecado y el perdonador del pecado. Se alza ante la congregación de sus redimidos como su garantía cargada y manchada por el pecado, pero son los pecados de ellos los que lleva. El Salvador fue puro y sin mancha durante toda su vida de humillación y sufrimiento. desde el tiempo cuando nació como una criatura en Betlehem hasta que pendió de la cruz del Calvario, y exclamó: ‘Consumado es’. —Manuscrito Nº 165, 1899.

2. Sin su impecabilidad, la muerte carecía de valor.—”Cristo fue sin pecado, de otro modo su vida en la carne humana y su muerte en la cruz no habrían tenido mayor valor para conseguir gracia para el pecador, que la muerte de cualquier otro hombre. Mientras vivía en la naturaleza humana, llevó una vida íntimamente ligada con la Deidad. El podía entregar su vida como sacerdote y también como víctima. Poseía poder en sí mismo para entregarla y volverla a tomar. Se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios.”—Manuscrito Nº 92, 1899.

3. Los méritos del Hijo inmaculado son asequibles a través de la cruz.—“Cuando Cristo profirió la exclamación: ‘Consumado es,’ ya sabía que había ganado la batalla. Como un conquistador moral, plantó su estandarte en las alturas eternas. ¿No era éste un motivo de gozo para los ángeles? Ningún hijo, ninguna hija de Adán podía ahora dejar de confiar en los méritos del Hijo inmaculado de Dios, y de decir: Cristo ha muerto por mí. Él es mi Salvador.”—Manuscrito Nº 111, 1897.

4. Miembro de la familia humana y Redentor.—“Cristo, como el portador del pecado y sacerdote y representante del hombre ante Dios, entró en la vida de la humanidad llevando nuestra carne y sangre. La vida está en la corriente vital de la sangre, que fué derramada por la vida del mundo. Cristo realizó una expiación completa, dando su vida en rescate por nosotros. Nació sin una mancha de pecado, pero vino al mundo de igual manera que la familia humana. … De acuerdo con la ley que Cristo mismo había dado, la herencia perdida fué rescatada por el pariente más cercano. Jesucristo se despojó de su vestidura real, de su corona regia, y vistió su divinidad con la humanidad, a fin de convertirse en un sustituto y garantía de la raza humana, de manera que al morir en la humanidad pudiera por su muerte destruir al que tenía el imperio de la muerte. No podría haber hecho esto como Dios, pero al venir a esta tierra como hombre, Cristo podía morir. Con su muerte venció a la muerte. La muerte de Cristo arrastró a la muerte al que tenía el imperio de la muerte, y abrió las puertas de la tumba para todo aquel que lo recibe como su Salvador personal.”—Carta Nº 97, 1898. (Continuará)