Todas las religiones tienen algo de verdad, porque la verdadera luz de Cristo está en acción en todas partes

Ser verdaderos cristianos implica que somos capaces de amar. Ser verdaderos adventistas exige esto y además que prediquemos el evangelio al mismo tiempo. Si bien es cierto que es popular, en las iglesias cristianas de hoy, enarbolar el gran mandamiento del amor, hay una tendencia creciente a olvidarse de la gran comisión de ir “a todo el mundo” y predicar “el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Las últimas palabras registradas de Jesús son el mandato a sus seguidores de “ser testigos hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Muchas de esas “últimas partes de la tierra” están dominadas por religiones mundiales como el Islam, el budismo, el hinduismo y, en menor medida, por el judaísmo. Y en esto reside la posibilidad de que haya fricción y hasta confrontación.

El mundo es la parroquia de los adventistas

Los primeros adventistas desarrollaron una visión mundial acerca de “la obra”. En pocos años pasaron del estrecho concepto de “la puerta cerrada” al más amplio de que su “campo” eran los Estados Unidos y, finalmente, a la visión entusiasta de una iglesia que debía ir hasta los confines del mundo.

Por cierto, la iglesia cristiana ha sido llamada a ser un movimiento mundial. Esto quedó confirmado para todos los tiempos en el Concilio de Jerusalén (Hech. 15), en el que se aclaró que la iglesia no debía estar sometida al judaísmo, sino que debía ser una iglesia mundial con un evangelio universal, y no debía ser una secta local basada en un concepto étnico.

John Wesley estaba en lo cierto cuando dijo: “El mundo es mi parroquia” Este concepto, sin embargo, no contó con el aprecio del conjunto de los dirigentes eclesiásticos de aquellos días. Aún hoy existen varias organizaciones religiosas que promueven, incluso con cierto apoyo legal, el establecimiento de un territorio canónico. Por lo tanto, hay tradiciones nacionalistas y culturales que intentan impedir la evangelización mundial. La reacción adventista a estas limitaciones ha sido y sigue siendo apoyar el concepto de que “el campo es el mundo”, “la siega es el fin del mundo” (Mat. 13:38, 39), y que es urgente que vayamos “de todas partes y a todas partes”.

Aunque los escritos de Elena de White son claros con respecto a la necesidad de cumplir la tarea de evangelizar al mundo, ofrece poca orientación en cuanto a cómo encarar a las religiones no cristianas. No dice prácticamente nada respecto del Islam, el hinduismo, el budismo, el confucianismo, el sintoísmo, el sijismo o el taoísmo. Hay una declaración de ella acerca de los musulmanes y su negación de la divinidad de Cristo, e insta a los cristianos a ser celosos al enseñar “la preexistencia del único Salvador del mundo”.[1] Pero enuncia un amplio principio: “Cristo no reconoció ninguna distinción de nacionalidad, rango o credo […]. Cristo vino para derribar todo muro de separación. Vino para mostrar que el don de su misericordia y su amor es tan difundido como el aire, la luz o los chubascos que refrescan la tierra”.[2]

Cómo tratar a los judíos: algunas sugerencias

La única religión no cristiana a la que se refiere Elena de White es el judaísmo. Dice que muchos judíos deben ser ganados para Cristo. Tal vez se estaba refiriendo a un antisemitismo latente cuando escribió que los adventistas “no deben despreciar a los judíos”[3] y que “no hay que levantar barreras […]. Nuestra obra se debe hacer con tanta amplitud para los judíos como para los gentiles”.[4]

La Sra. White presenta dos principios referentes a cómo tratar a los judíos, que muy bien podrían aplicarse a otras religiones:

  1. El enfoque no debe tener como fin destruir la “economía judía”, sino desarrollarla de acuerdo con la verdad. En otras palabras, debemos trabajar conforme a un plan de progreso y no de interrupción o suspensión.[5] Por supuesto, esto es más claro con respecto al judaísmo que en relación con las otras religiones. Sin embargo, ¿podríamos sugerir que nuestra tarea no es “destruir” sino “desarrollar”?[6]
  2. Se debe capitalizar a los judíos como una fuerza eficaz para trabajar en favor de los judíos.[7] Se trata de emplear con este fin a los que tienen más experiencia personal con esa religión. Esto puede ser un contacto muy eficaz para tender puentes.

Hay un problema, sin embargo. Los conversos del judaísmo, a veces, como consecuencia del trauma que significa para ellos los cambios y la conversión, pueden perder el equilibrio y volverse un poco extremistas, y esto puede reducir su eficacia al trabajar en favor de los miembros de su antigua fe.

Para trabajar en favor de los judíos, Elena de White subraya la importancia de “cambiar” el Antiguo Testamento con el Nuevo.[8] Los adventistas deberían estar en mejores condiciones de hacer esto que la mayor parte de los otros cristianos. El sábado, los alimentos limpios, el Día de la Expiación, la purificación del Santuario Celestial y el ministerio sumo sacerdotal de Cristo son eslabones en la cadena que conecta el Antiguo Testamento con el Nuevo. Pero debemos recordar que muchos rabinos pueden considerar que este enfoque es un peligroso falso judaísmo.

Con respecto a las otras religiones, hay sin duda algunos principios generales que se pueden aplicar inmediatamente, y algunas actitudes y enfoques definidos que se aplican más a determinadas religiones. Consideremos algunos de ellos:

El Islam

Cuatro ejemplos en cuanto a cómo tratar con los musulmanes: Es vital enfatizar en el hecho de que Dios es uno y único, tal como lo afirman claramente Moisés e Isaías. Debemos recordar que no se nos ha revelado mucho acerca de la naturaleza de Dios. Los musulmanes responden afirmativamente cuando se les habla de la unidad, la inmutabilidad y la misericordia de Dios.

Además, como en el caso de muchos judíos, los principios adventistas relativos a la alimentación son un punto a favor, en especial por el hecho de que los musulmanes tienen una fuerte aversión a consumir carne de cerdo. Otro punto a favor es la actitud adventista hacia el consumo de bebidas alcohólicas. Por eso, el enfoque antialcohol de la Comisión Internacional para la Prevención del Alcoholismo y el Consumo de Drogas (CIPACD) ha abierto las puertas de las comunidades musulmanas.

El budismo

El budismo enfatiza mucho la íntima experiencia de la iluminación. ¿No tiene esto algo que ver con lo que los cristianos llamamos conversión? Por cierto, hay notables diferencias, pero también hay cosas en común. En el budismo mayahana también parece que hay una actitud más abierta hacia algunos conceptos relacionados con la salvación por la fe y la gracia, sobre los que se puede construir y desarrollar una relación.

Taoísmo y confucianismo

El taoísmo enfatiza en el orden, la naturaleza, la sencillez de la vida y evitar el egoísmo. Es esencialmente un sistema ético que afirma el orden. Esto les abre una puerta a los adventistas, con su énfasis en la obediencia a la Ley de Dios, el respeto por la creación divina, una vida sencilla y la abnegación en Cristo, el Hombre del sacrificio.

El confucianismo, junto con el taoísmo, es un importante sistema de ética que ejerce gran influencia sobre cientos de millones de chinos, aunque al perecer se está desmoronando lentamente bajo el peso de la creciente influencia de la cultura occidental. En estas religiones mundiales, el énfasis se encuentra en el deber y las correctas relaciones entre la gente. También se enfatiza la regla de oro (“No le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”), y eso nos da la oportunidad de presentar esa misma regla en su forma cristiana, que es más positiva. El respeto y la responsabilidad ciertamente son valores cristianos también.

Falta de contactos

Es posible que un punto débil en las relaciones interconfesionales sea la falta de contactos entre los dirigentes adventistas y los líderes de las otras religiones. Los contactos con los dirigentes de otras religiones mundiales y el conocimiento de ellas han sido mínimos. La tendencia a encerrarse en su propia jaula religiosa y a evitar contactos con los representantes de otras religiones es una forma de sectarismo.

Debemos evitar activamente esta percepción del adventismo, saliendo cuanto antes de nuestro aislamiento. Si lo hacemos, ciertamente eso no significará que vamos a abrazar opiniones hostiles al cristianismo o al adventismo.

Principios relativos a las relaciones interconfesionales

Algunos principios generales que tienen que ver con las relaciones interconfesionales son imperativos para los adventistas que deseen entender las otras religiones y ponerse en contacto con sus miembros:

Altas normas de ética. Al ponemos en contacto con personas que profesan otra fe, sólo son aceptables las más altas normas de ética. Debemos ser sinceros, transparentes y justos.

Nunca debemos formular falsas afirmaciones con respecto a las enseñanzas o las prácticas oficiales de otros cuerpos religiosos. Debemos estar seguros de que, en realidad, estamos entendiendo a los que abordamos, y necesitamos seguir la sugerencia de Pedro de que al dar cuenta de nuestra fe lo hagamos con humildad, respeto y honestidad (1 Ped. 3:15, 16).

Conocimiento de la cultura. La religión, la cultura y la historia a menudo están íntimamente relacionadas. Es difícil que gente de otra religión y cultura nos tome en serio si descubre que somos ignorantes e ingenuos con respecto a lo que por siglos hizo de su civilización lo que hoy es.

Una actitud positiva hacia la moral. La inmoralidad está esparcida por todo el mundo, y la sociedad occidental no está exenta de eso. Los fundamentalistas y extremistas religiosos de las religiones mundiales ven a Occidente, conducido por los Estados Unidos, como promotor de todas las formas de inmoralidad satánica. Al acercarse a los que pertenecen a otras religiones, los adventistas deben ser vistos como expresión de las más altas manifestaciones de moralidad comunitaria y de ética personal.

La moralidad incluye a la vez honestidad y obediencia, y también respeto por la dignidad humana y la vida. Los adventistas deberían tratar de que los que desean alcanzar vean que “tienen buenas intenciones”.[9] Si bien es cierto que los adventistas tratan de conducir a la gente a Jesucristo y a la fe de la Biblia, ningún esfuerzo de esta clase ni su consiguiente conversión se debería conseguir jamás mediante incentivos materiales, obsequios, adulaciones ni cantos de sirena, que harían de esas “conversiones” una verdadera burla.

Defensores de los valores relativos a la familia. En muchos países del tercer mundo la familia desempeña un papel predominante y omnipresente. Es necesario que los adventistas proyecten la imagen de gente que defiende la familia y sus valores, especialmente cuando algunas culturas de Occidente causan la impresión de estar desvalorizando la familia e incluso socavando por completo el concepto de unidad familiar.

Contexto y adaptabilidad. La adaptabilidad es una cualidad valiosa cuando se trata de contactos interconfesionales. En 1 Corintios 9:19 al 22, Pablo se explaya en el valor de la adaptabilidad cuando se trata de ganar almas para Cristo de todas las clases sociales, sin violar ningún principio cristiano: para el esclavo llegó a ser como si fuera esclavo; para los judíos era judío; para los gentiles, como si fuera gentil. Pero siempre consciente de su deber hacia Dios, resume de esta manera su estrategia: “A todos me he hecho de todo para que de todos modos salve a algunos” (vers. 22).

Esto no es una forma de engañar; al contrario, es de suma importancia para lo que hoy llamamos la “contextualización” del evangelio, y es el método que debe usar la persona que lo presenta. El evangelio debe conservar su pureza, pero la manera en que se lo presenta en determinado contexto puede y debe cambiar.

No tiene sentido oponerse a la gente al no aceptar sus costumbres con respecto a la manera de vestir, de comer o de hablar, e incluso en los aspectos externos de los servicios religiosos. En la obra evangélica, ya sea personal u organizada, es bueno adaptarse a ciertas costumbres y hasta a algunos prejuicios, siempre y cuando no se violen ni la conciencia ni ciertos principios básicos.

Afirmemos la credibilidad. Cuando abordamos a gente no cristiana (o cristianos de otras denominaciones, si se presenta el caso), es prudente referirse primero “a puntos de doctrina acerca de los cuales [podamos] estar de acuerdo”.[10] Es contraproducente introducir al principio “los rasgos que presentan objeciones contra nuestra fe”.[11]

No se trata de “ocultar” la verdad sino de cómo alcanzar mejor a los que profesan otra fe. Es perjudicial irrumpir inmediatamente en el ámbito de otras religiones con todo el mensaje, como el proverbial toro que entra con brío en un negocio de porcelana china.

Un enfoque pedagógico y sano consiste en avanzar lentamente y por etapas. Primero necesitamos consolidar nuestra credibilidad y sinceridad, “espaciamos en la necesidad de la piedad práctica” y “[darles] evidencia de que [somos] cristianos, de que [deseamos] la paz y de que [amamos] sus almas”.[12] Tomará tiempo, pero se ganará su confianza.

Estrategias flexibles. Al tratar con otras maneras de pensar, los adventistas no deberíamos usar una sola estrategia fija; deberíamos estar dispuestos, en cambio, a introducir variaciones en nuestra manera de acercamos a los seguidores de otras religiones. Deberíamos adaptar nuestras estrategias a la realidad de las circunstancias con las que tenemos que tratar.[13]

El peligro del sincretismo

Cuando entablamos un diálogo con otras religiones, debemos estar conscientes del peligro del sincretismo; es decir, del intento de combinar, en una sola, diversas doctrinas y creencias opuestas. Mucha gente cree que todas las religiones son sendas válidas y legítimas que conducen a la salvación. Podrían llegar a decir que los cristianos son “mejores”, pero sólo en grado, y por lo tanto es de competencia de los individuos y las iglesias armonizar las doctrinas y los estilos de vida cristianos con los sistemas de creencias de otras religiones.

Ésta es la manera de pensar de la posmodernidad. El dicho de Federico el Grande resume magníficamente esta opinión: “Cada uno se salva a su manera”. Ésa era la cosmovisión del mundo grecorromano de los tiempos del Nuevo Testamento. En contraste con esto, el apóstol Pedro lo afirmó en forma clarísima: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12). Por supuesto, el mensaje global de los adventistas debe ser siempre, al fin de cuentas, que sólo en Jesucristo se puede encontrar la salvación.

Debemos ser conscientes de que, en el clima que predomina hoy, el enfoque sincretista de la religión y las relaciones interconfesionales es definidamente más peligroso que un choque frontal con el ateísmo, porque al parecer ofrece una atractiva dimensión global en cuanto a la fe y las relaciones humanas.

¿Se pueden salvar los no cristianos?

A menudo oímos que nadie que no haya oído el nombre de Cristo ni lo haya aceptado se podrá salvar. Se nos dice, además, que los millones que mueren cada año y quedan depositados en “tumbas sin Cristo”, ¡sufrirán los tormentos del infierno eterno!

Los adventistas discrepamos enérgicamente con esas opiniones. Nuestra motivación para hacer obra evangélica y misionera no es que por no oír el mensaje cristiano ni aceptarlo los no cristianos se van a perder, sino porque Cristo nos mandó que fuéramos sus testigos y proclamáramos las buenas nuevas de salvación para conducir a la gente aquí y ahora a una vida mejor y más plena, a recibir más luz, e invitarla a responder positivamente a las demandas de su conciencia.

Cristo, la Luz que ilumina a todos

Al tratar de alcanzar a los no adventistas, se debe tener presentes estas tres verdades:

  1. No todos los adventistas se van a salvar.
  2. No todos los cristianos, o los que pertenecen a alguna iglesia, se van a salvar.
  3. El importante principio paulino que dice: “Porque no hay acepción de personas para con Dios […]. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia” (Rom. 2:11-15).

Lo que Pablo les está diciendo aquí a los romanos es que posiblemente haya gentiles que no tengan ningún conocimiento de Cristo o de los principios bíblicos, pero en sus conciencias y su experiencia demuestran que la Ley de Dios está obrando en ellos, y esa obra se manifiesta por medio de sus pensamientos y sus actos, y está respaldada por sus conciencias. Dios juzgará “los secretos de los corazones humanos”, y la salvación de lodos modos provendrá de Jesucristo, puesto que él murió por todos los hombres.

En el Evangelio de Juan descubrimos que Cristo es “la luz verdadera” que vino a este mundo e ilumina la vida de toda persona tanto para salvación como para juicio, aunque los hombres y las mujeres no lo conozcan ni lo entiendan plenamente (Juan 1:5, 9).

Hay algo de verdad en cada religión, porque la verdadera luz de Cristo está en acción en todas partes. Pero la salvación sólo viene por medio de Cristo, y el valor de la religión como medio de salvación dependerá de la medida en que conduzca a sus seguidores hacia la verdad divina, y esa verdad, después de todo, es Jesucristo.

De todas partes y a cada uno

Tenemos que cumplir una gran tarea. Elena de White nos habla de cierta gente que debe ser objeto de especial atención en el tiempo del fin. Es posible que algunas de esas personas sean los millones que pertenecen a cuerpos religiosos no cristianos. Hoy, ese desafío tiene un elemento adicional que no existía en sus tiempos: la globalización.

En este contexto, podemos y debemos ir “de todas partes y a cada uno”. Para apoyamos en nuestra misión global, tenemos dos promesas divinas: el evangelio eterno será predicado en todo el mundo, y entonces vendrá el fin, y toda la tierra será iluminada por la gloria de Dios.

Sobre el autor: Doctor en Teología. Es experto en relaciones interconfesionales y ex director de Asuntos públicos y Libertad Religiosa de la Asociación General.


Referencias

[1] Elena G. de White, The Home Missionary [El misionero local] (septiembre de 1892).

[2] Testimonies (Nampa, Idaho: Pacific Press Pub. Assn , 1948), t. 9, p. 190.

[3] Manuscrito 87, 1907.

[4] 3 de febrero de 1908.

[5] Carta 87, 1907.

[6] Ver White, El evangelismo (Buenos Aires: ACES, 1975), p. 403.

[7] Congreso de la Asociación General, 24 de mayo de 1905.

[8] Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Buenos Aires: ACES, 1977), p. 314.

[9] Gospels Workers [Obreros evangélicos] Hagerstown, MD: Review and Herald Pub. Assn., 1948), p. 120.

[10] Obreros evangélicos (Buenos Aires. ACES, 1971), p. 126.

[11] El evangelismo, p. 182.

[12] Obreros evangélicos, p. 126.

[13] Ibíd., pp. 123-125.