Un Documento que Merece Cuidadoso Estudio

            Sin duda, el documento que publicamos en forma abreviada en este número de El Ministerio Adventista ya ha llegado a sus manos en los meses precedentes. Ha sido estudiado en reuniones de juntas, en asambleas ministeriales y en iglesias. Sin embargo, y porque contiene verdades tan importantes, dejamos de lado otros artículos que podríamos publicar para darle a éste una mayor difusión. Todo lo que hagamos para ponernos en armonía con la orientación que nos da será poco si consideramos la solemnidad de la hora y la posibilidad de que la iglesia tome un rumbo errado, que atrase el cumplimiento de su misión.

            El documento aludido sufrió muchas modificaciones y enmiendas. Hemos acompañado muy de cerca su elaboración. Su introducción era originalmente casi un lamento: Un reconocimiento de fracaso o, por lo menos, de frustración. Una frase decía que “la iglesia está luchando por sobrevivir”. Afortunadamente, más tarde se la eliminó. Se refería a determinados lugares donde las condiciones espirituales y materiales del pueblo obstaculizan la marcha de la evangelización.

            Creemos, sin embargo, que esas condiciones adversas no se encuentran solamente fuera de la iglesia, sino que pueden manifestarse dentro de ella también.

            Al analizar la situación actual y las tendencias que prevalecieron en la iglesia en esos lugares hace algunos años o décadas, y al compararlas ‘con la situación y las tendencias que actualmente se vislumbran en la iglesia en América Latina, vemos similitudes muy marcadas, lo que equivale a decir que puede llegar el momento cuando nuestro canto actual de alegría y progreso puede llegar a transformarse en una endecha. Ahora es el tiempo de planificar para el futuro enmendando el rumbo en aquello en que podemos estar mal orientados, y dando la prioridad a lo que es más importante. Deseamos que se estudie este documento con oración y con el corazón abierto a la voz del Señor. Sólo así la iglesia mantendrá su vitalidad actual y aun la fortalecerá. —Rubén Pereyra.

            Si bien es cierto que estamos seguros de la victoria final de la iglesia de Dios, también creemos firmemente que las victorias previas pueden y deben ser nuestras ahora si obedecemos fielmente la voluntad revelada del Señor. Es posible que como el Israel de la antigüedad gastemos innecesariamente precioso tiempo y energía en el desierto, cuando podríamos estar disfrutando de las bendiciones de la tierra de Canaán. Es posible que nuestra conducta de hoy esté postergando nuestra entrada en la tierra prometida. Satanás va a atacar a la iglesia tanto desde adentro como desde afuera con el propósito de hacerle perder el rumbo. Lo conseguirá si logra mantenernos ocupados en cosas secundarias que, aunque importantes, no constituyen la verdadera misión de la iglesia.

            El crecimiento mismo de ella y la influencia del mundo que nos rodea, pueden distraernos de nuestra obra primordial induciéndonos a crear y lanzar programas o actividades que en vez de ayudar a evangelizar el mundo sean una rémora que demore esta obra. El abandono de la evangelización directa y agresiva, y su reemplazo por programas indirectos e infructíferos, detuvo a los grandes movimientos religiosos del pasado, y es causa de su estancamiento y retroceso actuales. Por las mismas razones podría fracasar el pueblo remanente.

Plan de acción

            Por eso nos corresponde ahora determinar qué pasos vamos a dar para que la evangelización tenga prioridad absoluta en todos los niveles y en todos -los frentes. A fin de lograrlo, deberíamos abandonar ciertas actividades que ahora consumen nuestro tiempo y atención, y retornar a la auténtica misión de la iglesia: La evangelización dinámica. Si no lo hacemos, podríamos transformarnos en las víctimas de las actividades secundarias de ella y llegaríamos a existir sin actuar. Alguien lo expresó así: “Podemos llegar a estar tan ocupados haciendo lo urgente, que no tengamos tiempo para hacer lo importante”.

            Somos conscientes del marcado énfasis puesto en los últimos años por la Asociación General en el reavivamiento, la reforma y la evangelización. Pero somos conscientes también de que el Señor nos llama, no a proseguir la obra, sino a terminarla.

            Estamos plenamente convencidos de que, con nuestro potencial humano y financiero totalmente sometido a la dirección del Espíritu Santo, y plenamente seguros del cumplimiento de las promesas de Dios, es posible dar a la obra un empuje que apresure el retorno de Cristo.

            En algunas regiones tratar de mover a la iglesia y su estructura para, que la evangelización, el reavivamiento y la reforma tengan incuestionable prioridad, es tarea sumamente difícil. Hay otras actividades más atrayentes. El momento exige, sin embargo, una convicción y una acción decididas, indispensables para establecer las prioridades que requiere la terminación de la obra.

            ¿Qué significa terminar la obra? Significa realizar una doble labor: interna y externa. Un pueblo salvado por gracia que trabaja para salvar a los demás. Significa transmitir el mensaje de Dios por medio del poder y el ministerio del Espíritu Santo a todos los habitantes de la tierra. Cuando ello se logre, Dios proclamará la terminación de la obra y el consiguiente regreso de Jesús. “Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14).

            A la luz de lo expuesto, aceptamos el siguiente plan de acción:

  1. Hágase todo esfuerzo posible para comprender en forma clara e inequívoca la naturaleza trascendente y la prioridad de la evangelización.

            Es un error creer que la evangelización es una opción entre otras, una de las tantas tareas que la iglesia tiene entre manos. Es un fatal engaño. La sangre y la vida de la iglesia es la evangelización; sin ella, no puede existir. La iglesia fue organizada para evangelizar y su misión primordial consiste en “anunciar el Evangelio al mundo” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 9). La iglesia que lo ignora define erróneamente la evangelización, al mismo tiempo que la sepulta y la estrangula, y pone el cuchillo sobre su vena yugular, porque deja de cumplir el único propósito de su existencia. Si logramos que el concepto de la preeminencia de la evangelización impregne cada acto realizado por la iglesia, tendremos una adecuada lista de prioridades. Toda actividad de la iglesia que reemplace a la evangelización seguramente es una herramienta de Satanás, y por lo tanto es ilegítima. La salud y la vitalidad de la iglesia tienen relación directa con la salud y la vitalidad de sus esfuerzos de evangelización y el éxito que logre con ellos.

            “Nuestra preocupación principal no debiera consistir tanto en obtener dinero como en salvar almas” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 324).

            La preponderancia de la evangelización nos obliga a definirla con claridad y a sostener constantemente esa definición frente a todo el cuerpo de la iglesia.

            La evangelización consiste en comunicar los elementos esenciales del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo en el marco de los tres mensajes angélicos, de tal manera que exija una respuesta de los oyentes, instándolos a aceptar la provisión divina para la salvación del pecado y la capacitación que da Dios para obtener la victoria sobre él.

            Hay muchos excelentes programas y proyectos que pueden ser puestos en práctica provechosamente a fin de preparar el terreno para la evangelización, como los que tienen que ver con la alimentación, la asistencia social, las campañas contra el hábito de fumar, etc. Pero si estas actividades no inducen a sus participantes a experimentar el nuevo nacimiento en Cristo, y a aceptar el mensaje de Dios como lo presenta la iglesia remanente, serán una pérdida del tiempo, los talentos, el dinero y las fuerzas de la iglesia, pues no alcanzarán el objetivo final de salvar a los seres humanos para la eternidad.

            Por lo tanto, las diversas administraciones de la obra deberían prestar atención y apoyar con fondos sólo los programas que apoyan a su vez el cumplimiento de la misión básica de la iglesia. Debemos demostrar nuestra dedicación a la tarea evangélica dándole la más alta prioridad en la dedicación de nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros medios.

            “Ahora es el momento de dar la última amonestación… Deben hacerse esfuerzos definidos para presentar a la gente y en forma descollante el mensaje para este tiempo. El tercer ángel ha de ir con gran poder” (Id., tomo 2, pág. 371).

  • Se debe definir claramente el papel del pastor.

            Elena G. de White, al comentar un incidente de la vida de Cristo referente a un hombre que le pidió diera un veredicto con respecto a una herencia, dice lo siguiente: “Jesús no se apartó de su misión. Su respuesta fue: ‘Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?’ (Luc. 12:14). Cristo le hizo entender claramente al hombre que esa no era su obra. Estaba luchando para salvar almas. No estaba dispuesto, por lo tanto, a apartarse de ello para asumir deberes que le correspondían a un magistrado civil. ¡Cuán a menudo se le imponen a la iglesia tareas que jamás debería aceptar!” (Testimonies, tomo 9, pág. 217).

  1. Los reglamentos de la iglesia deberían dejar bien en claro que la primera labor del pastor, por la cual se le pedirá que rinda cuentas, consiste en presentar el Evangelio de Jesucristo en el marco de los tres mensajes angélicos. Deberá cumplir esta labor mediante la predicación bíblica, la enseñanza, el testimonio dinámico y la evangelización pública y personal, en armonía con los dones que ha recibido de Dios.
  2. Los pastores deberán aceptar la responsabilidad de instruir y organizar a todas las fuerzas laicas de la iglesia para su participación en la acción evangelizados.

“La iglesia de Cristo está organizada para servir. Tal es su consigna… Los ministros, médicos y maestros cristianos tienen una obra más amplia de lo que muchos se imaginan. No sólo han de servir al pueblo, sino también enseñarle a servir… Hay que romper la monotonía de nuestro servicio a Dios. Todo miembro de la iglesia debe empeñarse en alguna manera de servir al Maestro…Cada iglesia debe ser escuela práctica de obreros cristianos” ¡(El Ministerio de Curación, pág. 107).

“La obra ha sido atrasada por la culpable incredulidad en el poder de Dios para usar a la gente común con el fin de impulsar su obra con éxito” (Review and Herald, 16 de julio de 1895).

  • Los pastores, con la ayuda de los dirigentes de la asociación, deberán elegir y adiestrar a laicos capaces para llevar a cabo los diversos programas de la iglesia, incluyendo las responsabilidades financieras, las construcciones, las tareas relativas a la conservación de los edificios y equipos de la iglesia y otros programas que la asociación promueva. De ese modo el pastor dispondrá de más tiempo para dedicarse a las tareas espirituales para las cuales está calificado, esto es, ser un líder en la ganancia de almas y un pastor del rebaño.

“Es un gran error que un pastor que tiene el don de predicar el Evangelio con poder, necesite ocuparse constantemente de asuntos financieros. El que proclama la Palabra de vida no debe permitir que se le pongan demasiadas cargas…

“Las finanzas de la causa han de ser manejadas adecuadamente por hombres con capacidad administrativa; los predicadores y los evangelistas están apartados para otra clase de trabajo. Descanse el manejo de los asuntos financieros sobre otras personas, y no sobre las que han sido apartadas para la obra de la predicación del Evangelio” (El Evangelismo, pág. 71).

  • Las relaciones del pastor con los directores de los departamentos de la asociación deberán ser de tal naturaleza que él pueda esperar de ellos, como líder de la iglesia, su apoyo activo y práctico. En lugar de ahogar al pastor con material de promoción, los directores de departamentos deberán hacer lo posible por ayudarlo con el fin de que su ministerio sea más productivo, proporcionándole material eficaz y reduciéndolo al mínimo indispensable. Si bien es cierto que el pastor debe ocuparse en impulsar los programas de los departamentos, los directores de ellos deberán comprender que él, como líder de la ganancia de almas en su iglesia, al darle prioridad absoluta a la evangelización, puede decidir qué programas y qué materiales, aparte de los recomendados por el campo, lo capacitarán para alcanzar más éxito en sus esfuerzos personales y en los de su iglesia.

Esta libertad de decisión, dada al pastor y a su iglesia, servirá para seleccionar los recursos que se van a emplear. Gracias a esto la dirección de la iglesia pondrá en práctica los programas y usará los materiales que más le ayuden a cumplir su misión evangelizados. El papel del director de departamentos deberá consistir en preparar los mejores materiales y los más eficientes programas de entrenamiento, y aportar lo mejor de su experiencia y sus talentos para asesorar al pastor y a los laicos a fin de que tengan éxito en la gran tarea de preparar la tierra para la cosecha final.

A medida que se vayan comprendiendo bien la prioridad de la evangelización y la verdadera tarea del pastor, creemos que éste debiera manifestar especial interés en solicitar los servicios de los directores de departamentos para que lo asesoren en la ejecución de los programas elegidos por él y su iglesia, a fin de alcanzar estas dos metas: la ganancia de almas y el cultivo de la vida espiritual de cada miembro.

  • Aclarar el papel que deben desempeñar tanto el pastor ordenado como el ministro con licencia que no actúan en el ámbito pastoral.
  • Se espera que el gran cuerpo de ministros de la división, las uniones, los campos locales, las instituciones y los que están ocupados en otros tipos de trabajo, den lo mejor de su tiempo, sus talentos, sus energías y su planificación a las tareas de evangelización, de acuerdo con los dones recibidos por Dios, por medio de la predicación, su testimonio personal y la enseñanza. Para que esta prioridad pueda ser posible, se debe dar mayor oportunidad a laicos expertos para que colaboren en las tareas de tipo administrativo de la organización, de manera qué los que han sido llamados al ministerio, y ordenados con este fin, puedan dedicarse a sus tareas específicas.

“Cuando seguimos los planes ideados por el Señor, somos ‘colaboradores juntamente con Dios’. Cualquiera sea nuestro puesto: presidentes de asociaciones, ministros, maestros, estudiantes o miembros laicos, el Señor nos tiene por responsables de sacar el mejor partido posible de nuestras oportunidades de iluminar a los que necesitan la verdad presente” (Consejos para los Maestros, pág. 516).

  • En todos los niveles: división, uniones, campos locales e instituciones, los líderes espirituales deberían orientar a todos los obreros de tiempo completo que estén bajo su dirección, para que participen en tareas que conduzcan a la ganancia de almas, en cumplimiento del consejo inspirado que dice que TODOS los cristianos deben dedicarse a ganar almas para Cristo y conducirlas posteriormente a la madurez espiritual. (Cuando todos los obreros de tiempo completo participen activamente en esfuerzos que conduzcan a la salvación de los perdidos, podremos esperar tener éxito en el plan de lograr que el resto de la iglesia se incorpore a esta tarea.)
  • El presidente de la asociación, apoyado por su junta directiva y la comisión de evangelización, después de orar mucho y con fervor, deberá dejar bien en claro, mediante entrevistas personales con cada obrero y en reuniones de obreros, que cada actividad y plan de la asociación deberá tener como meta la evangelización de su territorio y la terminación de la obra. Deberá imprimir el rumbo que toda la iglesia debe tomar: Alcanzar con el mensaje a cada persona que viva en su territorio.
  •  Definir el papel que deben desempeñar las instituciones en la evangelización.

            Se recomienda que cada institución de la iglesia, sin distinción de actividad, nombre una comisión de evangelización para darle prioridad a esta tarea. Esa comisión tendrá la responsabilidad de velar que la obra de evangelización se realice tanto dentro como fuera de la institución para que el Evangelio del reino llegue a toda criatura. La siguiente declaración inspirada, destinada a nuestros hospitales, se puede aplicar a cada institución de la iglesia: “La conversión de las almas es el único gran objetivo que ha de procurarse en nuestras instituciones médicas. Para ese propósito fueron establecidas estas instituciones” (El Evangelismo, pág. 391).

  • Adjudíquense fondos para el cumplimiento de esta gran empresa evangelizadora.

            En vista de la prioridad de la evangelización, el campo local debería invertir como mínimo el equivalente a un 10% anual de sus diezmos retenidos, para tareas de evangelización directa. Las uniones también deberían dedicar como mínimo un 10% de sus diezmos para agregarlos a los fondos destinados a la evangelización, procedentes de la Asociación General y que le llegan a través de la división, a fin de compartirlos con los campos locales para ser usados con este fin tal como lo decida la junta de la unión. La división consagrará también una cantidad equivalente al 10% de sus subvenciones básicas para la evangelización.

            Cuando hablamos de “diezmos retenidos”, nos referimos al saldo que queda a disposición del campo local después de deducir todos los porcentajes que deben ser enviados por reglamento a las organizaciones superiores, tales como el diezmo del diezmo, contribución al fondo de pensión de gracia y otros, sin incluir los diezmos que se envían a la división a fin de que sean reintegrados para propósitos especiales.

            El 10% mencionado deberá ser considerado el mínimo que cada organización deberá designar para evangelización. Cuando sea necesario, esta proporción debería aumentar.

  • Deben limitarse los proyectos de construcción.

            Debería realizarse una decidida campaña con el propósito de que nuestros proyectos de construcción sean más moderados, de tal manera que sólo se construyan los edificios absolutamente necesarios. Tanto éstos como sus muebles deberían ser, sin embargo, atractivos, funcionales, de buena calidad y económicos. Demostremos tanto a nuestros hermanos como al mundo que no creemos en los edificios lujosos y que no queremos que este mundo sea nuestro hogar permanente. Debemos recordar que lo único que se salvará de la destrucción final son las almas que hayamos preparado para la venida del Señor. También debemos recordar que nuestras grandes instituciones pueden ser nacionalizadas, y que algunas ya lo están siendo en diversos lugares del mundo. El único propósito de la economía que se logre de este modo consiste en disponer de más fondos a fin de que la iglesia los use para dar el último mensaje de amonestación a toda nación, tribu, lengua y pueblo.

            “No son los edificios imponentes y costosos, ni los muebles de lujo, ni las mesas cargadas de manjares delicados, lo que dará a nuestra obra influencia y éxito. Es la fe que obra por el amor y purifica el alma; es la atmósfera de gracia que rodea al creyente; es el Espíritu Santo, que obra en el pensamiento y el corazón, lo que da a nuestra obra el sabor de vida para vida y que permite a Dios bendecirla” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 119).

            “Lo que Dios requiere no son numerosas instituciones, grandes edificios, ni mucha ostentación, sino la acción armoniosa de un pueblo peculiar, un pueblo escogido por él y precioso” (Id., tomo 2, pág. 531).

  • Renovemos el desafío lanzado al pueblo de Dios para que entre en acción.

            Nuestros dirigentes deben formular un llamamiento sin parangón, para invitar a nuestro pueblo a una acción generalizada. Este llamamiento debe dar nuevo énfasis a los que ya se han hecho con miras a lograr el reavivamiento y la reforma, y debe hacer hincapié en la urgente necesidad de levantarnos AHORA para terminar la obra de Dios.

            “Resuene el mensaje del Evangelio por todas nuestras iglesias, convocándolas para una acción universal… Los que se sometan a la dirección de Dios para ser conducidos y guiados por él, reconocerán el firme rumbo que él le está imprimiendo a los acontecimientos que ordenó sucedieran. Inspirados por el Santo Espíritu del que dio su vida por la vida del mundo, no podrán permanecer tranquilos en actitud de impotencia, señalando lo que no pueden hacer. Al revestirse con toda la armadura del cielo, avanzarán hacia la batalla, con el deseo de hacer todo lo posible por Dios, y dispuestos a arriesgarlo todo por él, sabiendo que su omnipotencia suplirá su necesidad” (Testimonies, tomo 7, pág. 14).

  • Trabajemos en las zonas donde no tenemos obra, y alcancemos a los grupos especiales.

            Cada campo local deberá estudiar la posibilidad de nombrar una comisión compuesta por ministros y laicos, con la gran responsabilidad de ver de qué manera se puede entrar en las zonas oscuras de su territorio (barrios, ciudades, etc.). Se debería reclutar a algunos colportores, hermanos jubilados y jóvenes voluntarios para formar equipos con el fin de comenzar obra activa en zonas aún no evangelizadas. Se debería invitar a todos los obreros jubilados de la rama ministerial a trasladarse a zonas donde la obra de la iglesia necesita ser fortalecida.

            “En vez de mantener a los pastores trabajando para las iglesias que ya conocen la verdad, digan los miembros de las iglesias a estos obreros: ‘Id a trabajar por las almas que perecen en las tinieblas. Seguiremos celebrando reuniones, permaneceremos en Cristo, y conservaremos nuestra vida espiritual” (El Evangelismo, pág. 280).

            “Los hermanos que deseen cambiar de domicilio, que tengan en vista la gloria de Dios, que sientan la responsabilidad individual que descansa sobre ellos de hacer bien a otros, y de beneficiar y salvar a las almas por quienes Cristo no consideró preciosa su vida, debieran trasladarse a los pueblos y las aldeas donde existe poca luz o ninguna, y donde puedan ser de verdadera ayuda y bendición para otras personas con su trabajo y su experiencia. Se necesitan misioneros que vayan a pueblos y aldeas, y eleven la antorcha de la verdad, para que Dios pueda tener testigos suyos esparcidos por todo el país, a fin de que la luz de la verdad pueda penetrar donde hasta ahora no ha llegado, y la antorcha de la verdad sea elevada donde hasta ahora no se la ha conocido” (Id., pág. 43).