¿Cómo se puede sembrar eficazmente la semilla del evangelio frente a tantas diferentes culturas, nacionalidades, cosmovisiones y otras diversas opiniones que compiten entre sí?

El crecimiento de la Iglesia Adventista en todo el mundo ciertamente es inspirador. Pone de manifiesto el poder del Espíritu Santo y la fidelidad de un amplio segmento de la feligresía, los pastores y los dirigentes de la iglesia. Además, indica la credibilidad de un mensaje que le otorga significado, esperanza y propósito a la vida.

Como iglesia, con frecuencia recordamos que una vez fuimos pocos, pero que hemos crecido en proporciones mundiales. Antes de caer en la tentación de sentirnos demasiado contentos con nuestro crecimiento, necesitamos considerar algunos hechos.

Una cantidad de otras denominaciones cristianas está creciendo más rápidamente que la Iglesia Adventista. Por ejemplo, en 1988 solamente, una denominación añadió 18 millones de personas a su feligresía,[1] un aumento considerablemente mayor que el del total de miembros bautizados en la Iglesia Adventista. Otra denominación, que se inició en los primeros años del siglo XX, tiene, por lo menos, cuatrocientos millones de adherentes.[2]

Nuestros logros, por lo tanto, por significativos que sean, no nos deberían inducir a dormirnos sobre los laureles; en cambio, deberían instarnos a mirar hacia adelante y buscar una oportunidad de alcanzar una cosecha más abundante. Debemos buscar y estudiar como nunca antes los “cornos” y los “porqués” de la evangelización. No es éste el momento de diluir nuestro mensaje, ni de transigir; hacerlo significaría negar a Cristo, la naturaleza bíblica de nuestras enseñanzas y nuestra identidad.

Difícil, sí; ¡imposible, no!

La evangelización es un asunto difícil y siempre lo ha sido. Cuando el apóstol Pablo realizaba sus viajes misioneros, la cantidad de bautismos que efectuaba en cada lugar era, en el mejor de los casos, modesta. Por ejemplo, bautizó sólo a unos pocos en Filipos y Tesalónica, y casi nadie en Atenas. Esas cifras no eran nada impresionantes, pero a cada candidato se lo estimaba, se lo amaba y se lo celebraba como de gran valor.

Los autores modernos y los que se dedican a esta tarea reconocen que no existe una solución ni rápida ni fácil para el desafío de la evangelización. Incluso los títulos de algunos libros lo ponen en evidencia: Cómo lograr que la evangelización sea un poco menos difícil.[3]

Dudo de que exista un lugar en el mundo donde los residentes crean que sea sencillo evangelizar a los miembros de esa comunidad. En África, al concluir una serie de reuniones de evangelización en la que se bautizaron 2.495 personas, se explicó a los visitantes que se trataba de una zona de difícil penetración para el evangelio. Mientras que el evangelista estaba entusiasmado por los bautismos, se le dijo que, si hubiera presentado los mismos temas en otra localidad vecina, habría bautizado el doble. En todas partes se considera que la evangelización es difícil, pero jamás se la debería considerar imposible.

En algunos lugares del mundo es posible bautizar a miles de personas al término de una campaña de evangelización. En esos casos, por lo general, una cantidad de tareas preparatorias ha precedido la campaña misma. Los pastores entrenan a los feligreses en las diversas tareas que implica una campaña. Los miembros participan en tareas de visitación, Grupos pequeños, reuniones de oración, tareas de publicidad, etc. Todas esas actividades son fundamentales para el éxito de la evangelización bajo cualquier circunstancia.

En los lugares del mundo donde el índice anual de bautismos es bajo, donde el materialismo y el secularismo reinan supremos, es importante recordar que se debe realizar un gran esfuerzo para lograr cada bautismo. Se puede dedicar años a trabajar por una sola persona, invitándola a cenar, empleando tiempo en compartir recreaciones, incluso mientras el evangelista espera el momento oportuno para comenzar una serie de estudios bíblicos. Esa tarea implica una inmensa inversión de tiempo, energías, interés y oración, para ayudar a la gente en su viaje espiritual.

Aun en esas regiones “difíciles”, estamos presenciando algunos maravillosos éxitos en la evangelización, tales como la fundación de iglesias, los Grupos pequeños[4] y el empleo de la tecnología en la evangelización pública. Pero, en última instancia, el verdadero éxito se consigue cuando un creyente, conducido por el Espíritu Santo, deja a un lado todas sus inhibiciones, usa sus dones espirituales para Dios y trabaja por la persona que necesita a Jesucristo.

Si suponemos que contamos con esos creyentes, dispuestos a trabajar en tareas de evangelización, todavía queda una pregunta por hacer: “¿Cómo se puede sembrar eficazmente la semilla del evangelio frente a tanta diferencia cultural, de nacionalidades, cosmovisiones y otras tantas diversas opiniones que compiten entre sí?” Me gustaría sugerir los siguientes puntos:

1. Nuestra evangelización: Debe ser pastoral

El enemigo ha malogrado, herido y dañado muchas vidas. Estas víctimas -y hay multitudes de ellas- necesitan una “evangelización pastoral”. Este título no es una descripción de la tarea del pastor; describe también las necesidades de los que serán los beneficiarios de nuestro ministerio. Necesitan una “evangelización que tienda al cuidado” de la gente.

Como iglesia, debemos tener cuidado respecto del “triunfalismo del remanente”, que fácilmente puede llevamos a abordar la proclamación de los mensajes de los tres ángeles como si se tratara sólo de invadir y arrasar. Es obvio que debemos presentar el mensaje con una buena dosis de confianza, pero la arrogancia fanática se debe evitar a toda costa.

La evangelización de tipo pastoral requiere un cuidadoso equilibrio. El pastor necesita manifestar ternura y compasión hacia las almas heridas que buscan la verdad pero que, al mismo tiempo, representan un desafío para la comodidad del mensaje adventista y su consiguiente cosmovisión.

2. Seamos valientes

La predicación del evangelio requiere valor y una disposición a asumir riesgos. Elena de White lo dice claramente: “Dios tendrá hombres que aventurarán cualquier cosa para salvar almas. Aquéllos que no quieran avanzar hasta que puedan ver cada paso del camino claramente delante de ellos, no serán de ningún beneficio en este tiempo, para hacer progresar la verdad de Dios. Debe haber ahora obreros que avancen en las tinieblas así como en la luz, y que perseveren valientemente bajo los desánimos y los chascos, trabajando aun con fe, con lágrimas y paciente esperanza, sembrando a lo largo de todas las aguas, confiando en que el Señor producirá el crecimiento. Dios llama a hombres de fibra, de esperanza, de fe y de resistencia para trabajar con este propósito”.[5]

También se necesita valor en otros contextos. Nick Pollard afirma que la gente desarrolla su propia cosmovisión a partir de una cantidad de fuentes, y que la adapta para que concuerde con el estilo de vida que ha elegido. “Se sienten atraídos por una creencia no porque crean que es la verdad, sino porque creen que justifica algunas conductas que les resultan particularmente atractivas”.[6]

Esa gente necesita que se la confronte de manera apropiada. El pecado todavía existe y el juicio es una realidad. Michael Green, al escribir acerca de los agnósticos, afirma lo siguiente: “Pero muchos agnósticos no lo son de verdad; es la conveniente cobertura de su egoísmo personal. No se trata de que no puedan creer en Dios: no se atreven a eso, porque implicaría un desafío muy grande para su manera de vivir”.[7]

Green sigue diciendo: “He descubierto cantidad de agnósticos que han llegado a creer en Cristo cuando se ha expuesto la raíz de su mala disposición a enfrentar a Dios. Una vez que esa mala disposición ha sido expuesta, el Dios viviente no desoirá este clamor del corazón agnóstico: ‘¿Hay alguien aquí?’ Entonces, se les dará a conocer”.[8]

Si bien es cierto que se necesita valor para enfrentar las diferentes cosmovisiones que la gente abraza, son esenciales el arte de escuchar eficazmente, y una dosis extra de tacto y sensibilidad.

3. La ganancia de almas: Una prioridad

El entrenamiento es tan importante como la ganancia de almas. Sin entrenamiento y sin ganancia de almas, la desaparición del movimiento adventista estaría a sólo una generación de distancia. Pero, nuestro afán de administrar y de seleccionar personal para la obra (indicadores de nuestras prioridades) ¿refleja la importancia de esos dos componentes esenciales para el crecimiento de la iglesia?

Analice la forma en que se confecciona el presupuesto de su iglesia o de su Asociación, y cómo se cubren los puestos directivos, y hágase esta pregunta: “¿De qué manera este presupuesto y todos estos cargos influyen sobre la tarea de entrenar y ganar almas?” Este escrutinio sin duda será doloroso. Los cambios en los presupuestos, las asignaciones y las responsabilidades se traducen de inmediato en dolor e inseguridad para el personal, que es tan valioso como las almas que se está intentando ganar. Aunque este proceso sea doloroso, debe ocurrir de cuando en cuando, si hemos de permanecer leales a nuestra comisión.

Si miramos más allá de nuestras finanzas y de la distribución de nuestro personal, especialmente en las regiones el mundo donde la Iglesia Adventista no está creciendo tan rápidamente, surge otra pregunta que requiere una sincera respuesta: “¿Es la evangelización (en cualesquiera de sus formas) una prioridad importante para la iglesia, o lo consideramos así de palabra solamente?”

Uno de los grandes peligros que enfrenta hoy la Iglesia Adventista es una idea que no se ha escrito ni se ha declarado abiertamente, especialmente en los países del mundo calificados de “desarrollados”: que la evangelización “está pasada de moda”, que es un trabajo “para gente de poca importancia”, que lleva a cabo cierta gente “que está en eso”, pobre gente que no conoce nada mejor. Si esta idea se arraiga y prevalece, estará anunciando el fin del “movimiento adventista”

4. Sueños y experimentos

Toda empresa que alcanza el éxito comienza con un sueño o un experimento, que alguien lleva a cabo en alguna parte del mundo. Todos los sueños y los experimentos son objeto de crítica; eso es de esperar.

La iglesia primitiva y la Iglesia Adventista, en sus comienzos, tomaron tiempo antes de soñar con el experimento de enviar misioneros a culturas y territorios extraños a los nuestros. El experimento tuvo éxito y lo sigue teniendo; la vivencia de experimentar es estresante y agotadora, pero entusiasma. Ciertamente hemos llegado al momento cuando “vuestros ancianos soñarán (deben soñar) sueños, y vuestros jóvenes verán (deben ver) visiones” (Joel 2:28).

5. Conservemos lo que ya ha sido probado y sirve

Hemos hecho muchas cosas a lo largo de varias generaciones para difundir el evangelio. Algunas de ellas todavía son eficaces, pero toda actividad y método debe ser revisado periódicamente. Si bien es cierto que debemos estar abiertos a nuevas posibilidades, necesitamos conservar lo que ya ha sido probado y sirve.

Vino a mi mente esta necesidad después de los horrores del 11 de septiembre de 2001. Ravi Zacharias, un prolífico autor que escribe acerca de evangelización y apologética, trató de encontrarle algún significado a los acontecimientos del 11 de septiembre y, para ello, se refirió a las profecías de Daniel 2 y 8, pidiéndole a la gente que tratara de hallar seguridad en la “venida de Cristo”.[9] Ciertamente, la Iglesia Adventista no tiene el monopolio de la interpretación de las profecías de Daniel 2 y 8, pero, ¿podemos negar su importancia para el mundo de hoy?

Aunque estas profecías sean demasiado conocidas para algunos, una aplicación adecuada y correcta de las profecías bíblicas sigue siendo un factor imprescindible a fin de inducir a la gente a aceptar el evangelio. En muchas partes del mundo, los seminarios acerca de las profecías continúan siendo un valioso instrumento para llevar a la gente a los pies de Jesús.

6. Proporcionemos entrenamiento y recursos adecuados

Se necesita entrenamiento y los recursos adecuados a fin de equipar a la gente para que disemine y siembre la semilla del evangelio. No hay mejor entrenamiento que poner a trabajar a un principiante junto a un obrero experimentado y de éxito. Aprendemos más cuando trabajamos con alguien que si asistimos a seminarios acerca de cómo se debe hacer la tarea.

El entrenamiento y los recursos son invalorables. Pero la confianza ciega en la última moda o en algún nuevo equipamiento puede disolver el espíritu del “hagámoslo” y, finalmente, puede ser contraproducente para la siembra de la semilla.

7. Recordemos que los sembradores no están solos

Es muy fácil que los sembradores se sientan solos y aislados cuando sirven en lugares que sustentan valores y cosmovisiones con los que no están familiarizados. Pero esto no será así si el evangelista deja a un lado su idea de que la testificación es tarea de un llanero solitario y abarca, en cambio, a toda la comunidad de los creyentes y los incluye en la tarea de evangelizar.

Conclusión

Michael Green nos proporciona una desafiante conclusión: “La evangelización y la apologética no son asuntos que surgen como consecuencia de explosiones intelectuales ni técnicas. Se deben, en mayor medida, a las relaciones amistosas y la risa, honestas y directas. Es erróneo imaginar que la gente está endurecida para el evangelio. Sencillamente está aburrida por la manera como tan a menudo se lo presenta: demasiado rígida, demasiado racionalista, demasiado incomprensible para otras cosmovisiones, demasiado estrecha de mente. Asegurémonos de que a ninguno de nosotros se nos puedan lanzar semejantes acusaciones”.[10]

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la División del Sur del Pacífico. También es director del Instituto de Evangelización Pública de esa División.


Referencias:

[1] Philip Jenkins, “The Next Christianity” |La próxima cristiandad), en The Atlantic Monthly (octubre 2002), p. 59.

[2] Ibid., p. 60.

[3] Nick Pollard, Evangelism Made Slightly Less Difficult [Cómo lograr que la evangelización resulte un poco menos difícil) (Leicester. InterVarsity Press, 1997).

[4] Vea William A. Beckham, The Second Reformation Reshaping the Church for the Twenty-first Century [La segunda reforma remodelará la iglesia para el siglo XXI|(Houston: Touch Publications, 1997).

[5] Elena G. de White, El evangelismo (Buenos Aires: ACES, 1978), p. 51.

[6] Pollard, Ibíd., p. 38.

[7] Michael Green, Evangelism Through the Local Church [La evangelización por medio de la iglesia local] (Londres: Hodder and Stoughton, 1993), p. 127.

[8] Ibid.

[9] Ravi Zacharias, Light in the Shadow of Jihad [Luz en medio de las sombras de la guerra santa] (Sisters, Oregon: Multnomah Publishers, 2002), p. 61.

[10] Green, Ibíd., pp. 135, 136.