Como esposas de los pastores, algunas veces estamos tentadas a pensar que tan sólo basta que realicemos nuestras ocupaciones domésticas, que nos esmeremos en educar a los hijos y nos ocupemos de los detalles de la vida doméstica. Sin embargo, hay otras responsabilidades que también reposan sobre nuestros hombros.
Además de amas de casa, de madres de nuestros hijos, de esposas de nuestro compañero, somos siervas de Dios, del Dios que nos dio el privilegio de unirnos al hombre que es mensajero suyo, al ganador de almas; y con él debemos ser ganadoras de almas.
Como Rut le dijo a Noemí, también le diremos: “Tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dios, tu trabajo será mi trabajo. Debemos compartir con nuestro esposo, el pastor, su misma pasión por las almas, su mismo anhelo por evangelizar; debemos orar y trabajar como él por los perdidos, los que sufren, los indecisos y los tentados.
“Sobre la esposa del pastor descansa una responsabilidad que ella no debe ni puede descartar livianamente. Dios le pedirá el talento que le dio y los intereses. Debe trabajar fiel y celosamente junto con su esposo para salvar a las almas” (Evangelism, pág. 674).
“La esposa del pastor puede hacer mucho si así lo desea. Si posee el espíritu de sacrificio propio, y siente amor por las almas, pue- de realizar casi tanto bien como él. Una hermana obrera en la causa de la verdad puede comprender y atender algunos casos, especialmente entre las hermanas, los cuales el pastor no puede tratar” (Id., pág. 675).
Podemos realizar mucho indirectamente para la causa del evangelismo. Primero, conformándonos. Cuando nuestros esposos inician una nueva campaña evangélica, no reclamar a causa de su ausencia o porque nos posterga un poquito. Nuestro yo debe esconderse detrás de la cruz de Cristo y de los miles de perdidos. Cualquier actitud de queja podría influir en los que luchan contra las huestes malignas. Debemos contentarnos también con las mudanzas y los nuevos climas, y además concordar con él gozosamente a fin de hacer frente juntos a cualquier problema que surja.
En segundo lugar, mediante nuestro interés en su trabajo, escuchando atentamente, vibrando con sus experiencias y sintiendo como él el impacto de la lucha. Dice el evangelista Roy Allan Anderson: “Nada es de mayor importancia para un ministro que el saber que su esposa está con él, no solamente en la batalla de la vida y las responsabilidades del hogar, sino también en las experiencias desafiantes y delicadas que constituyen parte de su ministerio”.
Veamos ahora cuáles son algunos de los modos indirectos de realizar evangelismo. En primer término acompañando al esposo en las visitas misioneras y estudios bíblicos. Y esto especialmente cuando el jefe de la familia está ausente con frecuencia o si es celoso. No olvidemos que cuando nuestros esposos nos invitan para realizar estas visitas, debemos alistarnos rápidamente, evitando así que pierda su valioso tiempo.
En segundo término, cuando la situación así lo exige, debemos ser capaces de dar estudios bíblicos. Por ejemplo, si descubrimos que alguna vecina está interesada en el Evangelio, o al encontrarnos con una joven que vacila. Debemos tener siempre los ojos abiertos para captar las oportunidades de evangelizar. Tengamos en nuestro corazón la llama abrazadora de la verdad.
En tercer término, podremos emplear un pequeño proyector para mostrar vistas evangélicas a nuestras amistades.
Además podemos realizar visitas a los hospitales y otras instituciones de beneficencia.
Y finalmente, destacaremos el lugar de la cortesía. La esposa del pastor deberá ser cordial y amigable con las visitas que asisten a las conferencias y con los miembros de la iglesia. Recordemos que “la bondad ha convertido a más pecadores que el celo, la elocuencia y la instrucción”. Cuántas personas están desesperadas, y entre la ruina y la muerte, esperando recibir una mirada de simpatía, una palabra de atención o un cumplido.
La esposa es (tan indispensable en las conferencias como en la iglesia. Puede tomar nuevas direcciones con mucha habilidad y concertar nuevos estudios bíblicos.
Estos son algunos de los trabajos que puede realizar la esposa del pastor en estos tiempos de ocupaciones extraordinarias, porque la mayor parte de ellas se pueden efectuar durante las reuniones.
En cuanto a la falta de tiempo de la que siempre nos quejamos, dice el espíritu de profecía: “La mujer, si aprovecha sabiamente su tiempo y sus facultades, confiando en Dios para obtener sabiduría y fuerza, puede estar en un pie de igualdad con su esposo como consejera, compañera y colaboradora, y sin embargo, no perder su gracia o modestia femeninas” (Evangelismo, págs. 305, 306).
Finalmente, si alguna de nosotras tiene falta de sabiduría, demandémosla a Dios porque él nos la dará abundantemente sin chasquearnos.
Llevemos esta promesa al trono de la gracia y veremos su notable cumplimiento en nuestras vidas. Pidamos al Señor un mayor espíritu misionero, una visión más amplia de nuestros deberes y que esto se traduzca en una vida llena de utilidad y consagración. En aquel día, el día final, el día de las recompensas, nuestros oídos escucharán las palabras más dulces: “Bien hecho”.
Que ésta sea la suerte de todas las que llevamos el título de “esposa del pastor”. Amén.
Sobre el autor: Esposa del pastor Assad Bechara de la Asociación Paulista