La esposa del pastor es para éste un valioso factor de su éxito como obrero en la causa de Dios. Ella gobierna el hogar, fuente de vida e inspiración para el marido, y lugar donde él obtiene alimento y ropa, y bienestar material. Ella cuida de su esposo cuando está enfermo, lo inspira en la meditación y el estudio, y en la oración cuando está inclinado al desaliento. Es su mejor consejera acerca de muchos problemas del hogar, y de las hermanas de la iglesia y los niños. Es un ejemplo para la iglesia y el mundo de lo que el esposo predica y enseña. Lo acompaña en más de una misión de beneficencia e instrucción. Es en muchos sentidos su mano derecha.
Para la esposa del pastor evangélico sería de gran beneficio tener siempre presente su responsabilidad. En su carácter de esposa y de madre le ayudaría la lectura de buenos libros que hablan de sus responsabilidades y privilegios. “El Ministerio de Curación,” de la Sra. E. G. de White, encierra excelentes consejos para la esposa y para la madre en la administración y dirección de un hogar cristiano. La esposa del pastor haría bien en meditar en las vidas de las madres y esposas de que nos hablan las Sagradas Escrituras. Es edificante la vida de la madre de Moisés. Rut, Noemí, Ana, Sara, Priscila, Dorcas, Febe y María, la madre de Jesús, ofrecen ejemplos dignos de ser estudiados.
La esposa del pastor podría extraer enseñanza e inspiración para su vida de lo que han dicho y escrito los grandes hombres acerca de la misión de la mujer. Notemos este pensamiento de Martín Lutero: “No hay en la tierra nada más tierno que el corazón de una mujer donde anida la piedad.” Abrahán Lincoln, lleno de reconocimiento hacia su madre, expresó: “Todo lo que soy y lo que espero ser se lo debo a mi madre angelical.” Y dice la Palabra inspirada: “El que halló esposa halló el bien, y alcanzó la benevolencia de Jehová.” (Prov. 18:22.) “De Jehová la mujer prudente.” (Prov. 19:14.) Estos conceptos relativos a la mujer pueden guiar la conducta de la esposa del pastor en el hogar y servirle de estímulo en la abrumadora tarea de la vida.
El único lugar donde la esposa del pastor alcanza suprema importancia es el hogar. En él tiene la humanidad sus recursos más valiosos. Una de las mayores contribuciones de la esposa a la obra del pastor consiste en mantener el hogar ordenado y limpio. Alguien dijo que la limpieza sigue a la piedad. Cuando el pastor sale en jira, para ayudar a los perdidos, de un hogar desordenado y sucio, no parte dignamente para cumplir los altos deberes de su ministerio.
Pero quien deja tras sí un hogar prolijo y bien cuidado, lleva una fuerza secreta para cumplir su misión. Un buen lema para el hogar es: “Un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar.” La puntualidad en el comer, y al celebrar el culto de familia e ir a la iglesia, ayudan al pastor en su trabajo; y la esposa es un factor importante para alcanzar esa puntualidad en todos los casos.
La esposa piadosa cuidará de que la casa termine de ordenarse el viernes de tarde, y así todo esté dispuesto al llegar las horas del sábado. La cocina y el baño limpios, las ropas limpias y bien planchadas contribuyen a dar al hombre y a la mujer ánimo para proseguir la lucha en la vida.
En el hogar del pastor debiera reinar calor y simpatía cristiana. La esposa procurará mostrarse amable con las visitas, puesto que la iglesia y el mundo consideran la casa del pastor como una especie de ciudad de refugio. Se dispondrán los muebles con buen gusto, adornándose las paredes con cuadros que por lo bellos, por lo artísticos eleven el espíritu de los moradores de la casa y de las visitas. Si la esposa toca el piano o el armonio, la música tendrá su efecto en las vidas de los niños y de los demás.
En el hogar del pastor han de hallar hospitalidad los extraños y los pobres. En su práctica de esa virtud, “algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.” El Señor nos dice que “a Jehová empresta el que da al pobre.” (Prov. 19:17.) Los menos afortunados debieran poder sentirse a gusto en casa del pastor, donde debería prepararse alimento para los pobres, acogiéndose a quienes soportan la adversidad de la vida. Que todos encuentren allí el estímulo, la ayuda y el consuelo que buscan, y que las esposas de los pastores comprendan plenamente el elevado privilegio de que disfrutan cumpliendo su ministerio doméstico.
Una de las actividades en que la esposa del pastor puede ejercitar sus más valiosos dones es la crianza de los hijos. Los niños adquieren muy temprano los hábitos y las costumbres de sus padres; y es la madre quien les enseña las más importantes lecciones de la vida. Debiera inculcárseles muy pronto el valor de la obediencia. El niño que ha aprendido a obedecer posee una herencia preciosa que le será útil toda la vida. No hay adulto que no se sienta contento de haber llegado a entender el significado de la obediencia. Cuando la convicción nos mueve a sujetar nuestra voluntad a los grandes principios de la vida, o nos vemos obligados a aceptar las circunstancias que ella nos depara, entonces nos congratulamos de haber aprendido a obedecer en la infancia. ¿Cómo puede un padre enseñar a su hijo a obedecer, si él mismo no sabe hacerlo? Cuanta más preparación tengamos en ese sentido, mejor podremos guiar a otros en el camino de la vida.
Desde la más tierna infancia debe enseñarse a los niños a llevar responsabilidades por medio de pequeñas tareas domésticas. Tendiendo la cama, ayudando a lavar los platos, quitando el polvo de los muebles, entrando la leña, haciendo mandados, manteniendo la casa en orden y arreglando sus juguetes antes de irse a dormir pueden aprender lecciones muy valiosas. Las madres que pasan por alto estos detalles perjudican a sus hijos. Debieran preocuparse de enseñar a los pequeños las cosas de la vida mientras están con ellos en el hogar o en la calle, contestando a las preguntas que les formulan sobre lo que ven y oyen. La madre sabia se complace en responder las muchas preguntas de los niños, ex pilcando lo que para ella es simple pero que aparece confuso a los ojos infantiles. De este modo se convertirá en la mejor consejera y guía de sus hijos, cuando alcancen la juventud. Madres: preparad las cosas con proyecciones hacia el futuro.
La esposa del pastor tiene también una tarea que cumplir en la educación religiosa de sus hijos. Debe inculcarles desde pequeños la reverencia en los cultos. Algunos padres temen llevar demasiado pronto a sus niños a la iglesia. Pero si desde pequeño sabe lo que es portarse mal, también puede aprender a portarse bien. Desde una edad muy temprana debe aprender hábitos de reverencia: tanto en el hogar como en la iglesia ha de ser educado en la oración reverente. También ha de formarse en él la costumbre de asistir a la escuela sabática. La esposa del pastor no permitirá que sus hijos coman durante el culto sabático, ni que corran por los pasillos o jueguen con personas que estén sentadas delante o detrás. Los otros miembros de la iglesia imitarán el comportamiento de la familia del pastor. Por lo tanto, vigílese la conducta en todo momento.
La esposa del pastor, guiada por la prudencia, jamás criticará a los pastores u obreros de la asociación en presencia de los niños, ni hallará faltas al esposo cuando queda sola con ellos. Tal costumbre puede tener funestas consecuencias. Cuando los padres critican a la iglesia y al predicador, los hijos pierden la confianza en Dios, y muchas veces hasta en los padres. Los niños criados bajo tales influencias frecuentemente se vuelven incrédulos.
Al ayudar al pastor en sus tareas la esposa disfrutará de muchas satisfacciones. Mientras lo acompaña a dar estudios bíblicos adquirirá prestigio entre la gente, y siempre que la oportunidad se presente se la consultará sobre problemas del hogar o propios de la esfera femenina. Con ello crecerán de continuo su responsabilidad y sus privilegios. El participar en las tareas de la escuela sabática, de la sociedad de jóvenes o de la sociedad de Dorcas. le brindará la profunda satisfacción de contribuir concretamente a la gran obra de Dios.
La esposa del pastor prestará mucha utilidad en la iglesia si toca el piano o el armonio, o si hace uso de sus cualidades para el canto. ¡Qué hermosos mensajes espirituales brindan el canto y la música instrumental! ¡Y cuántas bendiciones puede proporcionar a la iglesia una esposa de pastor que enseñe a los niños y jóvenes a cantar alabanzas a Dios!
La esposa del pastor, si es sensata, no esperará que su marido la entere de las confidencias que recibe mientras trabaja en favor de las almas. La gente confía sus cuitas al pastor, pero no desea que las comparta con su esposa u otra persona. El pastor que lo hace pronto se verá privado de la confianza de sus feligreses y fracasará en su misión.
Una esposa de pastor sensata jamás dará la sensación de dominar al esposo. Tengo observado desde hace tiempo que uno de los mayores errores que puede cometer la esposa de un obrero es difundir el rumor de que el pastor piensa y dice lo que ella le dicta. ¡Evitad estas cosas, esposas de pastores, para evitar que fracase la obra de ambos!
Que cada esposa recuerde que mientras el pastor hace su parte hablando a la gente, ella debe cumplir la suya con el ejemplo callado. Mediten en el gran papel y responsabilidad que deben desempeñar compartiendo la proclamación del Evangelio.
Permitid que os recuerde que sois reinas sin coronas, heroínas sin homenaje, en el ámbito del hogar, la más elevada institución humana. Mantened ese hogar intachable. Fortalecedlo para que sirva como ciudad de refugio a los hambrientos y desanimados. Andad entre la gente del mundo con esa sencillez evangélica y esa dignidad de que habla la Biblia y que serán reconocidas algún día como lo más grande de la tierra.