Todo obrero que trabaja en la causa de Dios, independientemente del lugar o la posición que ocupa, debe reconocer las implicaciones espirituales de su vocación. No hay ninguna fase de nuestra actividad denominadonal, ningún departamento de nuestra obra, que no tenga alguna relación con las cosas espirituales. Por lo tanto, al seleccionar a los obreros, la espiritualidad constituye el primer requisito. Dentro de ciertos límites, hasta la habilidad y la eficiencia se sacrifican por esta condición esencial y sobresaliente.

“Es un hombre espiritual”, es una de las cosas más admirables que pueda decirse de un obrero adventista. Reunirá en forma evidente ciertas características vitales si vive plenamente el significado de esa expresión. Estará dedicado a su vocación. Amará y respetará a la gente. Será consciente de su relación con Dios y del significado del crecimiento constante en la gracia. También será templado. Será un elemento de buen éxito para la obra. No será una mera partida del pasivo y en ningún caso constituirá un problema. Irá en camino hacia las grandes alturas de la humildad verdadera y del poder, y hacia el digno cumplimiento de su vocación divinamente señalada. Seguirá las huellas

de Juan el Bautista, ese benemérito ejemplo de los obreros espirituales, quien, con toda sinceridad pudo decir cuando fué tentado a experimentar un espíritu de celo y exaltación propia: ”A él conviene crecer, mas a mí menguar” (Juan 3:30). Su prestigio se redujo ante los hombres, pero se elevó mucho para la estima del cielo. Según la apreciación que Jesús hizo de Juan, no había nacido otro hombre mayor que él.

Hábitos de vida espiritual

Es imperioso que aquellos que han entrado en las filas de la iglesia como obreros, establezcan y practiquen hábitos de vida espiritual que signifiquen un progreso constante como individuos y también como obreros. ¿Hacia dónde puede volverse el obrero en busca de una dirección segura y de una corrección digna de confianza? Vivimos en un tiempo de confusión y de innumerables voces. Una babel de mensajes hablados y escritos nos presiona desde todas direcciones: la televisión, los libros y las revistas. Todos exigen reconocimiento y pretenden ser conductores autorizados que llevan hacia un mayor poder y una luz espiritual más abundante. Vivimos en una época de agitación y desorden espirituales. La gente profesa más religión y sabe menos de ella que en cualquier época anterior. Hace poco se dijo respecto de un destacado personaje de la vida política: “Es muy ferviente acerca de una religión indefinida”. El fervor que se siente por una cosa indefinida, no importa cuán intenso sea, desemboca únicamente en una gran confusión. Como obreros debemos ser fervientes y definidos, moviéndonos en una dirección segura.

El gran valor del Espíritu de Profecía

Los adventistas somos más afortunados que cualquier otro pueblo, porque contamos con el espíritu de profecía, un don del cielo. Nos conduce clara y seguramente a través del laberinto de incertidumbres. Señala con certeza el camino hacia una vida espiritual más profunda y un mayor servicio para Dios. Tomemos como ejemplo el excelente libro Obreros Evangélicos, que es una compilación de un conjunto más amplio de escritos inspirados, consejos y amonestaciones para la vida y la actividad de los obreros adventistas. La primera sección lleva por título “Llamados a una vocación santa”. Esto nos hace detenernos y contemplar con reverencia la solemne vocación a que ha sido llamado cada obrero de esta causa. En la misma sección aparecen otros temas penetrantes y retadores: ‘’En lugar de Cristo”, “El carácter sagrado de la obra”, “El campo es el mundo”, “La responsabilidad del ministro” y “La perspectiva”. Si tuviéramos únicamente esta sección como producto de la pluma inspirada al alcance de los obreros, contaríamos con un rico caudal de consejos. Pero hay muchísimo más que esto.

Hace poco un ministro de otra denominación nos decía: “Vuestra iglesia ha sobrepasado a la nuestra aunque ambas se iniciaron más o menos por el mismo tiempo. He tratado de analizar la razón, y creo que se debe a que vosotros contáis con obreros y dirigentes mejor preparados”. Ese ministro había dado con la explicación correcta. Nuestros obreros y dirigentes están mejor preparados. ¿Dónde han obtenido esa preparación mejor? ¿En nuestros colegios? En parte, sí. Pero nuestra educación real para el servicio procede mayormente de la pluma de la mensajera del Señor. Nuestros obreros han encontrado una gran inspiración en sus escritos. En esta fuente han hallado dirección para conducir acertadamente la obra del Señor. Han avanzado con poder porque, por la gracia de Dios, se han esforzado por atender y seguir fielmente esta instrucción. En tanto nosotros, como obreros, continuemos adhiriéndonos a estos consejos inspirados, seguiremos adelantando con poder hacia una posición cada vez más firme.

Nuestra necesidad de una comunicación diaria

Hace más de treinta años descubrí y marqué cuidadosamente, en la página 105 de Obreros Evangélicos, una gema que considero una amonestación clave para los obreros adventistas. Con frecuencia la he vuelto a analizar durante las tres décadas pasadas. Ahora es tan oportuna como cuando fué escrita.

“En el gran conflicto que vamos a tener que afrontar, el que quiera mantenerse fiel a Cristo deberá penetrar más hondo que las opiniones y doctrinas de los hombres. Mi mensaje a los predicadores jóvenes y ancianos, es éste: Observad celosamente vuestras horas de oración, estudio de la Biblia y examen de conciencia. Poned aparte una porción de cada día para estudiar las Escrituras y comulgar con Dios… El solo puede darnos aspiraciones nobles; él solo puede moldear el carácter según la semejanza divina. Acercaos a él en oración ferviente, y él llenará vuestros corazones de propósitos elevados y santos y de profundos y fervientes anhelos de pureza y claridad de pensamiento”.

Ningún obrero que preste atención a esta amonestación puede permanecer en el nivel de lo común. Está destinado a realizar una obra fructífera y a triunfar en su vida.

Al entrar en contacto con nuestros obreros he quedado impresionado por la alta estima en que tienen a los escritos del espíritu de profecía. Esto es de buen augurio para el futuro de nuestra obra en todo el mundo.

Por lo tanto, beneficiémonos al máximo con esta fuente de buenos consejos divinamente inspirados. Es una valiosa ayuda para nuestro crecimiento “en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Si apreciamos y seguimos fielmente este consejo inspirado, por la gracia de Dios no seremos “ociosos ni estériles”.

Sobre el autor: Presidente de la Asociación General