Marco histórico
El dispensacionalismo, como sistema de interpretación de las Escrituras, puede comprenderse mejor contrastándolo con los antecedentes de su aparición histórica en el siglo XIX. Se adjudica a Juan N. Darby (1800-1882), uno de los principales fundadores del movimiento de los Hermanos de Plymouth en Inglaterra, el desarrollo de un nuevo sistema de interpretación teológica no conocido hasta entonces en la historia cristiana. Clarence B. Bass, dispensacionalista al principio, descubrió -durante su investigación doctoral en la doctrina de la iglesia de Darby- “un modelo básico de interpretación que diverge ampliamente del de la fe histórica”.[1]
Dice Bass en su estudio histórico: “Darby introdujo no sólo nuevos conceptos en teología, sino todo un nuevo principio de interpretación. El mismo admitió que este principio había estado escondido para la iglesia durante diecinueve siglos, para luego serle revelado sólo a él”.[2]
Este nuevo principio consistía en un literalismo estrictamente aplicado a la interpretación de la Biblia, que conducía a una marcada distinción entre “Israel” y la “iglesia”, y entre las “dispensaciones” de la ley y de la gracia.
Bass concluye: “Cualquiera sea la evaluación que la historia haga de este movimiento, ella atestiguará que el dispensacionalismo está enraizado en el concepto de iglesia sostenido por Darby, un concepto que distingue definidamente a la iglesia de Israel”.[3] Darby concibió la idea de que la iglesia no estaba profetizada en el Antiguo Testamento. Por ello comenzó a enseñar una esperanza futura para Israel fuera de la iglesia, basado en su conjetura de que las promesas del pacto de Dios dadas a Abrahán e Israel eran incondicionales. Por consiguiente, ideó toda una nueva cronología de los eventos finales para salvaguardar la premisa de una esperanza separada para Israel luego de que la iglesia haya sido raptada de la tierra al cielo. El concepto de Darby, de que es un error fundamental del cristianismo histórico creer que la iglesia de Jesucristo es el verdadero Israel, y que por lo tanto ha heredado las promesas y responsabilidades de los pactos hechos con Israel, es aún hoy la suposición básica del dispensacionalismo moderno.
Necesitamos recordar el clima espiritual de comienzos del siglo XIX, con su liberalismo teológico, su pérdida de la esperanza en la segunda venida de Cristo, y su generalizada ignorancia de las enseñanzas bíblicas, para comprender la aceptación que tuvo la teoría de Darby. William E. Cox explica: “Las enseñanzas de los Hermanos, con su énfasis en las profecías y en la segunda venida de Cristo, satisficieron una necesidad en la vida del pueblo espiritualmente hambriento de aquella generación. ¡No es difícil reemplazar un vacío! Darby no sólo regresó a la fe dada una vez a los santos -que se admitía que se había descartado y era necesario recuperar-, sino que fue más allá de aquella fe, introduciendo muchas enseñanzas propias, que nunca se habían oído antes”.[4]
Sin embargo, en la década de 1920, muchos dirigentes del movimiento fundamentalista creían que para ser fundamentalistas -o sea, creer en las enseñanzas fundamentales de las Sagradas Escrituras-, automáticamente debían ser dispensacionalistas. Como sistema, este dispensacionalismo moderno se levantó como una reacción contra las espiritualizaciones de la teología liberal del siglo XIX. Se originó en las enseñanzas de Juan N. Darby y se popularizó con las notas de pie de plana de la Scofield Reference Bible (1917) y The New Scofield Reference Bible (Nueva York, Oxford University Press, 1967). La teología dispensacional fue sistematizada por Lewis Sperry Chafer (sucesor de C. I. Scofield) en su obra apologética Systematic Theology (8 tomos), y en los escritos de Juan F. Walvoord, actualmente presidente del Seminario Teológico de Dallas. El dispensacionalismo, en principio, se enseña en el Moody Bible Institute (Chicago) y en casi doscientos institutos bíblicos de Estados Unidos. La revista dispensacionalista es Bibliotheca Sacra, heredada por el Seminario Teológico de Dallas en 1934.
Autores populares como Hal Lindsey, Salem Kirban y otros, han influido en millones por medio de sus escritos y películas para que acepten el futurismo dispensacionalista -una “guerra del Armagedón” en el Medio Oriente y el establecimiento de un reino milerial de los judíos con su centro en Jerusalén- como el verdadero cuadro profético del plan de Dios para el pueblo judío y para el mundo.
Por supuesto, el hecho de que Darby haya sido el originador del sistema dispensacionalista no quiere decir que por ello el sistema sea falso o verdadero. La veracidad o falsedad del dispensacionalismo depende exclusivamente de su armonía o falta de armonía con las Sagradas Escrituras. La pretensión del dispensacionalista Harry A. Ironside de que las enseñanzas de Darby “¡casi no se encuentran en un libro o sermón por un período de mil seiscientos años!”,[5] nos invita a una investigación crítica de la esencia del dispensacionalismo: su particular hermenéutica del literalismo
La hermenéutica del literalismo
El dispensacionalismo representa el sistema de interpretación bíblica que sostiene que en las Escrituras los términos “Israel” e “iglesia” siempre representan dos pueblos que pactaron con Dios esencialmente diferentes: un reino terrenal, nacional-teocrático para Israel, mientras que para la iglesia sólo hay un lugar eterno en el cielo. Como dice Lewis C. Chafer: “El dispensacionalista cree que a través de las edades Dios está persiguiendo dos propósitos diferentes: uno está relacionado con la tierra, con un pueblo terrenal e involucra objetivos terrenales; el otro está relacionado con el cielo, con un pueblo celestial e involucra objetivos celestiales”.[6] Daniel P. Fuller concluye correctamente: “La premisa básica del dispensacionalismo es el doble propósito de Dios expresado en la formación de dos pueblos que mantienen su distinción por la eternidad”.[7]
En otras palabras, el dispensacionalismo mantiene escatologías diferentes para “Israel” y para la “iglesia”, en las que cada una tiene sus propias promesas de pacto contrastantes. La esencia del dispensacionalismo consiste, entonces, en que “usa bien” (en inglés, “divide bien”) las Escrituras, no meramente dividiendo espacios de tiempo o dispensaciones, sino también secciones de las Escrituras: las que se aplican a Israel o a la iglesia o a los gentiles, división que se deriva de 1 Corintios 10:32. Chafer enseñó que las únicas Escrituras dirigidas específicamente a los cristianos son el evangelio de Juan, el libro de los Hechos y las epístolas del Nuevo Testamento.[8]
Ellos sostienen que el conflicto final o la tribulación de Apocalipsis 6-20, será entre el anticristo y los judíos piadosos, no entre el anticristo y la iglesia de Cristo, porque, como dice J. F. Walvoord, “básicamente el libro como un todo no se ocupa del programa de Dios para la iglesia”.[9]
Al principio fundamental del que surge esta compartimentalización de las Escrituras lo llama “literalismo consecuente”. Uno de sus portavoces modernos, Carlos C. Ryrie, dice categóricamente: “Siendo que el literalismo consecuente es el principio de interpretación obvio y lógico, el dispensacionalismo está más que justificado.
“El dispensacionalismo es el resultado de la aplicación consecuente del principio hermenéutico básico de interpretación literal normal o directa. Ningún otro sistema de teología puede sostener esto.
“El literalismo consecuente es el corazón mismo de la escatología dispensacional”.[10]
Las implicaciones de este principio de literalismo tienen grandes alcances en la teología, especialmente en la escatología. Exige el cumplimiento literal de las profecías del Antiguo Testamento, que por consiguiente debe ocurrir en algún momento futuro en Palestina, “porque la iglesia no las está cumpliendo ahora en ningún sentido literal”.[11] De esta forma el literalismo necesariamente nos conduce al futurismo dispensacional en la interpretación profética del Israel nacional.
De acuerdo con el dispensacionalismo, la Iglesia de Cristo, que nació el día del Pentecostés, como se registra en Hechos 2, definidamente no es una parte de los pactos de Dios con Abrahán y David. La iglesia cristiana con su Evangelio de gracia es sólo una “interrupción” del plan original de Dios para con Israel, un “paréntesis” (Ironside) o “intercalación” (Chafer), imprevista por los profetas del Antiguo Testamento, y sin conexión alguna con las promesas de Dios de un reino terrenal formuladas a Abrahán, Moisés y David.
Es básica en el sistema dispensacionalista la suposición de que Cristo se ofreció a sí mismo a la nación de Israel como Rey mesiánico, para establecer el glorioso reino terrenal prometido a David. Sobre este supuesto se apoya la inferencia de que Cristo “pospuso” el ofrecimiento de su reino cuando Israel lo rechazó como su Rey legal. En cambio, Cristo comenzó a ofrecer su reino de gracia (de Mateo 13 en adelante) como un pacto temporario de gracia, que concluiría tan pronto como estableciese nuevamente la nación judía como teocracia. La iglesia de los creyentes nacidos de nuevo primero debe ser sacada de este mundo mediante un rapto, repentino e invisible, antes que Dios pueda cumplir sus promesas “incondicionales” hechas a Israel en el Antiguo Testamento. La nación judía restaurada será sumida entonces en las tribulaciones del “tiempo de angustia de Jacob”. Por ello, el dispensacionalismo requiere un “rapto pretribulacionista” de la iglesia de Cristo.
El dispensacionalismo afirma que las promesas de los pactos del Antiguo Testamento hechas a Israel podrán cumplirse sólo para la nación judía (en todos sus detalles, como está registrado) durante el futuro milenio judío de Apocalipsis 20. Sólo entonces los propósitos de Dios para con Israel, específicos e incondicionales, se consumarán gloriosamente. Esto implica necesariamente la reconstrucción del templo de Jerusalén y la reimplantación de los sacrificios de animales en “conmemoración” de la muerte de Cristo. Todas las naciones reconocerán, entonces, al Israel nacional como pueblo favorecido por Dios. Ryrie dice: “Esta culminación milenial es el clímax de la historia y el gran objetivo del plan de Dios para las edades”.[12]
De este modo queda bien claro que el dispensacionalismo separa a la iglesia de Cristo del plan redentor total de Dios para Israel y la humanidad, y restringe el futuro reino de Dios a la restauración de un reino estrictamente judío, comúnmente llamado reino milenial.
Esta dicotomía entre Israel y la iglesia, entre él reino de Dios en la tierra y la iglesia, entre el Evangelio del reino de Jesús y el Evangelio de la gracia de Pablo es la consecuencia lógica de la adopción del principio de interpretación literalista de la Palabra profética de Dios.
La Clave para el Antiguo Testamento: ¿literalismo o Nuevo Testamento?
De acuerdo con Cristo y el Nuevo Testamento, ¿es la hermenéutica dispensacional del “literalismo consecuente” la clave genuina para interpretar el cumplimiento futuro de las profecías del Antiguo Testamento? La hermenéutica del literalismo dispensacional, ¿está relacionada orgánicamente (genuina e intrínsecamente) con las Sagradas Escrituras, o es una presuposición forzada desde afuera sobre la Palabra de Dios como una “norma objetiva”[13] para salvaguardar la Biblia contra espiritualizaciones y alegorizaciones injustificables? ¿No debería derivarse inductivamente del mismo registro inspirado el principio “objetivo” para comprender la Palabra de Dios?
El punto cardinal es éste: ¿Se le permitirá al creyente cristiano tomar los escritos del Antiguo Testamento como una unidad en sí misma, aislada del testimonio de su cumplimiento en el Nuevo Testamento, o deberá aceptar conjuntamente al Antiguo y Nuevo Testamento como una revelación orgánica de Dios en Cristo Jesús?
¿Se le permitirá al expositor cristiano interpretar el Antiguo Testamento como la revelación final y completa de Dios al pueblo judío -un canon cerrado- sin permitir que Jesucristo sea el verdadero intérprete de Moisés y los profetas, y sin permitir que el Nuevo Testamento, como la revelación final de Dios, tenga la suprema autoridad para interpretar las profecías del Antiguo Testamento de acuerdo con Cristo?
En primer lugar, el Antiguo Testamento solo carece de la norma guiadora de Jesucristo y sus apóstoles para una comprensión cristiana de las Escrituras hebreas. Se introduce entonces el principio del “literalismo” en ese vacío de un canon inconcluso de las Escrituras para proveer la norma guiadora de interpretación que Cristo y el Nuevo Testamento, designados por Dios, debían cumplir. El mismo término “literalismo” llega a tener un significado dudoso si se define con él la exégesis histórico-gramatical, literal o normal, del Antiguo Testamento, para luego exaltarla como la verdad final en el canon total de la Biblia, de forma tal que Cristo y los escritos apostólicos no tengan autoridad para revelar, modificar o reinterpretar las promesas de los pactos del Antiguo Testamento.
Carlos C. Ryrie declara que el punto de vista dispensacionalista de la revelación progresiva puede aceptar luz adicional, pero no que el término “Israel” pueda significar “iglesia”. Esto sería una “contradicción” inaceptable de términos y conceptos.[14]
El dispensacionalismo niega que exista una relación orgánica entre las profecías del Antiguo Testamento y la iglesia de Jesucristo. Rechaza la aplicación tradicional de las promesas del reino davídico al gobierno espiritual de Cristo sobre su iglesia porque de hacerlo interpretaría las profecías alegóricas y no literalmente, y por lo tanto ilegítimamente.
Un interrogante crucial resulta ser: ¿Aceptan realmente los dispensacionalistas el carácter orgánico de la Biblia como un todo? En otras palabras, ¿aceptan la unidad espiritual y teológica de la revelación del Antiguo y Nuevo Testamento?
¿Debería establecerse nuestra idea de “literalismo” como la más alta norma para la comprensión del cumplimiento final de las profecías de Israel, o debería ser Jesucristo mismo nuestra norma para la comprensión plena de todo el Antiguo Testamento? F. F. Bruce nos da la respuesta: “La forma en que el Señor utilizó el Antiguo Testamento podría muy bien servir como nuestra norma y modelo de interpretación bíblica; y los cristianos podrán además recordarse a sí mismos que parte de la obra actual del Espíritu Santo consiste en abrir las Escrituras ante ellos como el Cristo resucitado lo hizo con los discípulos en el camino a Emaús”.[15]
Referencias:
[1] Backgrounds to Dispensationalism, Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1977, pág. 9
[2] Ibid., pág. 98.
[3] Ibíd., pág. 127.
[4] An Examination of Dispensationalism, Filadelfia, PA, Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1963,
págs. 4, 5.
[5] The Mysteries of God, Nueva York, Loizeaux Bros., 1908, págs. 50, 51, citado por D. P. Fuller, Gospel and Law, Grand Rapids, Michigan, Eerdams, 1980, pág. 13.
[6] Chafer, “Dispensationalism”, Bibliotheca Sacra BS 93 (1936), pág 448.
[7] Daniel P. Fuller, The Hermeneutics of Dispensationalism, disertación no publicada, Seminario Teológico Bautista del Norte, Chicago, Illinois, 1957, pág. 25.
[8] Chafer, Ib id., págs. 406, 407.
[9] Walvoord, The Revelation of Jesus Christ, Chicago, Moody Press, 1967, segunda edición, pág. 103.
[10] C. C. Ryrie, Dispensationalism Today, Chicago, Moody Press, 1965, págs. 97, 96 y 158 respectivamente.
[11] Ibid., pág. 158.
[12] Ibid., pág. 104.
[13] Ryrie en Ibid., pág. 88, dice: “¿Cómo podría ponerse coto a la variada gama de interpretaciones que la imaginación del hombre puede producir si no hubiese una norma objetiva como la que nos provee el principio literal?”
[14] Ibid., pág. 94.
[15] Baker’s Dictionary of Theology, Baker Book House, 1973, pág. 293.