Exhortación y aliento para una comunidad de fe.

            Era un pequeño grupo de creyentes, entre veinte y treinta solamente, pero compartían una experiencia común de escasez.[1] Habían dejado atrás la garantizada y segura identidad que una comunidad histórica y fuertemente tejida puede proveer en la forma de una sinagoga del primer siglo.[2] E1 judaísmo era una religión ampliamente diseminada y reconocida en el mundo grecorromano. La mayoría de los judíos del primer siglo habrían pensado que era una locura arriesgar la comparativa seguridad de su comunidad mundial por las incertidumbres del movimiento en ciernes de Jesús.

            Peor aún, ellos sentían la cruel mofa de aquellos que no compartían su creencia en Jesús. Ex compañeros acumulaban abuso verbal sobre este pequeño grupo de judíos creyentes que habían “comprometido” su herencia siguiendo a Jesús, el judío crucificado. “¿Dónde está Jesús ahora?”, se burlaban ellos. “¿Dónde están su templo y su altar?” “¿Tienen ustedes un pacto con Dios?” “¿Dónde están su historia y tradición?”

            E1 pastor de este pequeño grupo de judíos creyentes estaba ausente, pero esperaba que “os sea restituido más pronto” (Heb. 13:19). Mientras tanto, escribió una palabra de ánimo, junto con una serie de preciadas advertencias. Esa carta es lo que hoy conocemos como la Epístola a los Hebreos.

SUS LUCHAS

            Se dice de estos creyentes judíos: “sostuvisteis gran combate de padecimientos […] con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo” (Heb. 10:32, 33). Algunos habían sido arrojados en prisión” A muchos se los había despojado de su propiedad (vers. 34), probablemente mientras se encontraban en prisión.

            El énfasis de su pastor está en la comunión en el sufrimiento y la lealtad absoluta: “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Heb. 13:3). Habían visto de cara a la muerte, mientras luchaban contra la hostilidad de su antigua comunidad (Heb. 12:3, 4).

            Algunos estaban por abandonar su confianza y retroceder (Heb.10:35, 38, 39). En realidad, algunos se encontraban a la deriva, alejándose del mensaje que habían escuchado Heb. 2:1), y otros habían dejado de congregarse (Heb. 10:25). Sus manos se estaban cayendo y sus rodillas se estaban paralizando; estaban retrocediendo en lugar de avanzar (Heb. 12.12). Estaban en peligro de recaer (Heb. 6;6), de pisotear al Hijo de Dios (Heb. 10:29), de desechar la voz de Dios (vers. 25), cansados de ánimo hasta desmayar (Heb. 12:3) y dejándose llevar por doctrinas diversas y extrañas (Heb. 13:9). De hecho, el pastor temía que estuvieran “crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Heb. 6:6). En verdad, esta era una comunidad necesitada de exhortación y aliento.

RESPUESTA INICIAL DEL PASTOR

            El primer asunto que la exhortación del pastor aclara a los hebreos era la antigüedad y la superioridad de la fe de Jesús. Jesús era el eterno Hijo a través del cual Dios había hablado ahora (Heb.12:3). Y, como Hijo (Sal. 2:7; 2 Sam. 7:14), era superior a todos los mensajeros (profetas) a través de los cuales Dios había hablado a “nuestros padres” en el pasado (Heb. 1:1, 5), incluyendo a Moisés (Heb. 3:1-6). La superioridad de Jesús sobre los mensajeros se dejó en claro al contrastar al Hijo con los mensajeros (vers. 6-13). El autor afirma esto con una serie de pasajes del Antiguo Testamento (AT) que aplicó a Jesús (Deut. 32:43 [griego AT]; Sal. 45:6, 7; 102:26-28; 110:1). Nota que “Señor”, en Hebreos 1:10, se refiere a Jesús.[3] Él es el Agente creador de Dios (vers. 2, 3), quien “fundó la tierra” y creó los cielos (vers. 10). Y, aunque ellos todos se “envejecerán como una vestidura” (vers. 11), el Hijo permanece para siempre (vers. 11, 12).

            “Por tanto”, les recuerda su pastor, “teniendo un gran sumo sacerdote”, un Sacrificio, un Santuario, un Pacto, una Tierra Prometida y un Ciudad Escogida, “Jesús” es “el Hijo de Dios” (Heb. 4:14), quien es “hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Heb. 6:20). “Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable” (Heb. 7:24), mientras que la muerte impidió que los sacerdotes levitas continuaran en su oficio (vers. 23). Por definición, los sumos sacerdotes ofrecían sacrificios, así que “es necesario que también éste [Jesús] tenga algo que ofrecer” (Heb. 8:3); y “esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Heb. 7:27), y “el sacrificio de sí mismo’ fue para quitar el pecado (Heb. 9:26).

            La sangre de toros y carneros tenía que ver solamente con la contaminación externa, pero eran completamente inadecuados como medios para limpiar la realidad interna del pecado (Heb. 9:9, 10; 10:4, 11). La muerte (sangre) de Jesús es la fuerza potente que santifica verdaderamente (Heb. 10:10; 13:12), perfecciona (Heb. 10:14), perdona (vers. 18) y limpia e1 pecado en el nivel más profundo del corazón humano (vers. 22). “Por eso” –esto es, la efectividad de la muerte de Cristo para purgar el pecado-, Jesús “es mediador de un nuevo pacto [o promesa]” (Heb. 9:15; 12.24), de hecho, “de un mejor pacto” (Heb. 8:6). Este Nuevo Pacto logró lo que meramente prefiguraba el antiguo; es decir, “la promesa de la herencia eterna” (Heb. 9:15), “perdón” (Heb. 10:17, 18), acceso “ante Dios” (Heb. 9:24) y “la plena certeza de la esperanza” (Heb. 6:11), una esperanza que es “segura y firme” (vers. 19) El acceso abierto a la misma presencia de Dios que ha logrado la muerte de Jesús era de ánimo para 1os cansados judíos creyentes, a fin de seguir adelante con confianza y completa seguridad (Heb. 3:6, 14, 4:16, 10:19-22, 35; 11:1; 13:6).

            De este modo, el pastor le aseguró a su pequeño rebaño que tiene a Jesús como su Sumo Sacerdote; su muerte, como su Sacrificio; y el cielo mismo, como su Santuario (Heb. 9:24); el Nuevo Pacto, como su garantía divina; una Patria celestial, como su tierra mejor (Heb. 11:15, 16); y la Jerusalén celestial, como su ciudad “la ciudad del Dios vivo” (Heb. 12:2, 11, 10, 16). O, para utilizar su adjetivo favorito, los cristianos[4] tienen un mejor líder (Heb. 1:4), una mejor esperanza (Heb. 6:9; 7:19), una mejor promesa de pacto (Heb. 7:22, 8:6), un mejor sacrificio (Heb. 9:23), mejores posesiones (Heb. 10:34), una mejor patria (Heb. 11:16), una mejor resurrección (vers. 35) y un mejor futuro (vers. 40).[5]

EL LLAMADO A PRESERVAR

            El pastor apela a dos ejemplos de aquellos que padecieron sufrimiento y, sin embargo, siguieron adelante: Jesús y los héroes de la perseverancia del pasado. El Salmo B, destaca el pastor, prometió que los seres humanos serán coronados con gloria y honor, y que todas las cosas les estarían sujetas. No obstante, no vemos eso todavía. No, de hecho, dijo el pastor, “pero vemos a […] Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte” (Heb. 2:5-9; énfasis añadido). Por medio del sufrimiento, fue levantado para ser un sumo sacerdote misericordioso (vers. 17, 18). A pesar de que era un Hijo, sin embargo, supo 1o que significaba permanecer en su curso a pesar del dolor (sufrimiento) (Heb. 4:15; 5:8).

            La experiencia de sufrimiento de la comunidad, a causa de su fe, los unió con los sufrimientos de Cristo, “al autor de la salvación de ellos”, quien fue plenamente preparado “por aflicciones” (Heb. 2:10). Jesús probó la muerte por todos (vers. 9), y por su muerte apartó a la pequeña comunidad, y a nosotros también, para Dios (Heb. 10:10, 14).Así que, aquel cuyo sufrimiento consagra (esto es, el Hijo) y aquellos que son consagrados (esto es, los creyentes) están unidos al Padre, “por lo cual no se avergüenza [Jesús] de llamarlos hermanos” (Heb. 2:11).[6] Para confirmar la relación familiar entre Jesús y los creyentes, el pastor colocó tres textos del AT en los labios de Jesús: Salmo 22:22, Isaías 8:17, p.p.; e Isaías 8:18, p.p. La primera referencia tiene a Jesús testificando a sus hermanos en el contexto de la comunidad en adoración (Heb. 2:I2). La segunda referencia tiene a Jesús confesando su confianza en Dios aun en el contexto de su sufrimiento, el cual tiene el propósito de alentar a sus destinatarios (vers. 13, p.p.). En la última cita, Jesús habla de los creyentes como los hijos que Dios le ha dado (vers. 13, p.p.).

            La igualdad de Jesús con los sufrimientos de los creyentes judíos no era una farsa; era real. También los compartió en la misma carne y sangre (vers. 14) En verdad, llegó a ser, en todos los aspectos, como sus hermanos y hermanas. Dos cláusulas de propósito clarifican cómo su llegar a ser humano ayudó a la “descendencia de Abraham” (vers. 16): “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (vers. 14), y “para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en 1o que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (vers. 17). El propósito pastoral del autor es claro: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (vers. 18). Un sentimiento que se repite en el versículo 15 del capítulo 4. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.[7]

            Para una congregación cansada y vacilante (Heb. 6:11, 12), era alentador saber que la promesa del descanso de Dios todavía estaba abierta y permanecía delante de su pueblo peregrino.[8] El descanso de Dios tiene su origen en la narrativa de la creación (Heb. 4:4, citando Gén. 2:2, 3), y todavía estaba a disposición de la generación del Éxodo. Pero esa generación fa11ó en entrar por su falta de fe perseverante (Heb. 3:16-19, 4:2, 6), y el liderazgo de Josué con los sobrevivientes del desierto dentro de la Tierra Prometida no era el cumplimiento final de entrar en el descanso de Dios (vers. 8) Si hubiera sido así, David, muchos años más tarde, no habría podido hablar de “hoy” (Sal. 95:7, p.p.): “otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: ‘Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones’ “ (Heb. 4:7). E1 pastor urgió a su congregación a no imitar la incredulidad de la generación del desierto, sino más bien a hacer todo esfuerzo posible por entrar en el futuro descanso de Dios (vers. 11).[9]

EL FUTURO

            La conjunción de sufrimiento y de una esperanza futura en el capítulo 11 también refleja la convicción del autor de que el abuso es una posibilidad real para aquellos que atienden al llamado de afirmar a Cristo pública y valientemente (Heb. 3:6; 4:16; 10:19, 35). Igualmente, el autor invita a sus lectores a mirar por fe, más allá de las exigencias del presente, a un futuro hecho seguro por los logros de Jesús. La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Heb. 11:1, 3);[10] así como Noé, quien, cuando se le advirtió acerca de las cosas que todavía no había visto, preparó el arca (vers. 7). Abraham salió sin saber a dónde iba, pero mirando hacia adelante, a la ciudad de Dios (vers. 8,9).

            Los patriarcas vieron las promesas de Dios desde la distancia, y anhelaron la futura ciudad de Dios (vers. 13, 16). Isaac bendijo a sus hijos con los ojos puestos en el futuro (vers. 20). José vio el regreso a Canaán y dio instrucciones acerca de su entierro allí (vers. 22). Moisés sufrió penalidades con el pueblo de Dios, ¡enunciando a las comodidades de Egipto, prefiriendo el vituperio de Cristo porque vio al Invisible (vers. 25-27).[11] En Hebreos 11, el “énfasis está en los hechos fieles” y una fe perseverante, esto es, una fe que transforma la “esperanza en realidad y lo invisible en visible”.[12] Los ojos de la fe podían ver ese futuro descanso no muy lejano. EI pastor del rebaño estaba entre “aquellos que están por heredar la salvación” (Heb. 1:14, traducción del autor), porque el mundo que está por venir es de ellos (Heb. 2:5). Mientras tanto, ellos debían apropiarse de 1a esperanza que está por delante (Heb. 6:18) y seguir hacia adelante, soportando las pruebas como disciplina divina (Heb. 12:7-1:1).

            El catálogo en el capítulo 11:32 al 40, comienza enumerando positivamente los triunfos de algunos de los jueces del AT, y terminando con David y los profetas; pero entonces, repentinamente, el tono cambia a una funesta lista de calamidades en los versículos 35 (p.p.) al 38. La lista es tremenda: tormentos, vituperios y azotes, prisiones y cárceles, apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada, destituidos, pobres, angustiados, maltratados. Los ejemplos de fe de antaño, que aparecieron dentro de su raza, convocan, por así decirlo, a estos cansados creyentes judíos y los urgen a mantenerse corriendo con perseverancia (Heb. 12:1,2).[13]

            En su lucha en confía de aquellos que se les oponían, este grupo de primeros judíos cristianos todavía no había sufrido al punto de derramar su sangre (vers. 4), pero Jesús sí 1o había sufrido (Heb. 2:9, 10, 18; 5:8; 9:26; 13:12). Su campeón (archegos), Jesús, había terminado su curso, habiendo soportado “contradicción de pecadores contra sí mismo”, y hasta “sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (Heb. 12:3,2). Por eso, el pastor amonesta sabiamente a su rebaño a fijar sus ojos en (aphorao) Jesús y a contemplar (analogizomal) al que soportó tal dolor (vers. 2, 3) e ir por fe donde él ya ha ido (Heb. 6:19, 20,1,0.19-22).

CONCLUSIÓN

            Cuando el autor, en sus observaciones finales, cita dos textos animadores del AT (Deut. 31:6; Sal. 118:6), no estaba simplemente ofreciendo el acostumbrado “que pases un buen día” que uno recibe a la salida del supermercado. Sus textos eran apropiados para 1a situación presente de los lectores:

            “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente. El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.

            El llamado, entonces, era para salir del campamento de Israel “llevando su vituperio” sabiendo que los creyentes no tenían una ciudad permanente aquí, sino debían mirar al futuro a la ciudad segura de Dios (Heb. 13:13, 14).[14]

Sobre el autor: investigador honorario del Colegio de Avondale, Cooranbong, Nueva Gales del Sur, Australia.


Referencias

[1] William L. Lane sugiere un grupo de unas quince o veinte personas reunidas en una casa, “Hebrews 1-8”, Word Biblical Commentary (Dallas: Word, 1991), tomo 47a, iii.

[2] E F. Bruce, The Epistle to the Hebrews, New lnternational Connentary on the New Testanent (Grand Rapids”Ml: Eerdmans, 1990). pp.3-9; P T. O’Brien, “The Letter to the Hebrews”, Pillar New Testanent Conmentary (Grand Bapids, Ml/Cambridge, UK: Eerdmans,2010), pp.9-13. Posiblemente, ellos no habían cortado completamente sus ligaduras con su antiguo judaísmo.

[3] F. F. Bruce, Hebrews, p.63.

[4] “Cristiano” es un anacronismo, pero se utiliza por conveniencia.

[5] Hebreos utiliza el adjetivo comparativo “mejor” “superior’ (kreitton) 12 veces, lo que significa el 71 % del uso total en el Nuevo Testamento.

[6] Literalmente, “hermanos” (adelphoi), pero el uso inclusivo del texto es fiel al significado general del texto.

[7] No deberíamos basarnos demasiado en este versículo en relación con el debate teológico sobre Jesús como modelo de cómo lograr un estado de impecabilidad en esta vida. Esto es un consejo de ánimo pastoral práctico, a un grupo desanimado, a perseverar incluso cuando la jornada cristiana se vuelve extremadamente dura.

[8] William G. Johnsson, “The Pilgrimage Motif in the Book of Hebrews”, Journal of Biblical Literature 97 (1978), pp. 239-251.

[9] La referencia al sábado (Heb. 4:9) es una imagen ilustrativa del futuro descanso de Dios. No prueba la naturaleza obligatoria del cuarto Mandamiento. Sin embargo, considerando que los destinatarios eran seguramente cristianos-judíos, observadores del sábado, es una ilustración muy significativa.

[10] Solamente Romanos utiliza (40 veces) el sustantivo “fe” (pistis) más a menudo que Hebreos (32 veces). El significado en Hebreos no es idéntico al matiz que le da Pablo en Romanos.

[11] Note la poderosa paradoja.

[12] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1957), t. 7, p. 471; William G. Johnsson, The Abundant Life Bible Amplifier Hebrews (Boise, ID: Pacific Press Pub. Assn., 1994). p. 205.

[13] Norman H. Young, “Suffering: A Key to the Epistle to the Hebrews”, Australian Biblical Review 51 (2003), pp. 47-59.

[14] Norman H. Young, “’Bearing His Reproach’ (Hebrews 13:9-14)”, New Testament Studies 48, Nª 7 (2002), pp. 243-261