El trabajo y la energía están estrechamente relacionados, pero se diferencian nítidamente. La energía es inherente en el poder, la fuerza, la fortaleza, la resolución, la vitalidad y la potencia que acompañan a la acción. Es el impulso interior que mantiene a una persona avanzando hacia la realización de empresas.

No podemos pensar en poder o realización sin pensar en energía. La fuerza más poderosa de la naturaleza se llama energía atómica.

Se nos invita a “procurar los mejores dones”; y debiéramos buscarlos hasta que nos apropiemos de ellos. Los dones y los talentos se dan únicamente a aquellos que los utilizan debidamente.

Los motivos son más importantes y fundamentales que las acciones. En el juicio final, el Señor tomará sus decisiones en base a los incentivos que inspiraron las palabras y las acciones. Por esta razón nadie puede juzgar justamente a otro, porque no puede leer en la mente. El ministro debiera orar fervientemente en demanda de motivos puros y de clara conciencia, y de la necesaria energía mental y física para realizar la obra a que ha dedicado su vida y para la cual fue apartado en la ordenación.

Así como “la fe sin obras es muerta”, también la energía sin trabajo no vale nada. El sabio dijo: “¿Has visto hombre solícito en su obra? delante de los reyes estará”. Benjamín Franklin dijo que su padre a menudo le recordaba este proverbio, con esta observación: “Benjamín, si eres enérgico y trabajador, algún día estarás ante la presencia de los reyes”. Hacia el final de su vida, Benjamín Franklin dijo que había disfrutado del privilegio de estar delante de cinco reyes y de comer con tres de ellos. Era notable por su energía y trabajo.

Los siguientes son dos de sus muchos y conocidos aforismos: “Cuando el diablo encuentra a un ocioso, lo pone a trabajar y le paga jornal”. “Quien se levanta tarde debe correr todo el día y a duras penas habrá terminado sus tareas al anochecer”.

El ministerio moderno necesita la mansedumbre y dedicación del apóstol Pablo, quien después de reconocer que todavía no había alcanzado su blanco en conocimiento y realizaciones, dijo: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13, 14).

Aunque la energía es el requisito anterior al trabajo, nadie puede cumplir su misión sin la ayuda divina. Leamos las siguientes declaraciones “Algunos piensan que el Señor mediante su Espíritu capacitará a una persona para hablar como él quiere que lo haga; pero el Señor no se propone hacer el trabajo que le ha encomendado a los hombres. Él nos ha dado razonamiento y oportunidad para educar la mente y los modales. Y después que hayamos hecho todo lo posible por nosotros mismos, haciendo el mejor uso de las ventajas a nuestro alcance, entonces podemos mirar hacia Dios con ferviente oración, pidiéndole que mediante su Espíritu haga lo que nosotros no hemos podido hacer, y siempre encontraremos poder y eficiencia en nuestro Salvador” (Testimonies, tomo 4, pág. 405).

La siguiente declaración está relacionada con el tema:

“No penséis nunca que ya habéis aprendido bastante, y que podéis cejar en vuestros esfuerzos. La mente cultivada es la medida del hombre. Vuestra educación debe proseguir durante toda la vida; cada día debéis aprender algo y poner en práctica el conocimiento adquirido.

“Cuanto hagáis, hacedlo con exactitud y diligencia; dominad la inclinación a buscar tareas fáciles.

“Los que buscan una tarea fija y un salario determinado, y desean dar pruebas de aptitud sin tomarse la molestia de adaptarse o de prepararse, no son los hombres a quienes Dios llama para trabajar en su causa. Los que procuran dar lo menos posible de sus facultades

físicas, mentales y morales, no son los obreros a quienes Dios puede bendecir abundantemente. Su ejemplo es contagioso. Los mueve el interés personal. Los que necesitan que se les vigile, y sólo trabajan cuando se les señala una tarea bien definida, no serán declarados’ buenos y fieles obreros. Se necesitan hombres de energía. integridad y diligencia; que estén dispuestos a hacer cuanto deba hacerse.

“El hombre puede moldear las circunstancias, pero nunca debe permitir que ellas lo amolden a él. Debemos valernos de las circunstancias como de instrumentos para obrar. Debemos dominarlas, y no consentir en que. nos dominen.

“Los hombres fuertes son los que han sufrido oposición y contradicción. Por el hecho de que ponen en juego sus energías, los obstáculos con que tropiezan les resultan bendiciones positivas. Llegan a valerse por sí mismos. Los conflictos y las perplejidades invitan a confiar en Dios, y determinan la firmeza que desarrolla el poder” (El Ministerio de Curación, p. 400).

La siguiente es una descripción de Quienes carecen de energía y laboriosidad la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el ‘verano su comida, y allega en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo: así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre de escudo” (Prov. 6:6-11). “Pasé junto a la heredad del hombre perezoso. y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; y he aquí que por toda ella había ya crecido espinas, ortigas habían ya cubierto su haz, y su cerca de piedra estaba ya destruida.

Y yo miré, y póselo en mi corazón: vilo, y tomé consejo” (Prov. 24:30-32).

Esta es una notable descripción de la granja. la viña, o el huerto de un hombre perezoso, y su indolencia es reconocida fácilmente por todos los que pasan por el camino. También es una gráfica descripción del pastorado de un ministro perezoso. Una viña o un huerto es el símbolo de la iglesia, y el ministro es el viñatero u hortelano. Necesita energía e iniciativa para cumplir su misión divinamente asignada.

Alguien ha dicho que “no hay problemas demasiado difíciles para resolver, pero hay muchos predicadores demasiado indolentes para resolverlos”. En respuesta a una severa crítica del general Grant, Abrahán Lincoln dijo: “No se excita fácilmente, y tiene el agarro de un bulldog. Una vez que ha hincado los dientes, nada puede sacudirlo”. El ministro necesita esa clase de energía y persistencia. Debiera Orar todos los días: “Señor, mantenme vivo mientras todavía estoy viviendo”, y podría añadir:

“E impide que me fosilice”. El escritor de estas líneas le preguntó a cierto médico amigo si conocía a otro médico anciano, y recibió esta respuesta: “Sí, lo conocí veinte años antes de que se fosilizara”. Casi demasiados predicadores se fosilizan espiritual intelectualmente años antes del tiempo en que debieran dejar de progresar. Es el plan del Señor que la mente se mantenga funcionando y desarrollándose durante tanto tiempo como haya vida en el cuerpo, y muchos han demostrado que tal cosa puede lograrse. Nunca debiera una persona jubilarse de la vitalidad y progreso espiritual y mental.

Los sermones oportunos no se logran únicamente por inspiración, sino también por transpiración. Los mensajes que conmueven el alma nunca salen de los labios de predicadores mental o espiritualmente indolentes. Proceden de hombres que están plenamente dedicados a Dios y a la obra que él les ha encomendado. El Dr. James Stewart dice: “El siervo del Evangelio —más que ningún otro, más que el hombre de ciencia, el artista, el compositor o el hombre de negocios— debe estar poseído, su corazón, mente y alma, por la trascendental empresa que ha puesto su compulsión sobre él. Sería innecesario destacar esto si no fuera porque la flojedad es un peligro tan insidioso. Este pecado común ha empobrecido la rica promesa de más de un ministerio y ha embotado el filo de su poder espiritual.

Las mismas condiciones del trabajo de un ministro —que colocan en sus propias manos el control de su tiempo y el planeamiento de sus días— le imponen una responsabilidad peculiar.

Si malgasta su tiempo en ociosidad, si despilfarra en una casual lectura de los diarios y revistas las preciosas horas de la mañana que debieran reservarse rigurosamente para dedicarlas al estudio concienzudo de la Palabra de Dios. Quebranta su fidelidad a Cristo y deshonra su elevada vocación” (Heralds of God, págs 195. Publicado por Charles Scribner’s Sons).

Hermanos, despertemos a nuestras responsabilidades utilizando provechosamente las preciosas horas de cada día en una obra y estudio enérgicos y laboriosos en favor de la gente que se vuelve hacia nosotros en busca de ayuda espiritual inspiración. Es verdad que muchos de nosotros trabajamos bajo presión una buena parte el tiempo, con juntas, visitas, dirección de campañas, etc. Pero, como Pablo, digamos:

“Una cosa hago”, y pongamos toda nuestra energía y poder en la preparación y la predicación de la Palabra.