Un estudio bíblico completado con citas del espíritu de profecía

La encarnación del Verbo eterno de Dios constituye uno de los misterios más insondables de la fe cristiana. Las Escrituras aclaran una parte de este tema admirable, pero muchos de sus aspectos permanecen como misterios de la providencia de Dios. La encarnación del Verbo de Dios encierra otros misterios; y cuando profundizamos en su estudio, llegamos a un límite imposible de sobrepasar. No debemos aventurarnos más allá de lo que ha revelado la inspiración divina. Estamos a salvo únicamente dentro de los términos de la verdad revelada; lo que los exceda, no pasará de ser especulación, deducción filosófica y vana imaginación.

Indudablemente todos nos hemos formulado interrogantes respecto de este lema, que han quedado sin respuesta. ¿Podemos explicar cómo Dios pudo convertirse en hombre? ¿Sabemos en qué forma se unieron la divinidad y la humanidad en la persona de Jesús? ¿Podemos explicar cómo Cristo, que no tenía pecado, vino al mundo a través de un conducto pecaminoso? ¿Quién puede explicar el milagro de la vida sin pecado de Jesús? Seguramente nos agradaría saber cómo pudo ser tentado en todos los puntos en que nosotros somos tentados. ¿Quién puede explicar el milagro de su resurrección, o el de su ascensión? Nos causaría gran satisfacción conocer las respuestas a todas estas preguntas. Repetimos, algunos de estos misterios han sido revelados parcialmente, pero muchos permanecerán fuera del alcance de nuestra comprensión, hasta el día en que traspongamos las perladas puertas de la Nueva Jerusalén.

Cuando pensamos en Jesús, concluimos que todo lo que le concierne, raya en la esfera de lo milagroso. Su venida al mundo fué un milagro; una serie de milagros jalonó su estada en la tierra; su ascensión fué un milagro. En verdad, Jesús fué un ser extraordinario, y su vida fué única, porque es el Hijo unigénito del Dios eterno.

Pero los misterios mencionados no son los únicos que contiene la Palabra de Dios. Sin embargo, debemos recordar que nos pertenece sólo lo que ha sido revelado, y en ello debemos creer y gozarnos; porque “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios/’ (Deut. 29:29.)

Podemos, por cierto, meditar con reverencia sobre temas que ofrecen un límite a nuestro conocimiento. El apóstol de los gentiles escribe: “Para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, y en todas riquezas de cumplido entendimiento para conocer el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo.” (Col. 2:2.) Y la Hna. White declara:

“Ninguna mente finita puede comprender plenamente el carácter o las obras del Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de investigaciones. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio.”—“Educación” pág. 165.

Gran parte del plan de salvación constituye un misterio. Pablo lo llama el “misterio del Evangelio.”

“Hay misterios en el plan de redención: la humillación del Hijo de Dios, para que fuese hallado como hombre, el admirable amor y la condescendencia del Padre al entregar a su Hijo; y esos misterios constituyen temas de continuo asombro para los ángeles celestiales.”—“Joyas denlos Testimonios,” tomo 2, pág. 307 (Ed. P.P.).

“El hecho de que Aquel que había pasado de una estrella a otra, de un mundo a otro, dirigiéndolo todo, satisfaciendo, mediante su providencia, las necesidades de todo orden de seres de su enorme creación, consintiese en dejar su gloria para tomar sobre sí la naturaleza humana, era un misterio que todas las inmaculadas inteligencias de los otros mundos deseaban entender”. Patriarcas y Profetas” pág. 56 (Ed. P.P.).

La encarnación implica la decisión de Cristo de morir por la raza caída y su nacimiento en la familia humana. “Grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne.” (1 Tim. 3:16.)

“Al contemplar la encarnación de Cristo quedamos desconcertados ante un misterio insondable que la mente humana no puede comprender. Cuanto más reflexionamos sobre él, tanto más asombroso nos parece. ¡Cuán enorme es el contraste entre la divinidad de Cristo y el débil niño del pesebre de Bethlehem! ¿Cómo podemos salvar la distancia entre el Dios todopoderoso y una débil criatura? Sin embargo, el Creador de los mundos, en quien la plenitud de la piedad moraba corporalmente, estaba presente en el débil niño del pesebre. Estaba muy por encima de cualquiera de los ángeles, igualaba al Padre en dignidad y gloria, y sin embargo llevó el vestido de la humanidad. La divinidad y la humanidad se combinaron misteriosamente, y como resultado, el hombre y Dios fueron uno. En esta unión encontramos la esperanza para nuestra raza caída. Al contemplar a Cristo hecho humano, contemplamos a Dios, y vemos en él el esplendor de su gloria, la clara imagen de su persona.’—E. G. de White, en The Sigas of the Times, 30 de julio de 1896.

Pero en toda meditación y estudio mantengámonos dentro de los límites señalados por la revelación. Tengamos en cuenta las siguientes advertencias:

“Una de las seducciones magistrales de Satanás consiste en mantener a los espíritus de los hombres investigando y haciendo conjeturas sobre las cosas que Dios no ha dado a conocer y que no quiere que entendamos. Así fué como Lucifer perdió su puesto en el cielo. ’—“El Conflicto de los Siglos” pág. 577 (Ed. P.P.).

“Es así como muchos se alejan de la fe y son seducidos por el diablo. Los hombres procuraron hacerse más sabios que su Creador: la filosofía intentó sondear y explicar misterios que no serán jamás revelados en el curso infinito de las edades. Si los hombres se limitasen a escudriñar y comprender tan sólo lo que Dios les ha revelado respecto de sí mismo y de sus propósitos, llegarían a tal concepto de la gloria, majestad y poder de Jehová, que se darían cuenta de su propia pequeñez y se contentarían con lo que fué revelado para ellos y sus hijos.’ — Ibid.

Ahora veamos algunas de las cosas que han sido reveladas.

1. Que Cristo es Dios.—En las Escrituras hay muchos pasajes que ponen de relieve este aspecto cristológico de la relación de Cristo con la Divinidad. Véase Rom. 9:5; 2 Cor. 5:19; 1 Tim. 3:16; Tito 2:13 (V. M.); Heb. 1:8-10; 2 Ped. 1:1 (V. M.).

“Cristo, el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en naturaleza, en carácter y en propósito: era el único ser que podía penetrar en todos los designios y fines de Dios. ‘Y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.’ (Isa. 9:6.) ‘Y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo.’ (Miq. 5:2.)”—“Patriarcas y Profetas,” pág. 12 (Ed. P.P.).

2. Que Cristo preexistía.—También esto recibe un fuerte apoyo de las Escrituras. Véase Juan 1:1-3; 8:58; 17:5, 24; Col. 1:17; Apoc. 1:8; 22: 12, 13. Además, leemos:

“Antes que Abrahán fuese, yo soy.’ Cristo es el preexistente Hijo de Dios, que existe por sí mismo.”—The Sigas of the Times, 29 de agosto de 1900.

“Somos creyentes en Cristo… creemos en su divinidad y en su preexistencia.”—“Testimonies” tomo 6, pág. 58.

  3. Que Cristo ha sido desde la eternidad.— En adición a los textos dados, anotaremos los de Prov. 8:22, 23 y Miq. 5:2.

El espíritu de profecía comenta:

“Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre.”—“El Deseado,” pág. 15.

“El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existía desde la eternidad, era una persona diferente, pero uno con el Padre… Hay luz y gloria en la verdad de que Cristo era uno con el Padre antes de la fundación del mundo. Esta es la luz que brilla en un lugar oscuro, haciéndolo resplandeciente con la gloria original y divina. Esta verdad, infinitamente misteriosa en sí misma, explica otras verdades misteriosas que de otro modo serían inexplicables; en tanto que ella permanece en la luz, inaccesible e incomprensible.”—The Revieiv and Herald, 5 de abril de 1906.

4. Que Cristo es el Creador de todas las cosas.—En el Nuevo Testamento aparecen numerosos pasajes que confirman esta declaración. Véase Juan 1:1-3; Efe. 3:9: Col. 1:13-16; Heb. 1:1, 2.

Leemos:

“El Padre obró por medio de su Hijo en la creación de todos los seres celestiales. ‘Porque por él fueron criadas todas las cosas.’ ”—“Patriarcas y Projetas” pág. 12 (Ed. P.P.).

5.     Que Cristo es la fuente y el dador de toda vida. Véase Juan 5:26; 1:4; 10:17; 11:25.

La Hna. White escribe:

“ ‘Yo soy la resurrección, y la vida.’ El que dijo: ‘Yo pongo mi vida, para volverla a tomar,’ salió de la tumba a la vida que tenía en sí mismo. . . . Únicamente Aquel cuya inmortalidad mora con la luz y la vida puede decir: ‘Yo tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.’”—The YoutlTs Instructor, 4 de agosto de 1898.

“ ‘En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.’ . . . Aquí no se habla de la vida física, sino de la inmortalidad, la vida que es exclusivamente propiedad de Dios. … En él estaba la vida, prístina e inherente.”—The Signs of the Times, 8 de abril de 1897.

6.     Que Cristo fué divino y humano.—Era el “Hijo de Dios” (Rom. 1:4.) También era el “Hijo del hombre” (Mat. 26:64). Era Dios “manifestado en carne” (1 Tim. 3: 16). El Verbo eterno “fué hecho carne, y habitó entre nosotros (Juan 1:14).

“En Cristo se unió la divinidad con la humanidad. La divinidad no se rebajó hasta el nivel de la humanidad; la divinidad mantuvo su lugar.”—“The S.D.A. Bible Commentary,” tomo 5, pág. 1.082.

“Cristo fué un hombre real; dió prueba de su humildad al convertirse en hombre. No obstante era Dios en la carne.”—The YoutlTs Instructor, 13 de octubre de 1898.

“Vistió su divinidad con la humanidad. Todo el tiempo fué Dios, pero no se mostró como Dios. . . . Era Dios cuando estaba en la tierra, pero se privó de la forma de Dios, y en su lugar tomó la forma y las maneras humanas. ’ —The Revieiv and Herald, 5 de julio de 1887.

7.     Que Cristo tomó nuestra naturaleza humana.—El apóstol Pablo pone de relieve esta verdad. Véase Fil 2:7; Rom. 8:3; Heb. 2:14.

“Cristo no tomó la naturaleza humana en apariencia; la tomó en verdad. Realmente poseyó la naturaleza humana. ‘Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo.’ Era el hijo de María; era de la simiente de David según el linaje humano.”—“The S. D. A. Bible Commentary” tomo 5, pág. 1.130.

Al tomar la humanidad sobre sí, Cristo vino a identificarse con ella, y al mismo tiempo a revelar a nuestro Padre celestial a los seres humanos pecadores.

“Jesús fué hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, como somos carne … aunque era el inmaculado Hijo de Dios. ’—“El Deseado de Todas las Gentes,” pág. 267.

8.      Que Cristo era inmaculado, limpio de todo pecado.—En la Biblia se pone de manifiesto el carácter perfecto del Hijo de Dios. Pablo dice que “no conoció pecado” (2 Cor. 5:21); Pedro declara que “no hizo pecado” (1 Ped. 2: 22); Juan hace notar que “no hay pecado en él” (1 Juan 3:5). En Heb. 4:15 y 7:26 se da un testimonio adicional: Cristo es “Santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores. ’

“En la plenitud del tiempo él [Cristo] iba a revelarse bajo la forma humana. Iba a ocupar su puesto a la cabeza de la humanidad, tomando la naturaleza pero no la pecaminosidad del hombre.”—The Signs of the Times, 29 de mayo de 1901.

“Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó en lo más mínimo de su pecado. … Si Satanás hubiera podido tentar y hacer pecar a Cristo en el punto más insignificante, habría quebrantado

la cabeza del Salvador. Pero, en vista de la firmeza de Cristo, sólo pudo herirlo en el talón. Si la cabeza de Cristo hubiera sido herida, habría perecido la esperanza de la raza humana. . . . No debiéramos abrigar dudas respecto de la perfecta inpecabilidad de la naturaleza humana de Cristo.’’—“The S.D.A. Bible Commentary,” tomo 5, pág. 1.131

En el siguiente pensamiento se hace gran énfasis en la impecabilidad del Hijo de Dios.

“El . . . estaba desprovisto de la mancha del pecado. … Su naturaleza no tenía la mancha del pecado’—“Testimonies,” tomo 4, pág. 528.

“No estaba mancillado por la corrupción, era un extraño para el pecado.”—Id., tomo 2, pág. 508.

“El no consintió en pecar. Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación.”—“El Deseado,” pág. 100.

“Mantuvo la pureza de su carácter divino en su naturaleza humana.”—The Youth’s Instructor, 2 de junio de 1898.

9.     Que Cristo fué tentado en todo, como nosotros.—Este es un admirable pensamiento confortador. Pero no olvidemos que a pesar de ello él fué “sin pecado.” (Heb. 4: 15.) La tentación no contaminó al Hijo de Dios. Llevó vicariamente nuestras tentaciones y flaquezas; de la misma manera llevó nuestras iniquidades. Aunque tomó sobre sí los pecados del mundo, continuó siendo el inmaculado Cordero de Dios. Cómo pudo realizarse esto, es algo que cae dentro de la esfera de lo misterioso. Nadie puede explicar el hecho de que Jesús haya sido tentado en todo, como nosotros, y que haya permanecido sin pecado.

Algunos creen que si Cristo era realmente humano, debió manifestar propensión al mal. Hemos recibido instrucciones definidas respecto de este punto. Aunque éstas se publicaron en El Ministerio de noviembre-diciembre de 1956 en la sección “Consejos del espíritu de profecía,” repetiremos algunas de ellas.

“Sed cuidadosos, muy cuidadosos acerca de cómo tratáis el tema de la naturaleza humana de Cristo. No lo presentéis ante las personas como un hombre con propensiones al pecado. Es el segundo Adán. El primer Adán fué creado como un ser puro y sin pecado, sin una mancha de pecado sobre él. . . . Jesucristo era el Hijo unigénito de Dios. Tomó sobre sí mismo la naturaleza humana. . . . Podía haber pecado; podía haber caído, pero ni por un instante se manifestó en él propensión al mal.”—“The S.D.A. Bible Commentary” tomo 5, pág. 1.128.

“Al tratar de la humanidad de Cristo, necesitáis cuidar rigurosamente cada aseveración, no sea que hagan decir a vuestras palabras más de lo que contienen, y así perdáis u oscurezcáis la clara percepción de su humanidad combinada con la divinidad. Su nacimiento fué un milagro de Dios.‘Lo Santo que nacerá [de María] será llamado Hijo de Dios.’

Estas palabras no se refieren a ningún ser humano, sino al Hijo del Dios infinito. Jamás, de ningún modo, dejéis la menor impresión sobre las mentes humanas de que una mancha o una inclinación a la corrupción se manifestó en Cristo, o que él, en alguna forma, cedía a la corrupción. Fué tentado en todo, así como el hombre es tentado, sin embargo se lo llama ‘lo Santo.’ Es un misterio que ha quedado sin explicación para los mortales el hecho de que Cristo haya sido tentado en todo, tal como nosotros, y que no obstante fuera sin pecado. La encarnación de Cristo siempre ha sido y siempre será un misterio. Las cosas reveladas son para nosotros y nuestros hijos; pero que todos los seres humanos se pongan en guardia contra la enseñanza de hacer a Cristo totalmente humano, tal como nosotros, porque no puede ser.”—Id., págs. 1.128, 1.129.

Jesús es nuestro maravilloso Salvador. No hay otro semejante a él. Pablo habla del “don inefable.” Pero esto no quiere decir que no podamos o no debamos hablar o dar testimonio de él sino que es un don maravilloso que excede toda descripción. Es incomparable; es indeciblemente precioso; es el don más grande que Dios haya hecho a los hombres.