LA EDUCACIÓN ADVENTISTA CIRCUNDA EL GLOBO

Las escuelas adventistas de ultramar —que están aumentando en número, anchura y profundidad— están ayudando a suplir la necesidad que la iglesia tiene de obreros bien preparados.

EL SISTEMAeducacional adventista, que cuenta con 5.194 escuelas, 35.319 maestros y casi tres cuartos de millón de estudiantes repartidos en 142 naciones es, probablemente, el mayor programa educativo patrocinado por una sola denominación protestante en todo el mundo. Normalmente, unos 558.000 estudiantes asisten a sus escuelas elementales; más de 133.000 asisten a sus escuelas secundarias; y sus colegios y universidades imparten educación superior a unos 43.000 estudiantes.

La inscripción en las escuelas adventistas de Estados Unidos y Canadá, que es de 63.108 estudiantes, ocupa el cuarto lugar en inscripción, después de las escuelas de la Iglesia Luterana del Sínodo de Missouri (194.404) de la Asociación Nacional de Escuelas Episcopales (78.438) y de las Escuelas Cristianas Internacionales (67.627). Tenemos 1.100 escuelas adventistas (k-12, o sea primarias y secundarias) en estos dos países: segundo lugar después de las de la Iglesia Luterana del Sínodo de Missouri que tiene 1.754.

La educación no siempre ha desempeñado un papel preponderante en nuestra iglesia. Como lo expresó un autor adventista hace poco: “La educación, de hecho, constituyó el último desarrollo institucional dentro de la denominación; estuvo precedido por un fuerte desarrollo de la obra editorial, cuyo principal enfoque era la diseminación de literatura evangelística (1849), una organización eclesiástica centralizada (1863) y un vigoroso programa de instituciones para el cuidado de la salud (1866)”.[1]

De hecho, fueron los laicos los primeros que promovieron una educación académica para los niños de la iglesia. Los registros más antiguos que nos han llegado indican que entre 1853 y 1872, los laicos de Buck’s Bridge, Nueva York; Bat- tle Creek, Michigan; y Amherst, New Hampshire, hicieron intentos esporádicos de educar a sus hijos. Durante este período la iglesia se conformaba con impartir instrucción religiosa por medio de las escuelas sabáticas y el Youth’s Instructor, que era la revista para la juventud.

La primera escuela adventista patrocinada por la denominación fue la de Battle Creek, que se abrió en 1872. Aunque ésta se creó para los hijos de los miembros de la iglesia adventista, su objetivo primordial era la preparación de los jóvenes de mayor edad para que participaran en la difusión del Evangelio en todo el mundo. Por lo menos, para esta fecha, ya los dirigentes de la iglesia se habían convencido de que deberían establecer una escuela bajo su supervisión. Pensaban que al fundar una escuela la iglesia garantizaría que su cuerpo ministerial estaría preparado para asumir sus funciones bajo la dirección de aquellos que habían conocido la verdad desde sus comienzos y que eran considerados como dirigentes capaces.

Esta histórica escuela se convirtió en el Colegio de Battle Creek en 1874. Ocho años más tarde (en 1882), con la apertura de una academia en Healdsburg, California, y otra en South Lancaster, Massachusetts, surgió el sistema de educación secundaria.

Las escuelas de iglesia ayudan a las misiones

El año 1874 marcó también el inicio de la primera aventura de la iglesia en las misiones de ultramar. J. N. Andrews enviado como misionero a Europa. Un cuarto de siglo después la empresa misionera de la iglesia ya no se limitaba a Europa. Se había extendido al África, la India, Centro y Sudamérica, el Lejano Oriente, Australia, y las Islas del Caribe y del Pacífico.

El establecimiento de las escuelas adventistas fortaleció este avance en la ganancia de almas. Warren Minder, en su estudio de la relación que existe entre la asistencia a la escuela y la feligresía de la iglesia, escribió: “El crecimiento en instalaciones educativas fue lento hasta la década de 1890. Durante esa década se establecieron cinco colegios, muchas academias, y más de 200 escuelas primarias en los Estados Unidos. Durante este mismo período, según Brown (1972) y Cadwaller (sic) (1975), se establecieron nuevas escuelas adventistas en Canadá, Inglaterra, Australia, Suiza, Suecia, Alemania, África, Argentina, Dinamarca y Brasil”[2].

El primer colegio establecido en África fue el de Claremont, fundado en 1892 en Kenilworth, Cabo, Sudáfrica. Desde este centro educativo, que después llegó a ser el Colegio Heidelberg, salieron muchas generaciones de misioneros que evangelizaron posteriormente todo el resto del África.

Dos años después de fundado el Colegio Claremont, el pastor A. T. Robinson, que era entonces presidente de la misión del Cabo, visitó a Cecil Rhodes, el famoso constructor de imperios y le pidió un terreno para establecer una misión entre los Matabeles de Indonesia. Rhodes le dio órdenes al Dr. L. S. Jameson, administrador de Bulawayo, de permitir a los representantes de los Adventistas que escogieran toda la tierra que necesitaran. Ellos eligieron unas 6.000 hectáreas donde edificaron la misión de Solusi. Dicha misión, que fue la base para los primeros misioneros entre los Matabeles y donde se bautizaron los primeros conversos de esa tribu, llegó a ser también el lugar donde surgió el primer colegio entre esa gente. En la India, donde el evangelismo directo no daba resultados, se establecieron escuelas primarias para educar a los niños aldeanos, hecho que poco a poco se convirtió en el medio para que los adultos se interesaran en el Evangelio. Jessie Louise Lowry, hija de una de las familias de los pioneros en la India, me contó cómo su padre, después de hacer esfuerzos infructuosos para comunicar el mensaje a la población hindú adulta, decidió juntar a los pilluelos analfabetos de la aldea y enseñarles a leer la Biblia y sus maravillosas historias. Pronto los niños estaban relatando a sus padres lo que habían aprendido. Pronto estos padres manifestaron suficiente interés como para que los misioneros pudieran comenzar a trabajar entre los adultos.

Lo mismo ocurrió en los altiplanos de Bolivia y Perú. Fernando Stahl enseñó a los indios aimaras a leer y así puso las bases tanto para predicarles el Evangelio, como para introducirlos en la civilización moderna. El pastor Stahl perseveró a pesar de la dura oposición de la clase media acomodada, de los políticos y de la iglesia popular. En señal de gratitud, los ciudadanos de Platería, Puno, Perú, levantaron un monumento a la memoria de este educador pionero. Dicho monumento se encuentra situado en la plaza de armas de dicho lugar frente al palacio municipal y la escuela secundaria adventista que continúa contribuyendo a la educación de la gente de esa zona.

El carácter de la educación cristiana

Mientras los misioneros descubrían que la educación basada en el estudio de las Escrituras podía ayudarles en la predicación del Evangelio, Elena G. de White, la principal consejera de la iglesia, advertía que un currículo orientado hacia lo clásico y enfocado hacia el racionalismo y el orgullo de las realizaciones personales no era lo que se necesitaba precisamente para el desarrollo de los talentos de la juventud cristiana. En 1893 ella publicó el libro Educación cristiana, en el cual exponía la filosofía que debía guiar los conceptos, el contenido y los métodos del programa educativo que era realmente cristiano.

Aconsejó que no se indujera a los estudiantes a hacer un desmedido acopio de información y la excesiva memorización, sino al desarrollo de los aspectos espirituales, sociales, físicos y vocacionales de sus vidas, considerando que éstos tienen el mismo valor e importancia que sus facultades mentales. Aconsejó a los maestros que hicieran de la salvación de sus estudiantes, de su capacidad para desempeñarse efectivamente como personas útiles y del desarrollo de su carácter, el fundamento de toda su educación. La excelencia en la educación demandaba más que el dominio de los cursos académicos, también incluía la preparación para una vida y una vocación señalada por el amor y el servicio a la humanidad.

Una parte importante del currículo era la enseñanza de los valores espirituales, la ética del trabajo y el servicio a la comunidad. El programa educativo de la iglesia y los maestros debían ejemplificar los valores morales, espirituales y éticos de modo que motivara a cada estudiante a convertirse en un candidato del reino de los cielos.

Este énfasis espiritual de ningún modo desplazaba la disciplina académica. A principios del siglo XX los educadores de la iglesia hicieron frente a una fuerte resistencia a la acreditación, pero Elena G. de White les instó a que las escuelas de nivel medio que alimentaban al Colegio de Médicos Evangelistas (hoy Universidad de Loma Linda) impartieran la preparación acreditada que asegurara el reconocimiento por parte del gobierno de los grados que confería la escuela de medicina.

Crecimiento fuera de Norteamérica

El sistema educativo que en 1900 no era más que una tierna planta, pronto extendió sus frondosas ramas. Para fines del siglo XIX y principios del XX ya se componía de 220 escuelas primarias, 18 escuelas de nivel medio y 8 colegios superiores, casi todos ubicados en los Estados Unidos y Europa. Actualmente el sistema educativo adventista tiene, sólo en África, 961 escuelas primarias y 214 escuelas de nivel medio. En las tres Américas tiene 2.320 escuelas primarias, 326 de nivel medio y 32 colegios superiores. En ese mismo orden tiene 334, 63 y 25 en Europa y el Pacífico 786,172 y 15 en Asia y el Lejano Oriente.

No sólo se ha incrementado el número de instituciones educativas de ultramar, sino también la matrícula. En 1988 el Colegio de la Unión Filipina tenía 3.959 estudiantes; la Universidad Coreana Sahmyook, 2.006; la Universidad de Montemorelos en México, 1.311; y la Universidad de la Unión Incaica, en Perú, 1.307.

Los programas académicos que ofrece nuestro sistema universitario se han diversificado y perfeccionado constantemente. Ya quedó atrás el tiempo cuando sólo las escuelas de los Estados Unidos ofrecían títulos en medicina, enfermería y otras profesiones relacionadas con la salud. La Universidad de Montemorelos en México y la de Vellore en la India ofrecen cursos y títulos en medicina, preparando médicos para servir a la iglesia. Corea tiene una escuela farmacológica, Dinamarca una prestigiosa escuela de fisioterapia, y en todos los continentes las escuelas adventistas ofrecen preparación para enfermeras.

Mientras que la mayoría de las escuelas que ofrecen cursos de posgrado todavía se encuentran en los Estados Unidos, ya se ofrece preparación a este nivel en instituciones adventistas en Filipinas, la India, América Latina, Europa y Australia. De los más de 42.000 estudiantes que reciben preparación a nivel de posgrado, la mayoría está registrada en los siguientes grupos académicos: Área de Salud y otras relacionadas con ella, 8.020; Contabilidad y administración y otras relacionadas con el ramo, 7.099; educación, 5.095; y religión, 5.273. Otras tres no están muy distantes: ciencias aplicadas, 1.861; ciencias naturales, 1.295; y humanidades, 1.256.

Los cambios en la constitución del personal misionero de la iglesia reflejan el crecimiento de su sistema educativo en todo el mundo. Entre 1901 y 1960 la iglesia envió 5.925 misioneros, la mayor parte de ellos procedentes de Norteamérica, Europa, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia. Los obreros nacionales también constituían una parte de la empresa misionera durante ese período, pero tendían a trabajar en áreas cercanas a sus propios países, por ejemplo, los de las Islas Salomón trabajaban en el Pacífico sur y en

Nueva Guinea, y los de Latinoamérica y las Indias Occidentales en las islas o en los países adyacentes a su tierra natal.

Pero desde mediados de 1950 la obra de la iglesia se ha caracterizado por una distribución más universal de los recursos humanos, a medida que los colegios incrementaban sus grados académicos dando una mejor preparación a los obreros nacionales. Los graduados de nuestras escuelas de las Filipinas han servido en África, los Estados Unidos y las Indias Occidentales. Los negros norteamericanos han servido en África, Centro y Sudamérica y las Indias Occidentales. Los latinoamericanos han servido en todo el continente americano y también en Europa, África y el Lejano Oriente. Los misioneros de la India han ido al Lejano Oriente, África, las Indias Occidentales y Norteamérica. También vemos crecer cada día el número de obreros japoneses, chinos y coreanos que se integran a las misiones en lugares como Brasil, los Estados Unidos y Australia

Hoy, como ayer, la iglesia ve en sus escuelas la fuente natural de obreros consagrados. A fin de mantener la calidad de la instrucción, así como los valores y métodos que han contribuido a hacer de su programa educativo algo diferente, utiliza un sistema de acreditación que complementa y suplementa las variadas formas de reconocimiento gubernamental y profesional.

Como en el pasado, los educadores adventistas trabajan celosamente a fin de integrar los aspectos espirituales, vocacionales y académicos de la educación cristiana. Se esfuerzan por lograr que los graduados sean reconocidos por su carácter, por su capacidad y por su dedicación al servicio.

Sobre el autor: Víctor S. Griffiths, Ph. D., fue director asociado del Departamento de Educación de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Hasta el momento de su sensible deceso ocurrido en septiembre pasado.


Referencias

[1] George ñ. Knight, “Reavivamiento espiritual y expansión educacional”, Revista Adventista, 29 de marzo de 1984, pág. 8.

[2] Tesis doctoral, Western Michigan University, Kalamazoo, Michigan, 1975, pág. 17.