Casi todos los ministros están profundamente convencidos de que la ganancia de almas para este mensaje es su primera responsabilidad y obra. Cuando nos iniciamos en la obra del Señor, todos nos consideramos mensajeros de la verdad encargados de reunirlos que son sinceros de corazón para llevarlos a la comunión con los santos de la iglesia remanente. Muchos recordamos el tiempo cuando pensábamos que la palabra evangelismo significaba en primer término bautizar a los conversos y unirlos a la iglesia.
Pero esta noble, aunque ingenua visión, pronto se anubla con la acción de inesperadas tareas y programas impuestos a los ministros. Nuestro ardor se enfría por temores internos y desánimos externos. Pronto llega la desilusión, seguida por la resignación y la desesperanza. Fácilmente se dice: “Creo que el evangelismo no es mi especialidad”. O bien: “Estoy contribuyendo en el lugar donde me encuentro, y de cualquier modo los buenos días del evangelismo ya han pasado; no vale la pena luchar contra las realidades de la televisión y la apatía del público”. Cuando pensamos en esta forma estamos abandonando la lucha demasiado pronto. Porque:
1. Es posible delegar una parte de la responsabilidad, preparando a los miembros laicos para que asuman una buena porción del trabajo que estorba al ministerio.
2. Existen métodos de evangelismo público que producen resultados a casi todos los pastores que los emplean. Es una nueva aventura que proporciona tremenda satisfacción al ver duplicarse y triplicarse los bautismos. Sin embargo, no requiere abundantes recursos financieros, y puede llevarse a cabo con el presupuesto de casi cualquier pasturado.
3. La edad de oro del evangelismo no fue ayer o generaciones atrás —corresponde a la actualidad.
En todo el mundo se están realizando nuevos progresos en el frente evangelístico. Tanto los pastores como los evangelistas están encontrando una recompensa animadora en los esfuerzos públicos realizados con los métodos descubiertos recientemente.
Creo que la experiencia de nuestro equipo que trabaja aquí en Michigan ha sido un ejemplo típico de lo que ocurre en otros lugares. Hemos tenido cuatro equipos en Michigan en los dos años pasados, y los resultados han sido animadores.
Nuestro propio equipo llevó a cabo siete campañas en 1962. Generalmente empleamos cinco semanas en cada lugar. (Una semana de reavivamiento en la iglesia, tres semanas de reuniones públicas, y una semana de confirmación).
El Señor nos bendijo. Más de 500 personas decidieron unirse a la iglesia, y 375 de éstas fueron bautizadas. El resto quedó en manos de las iglesias, y posiblemente la mayor parte ya han sido bautizadas en este momento.
¿Cuesta caro el evangelismo?
Uno de los factores más animadores para mí es la economía que se realiza con este método de trabajo. Hace algunas semanas nos sentamos con el tesorero de nuestra asociación para calcular el costo por persona convertida durante este período de evangelismo. Incluimos todos los costos: sueldo y gastos del equipo, el costo de todo el equipo material utilizado, la depreciación sobre una base a corto término, y otros gastos de la campaña. El costo por persona convertida en 1962 resultó ser nada más que de setenta y cinco centavos de dólar. Otros equipos han bajado aun esta cantidad.
Hace poco, Bruce Johnston, del Colegio Misionero Emmanuel, calculó los diezmos y las ofrendas dados por esos conversos y concluyó que esta clase de campañas de evangelismo pagan sus propios gastos en poco tiempo. Considerando estos resultados, la campaña evangélica desde el punto de vista de los negocios es una forma provechosa de invertir tiempo y dinero para Dios.
Guías para el éxito en la ganancia de almas
1. Nunca deberíamos dejar de lado la regla más esencial: “Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Luc. 24:48, 49). Debemos ser hombres de poder —pero el poder debe proceder de lo alto. No hay secretos acerca de la forma como podemos obtener el Espíritu Santo. Jesús dijo simplemente: “Pedid”. De modo que en primer término necesitamos renovar el poder de la Presencia prometida.
2. Cuando los ministros de Dios fueron bendecidos con poder en los primeros días de la iglesia cristiana, y también del movimiento adventista, rehusaron gastar sus energías en ocupaciones secundarias. No se dejaron apartar de su ministerio ocupándose de los trabajos físicos de la iglesia. Aunque no se despojaron de su responsabilidad de velar para que esas cosas buenas en sí mismas fueran atendidas, prepararon a los obreros laicos para que se ocuparan de la atención de esas necesidades. Así ellos, los ministros de Dios, quedaron libres para ocupar todo su tiempo en el cumplimiento de su vocación.
3. Muchas veces se nos ha aconsejado imitar ‘los métodos de Jesús en nuestros esfuerzos por la salvación de las almas. Hay dos características sobresalientes de su obra:
a) Se dice de él: “Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana”. Jesús estaba en contacto con la multitud. Hablaba su idioma; sabía adonde estaban. Gran parte de nuestro fracaso en el evangelismo de la actualidad puede atribuirse a nuestra falta de comunicación con el hombre de la calle. Necesitamos desesperadamente poner al día nuestros pensamientos y nuestras expresiones. A menudo estamos hablando con el lenguaje de una generación que ha muerto en el tiempo cuando nosotros nacimos. Nuestros argumentos caen en oídos que desconocen los problemas acerca de los cuales estamos hablando. Una buena parte de las citas bíblicas que presentamos con tanto entusiasmo, resultan un lenguaje extraño, tanto por su concepto como por su vocabulario, para los iletrados espirituales de esta generación. Necesitamos traducir su mensaje a un lenguaje moderno si queremos comunicar a los oyentes algo de la vida que contienen. Necesitamos descubrir en qué nivel está el pensamiento de la gente en la actualidad, para luego predicar desde ese punto para llevar a la gente a donde queremos que esté. Esto requerirá realizar lecturas escogidas y un estudio del pensamiento actual. Después de esto podremos esbozar un método sencillo y lógico para conducirlos hacia los caminos del Señor. Si los perdemos a lo largo del camino, por lo general la culpa es nuestra y no de ellos. La experiencia más cautivadora que podemos proporcionarles a estos oyentes consiste en la revelación de este mensaje. Si la mente entenebrecida puede ser conducida hacia la luz de los mensajes angélicos, no se necesitarán anécdotas y otros recursos para embellecer esta aventura. En realidad, algunas veces se convierten en una distracción innecesaria.
Necesitamos sacar nuestra manera de encarar la predicación del mensaje del nivel extemporáneo en el que se encuentra, y adoptar los métodos efectivos para esta época espacial en la cual vivimos.
Las siguientes palabras de Habacuc son aplicables a la actualidad: “Y Jehová me respondió, y dijo; escribe la visión, y declárala en tablas para que corra el que leyere en ellas” (Hab. 2:2). A veces por nuestra manera de presentar el mensaje no estamos siguiendo el consejo bíblico. Pareciera que procuramos probar la capacidad de la gente de seguir nuestro pensamiento intrincado. ¿Nos divierte jugar a una especie de escondida intelectual? Realmente no es una gran cosa ser oscuros en la exposición. Se requiere una mente despierta para conducir a otras mentes de las tinieblas a la luz sin perder a la mayoría a lo largo del camino.
b) El método de Jesús para conseguir un auditorio, todavía sigue siendo el mejor. Utilizaba a la gente para que trajera a más gente, a la multitud para que acrecentara la multitud. Como ejemplo podemos nombrar a los discípulos, a los setenta, a la mujer junto a la fuente, y al endemoniado gadareno. Sea que utilicemos panes y peces o Biblias blancas y cuadros de colores, la motivación básica sigue siendo la misma. Y además, si la gente ve el milagro de la gracia de Dios obrando en nuestras reuniones, y en sus propios corazones, responderá en forma similar a la experiencia que se manifestó a raíz de la visita de Jesús a la fuente de Jacob y a las playas de Gadara. Si estamos atascados en medio de métodos infructíferos o atados con las cuerdas de las actividades que no son esenciales, puede ser necesario realizar esfuerzos bien definidos para libertarnos. Algunas veces hemos tenido el sentimiento de haber fracasado. Cuando pensamos en esta forma. el espectro del “temor al fracaso” levanta su fea cabeza, y escapamos en busca de un refugio. En un artículo reciente de la revista Reader’s Digest cuyo autor es Arturo Gordon, aparece un antídoto para este veneno. Sería más conveniente leer lodo el artículo, sin embargo citaremos un notable consejo que a ese autor le proporcionó el éxito después de repetidos fracasos: “Duplique su cantidad de fracasos… Avance y cometa errores. Cometa todos los errores que pueda. Porque, recuérdelo, así es como encontrará el éxito. Está al otro lado del fracaso”.
4. Tal vez seamos hombres comunes, pero somos los portadores de un mensaje extraordinario. Verdaderamente es un anuncio fantástico contemplado a la luz de los acontecimientos que están ocurriendo en la actualidad. Necesitamos aprender a comunicarlo con tanta claridad y entusiasmo que la gente abandone sus programas de televisión y cancele sus vacaciones de fin de semana para venir a escucharnos.
Y eso se está haciendo hoy. Ciertamente miles más pronto se deleitarán con las emociones que proporciona la abundante cosecha de almas. ¿Y quién sabe? Vosotros podéis también pertenecer a este grupo. ¡Porque la edad de oro del evangelismo es ésta!
Sobre el autor: Evangelista de la Asociación de Michigan